InviernoPasé de ser otro niño del orfanato Wilstermann a ocupar la silla vacía en la mesa de los Lombardi. No me siento a gusto aquí, todo dista tanto de lo que conozco. Ya no soy el niño de siete años, hace días he cumplido los dieciséis y sigo sin acostumbrarme. Parece que no he nacido para dar recíprocamente o devolver el amor que ellos me dan, quizás sea egoísta y una admisión malagradecida de mi parte, pero confieso que he tenido mejores momentos en la soledad que con la compañía de tres personas.Uno de ellos es Donato, mi “hermanastro”, cada vez que estamos en la mesa me mira mordaz, me odia desde que llegué, me considera el intruso al que aborrece por robar la atención de sus padres. Por eso hace de mi vida un infierno eterno.Como si realmente me importara ser el centro de atención.Lía, admito que ha sido buena conmigo, al igual que Adriano, pero no me comprenden como quisiera.Ayer Donato ha llegado a casa pasado de copas, lo peor es que se ha metido a mi habitación y enr
—Deja de hacer tantas preguntas y apresúrate a hacer tu trabajo —señaló Rabab cortando el parloteo de la rubia.Cual niñita le sacó la lengua sin que la viera y junto a Brenda partió de ahí a la segunda planta. No iba a mentir que le paseaba por toda la piel cierto escalofrío, el progenitor de su jefe era algo intimidante.La familia de Ismaíl llegó al mediodía. El recibimiento resultó caluroso, y no se prolongó más, pues Brenda intervino saludando y luego dirigió a ambos a sus respectivas habitaciones. Posterior a eso, aunque preferían descansar después de un largo viaje, aceptaron el almuerzo.Su hermana parecía más adulta, no una jovencita de apenas veintiuno. Sus gigantescos ojos, pero preciosos, eran grisáceos y con ese perfecto delineado que solía hacerse los volvía hipnóticos en cada parpadear, tenía el cabello oscuro y liso, la piel bronceada. La definía: sin filtros y curiosa.—¿Dónde está la linda Mariané? Ya quiero conocerla. —comentó Darelle ocupando su lugar en la mesa de
Pesadumbre—Pasó el tiempo y lo inevitable surgió. Me sentí un monstruo deseándola en silencio, de pensarla sin pudor —enterró la cara en sus manos, avergonzado —. Me esforcé por hacer bien el rol de tío, lo juro. Pero a medida que fue creciendo todo se torció, acercarme a ella significó una tortura. La quería tanto, pero no de la manera correcta, de modo que decidí tomar distancia pretendiendo mitigar los malos pensamientos. Dejé de acompañarla durante las comidas, de entablar hasta la más tonta conversación con Mariané, incluso una vez cancelé las vacaciones de verano, creí que solo así evitaría hacer una locura. No sirvió de nada la evasión que según yo, extinguiría la intensidad de esa peligrosa atracción. Porque todo se fue por la borda cuando la encontré curioseando en mi habitación y me acosté con ella.Con pesar volvió a sentarse y temeroso inspeccionó el rostro de los dos, la consternación cruzaba las facciones de su hermana, mientras que su padre parecía inexpresivo. La fata
—Ese no es el punto y que no lo celebre no significa que… —resopló, admitir que le importaba la familia no era propio de sí, lo único por lo que se desvivía era de llenar sus cuentas bancarias. Pero algo había cambiado, no supo cuándo, el porqué, sucedió sin percatarse que sus intereses ya no se inclinaban solo por lo material. —Solo digo que ella te necesita, independientemente de todo el daño que le has causado. No soy precisamente el ejemplo de un padre amoroso, con eso no pretendo decir que tú seas como un papá para ella, pero eres su fortaleza, más allá de eso el hombre al que ama.—Entiende que sin mí está bien, si volvemos a estar cerca no te aseguro que todo estará bajo control. He pensado que Brenda puede ir por ella y llevarla adónde quiera por estos días. Que Mariané escoja el destino y yo pagaré todo, estoy seguro de que no le parecerá una mala idea, después de todo no iré y ella no quiere verme.—Si crees que es lo idóneo para los dos, adelante, no voy a refutarlo. Pero l
AhogadoNo me conformé con pertenecer a una familia adoptiva, necesitaba descubrir mi verdadera identidad. A los diecinueve mientras rebuscaba entre mis cosas, me topé con una carta. Aquel papel amarillento nunca lo noté. Le pregunté a Lía, me explicó que cuando me adoptaron la directora del orfanato le pidió que me lo diera en cuanto fuera mayor. Se disculpó por haberlo olvidado y más aún dejarlo en una caja que pude haber desechado al desconocer que eso estaba ahí.La carta había sido escrita por mi madre, poco antes de morir. Decía que llegó a New York con su tía, una mujer difícil, pero que al pasarse de copas, despistada y sin cuidado. Se aprovechó de eso y salió a experimentar. Todo parecía distinto a su país, más liberal. Cuenta que acabó entrando en un lugar repleto de personas, un bullicio que se repartía entre la pista de baile y otros, tomando a raudales. Era un club, ahí vio a mi padre por primera vez, un hombre mayor para ella. Casualmente tenía la misma edad que tú, diec
Con el corazón partido cayó sobre el frío suelo. El camino de errores por el que transitó no dejaba de golpearlo. Ahora que estaba solo, se sintió perdido, sin encontrar la manera de seguir adelante, no aguantaría sin ella; se cubrió la cara sumergido en el llanto a mares.—Ismaíl ya es hora de irnos.No contestó, parecía que las palabras se le quedaron atascadas en la garganta. Quiso desaparecer cuando su padre lo encontró así. Mohammed lo ayudó a levantarse y él, como un chiquillo, lo abrazó sin querer soltarlo.—No puedes seguir lamentando un capítulo viejo, déjala ir Ismaíl. —le dijo dándole golpecitos en la espalda.Pasar la página no lo podría hacer, no se sentía preparado para arrojar atardeceres, noches, días cargados de risas, besos incluso lágrimas a la basura. Pero era consciente de una ineludible necesidad de suspirar en medio de la tormenta o se ahogaría irremediablemente.Al día siguiente la pelirroja volvió a ver a Brenda, aquellos meses lejos, la misma eternidad, se de
DeclaracionesCon desparpajo se abrigó. Salir por ahí, andar sin rumbo, al menos le sacaría de la cabeza el intenso pensar, eso creía.Saliendo evitó un alboroto, si Brenda la pillaba, obvio que no la dejaría salir. La mujer buscó al mediodía a Mariané y supuso que estaría afuera. Creyó idóneo permitirle un rato de soledad. Se dedicó a preparar el almuerzo cortando algunas zanahorias y papas. Pero pasado ya un tiempo, si no volvía, entonces iría a buscarla.Jugó con su móvil, confundida. Dejó de girar el aparato sobre su regazo. A lo lejos avistó una pareja sacándose fotos. La escena más empalagosa que contempló jamás. Siguió observando lo que ocurría ahí, el chico se arrodilló ante la joven mujer y sacó de su bolsillo… Oh por Dios. Era una propuesta de matrimonio, se percató de pronto con los ojos de par en par. Al pareció le dio el sí, porque se dieron un beso largo y apasionado antes de que él se incorporara de nuevo y le tomase la mano para ponerle el anillo.Apartó la vista, reco
La siguiente hoja declaraba también su tormento, sus observaciones a escondidas de las que no se percató jamás. Al pie de la página decía en letra cursiva, Junio.El mar está de fondo, el viento un adorno que azota su cabello, se mueve de un lado al otro bajo el atardecer de sangre y fuego del olvido. Estoy ahí, cautivado, testigo de los rayos de sol que van quedando y logran atravesar con su luz, el atractivo escarlata de sus hebras.Camina sin observar a su alrededor, no se da cuenta que tienta con sus movimientos; una ferviente necesidad de acercarme a ella no deja de crecer, pero es infranqueable, teniendo que conformarme con el deleite de mirarla.Acabo acercándome a ella, cediendo a la dulce tentación de estar a su lado y replantear la posibilidad de quererla así, en secreto. Se siente bien su cercanía. Me mira con sus hipnóticos ojos caramelos, en un parpadear ha derrumbado todos mis muros.MarzoLa primavera debiera tener su nombre, porque ella florece en una sonrisa, una mira