Era el día, el día en el que se celebraba la fiesta en honor a Blanca y a Brenda, todo estaba a punto, habían contratado camareros para que ayudasen a Gabriela, la cual, no sabía que tenía una sorpresa, David se levantaba como cada mañana y bajaba a desayunar, en la mesa ya estaban su mamá y su abuelita, y una vez más no había rastro de su padre, el mismo que había prometido llegar a tiempo para dicho evento. — Buenos días, cariño. — El futuro abogado con la voz ronca respondía a su madre. — Buenos días, mamá. — Seguido de un beso en la cara y luego se iba al lugar de su abuela.La misma a la que abrazaba con ternura y también le daba otro beso. — Buenos días mi pequeño... — El universitario, había aprendido a vivir con la figura de su abuela desde que había nacido, y jamás, nada, ni nadie, le había hecho concebir lo que sería vivir sin ella. Se sentaba en su sitio. Gabriela aparecía siempre tan gentilmente con ese uniforme negro y esa sonrisa que tanto la caracterizaban, está vez su
El dolor caía en el cuerpo de David cómo esa gota de luz que desaparecía en la nada de la oscuridad impostada. — ¿Qué está pasando aquí? — Decía Luz una vez hubo llegado a la altura de su hijo y a su vez era José que llevaba consigo los vítores y los aplausos de todos los presentes el que bajaba las escaleras mientras sonreía y saludaba. — Nada, Mane ya se iba ¿Verdad? — El hombre se centraba en el tono de voz de su esposo, un tono en el que se delataba la presión que sentía, el agobio, el sentirse como un prisionero en su propia casa, David necesitaba salir de ahí.Pero en cambio era Mane quien, con voz dulce y melosa, contrarrestaba esos efectos cogiéndole de la mano y respondiendo. — Vamos a bailar. — Luz miraba atónita la escena, poco a poco la mujer notaba la presencia de su marido que se iba acercando a ellos con ese traje de color vino que le hacía estar despampanante. — ¿No te cansas de perseguir a mi hijo? Ya deberías saber que él no quiere tener nada que ver contigo. — José
Ellos seguían sin poder creerse lo que estaba pasando, estaban a punto de morir debido a un derrumbe y nadie hacía nada para evitarlo, mientras Marina pensaba en la manera de poder destruir a su amigo, él solo podía pensar en una cosa, algo que no había tenido en cuenta hasta esos momentos, instantes que le hacían recordar a Miguel. — Dios mío, Miguel, me voy a morir sin ver a mi hijo, no me lo puedo creer... — De fondo, se oía el sonido de las hélices de un helicóptero, un sonido que llenaba de esperanza el cuerpo de los chicos, pero no era oro todo lo que relucía y es por eso que una de las paredes de la habitación del chico, caía echa añicos dando paso a todo lo que sucedía en el jardín.Brandon se adelantaba a que la familia mirase lo que estaba pasando, mientras que el sonido de el helicóptero ya casi tapaba sus voces, el médico señalaba hacia David y Marina que una vez caída la pared podían verse asustados. — Allí están — Todos miraban en la dirección en la que estaba señalando
Era jueves, David se despertaba somnoliento mientras que arrastraba los pies hacía el elegante cuarto de baño que Brandon tenía en su casa, después de hacer sus necesidades, se iba hacia la cocina, necesitaba urgentemente una taza de café para poder despertarse y desperezarse de los efectos del letargo que aún duraba en su cuerpo. En su cabeza pese a estar dormido, rebotaba el recuerdo del mensaje en su teléfono que aún no había tenido el valor de borrar. <<Si de verdad te importa tu familia... >> ¿Cómo se le ocurría pensar a Mane que ha David no le importaba su familia?La voz de Brandon sonaba y vibraba en las paredes de la cocina y sonreía al ver a ese David desenfadado y tranquilo que días atrás había sido barrido por un terremoto. Era irónico que un terremoto los hubiese asustado a todos, cuando la vida del estudiante de derecho, se había convertido en ese movimiento sísmico que hacía que todo se derrumbase con tan solo una sacudida. — Buenos días, cariño... — Aunque al chico le
Una de las actividades que Sheyla tenía programadas en su primera sesión de terapia de pareja, era que las mismas se pusiesen una frente a la otra, formando dos filas, una de las personas que formaba cada pareja era la que tenía la pelota en las manos — Bien, quiero que hagáis lo siguiente... Cada vez que le tiréis la pelota a vuestra pareja diréis cómo os sentís en una sola palabra... — David veía como Mane cogía el balón con esas manos que de repente le parecían tan fuertes y tan robustas... — Empezamos. — Las parejas empezaban a tirarse la pelota y en la voz de todos se oía como se sentían.El policía empezaba a pasarle el balón al estudiante. — Frustración.— Dolor— Rabia— Tristeza— Impotencia— Descontrol — David volvía a repetir la palabra que Mane había dicho en uno de sus turnos... — Rabia.— Envidia— Dudas— Mentiras... — En ese momento, Mane le había tirado tan fuerte el balón a su marido que lejos de que David pudiese cogerlo, la pelota chocaba con uno de los dedos del
David y Mane salían de la terapia e iban rumbo a una hamburguesería cercana a cenar. — Para ser la primera sesión en la terapia ha estado muy bien... ¿Verdad? — El estudiante asentía, pues, era sorprendente la capacidad que tenía Sheyla de hacer maravillas con tan solo una dinámica de grupo. — Ha estado muy bien, sí. — El silencio reinaba en el coche entonces, el universitario cogía su teléfono, marcaba el número de Brenda con la esperanza de que la chica se lo cogiese para que se fuesen a cenar juntos, pero no había manera, la línea al otro lado se limitaba a un simple y llano tono de llamada. Por las calles de Guanajuato, y mientras el Range Rover negro del policía se arrastraba, Mane miraba a su marido. — ¿No contesta tu novio? — Su esposo abría los ojos sorprendido, no esperaba para nada que el policía le dijese algo así. — No es mi novio Mane, y para que lo sepas, estaba llamando a Brenda para ver si venía a cenar con nosotros. — Haciendo caso omiso a la última parte de la frase
A veces, la vida podía ser como una persona que tenía dislexia, es decir, podías leer bien las cuatro primeras páginas de un libro, pero al final, las palabras se borraban de tu campo de visión, o peor aún, se te confundían en la mente y tenías que volver hacia atrás para volver a leerlo todo más detenidamente, así una, y otra, y otra vez... Podríamos decir que así se sentía David esa noche en la cama, a su lado, unas espaldas gigantescas dormitaban, podría decirse que le había costado mucho aceptar la proposición de qué tuviese que compartir cama con Mane, por qué aunque quería evitarlo. No podía. En su casa solo había una habitación de invitados, y la estaban ocupando sus padres, luego estaba la de Miguel, la de Gabriela y la de ellos. Aunque todo sea dicho, David había preferido dormir en el sofá y nadie de su familia le había dejado, así que por descarte allí se encontraba, al lado de su esposo. Los nervios se entremezclan con la sensación que se le producía a alguien cuando esta
Era Jueves, y los muebles que los chicos habían pedido hace días en la tienda llegaban a manos de un gigantesco camión, David entraba más tarde a la universidad y es por eso que se había podido permitir el lujo de poder ayudar, en su cabeza aún latía el recuerdo de ese día, de la reacción y de por qué esa mujer había hecho que su esposo reaccionase así. Él había decidido no decirle nada, darle la libertad a Mane para que fuese él quien le contase lo que pasaba con esa trabajadora, aunque, por la familiaridad de la cara podía hacerse una idea de lo que estaba pasando.Permanecían en silencio mientras metían los muebles en la casa, y ese silencio era roto por la voz de Brenda que se asomaba para ver qué estaba pasando. - Hombre forastera... - El estudiante rompía el tenso silencio que poco a poco iba atenazando a la familia. Brenda seguía con su perrito en las manos, como ese motivo de aferrarse a algo para no caer del puente, siempre se había dicho que todos los suicidas estaban enamor