Los días se seguían sucediendo, habían pasado dos desde que todo había cambiado en la vida de nuestros protagonistas, como cada noche, Mane llegaba a su casa, y al entrar un silencio perturbador acaparaba todo su campo auditivo, no había nada, no había nadie en la casa, ni siquiera Gabriela, que se había quedado con la familia de David, el chico se recuperaba poco a poco en el hospital, estaba consciente y había salido muy bien de la operación. El policía soltaba todas sus pertenencias en una de las sillas que formaban el conjunto de cuatro y una mesa para comer, iba a la cocina, se asomaba y allí no había nadie, el primer latigazo de soledad que golpeaba su corazón, luego, iba a ducharse a su cuarto y en medio del pasillo se cruzaba con la puerta que daba al dormitorio de Miguel, también estaba vacío, el mismo día del ataque al corazón de David, sus abuelos habían ido a la casa del chico a recoger al niño. Un hilo transparente tiraba del cuerpo del hombre de treinta y nueve años, qu
Brenda salía de su casa, como cada mañana dispuesta a ir primero al hospital y luego a la universidad, había quedado con David, que reaccionaba muy bien al tratamiento y al post operatorio, en que ella se encargaría de coger los apuntes necesarios y él estudiaría siempre que tuviese tiempo, se subía en su Ferrari, pero lo que ella no sabía era que había alguien siguiéndola, alguien que la estaba acechando, alguien a quien no quería que su secreto viese la luz, si, no había duda alguna de que Marina quería ver muerta a la chica de origen argentino y haría lo que fuera para conseguirlo, es por eso que mientras la chica rubia y con mechas rosas iba conduciendo, era golpeaba en su coche por la parte del maletero por el capo y los faros de otro vehículo. La estudiante estaba nerviosa, miraba de un lado a otro sin saber muy bien que estaba pasando, en las calles empedradas de Guanajuato, donde todos miraban como los dos coches combatían por mantenerse estabilizados, los vehículos empezaban
Brenda estaba ilusionadísima, había conocido en el hospital a un chico que se llamaba Gastón y que casualmente también era de origen argentino. — No sé, es que no entiendo a Mane... ¿Que le pasa? — Decía mientras iban de camino a la universidad. Desde el accidente a la chica le daba miedo conducir y por eso había decidido que de momento no tendría ningún vehículo. — ...Y bueno, pensá que a lo mejor se dio cuenta de lo mal que lo hizo y quiere volver con David. — Brenda reía incrédula, por qué ni en sus mejores sueños, se imaginaba semejante proeza. — No, no... Hay algo más... Aunque me duela decir esto por qué Mane me salvó la vida, él no hace las cosas por qué sí, una persona no puede cambiar de un día para el otro. Llegaban a las inmensas escaleras que había en el lugar, escaleras que daban a la entrada de dicha universidad. — Bueno, mi viaje se acaba acá... Luego te recojo... — Ella le abrazaba mientras sonreía, era la viva imagen de una niña pequeña a la que le habían regalado mu
Era viernes, por fin Blanca y Brenda iban a conocer a Doña Luz, la matriarca abuela de David, todo parecía perfecto, la noche anterior el estudiante había accedido de nuevo a quedarse en casa de Brenda, pero esa vez no había rastro de Mane por ningún lado, las dos estaban muy nerviosas, corriendo de un sitio a otro en el salón de su casa. - Estoy muy nerviosa... - Blanca enfundada en un vestido celeste y maquillada para la ocasión expresaba. Al mismo tiempo que Brenda decía sentada en el sofá de piel rojo. - Dale ma, seguro que todo sale muy bien ya verás que sí, solo es cuestión de ser nosotras mismas. Salían del hogar con una sensación rara en el estómago, ya no querían más desplantes por parte de la gente, ya no querían seguir con esas dudas que suponía el querer caerle bien a alguien y no saber como. - !!Papá David!! - La voz angelical de un niño de cinco años los sorprendía a todos a mitad del recorrido hacia el vehículo. - !Miguel! - El niño se abrazaba a su padre, a la altura
Era sábado, y como cada sábado las cosas empezaban a mejorar, excepto por una, David se enfrentaba a la tesitura de tener que volver a ver al hombre que tanto daño le había hecho, pese a la negativa tácita de su madre. Una idea rondaba la cabeza del universitario, una rotunda idea que acabaría con todo de un plumazo, allí se encontraba frente a la casa en la que un día había vivido, en la que tantas y tantas veces había soñado que las cosas cambiasen. Miraba hacia atrás y veía como el coche de Blanca seguía aparcado en frente de la casa de Marina. Oh dios, Marina. ¿Qué habría sido de ella? ¿Qué le habría pasado para no asomar siquiera para saber cómo se encontraba el muchacho? David miraba la casa de su amiga y una tranquilidad impropia de ese hogar atenazaba a su cuerpo, era como si de repente un glaciar ártico se hubiese derretido y toda el agua hubiese empapado su cuerpo, respiraba hondo mientras se decidía a entrar sin saber que en realidad, en las cortinas amarillas de la casa d
David salía del cuarto de baño, a veces la intensidad emocional era demasiado grande como para poder aguantarla, necesitaba respirar, necesitaba aclararse las ideas, había decidido que iba a divorciarse, o al menos eso era lo que le había comentado a Gabriela, pero de repente, la situación se había vuelto a su favor, el chico iba a la habitación de su hijo con la esperanza de que hubiese algo de ropa en su armario, otro recuerdo se colaba en la mente del estudiante, el día en el que Mane quemaba la ropa en su casa y ese recuerdo le había hecho tomar la firme decisión de que tenía que separarse de él, sí, tenía que hacerlo. Pero... ¿Cómo podía separarse de alguien a quien en el fondo había amado tanto? No había conocido a otro hombre, Mane era el único en su vida, aunque de mala manera, tenía miedo de dar ese paso. No le cabía duda de que iba a ser el hombre más feliz del mundo sin él a su lado, había demasiadas heridas, demasiados rotos entre los dos, y aunque era inevitable, esas mi
Era el día, el día en el que se celebraba la fiesta en honor a Blanca y a Brenda, todo estaba a punto, habían contratado camareros para que ayudasen a Gabriela, la cual, no sabía que tenía una sorpresa, David se levantaba como cada mañana y bajaba a desayunar, en la mesa ya estaban su mamá y su abuelita, y una vez más no había rastro de su padre, el mismo que había prometido llegar a tiempo para dicho evento. — Buenos días, cariño. — El futuro abogado con la voz ronca respondía a su madre. — Buenos días, mamá. — Seguido de un beso en la cara y luego se iba al lugar de su abuela.La misma a la que abrazaba con ternura y también le daba otro beso. — Buenos días mi pequeño... — El universitario, había aprendido a vivir con la figura de su abuela desde que había nacido, y jamás, nada, ni nadie, le había hecho concebir lo que sería vivir sin ella. Se sentaba en su sitio. Gabriela aparecía siempre tan gentilmente con ese uniforme negro y esa sonrisa que tanto la caracterizaban, está vez su
El dolor caía en el cuerpo de David cómo esa gota de luz que desaparecía en la nada de la oscuridad impostada. — ¿Qué está pasando aquí? — Decía Luz una vez hubo llegado a la altura de su hijo y a su vez era José que llevaba consigo los vítores y los aplausos de todos los presentes el que bajaba las escaleras mientras sonreía y saludaba. — Nada, Mane ya se iba ¿Verdad? — El hombre se centraba en el tono de voz de su esposo, un tono en el que se delataba la presión que sentía, el agobio, el sentirse como un prisionero en su propia casa, David necesitaba salir de ahí.Pero en cambio era Mane quien, con voz dulce y melosa, contrarrestaba esos efectos cogiéndole de la mano y respondiendo. — Vamos a bailar. — Luz miraba atónita la escena, poco a poco la mujer notaba la presencia de su marido que se iba acercando a ellos con ese traje de color vino que le hacía estar despampanante. — ¿No te cansas de perseguir a mi hijo? Ya deberías saber que él no quiere tener nada que ver contigo. — José