34. Capítulo: "Ebriedad "
—No quiero volver a caer en el mismo asunto, pero… ¿para qué eran los medicamentos?

—Nunca te lo dije, supongo que jamás surgió el momento, me olvidé de hacerlo o no lo creí importante. Sufro de migraña, desde los diecisiete más o menos. —reveló.

—No puedo creer que lo sepa a estas alturas. Debiste decírmelo —resoplé sonoramente —. Creo que tomaré una ducha.

—Está bien. Prométeme que lo pensarás. Al menos, después de que todo esto pase, podríamos intentarlo.

—De acuerdo.

—Te amo, te amo tanto Mariané —susurró besando mi frente repetidas veces.

»Yo también te amo, Ismaíl«.

No pude decírselo, o no quise hacerlo.

Al fin sola, recuperé el aliento. Saqué ropa de mi maleta, lo más recatado que había traído conmigo. Me di una ducha. No sabía con certeza que sucedería a largo plazo, pero me esforzaría, me obligaría a no caer fácilmente por él.

Una semana pasó de volada. Siete días conviviendo con Ismaíl y la pequeña Lizzy. La verdad ya me empezaba a acostumbrar al juego de la casita,
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