DespedidasSu compañera de habitación resultó ser una linda castaña de ojos verdes expresivos. La recibió como si la conociera de toda la vida, efusivamente. Le mostró el lugar, bastante parlanchina. Mariané sonrió contagiada de su buena vibra, parecía muy optimista, alegre y divertida. Una combinación difícil de eludir, Kelly Miller era como una bomba atómica y la joven, bueno, quizás debía acostumbrarse a ese comportamiento opuesto al suyo, casi pronoia.Estudió atenta su lado, al igual que el espacio perteneciente a la castaña, ahí estaba una cama individual, la mesita de noche con una lámpara bonita, aunque no tan frágil y hermosa como la flor de loto. También un armario blanco y cerca de la ventana un escritorio con su silla, encima yacía una portátil. La habitación contaba con un baño. Observó retrospectiva, un enorme cuadro de la ciudad nocturna de París, sobre la cabecera de la cama haciendo contraste con el color pastel de la pared.No olvidaba la cena en Le Ciel de París, la
Para mi florecilla.Llegaste en un otoño, pero también cuando yo estaba padeciendo el invierno que todo ser humano experimenta en algún momento de su vida. Tú no lo sabías, pequeña. Aun sin saberlo hiciste que tu alma calurosa trajera el verano más cálido. Por primera vez el vacío fue llenado, la oscuridad esclareció y te volviste la lógica, mi razón al despertar, el tormento que me llevó a sentir el vértigo de la caída, disfrutando el descenso porque sabía que el impacto podría ser letal. Por ti valió la pena. No es menester recordar el golpe final. Ahora que estás a punto de partir, ahora que te llevarás todas las estaciones, ya no siento nada. Se me ha clavado en el corazón una estaca que no deja de doler y de presionar mi pecho dejándome sin aliento. El álgido retorna feroz, porque no me puedo hacer a la idea de que el día de mañana no estaré mirándote a los ojos, que no escucharé tu melódica voz o tu risa junto al candor que te he robado. Mariané, hay tantas cosas que me hub
EnamoradaEstudió el horario adjunto a la cubierta interna de su cuaderno. Mañana martes, tenía clases de historia, biología y física. En definitiva, el día más aborrecido, los números se le daban fatal y la historia del universo… todo eso. Con fastidio arrastró los pies hasta el escritorio pulido y guardó sus cosas, posteriormente tomó una ducha antes del regreso de Kelly, según dijo la castaña saliendo de matemáticas, tomaría clases extracurriculares de música. Resultó extraño y un poco irónico también que la chica desafinada pudiera decantarse por esa rama, ¿cómo podía gustarle algo que no hacía bien? Incluso dudaba que pudiera deleitar a un público como lo hacía Marlene o Andrea, las chicas dos años mayor que ella, una tocaba el piano y la otra el violín, durante los recesos en el cafetín.Ese día pudo ser testigo de ello.Se dio una cachetada mental secundando que Kelly también podría tocar algún instrumento musical y no se lo había dicho. Tendría que preguntárselo en cuanto la v
InviernoPasé de ser otro niño del orfanato Wilstermann a ocupar la silla vacía en la mesa de los Lombardi. No me siento a gusto aquí, todo dista tanto de lo que conozco. Ya no soy el niño de siete años, hace días he cumplido los dieciséis y sigo sin acostumbrarme. Parece que no he nacido para dar recíprocamente o devolver el amor que ellos me dan, quizás sea egoísta y una admisión malagradecida de mi parte, pero confieso que he tenido mejores momentos en la soledad que con la compañía de tres personas.Uno de ellos es Donato, mi “hermanastro”, cada vez que estamos en la mesa me mira mordaz, me odia desde que llegué, me considera el intruso al que aborrece por robar la atención de sus padres. Por eso hace de mi vida un infierno eterno.Como si realmente me importara ser el centro de atención.Lía, admito que ha sido buena conmigo, al igual que Adriano, pero no me comprenden como quisiera.Ayer Donato ha llegado a casa pasado de copas, lo peor es que se ha metido a mi habitación y enr
—Deja de hacer tantas preguntas y apresúrate a hacer tu trabajo —señaló Rabab cortando el parloteo de la rubia.Cual niñita le sacó la lengua sin que la viera y junto a Brenda partió de ahí a la segunda planta. No iba a mentir que le paseaba por toda la piel cierto escalofrío, el progenitor de su jefe era algo intimidante.La familia de Ismaíl llegó al mediodía. El recibimiento resultó caluroso, y no se prolongó más, pues Brenda intervino saludando y luego dirigió a ambos a sus respectivas habitaciones. Posterior a eso, aunque preferían descansar después de un largo viaje, aceptaron el almuerzo.Su hermana parecía más adulta, no una jovencita de apenas veintiuno. Sus gigantescos ojos, pero preciosos, eran grisáceos y con ese perfecto delineado que solía hacerse los volvía hipnóticos en cada parpadear, tenía el cabello oscuro y liso, la piel bronceada. La definía: sin filtros y curiosa.—¿Dónde está la linda Mariané? Ya quiero conocerla. —comentó Darelle ocupando su lugar en la mesa de
Pesadumbre—Pasó el tiempo y lo inevitable surgió. Me sentí un monstruo deseándola en silencio, de pensarla sin pudor —enterró la cara en sus manos, avergonzado —. Me esforcé por hacer bien el rol de tío, lo juro. Pero a medida que fue creciendo todo se torció, acercarme a ella significó una tortura. La quería tanto, pero no de la manera correcta, de modo que decidí tomar distancia pretendiendo mitigar los malos pensamientos. Dejé de acompañarla durante las comidas, de entablar hasta la más tonta conversación con Mariané, incluso una vez cancelé las vacaciones de verano, creí que solo así evitaría hacer una locura. No sirvió de nada la evasión que según yo, extinguiría la intensidad de esa peligrosa atracción. Porque todo se fue por la borda cuando la encontré curioseando en mi habitación y me acosté con ella.Con pesar volvió a sentarse y temeroso inspeccionó el rostro de los dos, la consternación cruzaba las facciones de su hermana, mientras que su padre parecía inexpresivo. La fata
—Ese no es el punto y que no lo celebre no significa que… —resopló, admitir que le importaba la familia no era propio de sí, lo único por lo que se desvivía era de llenar sus cuentas bancarias. Pero algo había cambiado, no supo cuándo, el porqué, sucedió sin percatarse que sus intereses ya no se inclinaban solo por lo material. —Solo digo que ella te necesita, independientemente de todo el daño que le has causado. No soy precisamente el ejemplo de un padre amoroso, con eso no pretendo decir que tú seas como un papá para ella, pero eres su fortaleza, más allá de eso el hombre al que ama.—Entiende que sin mí está bien, si volvemos a estar cerca no te aseguro que todo estará bajo control. He pensado que Brenda puede ir por ella y llevarla adónde quiera por estos días. Que Mariané escoja el destino y yo pagaré todo, estoy seguro de que no le parecerá una mala idea, después de todo no iré y ella no quiere verme.—Si crees que es lo idóneo para los dos, adelante, no voy a refutarlo. Pero l
AhogadoNo me conformé con pertenecer a una familia adoptiva, necesitaba descubrir mi verdadera identidad. A los diecinueve mientras rebuscaba entre mis cosas, me topé con una carta. Aquel papel amarillento nunca lo noté. Le pregunté a Lía, me explicó que cuando me adoptaron la directora del orfanato le pidió que me lo diera en cuanto fuera mayor. Se disculpó por haberlo olvidado y más aún dejarlo en una caja que pude haber desechado al desconocer que eso estaba ahí.La carta había sido escrita por mi madre, poco antes de morir. Decía que llegó a New York con su tía, una mujer difícil, pero que al pasarse de copas, despistada y sin cuidado. Se aprovechó de eso y salió a experimentar. Todo parecía distinto a su país, más liberal. Cuenta que acabó entrando en un lugar repleto de personas, un bullicio que se repartía entre la pista de baile y otros, tomando a raudales. Era un club, ahí vio a mi padre por primera vez, un hombre mayor para ella. Casualmente tenía la misma edad que tú, diec