El martes azotó mi ventana con los febriles rayos del sol dándome la bienvenida, me moví sobre la cama, estaba sola; no había un pequeño despertándome, apresurando cada movimiento de mi adormilada fisonomía, luego de recordar que anoche se fue con Ismaíl, comprendí el silencio que se tendía. Dejé las sábanas, incorporándome al suelo frío, premurosa me dirigí al baño.Cepillé mis dientes, después tomé una ducha. Tras ponerme una falda lápiz, camisa blanca de mangas infladas y, tacones, decidí maquillarme. Procuré que fuera algo natural. Los excesos de cosméticos no me iban. De camino al trabajo, pensé de pronto en lo que había dejado atrás: Marina, Brenda, incluso Rabab, ¿qué había pasado con ellas? Quería verlas, abrazarlas, ellas, un más que otra, habían marcado mi niñez. La nostalgia se hizo transitoria, cuando encendí la radio y me sumergí en la voz del locutor. El día en Magnani estuvo opaco, Beatriz siquiera se dignó en darme un saludo, que no tuviera intenciones de volver a di
—Puedes poner una denuncia en contra de esas dos, difamar es un delito también, lo sabes. Aunque estoy segura que con el poder que tiene Ismaíl se encargará de todo. Por mi parte, echaré a las dos de Magnani, no se merecen un lugar aquí después de semejante atrocidad. —Muchas gracias, Ana. —sorbí por la nariz. —Mariané no le hagas caso a lo que dicen los medios, tú bien sabes que no todo en esta industria es cierto. No veas la televisión, no leas nada en internet que pueda debilitarte emocionalmente. ¿De acuerdo? —Si…Colgué la llamada, baleada por las falacias inventadas, aterrada de estar perdiendo el control. Con furia bullendo en mi sistema, le marqué a esa víbora. De solo escuchar su chillona voz todo se estremeció a mi alrededor. Deseé tenerla cerca, ponerla en su lugar, ahorcar a esa mentirosa. —¿Por qué lo hiciste? ¡¿Por qué, Valentina?! —exigí furibunda. La risita burlona de su parte me encendió más de lo que ya. —Digamos que recibí una buena remuneración por ello, al i
POV IsmaílMi nombre estaba en los tabloides, en consecuencia, mi reputación pisoteada por una enorme historia distorsionada, una falacia que me ponía en un peligroso juicio. Pero movería cielo y tierra por encontrar una solución. Encima, se había revelado el nombre de mi florecilla, lo que la exponía a ese mundo mordaz. Necesitaba protegerla, a ella y a nuestro hijo de semejante desastre. —¡Quiero que paguen, no se saldrán con la suya! —tiré la revista con fuerza en mi escritorio. —No es sencillo… —expresó mi abogado, dejando de mirar la tablet en la que leía un artículo más de esa farsa. —¡Por supuesto que sí! —refuté enfadado —. No solo se han metido con un hombre, sino con Al-Murabarak, no te imaginas de lo que soy capaz, Caden. —Sé de lo que eres capaz, Ismaíl, sin embargo esto que sucede no se borrará de la mente de nadie de un minuto a otro. Es una noticia que resulta impactante, un escándalo que le conviene a los medios comerciar, sabes de lo he hablo. —Es una difamación
Pero ella me empujó por el pecho, dejando en el aire un roce desdibujado. —No, Ismaíl. —Dime, ¿por qué? —exigí saber dando un paso, en respuesta retrocedió. —Te dije que necesitaba tiempo, no puedes besarme cuando te venga en gana, ¿de acuerdo? —expresó fingiendo molestia, la conocía, aunque quería parecer enfadada, no era más que una conejita asustada y nerviosa. —Lo entiendo perfectamente, pero no estoy de acuerdo. Ya hemos perdido tanto tiempo separados que sumarle más horas, es ridículo. —No es ridículo. Además, lo más importante ahora es arreglar lo de la supuesta violación, lo que dicen de ti y de mí. ¿No lo crees? —soltó ahogada. —Lo nuestro está por encima de todo ese circo montado. Pero es cierto que debo encargarme de ese asunto —señalé a un centímetro de ella, no se movió —. Creo que lo mejor será que vengas conmigo a vivir, al menos hasta que todo se apacigüe. Estarás mejor en mi piso. Abrió los ojos de par en par. —No, no me quedaré contigo, Ismaíl. Además, ¿qué
—No quiero volver a caer en el mismo asunto, pero… ¿para qué eran los medicamentos? —Nunca te lo dije, supongo que jamás surgió el momento, me olvidé de hacerlo o no lo creí importante. Sufro de migraña, desde los diecisiete más o menos. —reveló. —No puedo creer que lo sepa a estas alturas. Debiste decírmelo —resoplé sonoramente —. Creo que tomaré una ducha.—Está bien. Prométeme que lo pensarás. Al menos, después de que todo esto pase, podríamos intentarlo. —De acuerdo. —Te amo, te amo tanto Mariané —susurró besando mi frente repetidas veces. »Yo también te amo, Ismaíl«. No pude decírselo, o no quise hacerlo. Al fin sola, recuperé el aliento. Saqué ropa de mi maleta, lo más recatado que había traído conmigo. Me di una ducha. No sabía con certeza que sucedería a largo plazo, pero me esforzaría, me obligaría a no caer fácilmente por él. …Una semana pasó de volada. Siete días conviviendo con Ismaíl y la pequeña Lizzy. La verdad ya me empezaba a acostumbrar al juego de la casita,
No tuve que beber a raudales, debí parar cuando Marcus me aconsejó, ni siquiera fue una buena decisión aceptar ir a un club. Fui con la idea de distraerme de todo el tedioso drama que englobaba mi nombre, para olvidarme de los reclamos de mi padre por dejar que algo tan delicado saliera a la luz. Después de un rato en un sitio repleto de desesperadas mujeres, buscando aventuras, quería regresar a casa. Resoplé con la imagen de la rubia que se había acercando a mí, con una sonrisa seductora, se aprovechó lo que pudo de mi embriaguez para manosearme. Ni siquiera pude quitármela de encima, fue mi guardaespaldas quien se dio cuenta de la escena y la apartó de mí. Di otro paso, tropezando irremediablemente con la mesita de centro. ¡Maldición! Casi caigo de bruces. No pasó, y Mariané se despertó por el ruido. —Ismaíl —susurró medio adormilada. Luego le echó un vistazo a Lizzy, que seguía inmutable. —¿Q-quién si no? —cuestioné dibujando una sonrisa. Su expresión se tornó seria. Hasta me
Al amanecer recibí el sol, junto a la crueldad de un impertinente dolor de cabeza. Me encaminé al baño desesperado por tomar una píldora que surtiera rápido efecto. Tomé la ducha mañanera, tras terminar me metí en el vestidor recorriendo el interior en busca de un traje. Me vestí pronto, me calcé los zapatos y me puse perfume. Me miré al espejo arreglando mi cabello, y no me olvidé de ponerme el reloj de muñeca. Gruñí al ver la hora, se hacía tarde. Salí a la velocidad de la luz de mi habitación. Abajo escuché ruidos en la cocina. Nada raro, y no era Brenda que tenía el martes libre, debía de ser Mariané. —Buenos días, ven a desayunar con nosotros —saludó en cuanto me vio aparecer. —Hola papi, come con nosotros —insistió Lizzy bajando del taburete, se me acercó rodeándome con sus cortos bracitos. —Buenos días. —devolví el saludo alternando la mirada entre ellos. Isaac, fue el único que no se volteó a verme, quizá estaba demasiado abstraído en sus pensamientos, cabizbajo como aho
Ismaíl al fin clavó sus ojos en mi persona, acercándose para hablarme demasiado cerca. Muy cerca, lo suficiente para que Kelly se diera cuenta de que surgió un avance entre nosotros; su delicioso perfume me caló profundo, quitándome el aliento todo el tiempo que estuvo en mi espacio. —No me quedaré mucho, solo pasaba a recoger unos documentos, pero llegaré ante de las seis, ¿está bien? —me dio un beso en la mejilla. Le dije adiós a mi actuación casi perfecta, no podía negarle a mi amiga que pasaba algo, si era más que obvio. —No te preocupes, Ismaíl. —lo miré a sus intensos zafiros. —Bien, con permiso —pronunció retirándose. Recuperé paulatinamente el oxígeno. —Es mucho más intimidante en persona —confesó una vez Ismaíl no se encontraba con nosotras —. Óyeme, pero que buen partido, eh. Con un tío así, uno cae rapidito. No te pongas celosa, pero demasiada perfección para mis ojos, me ha dejado el corazón latiendo fuerte. —No exageres —sonreí a medias. —¿Qué no exageres, dices?