Pero ella me empujó por el pecho, dejando en el aire un roce desdibujado. —No, Ismaíl. —Dime, ¿por qué? —exigí saber dando un paso, en respuesta retrocedió. —Te dije que necesitaba tiempo, no puedes besarme cuando te venga en gana, ¿de acuerdo? —expresó fingiendo molestia, la conocía, aunque quería parecer enfadada, no era más que una conejita asustada y nerviosa. —Lo entiendo perfectamente, pero no estoy de acuerdo. Ya hemos perdido tanto tiempo separados que sumarle más horas, es ridículo. —No es ridículo. Además, lo más importante ahora es arreglar lo de la supuesta violación, lo que dicen de ti y de mí. ¿No lo crees? —soltó ahogada. —Lo nuestro está por encima de todo ese circo montado. Pero es cierto que debo encargarme de ese asunto —señalé a un centímetro de ella, no se movió —. Creo que lo mejor será que vengas conmigo a vivir, al menos hasta que todo se apacigüe. Estarás mejor en mi piso. Abrió los ojos de par en par. —No, no me quedaré contigo, Ismaíl. Además, ¿qué
—No quiero volver a caer en el mismo asunto, pero… ¿para qué eran los medicamentos? —Nunca te lo dije, supongo que jamás surgió el momento, me olvidé de hacerlo o no lo creí importante. Sufro de migraña, desde los diecisiete más o menos. —reveló. —No puedo creer que lo sepa a estas alturas. Debiste decírmelo —resoplé sonoramente —. Creo que tomaré una ducha.—Está bien. Prométeme que lo pensarás. Al menos, después de que todo esto pase, podríamos intentarlo. —De acuerdo. —Te amo, te amo tanto Mariané —susurró besando mi frente repetidas veces. »Yo también te amo, Ismaíl«. No pude decírselo, o no quise hacerlo. Al fin sola, recuperé el aliento. Saqué ropa de mi maleta, lo más recatado que había traído conmigo. Me di una ducha. No sabía con certeza que sucedería a largo plazo, pero me esforzaría, me obligaría a no caer fácilmente por él. …Una semana pasó de volada. Siete días conviviendo con Ismaíl y la pequeña Lizzy. La verdad ya me empezaba a acostumbrar al juego de la casita,
No tuve que beber a raudales, debí parar cuando Marcus me aconsejó, ni siquiera fue una buena decisión aceptar ir a un club. Fui con la idea de distraerme de todo el tedioso drama que englobaba mi nombre, para olvidarme de los reclamos de mi padre por dejar que algo tan delicado saliera a la luz. Después de un rato en un sitio repleto de desesperadas mujeres, buscando aventuras, quería regresar a casa. Resoplé con la imagen de la rubia que se había acercando a mí, con una sonrisa seductora, se aprovechó lo que pudo de mi embriaguez para manosearme. Ni siquiera pude quitármela de encima, fue mi guardaespaldas quien se dio cuenta de la escena y la apartó de mí. Di otro paso, tropezando irremediablemente con la mesita de centro. ¡Maldición! Casi caigo de bruces. No pasó, y Mariané se despertó por el ruido. —Ismaíl —susurró medio adormilada. Luego le echó un vistazo a Lizzy, que seguía inmutable. —¿Q-quién si no? —cuestioné dibujando una sonrisa. Su expresión se tornó seria. Hasta me
Al amanecer recibí el sol, junto a la crueldad de un impertinente dolor de cabeza. Me encaminé al baño desesperado por tomar una píldora que surtiera rápido efecto. Tomé la ducha mañanera, tras terminar me metí en el vestidor recorriendo el interior en busca de un traje. Me vestí pronto, me calcé los zapatos y me puse perfume. Me miré al espejo arreglando mi cabello, y no me olvidé de ponerme el reloj de muñeca. Gruñí al ver la hora, se hacía tarde. Salí a la velocidad de la luz de mi habitación. Abajo escuché ruidos en la cocina. Nada raro, y no era Brenda que tenía el martes libre, debía de ser Mariané. —Buenos días, ven a desayunar con nosotros —saludó en cuanto me vio aparecer. —Hola papi, come con nosotros —insistió Lizzy bajando del taburete, se me acercó rodeándome con sus cortos bracitos. —Buenos días. —devolví el saludo alternando la mirada entre ellos. Isaac, fue el único que no se volteó a verme, quizá estaba demasiado abstraído en sus pensamientos, cabizbajo como aho
Ismaíl al fin clavó sus ojos en mi persona, acercándose para hablarme demasiado cerca. Muy cerca, lo suficiente para que Kelly se diera cuenta de que surgió un avance entre nosotros; su delicioso perfume me caló profundo, quitándome el aliento todo el tiempo que estuvo en mi espacio. —No me quedaré mucho, solo pasaba a recoger unos documentos, pero llegaré ante de las seis, ¿está bien? —me dio un beso en la mejilla. Le dije adiós a mi actuación casi perfecta, no podía negarle a mi amiga que pasaba algo, si era más que obvio. —No te preocupes, Ismaíl. —lo miré a sus intensos zafiros. —Bien, con permiso —pronunció retirándose. Recuperé paulatinamente el oxígeno. —Es mucho más intimidante en persona —confesó una vez Ismaíl no se encontraba con nosotras —. Óyeme, pero que buen partido, eh. Con un tío así, uno cae rapidito. No te pongas celosa, pero demasiada perfección para mis ojos, me ha dejado el corazón latiendo fuerte. —No exageres —sonreí a medias. —¿Qué no exageres, dices?
Suspiré por quinta vez, observando la enorme pantalla. Ya hace unos minutos que miraba la entrevista. —¿Qué impacto ha tenido este escándalo en usted, señor Al-Murabarak? La morena lanzó su sexta pregunta, entonces las cámaras enfocaron a Ismaíl. Su semblante era seguridad absoluta. Ni siquiera con la atención en él, en un momento tedioso, le inyectó nerviosismo. Nada. Él, lucía hasta perfecto, guapo y sexy. Ya quise que regresara pronto, que estuviera a mi lado. —Me ha dejado claro que en la sociedad en la que vivimos se monetiza hasta el cotilleo más absurdo, sin importar si lo que se dispersa es cierto o falso. Supongo que momentos así de oscuros, irritantes, me han hecho más fuerte, algo que claramente no esperaban quienes empezaron con esto. —Y, de acuerdo con aquellas acusaciones falsas, entonces, ¿usted, jamás se involucró íntimamente con su sobrina? —Debo aclarar que Mariané no es mi sobrina. Y sí, nosotros estuvimos en una relación, pero hubo consentimiento de su parte
—¿Si? —tomé la llamada.—Disculpa la hora, Mariané. Solo quería saber cómo estás. —No, no se preocupe, señora Magnani. Estoy… la verdad estoy bien —me desinflé sobre la cama —. Espero que le haya llegado mi correo. —Sí, todo está perfecto. Me da gusto que todo ande mejor. ¿Qué tal las cosas con Ismaíl? Perdona la pregunta. —No lo sé. ¿Qué quiere que le diga? —Ay, lo siento, ya sé que no es de mi incumbencia. —Siento que estoy en una nube de la que no quiero bajar, ahora que todo marcha en orden, me aterra de que se desplome en un chasquido lo que he construido en mi mente —aspiré tomándome unos segundos, antes de volver a hablar —. Siento que este es mi lugar, con Ismaíl, y también que no encontraré algo parecido. —Primero, lo que sucede no es un invento de tu cabeza, es una hermosa realidad, de modo que debes aprovechar ese presente. Segundo, si es allí donde quieres estar, quédate. —Sí —suspiré —. Ya quiero volver al trabajo, extraño estar en mi escritorio, redactando por ho
Reconocí la varonil habitación, después de un par de bostezos. El espacio de Ismaíl estaba vacío. Respiré profundo. De seguro ya estaba alistándose para ir a trabajar. No me equivoqué, hizo acto de presencia enfundado en un traje azul marino que le sentaba de maravilla. Saludé saliendo de su enorme cama, se veía perfecto. —¿Te sientes mejor?—Buenos días, Mariané. Estaré bien —me regaló una sonrisa —. Gracias por permanecer a mi lado. —Está bien, puedo prepararte el desayuno, no es bueno empezar el día con el estómago vacío —ofrecí, aunque ya estaba mirando el Rolex con premura. —Te prometo que comeré en la empresa, y vendré a almorzar con ustedes. ¿Podrías hacer Risotto? —Por supuesto, te estaremos esperando. Ismaíl, ten un buen día. —Tú igual, preciosa. —dejó un beso casto en mi boca, luego se fue. Quedó su perfume saturando el aire, meciendo mis sentidos en la exquisitez de su olor. Aproveché de hacer la cama; después, salí camino a mi habitación para adecentarme. Los niño