La siguiente hoja declaraba también su tormento, sus observaciones a escondidas de las que no se percató jamás. Al pie de la página decía en letra cursiva, Junio.El mar está de fondo, el viento un adorno que azota su cabello, se mueve de un lado al otro bajo el atardecer de sangre y fuego del olvido. Estoy ahí, cautivado, testigo de los rayos de sol que van quedando y logran atravesar con su luz, el atractivo escarlata de sus hebras.Camina sin observar a su alrededor, no se da cuenta que tienta con sus movimientos; una ferviente necesidad de acercarme a ella no deja de crecer, pero es infranqueable, teniendo que conformarme con el deleite de mirarla.Acabo acercándome a ella, cediendo a la dulce tentación de estar a su lado y replantear la posibilidad de quererla así, en secreto. Se siente bien su cercanía. Me mira con sus hipnóticos ojos caramelos, en un parpadear ha derrumbado todos mis muros.MarzoLa primavera debiera tener su nombre, porque ella florece en una sonrisa, una mira
—¿Por qué me llamas, eh? —escupió dolida —. No hagas las cosas más difíciles, Ismaíl. Colgaré…—¡No! —rogó. Mariané estuvo a punto de hacerlo, pero una vez más el corazón mandaba —. Por favor, escúchame. Eché de menos escuchar tu voz, dime ¿cómo estás, florecilla?—Mejor sin ti, es lo que quieres escuchar, ¿verdad?—También solías serlo a mi lado, si mal no recuerdo. —dijo en un susurro lejano que se sintió tan cerca como sufrido.Resopló enfadada consigo misma por no ser capaz de ocultar sus sentimientos. Sabía que aquella situación era absurda, que no debería sentir nada por él después de todo lo que había pasado, pero su corazón seguía latiendo con fuerza cada vez que lo veía. Quería escapar de su caja torácica, desesperadamente, y eso la desquiciaba aún más.Trató de controlar su respiración y cerró los ojos por un momento. No podía permitirse mostrar debilidad frente a él, no después de todo lo que le había hecho pasar. Pero por más que intentaba convencerse de que ya lo había su
—¿A distancia? Apenas sé de ti después de dos largos meses, no puedes ahora decir que sigues cuidando de mí. Hace mucho que dejaste de hacer ese papel. —soltó despidiendo amargura en sus palabras.—No voy a discutirlo, admito que no he sido el mejor, y lo lamento tanto pequeña. Al menos dime que podemos ser amigos.—¿Amistad? Una amistad que de permitirnos, se convertiría en algo más y sabemos cómo podría terminar. Seamos sinceros, esto se acabó y nada será como antes. Ismaíl se quedó en silencio, a veces creía que la joven tenía la mentalidad de alguien más adulta, no la de una chica de su edad. Comprendía que había dado avances apresurados, casi forzados, hacia la madurez que, por todo lo que pasaron, se vio obligada a correr en vez de dar pasos despacio. —Tienes razón, es mejor que haya distancia en medio.—Sí, Ismaíl…—Dime.—¿Por qué me diste la libreta? —inquirió a duras penas.—Te abrí mi corazón, ese es el hombre al que no conociste.—Leí casi todas las páginas, i
DestrucciónLos años habían pasado dejando un vestigio, casi invisible, de resquemor y opresión. El dolor ya no se sentía fuerte, insoportable o apabullante. Mariané parecía florecer a sus dieciocho años, de nuevo fresca, inmarcesible. El curso por el que iba, un camino recto sin bolas curvas que la hicieran tropezar. Estaba a poco de graduarse, de abandonar el lugar en el que forjó tantos momentos bonitos. Tumbada boca arriba en la cama, se visualizó junto a Kelly en la universidad; ambas habían logrado quedar en Columbia. La idea parecía perfecta, aunque aterradora algunas veces, sabía que la responsabilidad era el doble, hasta el triple. Pero lo que más rondaba en su cabecita era al fin soltarse de Ismaíl. Se esforzó tanto que al final se ganó una beca en la prestigiosa universidad. Lo que significaba que este ya no tendría que pagarle nada.—¡Ni te imaginas! —chilló su compañera apareciendo con una enorme sonrisa.Por supuesto que se lo imaginaba, con esa cara de boba y la mirada
En pies dirigió sus pasos hacia el armario, corrió las puertas y rebuscó el vestido que colgó, al igual que todo lo demás, en una percha. Cuando lo sacó de la caja, apenas le puso atención, no quería usarlo y al cambiar de parecer fijó un día para ponérselo a ver si le quedaba a la medida.Antes de tomarlo, clavó la mirada en la caja en la que vino el atuendo. Se agachó y la abrió, algo le decía que debía hacerlo y una vez descubrió la cajita en el fondo supo que no se equivocó al respecto. La sostuvo con delicadeza dejando que el grácil terciopelo oscuro rozara su piel. Su corazón latía feroz, implacable y se le cortó la respiración en cuanto encontró un broche de hermosas esferas. Nunca lo usó, incluso no lo recordó hasta ese día.Debajo yacía una tarjeta pequeña, la desdobló respirando por la boca. Tenía miedo de lo que podía toparse.Ahora que está cerca un día importante, es tiempo de que uses el broche. Con cariño, Ismaíl.Quiso ponerse enfadada, sin embargo no le molestaba ni
GraduaciónLa directora de Rosewood había decidido fusionar la fiesta de graduación con la de los chicos de último año del internado masculino Shamberg. Causó revuelo la noticia, por todos lados el asunto se volvió el tema de conversación de todas las chicas. Algunas comentaban lo guapo que eran los jóvenes de allá, además de imponentes y sexys.Hasta escuchó a Marlene contarle a Kelly lo ardiente que eran. Se alejó antes de presenciar a las dos empapando el suelo de baba. Si antes había euforia y planes de lucir hermosas ese día, ahora más, para captar la atención del sexo opuesto.A diferencia del resto, no tenía intención de coquetear con nadie. Llegado el día de mañana obtendría su diploma y asistiría a la fiesta a regañadientes. Ojalá pudiera escabullirse, la celebración nocturna no le atraía. Pero la castaña no se lo permitiría, ni Andrea que le había prometido maquillar su rostro, declarando orgullosa de sí misma que como ella ninguna lo hacía mejor.—¿En qué piensas tanto?—¿P
La pregunta hizo que a Marlene le brillaran los ojos. Esos orbes grisáceos vivaces y traviesos.—Pues si me saco un buen partido… —se encogió de hombros. —lo haré.La habitación quedó en silencio. Mariané, un poco incómoda con el asunto, decidió distraerse buscando en el armario su vestido. Tardó bastante hurgando entre las perchas, ella no tenía nada que perder, eso le avergonzaba. Había vivido más de lo que todas ellas en su vida, cosas inimaginables de las que se sentía apenada. La profunda congoja no se alejaba, así como los fantasmas del pasado que siempre irían detrás de ella, convirtiéndose en su temible sombra.Luego la joven clavó sus celestes en Kelly, esperando su respuesta.—No, a menos que sea un apuesto italiano, ya saben de lo que hablo. —agitó con coquetería sus largas pestañas.—Entonces somos tu y yo, Mar —señaló antes de meterse en el interior del baño.—¿Estás bien? —inquirió llegando a su lado —. No te preocupes, acaba de ponerse los cascos.Volteó a mirar y, en e
Desconocido—Aaron, mi nombre es Aaron Wahlberg —se presentó, a Mariané la recorrió un espiral de emociones. No sabía qué decir, de intentarlo temía tropezar con sus propias palabras y quedar delante de él, una tonta.—D-discúlpame, estropeé tu camisa, que idiota soy, lo siento…Acto seguido alcanzó un par de servilletas cerca e intentó limpiar el desastre causado. No imaginó ponerle las manos encima a un desconocido, pero estaba tan nerviosa que no reparó en eso. El joven la detuvo, agarrándola con cuidado por ambos brazos.—Detente, por favor, no es nada. ¿Cómo te llamas? —trató de conversar, minimizando el incidente.—Yo… Mariané Lombardi. —logró decir recuperando paulatinamente el aliento.—¿Italiana?—No, mis padres lo eran —explicó esforzándose porque no le fallara la voz.—Ah, entiendo, por eso tu apellido. ¿Quieres conversar un rato? —inquirió de pronto, se quedó meditando en su pregunta, algo indecisa.—No, no lo creo, mis amigas están… —observó a todos lados buscándolas y na