Brenda estaba ilusionadísima, había conocido en el hospital a un chico que se llamaba Gastón y que casualmente también era de origen argentino. — No sé, es que no entiendo a Mane... ¿Que le pasa? — Decía mientras iban de camino a la universidad. Desde el accidente a la chica le daba miedo conducir y por eso había decidido que de momento no tendría ningún vehículo. — ...Y bueno, pensá que a lo mejor se dio cuenta de lo mal que lo hizo y quiere volver con David. — Brenda reía incrédula, por qué ni en sus mejores sueños, se imaginaba semejante proeza. — No, no... Hay algo más... Aunque me duela decir esto por qué Mane me salvó la vida, él no hace las cosas por qué sí, una persona no puede cambiar de un día para el otro. Llegaban a las inmensas escaleras que había en el lugar, escaleras que daban a la entrada de dicha universidad. — Bueno, mi viaje se acaba acá... Luego te recojo... — Ella le abrazaba mientras sonreía, era la viva imagen de una niña pequeña a la que le habían regalado mu
Era viernes, por fin Blanca y Brenda iban a conocer a Doña Luz, la matriarca abuela de David, todo parecía perfecto, la noche anterior el estudiante había accedido de nuevo a quedarse en casa de Brenda, pero esa vez no había rastro de Mane por ningún lado, las dos estaban muy nerviosas, corriendo de un sitio a otro en el salón de su casa. - Estoy muy nerviosa... - Blanca enfundada en un vestido celeste y maquillada para la ocasión expresaba. Al mismo tiempo que Brenda decía sentada en el sofá de piel rojo. - Dale ma, seguro que todo sale muy bien ya verás que sí, solo es cuestión de ser nosotras mismas. Salían del hogar con una sensación rara en el estómago, ya no querían más desplantes por parte de la gente, ya no querían seguir con esas dudas que suponía el querer caerle bien a alguien y no saber como. - !!Papá David!! - La voz angelical de un niño de cinco años los sorprendía a todos a mitad del recorrido hacia el vehículo. - !Miguel! - El niño se abrazaba a su padre, a la altura
Era sábado, y como cada sábado las cosas empezaban a mejorar, excepto por una, David se enfrentaba a la tesitura de tener que volver a ver al hombre que tanto daño le había hecho, pese a la negativa tácita de su madre. Una idea rondaba la cabeza del universitario, una rotunda idea que acabaría con todo de un plumazo, allí se encontraba frente a la casa en la que un día había vivido, en la que tantas y tantas veces había soñado que las cosas cambiasen. Miraba hacia atrás y veía como el coche de Blanca seguía aparcado en frente de la casa de Marina. Oh dios, Marina. ¿Qué habría sido de ella? ¿Qué le habría pasado para no asomar siquiera para saber cómo se encontraba el muchacho? David miraba la casa de su amiga y una tranquilidad impropia de ese hogar atenazaba a su cuerpo, era como si de repente un glaciar ártico se hubiese derretido y toda el agua hubiese empapado su cuerpo, respiraba hondo mientras se decidía a entrar sin saber que en realidad, en las cortinas amarillas de la casa d
David salía del cuarto de baño, a veces la intensidad emocional era demasiado grande como para poder aguantarla, necesitaba respirar, necesitaba aclararse las ideas, había decidido que iba a divorciarse, o al menos eso era lo que le había comentado a Gabriela, pero de repente, la situación se había vuelto a su favor, el chico iba a la habitación de su hijo con la esperanza de que hubiese algo de ropa en su armario, otro recuerdo se colaba en la mente del estudiante, el día en el que Mane quemaba la ropa en su casa y ese recuerdo le había hecho tomar la firme decisión de que tenía que separarse de él, sí, tenía que hacerlo. Pero... ¿Cómo podía separarse de alguien a quien en el fondo había amado tanto? No había conocido a otro hombre, Mane era el único en su vida, aunque de mala manera, tenía miedo de dar ese paso. No le cabía duda de que iba a ser el hombre más feliz del mundo sin él a su lado, había demasiadas heridas, demasiados rotos entre los dos, y aunque era inevitable, esas mi
Era el día, el día en el que se celebraba la fiesta en honor a Blanca y a Brenda, todo estaba a punto, habían contratado camareros para que ayudasen a Gabriela, la cual, no sabía que tenía una sorpresa, David se levantaba como cada mañana y bajaba a desayunar, en la mesa ya estaban su mamá y su abuelita, y una vez más no había rastro de su padre, el mismo que había prometido llegar a tiempo para dicho evento. — Buenos días, cariño. — El futuro abogado con la voz ronca respondía a su madre. — Buenos días, mamá. — Seguido de un beso en la cara y luego se iba al lugar de su abuela.La misma a la que abrazaba con ternura y también le daba otro beso. — Buenos días mi pequeño... — El universitario, había aprendido a vivir con la figura de su abuela desde que había nacido, y jamás, nada, ni nadie, le había hecho concebir lo que sería vivir sin ella. Se sentaba en su sitio. Gabriela aparecía siempre tan gentilmente con ese uniforme negro y esa sonrisa que tanto la caracterizaban, está vez su
El dolor caía en el cuerpo de David cómo esa gota de luz que desaparecía en la nada de la oscuridad impostada. — ¿Qué está pasando aquí? — Decía Luz una vez hubo llegado a la altura de su hijo y a su vez era José que llevaba consigo los vítores y los aplausos de todos los presentes el que bajaba las escaleras mientras sonreía y saludaba. — Nada, Mane ya se iba ¿Verdad? — El hombre se centraba en el tono de voz de su esposo, un tono en el que se delataba la presión que sentía, el agobio, el sentirse como un prisionero en su propia casa, David necesitaba salir de ahí.Pero en cambio era Mane quien, con voz dulce y melosa, contrarrestaba esos efectos cogiéndole de la mano y respondiendo. — Vamos a bailar. — Luz miraba atónita la escena, poco a poco la mujer notaba la presencia de su marido que se iba acercando a ellos con ese traje de color vino que le hacía estar despampanante. — ¿No te cansas de perseguir a mi hijo? Ya deberías saber que él no quiere tener nada que ver contigo. — José
Ellos seguían sin poder creerse lo que estaba pasando, estaban a punto de morir debido a un derrumbe y nadie hacía nada para evitarlo, mientras Marina pensaba en la manera de poder destruir a su amigo, él solo podía pensar en una cosa, algo que no había tenido en cuenta hasta esos momentos, instantes que le hacían recordar a Miguel. — Dios mío, Miguel, me voy a morir sin ver a mi hijo, no me lo puedo creer... — De fondo, se oía el sonido de las hélices de un helicóptero, un sonido que llenaba de esperanza el cuerpo de los chicos, pero no era oro todo lo que relucía y es por eso que una de las paredes de la habitación del chico, caía echa añicos dando paso a todo lo que sucedía en el jardín.Brandon se adelantaba a que la familia mirase lo que estaba pasando, mientras que el sonido de el helicóptero ya casi tapaba sus voces, el médico señalaba hacia David y Marina que una vez caída la pared podían verse asustados. — Allí están — Todos miraban en la dirección en la que estaba señalando
Era jueves, David se despertaba somnoliento mientras que arrastraba los pies hacía el elegante cuarto de baño que Brandon tenía en su casa, después de hacer sus necesidades, se iba hacia la cocina, necesitaba urgentemente una taza de café para poder despertarse y desperezarse de los efectos del letargo que aún duraba en su cuerpo. En su cabeza pese a estar dormido, rebotaba el recuerdo del mensaje en su teléfono que aún no había tenido el valor de borrar. <<Si de verdad te importa tu familia... >> ¿Cómo se le ocurría pensar a Mane que ha David no le importaba su familia?La voz de Brandon sonaba y vibraba en las paredes de la cocina y sonreía al ver a ese David desenfadado y tranquilo que días atrás había sido barrido por un terremoto. Era irónico que un terremoto los hubiese asustado a todos, cuando la vida del estudiante de derecho, se había convertido en ese movimiento sísmico que hacía que todo se derrumbase con tan solo una sacudida. — Buenos días, cariño... — Aunque al chico le