Otro día pasaba en casa de los Peña, David entraba más tarde a la universidad, y después de haber hecho las tareas de la casa, se ponía a estudiar para el examen que tenía dentro de dos semanas, un montón de papeles ocupaban casi toda la mesa, el ordenador, los bolígrafos, el estuche, todo lo necesario para que un estudiante pudiese tenerlo todo a mano en la mesa que había en la sala de estar donde enfrente estaba el sofá de un color gris claro. La puerta se abría y entonces, el futuro abogado se asustaba, por qué cuando la puerta sonaba así, solo había un motivo para que eso pudiese pasar. — Mane — El tono asustado de David, daba un claro ejemplo de lo que estaba por llegar, él, cogía al que era su esposo por el antebrazo, le apretaba tanto que le dolía.
¿Alguien sabe que es el dolor? ¿Alguien sabe como se oye cuando este se empieza a derramar por todo el cuerpo y no queda nada más que aceptar que te ha invadido? Por qué David acababa de descubrirlo en el momento en que Mane le miraba con esos ojos llenos de furia y de rabia. — Vamos al patio. — La voz de una bestia asomaba en el tono de su marido — !!No por favor!! — David gritaba, se desgarraba, cruzaban el umbral de la puerta del salón para llegar a la ante sala, uno empujando y el otro arrastrándose a empujones, de nuevo el dolor, el dolor se reflejaba en cada acto que David recibía. Abría los grandes ventanales que daban al patio y Mane, empezaba a quitarle la ropa a su esposo. — !Es mi ropa Mane! — La voz ahogada en el dolor de David, volvía a reclamarle y este de la manera más cruel le respondía. — !!No seas pendejo carajo!! !! Tu cuerpo es muy feo!! — Cogiendo una manguera que había atada al grifo que había en una pared de la casa, ante la atenta mirada de Gabriela que no daba crédito a lo que estaba viendo, abría el grifo del agua.Gabriela Mabeyra, estaba trabajando en casa de los padres de David, cuando ellos decidieron mudarse, ella les ayudó instalándose también en esa casa hasta que encontrasen a otra persona, pero hacía tan bien su trabajo que, al final, el futuro abogado decidió que se quedase allí...Gabriela tenía los ojos marrones, pelo castaño aunque en ese momento le gustaba tintarlo de color rojo y a decir verdad, le sentaba muy bien, tenía treinta y siete años y no solo eso, su uno sesenta de altura la hacían ser la chica más bonita que nadie haya visto jamás.El agua golpeaba el cuerpo sin ropa de David, agua fría, como un cubito de hielo mientras él chillaba y lloraba que alguien le ayudase a salir de ahí.Los gritos eran tan grandes que incluso se escuchaban en la casa de Brenda, Blanca, estaba arreglando ropa, metiéndola en la lavadora, cuando en ese momento, algo le llamaba la atención, los gritos desgarrados del que también consideraba como su hijo, con la cara descompuesta, dejó caer las prendas al suelo y bajando las escaleras de su casa salia por la puerta para que, en menos de dos segundos ya estuviese en casa de sus vecinos, puesto que era una zona en la que las hileras de casas estaban pegadas unas a otras. Abría la puerta y cruzaba el hall recibidor y la sala de estar para encontrarse con un Mane destructivo que no paraba de mojar a su marido. — !Ay pero para Pendejo! — Ella forcejeaba con él, intentaba quitarle la manguera de las manos, pero sus intentos habían sido en vano.Él empujaba a Blanca y esta caía al suelo irremediablemente, entonces cuando todo parecía perdido, el agua desaparecía, David caía de rodillas al suelo y llorando desconsolado, no había quien pudiese devolverle esas emociones que había perdido, no había quien irremediablemente pudiese curarle, devolverle lo que él tanto anhelaba, ser él mismo. La madre de Brenda, se arrastraba por el suelo mientras se unía al futuro abogado en un abrazo. — Deja de ser tan condescendiente Blanca, él no se lo merece carajo. — Y con ese tono de voz que se clavaba en el corazón de los dos cuál puñales en el alma, se iba.Gabriela entonces, salía de la cocina y se unía a su altura. — ¿Se siente bien señor? — Y el dolor en la garganta del chico era tan grande que solo podía expresar lo que sentía llorando, no había nada más que nadie más pudiese hacer para evitar lo inevitable. — Vamos. — Blanca y Gabriela se llevaban a David al cuarto de baño para secarlo y que se cambiase de ropa, el frío se apoderaba de cada poro de la piel del chico, estaba tiritando, si sus padres y su abuela supiesen todo por lo que estaba pasando, habrían dejado a su hijo y su nieto en la habitación de su casa para no salir jamás, ellas le secaban. — Esto se tiene que acabar cariño... No puedes vivir así. — David, miraba con sus ojos llenos de tristeza a Blanca y le respondía. — Ya lo sé, pero... Si antes no lo hice... — En ese momento, era interrumpido por Gabriela. — Si, si, por Miguel, pero... ¿Te has parado a pensar un solo instante en que va a pasar con él si a ti te pasa algo? — Solo en esos momentos, la asistenta del hogar se permitía ciertas informalidades.Esas palabras volvían a rondar en la mente de David, palabras que decían todo lo que él había estado ocultando a sus padres durante mucho tiempo. Terminaban de arreglarle para ir a la universidad, justo cuando el chico cogía sus cosas para ir a clase, en la puerta de su casa paraba un coche, un Toyota Yaris ZR Híbrid AU - Spec 2020. Él salía como también lo hacía Brenda, que hasta ese momento no había sido consciente de lo que había pasado. — Hola... — La voz ronca de Marina hacía acto de presencia entre ellos después de haber bajado las ventanillas. — ¿Pero qué te ha pasado? — Y solo con mirar a los ojos de color miel de su amigo ya sabía que una vez más se trataba de Mane. — Súbete.Brenda se dirigía hacia ellos después de haber visto a su amigo moreno y con sobrepeso subirse en el coche, pero antes de que esta pudiese siquiera llegar a la altura del vehículo, Marina aceleraba y el coche salía disparado hacia el tráfico de Guanajuato. — ¿Por qué hiciste eso Marina? — Ella miraba al chico con una línea recta en sus labios, no entendía por qué se pasaba más tiempo con su vecina que con ella que, desde que habían llegado al barrio, había estado siempre con él y además también era su vecina, pero en este caso, Marina vivía en la casa de enfrente. Marina Mendoza tenía el pelo castaño, su color de ojos era verde esperanza, su altura uno con setenta y dos y además su tez era morena, como el color de la crema de maquillaje.Marina, lo único que hacía era responder, mientras seguían recorriendo las calles empedradas de Guanajuato y sus múltiples casas de colores. — ¿Por qué siempre la estás defendiendo? ¿Y yo que? ¿Eh? Yo soy vuestra mejor amiga desde mucho antes que ella. — David se sentía culpable cuando su amiga le decía esas cosas, quizás por comodidad o quizás por qué Brenda estaba a golpe de pared últimamente había pasado más tiempo con ella que con Marina. — Dale, lo siento. — El futuro abogado se disculpaba. — Si, lo sientes, pero no haces nada por evitar que yo me sienta mal. — Silencio, un silencio atronador se había apoderado del coche mientras iban llegando a la universidad, el chico moreno no era así, él no era capaz de elegir a una persona por encima de otra. Pero de saber todo lo que estaba a punto de pasar, habría cambiado decisiones que le habrían hecho tomar caminos diferentes.El tiempo se sucedía, de la misma manera en la que también se sucedían los malos tratos y los insultos, definitivamente David estaba empezando a saber lo que era dejar de sentir, puesto que lo único que podía notar era un peso en el pecho que no cesaba, seguido de varios latigazos en el corazón que se transformaban en pequeños dolores en el pecho, el futuro abogado no sabía que era lo que le estaba pasando, es por eso que tampoco le daba mucha importancia. El Ferrari de color rosa de Brenda aparcaba en su casa, de repente un intenso olor a quemado invadía sus fosas nasales, las de ambos, que se miraban con cara de pánico mientras salían del coche y se metían corriendo en casa de la chica rubia. Ella gritaba. — !!Mamá!! — Todo parecía estar muy tranquilo, no había humo, no había llamas, no había nada que hiciese indicar que había fuego en casa de Brenda. — !!Blanca!! — La voz amortiguada de David se oía en la planta de arriba, hasta que la encontraban. — !Brenda tu madre está aquí arr
A la mañana del día siguiente David se moría de sueño, no paraba de mirar hacia la ventana con la esperanza de que Mane estuviese completamente arrepentido de todo lo que había hecho, su hijo Miguel, se había subido encima del cuerpo de su papá David y dormía plácidamente, era lo único que le relajaba, saber que su hijo necesitaba de toda protección y cariño era lo único que le mantenía con fuerzas. Después del desayuno salían rumbo a la universidad, mientras se metían en el coche de Brenda aparcado en la puerta. — Vamos cariño, metete en la parte de atrás ¿Si? — La inocencia del chico hacía que respondiese un tímido... — Si... — En ese momento veían como una mujer salía de casa de David, el chico cerraba el maletero del coche de su amiga y de nuevo una punzada de dolor sacudía todo su cuerpo, la mujer tenía el pelo enmarañado en una perfecta melena morena, llevaba la blusa del revés y los pantalones casi casi le llegaban al culo. De repente, David sentía como en lo más profundo de s
Los días se seguían sucediendo y ya había pasado otro mes, nadie lo predijo, nadie sabía lo que estaba por venir; Como cada mañana, Brenda salía de su casa, a su vez también lo hacía Marina, de verdad que la chica rubia no quería, de verdad que lo que se le estaba pasando por la cabeza mientras miraba como la chica morena se metía en su coche y desaparecía era un disparate, pero era, a su vez, la única manera que Brenda tenía de poder descubrir el por qué de esa mirada, que es lo que ocultaba, es por eso que cuando Marina despareció con su coche calle abajo ella se bajaba del suyo y acechando se dirigía a la casa de su enemiga, miraba la manera que tenía de poder entrar en la casa en donde se encontraba. Lo hacía, por la puerta trasera en el jardín con piscina, podía entrar, Marina siempre dejaba esa puerta abierta por si había algún tipo de emergencia poder salir por allí. Al entrar se encontraba una amplia cocina, ya que todas las casas que había en ese mismo barrio eran del mismo
— Si que me importa Mane, te recuerdo que yo sigo viviendo aquí. — Mane se volvía hacia su esposo airado. — Mira españolito de quinta, te voy a dejar una cosa bien clara, tú no tienes ningún derecho sobre mi ¿Si? Yo me chingo a quien me da la gana y cuando me da la gana... Y ahora, sal de mi cuarto — Las voces empezaban a ser fuertes, empezaban a inundarlo todo, y mientras Gabriela estaba haciendo las tareas de la casa y Miguel jugaba plácidamente, el niño pequeño se tapaba las orejas, odiaba ver como sus padres se llevaban mal, odiaba ver como no se querían, pero lo que más odiaba de todo era que nunca se iban a querer. — !!Fuera de mi cuarto ya!! — El rugido de una bestia era lo que el policía había emitido con su voz. Entre esas, y mientras las voces aumentaban a un nivel que podían oírse por toda la casa, en plena discusión, Miguel dejaba de jugar y se ponía de rodillas con las palmas de la mano unidas una junto a la otra. — Diosito, por favor, yo sé que tú eres bueno ¿Si? Haz qu
Los días se seguían sucediendo, habían pasado dos desde que todo había cambiado en la vida de nuestros protagonistas, como cada noche, Mane llegaba a su casa, y al entrar un silencio perturbador acaparaba todo su campo auditivo, no había nada, no había nadie en la casa, ni siquiera Gabriela, que se había quedado con la familia de David, el chico se recuperaba poco a poco en el hospital, estaba consciente y había salido muy bien de la operación. El policía soltaba todas sus pertenencias en una de las sillas que formaban el conjunto de cuatro y una mesa para comer, iba a la cocina, se asomaba y allí no había nadie, el primer latigazo de soledad que golpeaba su corazón, luego, iba a ducharse a su cuarto y en medio del pasillo se cruzaba con la puerta que daba al dormitorio de Miguel, también estaba vacío, el mismo día del ataque al corazón de David, sus abuelos habían ido a la casa del chico a recoger al niño. Un hilo transparente tiraba del cuerpo del hombre de treinta y nueve años, qu
Brenda salía de su casa, como cada mañana dispuesta a ir primero al hospital y luego a la universidad, había quedado con David, que reaccionaba muy bien al tratamiento y al post operatorio, en que ella se encargaría de coger los apuntes necesarios y él estudiaría siempre que tuviese tiempo, se subía en su Ferrari, pero lo que ella no sabía era que había alguien siguiéndola, alguien que la estaba acechando, alguien a quien no quería que su secreto viese la luz, si, no había duda alguna de que Marina quería ver muerta a la chica de origen argentino y haría lo que fuera para conseguirlo, es por eso que mientras la chica rubia y con mechas rosas iba conduciendo, era golpeaba en su coche por la parte del maletero por el capo y los faros de otro vehículo. La estudiante estaba nerviosa, miraba de un lado a otro sin saber muy bien que estaba pasando, en las calles empedradas de Guanajuato, donde todos miraban como los dos coches combatían por mantenerse estabilizados, los vehículos empezaban
Brenda estaba ilusionadísima, había conocido en el hospital a un chico que se llamaba Gastón y que casualmente también era de origen argentino. — No sé, es que no entiendo a Mane... ¿Que le pasa? — Decía mientras iban de camino a la universidad. Desde el accidente a la chica le daba miedo conducir y por eso había decidido que de momento no tendría ningún vehículo. — ...Y bueno, pensá que a lo mejor se dio cuenta de lo mal que lo hizo y quiere volver con David. — Brenda reía incrédula, por qué ni en sus mejores sueños, se imaginaba semejante proeza. — No, no... Hay algo más... Aunque me duela decir esto por qué Mane me salvó la vida, él no hace las cosas por qué sí, una persona no puede cambiar de un día para el otro. Llegaban a las inmensas escaleras que había en el lugar, escaleras que daban a la entrada de dicha universidad. — Bueno, mi viaje se acaba acá... Luego te recojo... — Ella le abrazaba mientras sonreía, era la viva imagen de una niña pequeña a la que le habían regalado mu
Era viernes, por fin Blanca y Brenda iban a conocer a Doña Luz, la matriarca abuela de David, todo parecía perfecto, la noche anterior el estudiante había accedido de nuevo a quedarse en casa de Brenda, pero esa vez no había rastro de Mane por ningún lado, las dos estaban muy nerviosas, corriendo de un sitio a otro en el salón de su casa. - Estoy muy nerviosa... - Blanca enfundada en un vestido celeste y maquillada para la ocasión expresaba. Al mismo tiempo que Brenda decía sentada en el sofá de piel rojo. - Dale ma, seguro que todo sale muy bien ya verás que sí, solo es cuestión de ser nosotras mismas. Salían del hogar con una sensación rara en el estómago, ya no querían más desplantes por parte de la gente, ya no querían seguir con esas dudas que suponía el querer caerle bien a alguien y no saber como. - !!Papá David!! - La voz angelical de un niño de cinco años los sorprendía a todos a mitad del recorrido hacia el vehículo. - !Miguel! - El niño se abrazaba a su padre, a la altura