Escape

Capítulo 2

El señor tiene una camioneta muy bonita, huele a nuevo, de seguro debió costarle una fortuna. Ambos nos montamos con miedo de ensuciar su camioneta, le damos la dirección. Cuando llegamos a casa, mis hermanos están llorando, mi padre vomitando y mi mamá muy molesta reclamando su falta de responsabilidad. La rutina de todos los días.

—¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí? —le pregunta mi madre al señor que viene con nosotros.

Luego nos ve, a mi hermano y a mí, como si buscara algo en nosotros para luego achinar sus ojos juzgandonos.

—Mi nombre es Santiago Vásquez, le he ofrecido trabajo a su hijo, como pago le estaré enviando doscientos cincuenta dólares a la semana y me haré cargo de los gastos de su hijo —le dice el señor sacando el poco de billetes de su bolsillo y ofreciéndoselo a mi mamá.

—Puede llevarse a Marcos, el mayor, a Alejandro no, está muy pequeño todavía —le responde mi madre sin pensarlo mucho.

No puedo creer que mi madre sea capaz de hacer algo así ¿si ese hombre miente? ¿No le da miedo que le hagan daño a mi hermano? Pensé que se negaría o al menos lo pensaría un poco más.

—Por mí no hay problema, le daré el pago correspondiente a dos semanas por adelantado —saca de su bolsillo más dinero, lo cuenta frente a mamá y le entrega la cantidad de dinero que ha ofrecido.

Mi madre recibe el dinero emocionada, los cuenta y huele, como si al fin todos sus problemas se hubieran solucionado.

—Marcos, ve a recoger tus cosas para que te vayas con el señor —le ordena a mi hermano, como si se tratara de una mercancía que debe entregar lo antes posible.

Marcos la obedece sin protestar, yo me voy tras él. Al entrar a la pequeña habitación le hablo en voz baja.

—¿Estás seguro que te quieres ir? —le pregunto preocupado, sin saber que le pueda pasar.

—¿Cuál es el problema? El vino dispuesto a llevarte a ti, si lo trajiste es por que estabas dispuesto a irte ¿no? —me pregunta sin entender por qué le hago la pregunta, mi hermano no se da cuenta del peligro.

—Pensé que mamá se negaría y en caso de que aceptara, me escaparía al llegar a Caracas, él dice que allí hay oportunidades de trabajo —me encojo de hombros, revelándole mi verdadero plan, quizás ahora es el suyo.

—Escápate y vete a caracas, si te quedas papá te va a lastimar y no estaré para defenderte, con nuestras hermanas no se mete —se acerca más a mí aconsejándome y tiene razón, mi padre suele ser violento— ve a caracas y búscame, ¿qué tan grande puede ser? Allá veremos qué podemos hacer juntos para ayudar a nuestras hermanas y hermano.

—¿Cómo? No tengo dinero —le hago saber, lo que recogí hoy lo gaste en comida, no me quedó nada, además que debe ser caro ir tan lejos.

—Pide dinero, trabaja, cuando tengas el dinero vete sin decirle a nadie, de lo contrario papá se puede enterar y entonces será tu fin—me dice preocupado.

Mi madre abre la puerta de un golpe sacando a Marcos del cuarto, lo lleva hasta la camioneta del señor y hace que suba, sin siquiera darle un beso o un abrazo, le cierra la puerta. 

Lo veo partir con ese hombre, una lágrima resbala por mi mejilla, tengo la sensación de que no lo volveré a ver, sacudo mi cabeza quitando ese mal pensamiento, espero que lo pueda encontrar en Caracas.

En la noche mi padre se despierta sobrio y mi mamá le cuenta lo sucedido emocionada, mostrándole el dinero que le han dado por mi hermano. Papá le da un manotazo haciendo que los billetes se esparzan por el suelo, sin que se den cuenta agarro varios billetes. Mi padre le grita molesto, me da mucho miedo cuando se pone así.

Salgo de la casa sin que ellos se den cuenta, camino por una zona oscura, en caso de que un vecino salga este no pueda verme. Cuando al fin salgo del caserío, camino de regreso a la ciudad pensando en lo que me dijo Marcos y el señor que encontré.

«¿Será que esos billetes que agarre sean suficientes para pagar mi pasaje? »

La brisa es fría y la ropa que cargo puesta no me protege del frío. La carretera esta oscura y los pocos carros que pasan no me dan la cola. Me detengo un par de veces a descansar hasta que al fin logro llegar al terminal de autobuses. 

Hay bastante gente caminando apurada para montarse en el bus. Me acerco al señor que cobra los pasajes y le muestro los billetes que tengo, me dice que todavía me falta, no es suficiente lo que tengo.

Veo a mi alrededor sin saber qué puedo hacer, veo a un costado varios locales de comida, me voy hacia allí y les pido trabajo, barrer, sacar la basura o lo que necesiten a cambio de dinero y así logro reunir el dinero para irme a Caracas.

Espero que sea cierto lo que dijo el señor y en Caracas consiga el modo de trabajar y ayudar a mis hermanos y que pueda encontrar a Marcos, eso es lo primero que tengo que hacer apenas llegue.

Subo al autobús y el hombre que cobra no me quiere dejar sentar, pero al sacarle el dinero, esta vez completo, no le queda de otra que dejarme sentar donde quiero. Poco a poco se va llenando el autobús y el temor a lo desconocido aparece, el hecho de que estaré solo hasta que logre encontrar a mi hermano, sin olvidar el que mi padre puede llegar aquí y encontrarme, me mata a palo si eso sucede.

Siento que tarda bastante en arrancar, ya me empiezo a desesperar, veo a cada rato la entrada del terminal temiendo lo peor. A estas alturas mis padres deben de haberse dado cuenta que no estoy en casa y seguro estarán buscándome.

—Señor ¿Cuándo va arrancar el bus? —le pregunto a quién me cobro.

—Ya nos vamos, estamos esperando que llegue el chofer que está en el baño —me responde.

Vuelvo a fijar la mirada a la entrada del terminal y mi corazón empieza a latir con fuerza, mi padre está aquí, veo al frente, el chofer ha llegado, me agacho para que no me vea, lo escucho gritar mi nombre una y otra vez, está cerca. Estoy muy asustado, no quiero que me encuentre, no puedo regresar a casa.

—¿Ese hombre es tu padre? —me pregunta la señora mayor que está sentada junto a mí.

—Si, por favor no diga nada, por favor —le suplico desesperado, juntando mis manos a punto de llorar.

—No te preocupes no lo haré —la señora me guiña un ojo— chofer ¿hasta cuándo nos hace esperar?, ya vámonos.

Grita la señora haciendo que los demás pasajeros protesten también, todos empiezan hablar al mismo tiempo de la hora y el rato que tienen esperando.

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