A la mañana del día siguiente David se moría de sueño, no paraba de mirar hacia la ventana con la esperanza de que Mane estuviese completamente arrepentido de todo lo que había hecho, su hijo Miguel, se había subido encima del cuerpo de su papá David y dormía plácidamente, era lo único que le relajaba, saber que su hijo necesitaba de toda protección y cariño era lo único que le mantenía con fuerzas. Después del desayuno salían rumbo a la universidad, mientras se metían en el coche de Brenda aparcado en la puerta. — Vamos cariño, metete en la parte de atrás ¿Si? — La inocencia del chico hacía que respondiese un tímido... — Si... — En ese momento veían como una mujer salía de casa de David, el chico cerraba el maletero del coche de su amiga y de nuevo una punzada de dolor sacudía todo su cuerpo, la mujer tenía el pelo enmarañado en una perfecta melena morena, llevaba la blusa del revés y los pantalones casi casi le llegaban al culo.
De repente, David sentía como en lo más profundo de su estómago un sentimiento de celos y dolor se habían apoderado de cada pizca de esperanza que había en su cuerpo. El chico moreno, se subía al asiento del copiloto mientras era Brenda quien poco a poco se iba acercando al tráfico mañanero de la ciudad de Guanajuato. — Papá David... ¿Quién era esa mujer? — David miraba a su pequeño, en su asiento para niños que su amiga había comprado cuando decidió que sería ella la madrina de Miguel. — Es... — Cavilaba la respuesta, intentando no hacerle demasiado daño a su hijo, puesto que en el corazón de un niño no había rencor, y este quería a su padre Mane por encima de todo y de todos.La chica del pelo rubio y rosa entraba en acción, cuando vio como a su amigo le costaba pronunciar las palabras. — Es... Una amiguita de papá... — Los coches se oían en la ciudad, al igual que la gente se veía andando por las aceras también empedradas de la misma. — Si, eso... Es una amiga... — La derrotada voz del chico salía, como un suspiro que terminaba por desinflarse del todo; Brenda y David se miraban y en sus ojos había un <Los días se seguían sucediendo y ya había pasado otro mes, nadie lo predijo, nadie sabía lo que estaba por venir; Como cada mañana, Brenda salía de su casa, a su vez también lo hacía Marina, de verdad que la chica rubia no quería, de verdad que lo que se le estaba pasando por la cabeza mientras miraba como la chica morena se metía en su coche y desaparecía era un disparate, pero era, a su vez, la única manera que Brenda tenía de poder descubrir el por qué de esa mirada, que es lo que ocultaba, es por eso que cuando Marina despareció con su coche calle abajo ella se bajaba del suyo y acechando se dirigía a la casa de su enemiga, miraba la manera que tenía de poder entrar en la casa en donde se encontraba. Lo hacía, por la puerta trasera en el jardín con piscina, podía entrar, Marina siempre dejaba esa puerta abierta por si había algún tipo de emergencia poder salir por allí. Al entrar se encontraba una amplia cocina, ya que todas las casas que había en ese mismo barrio eran del mismo
— Si que me importa Mane, te recuerdo que yo sigo viviendo aquí. — Mane se volvía hacia su esposo airado. — Mira españolito de quinta, te voy a dejar una cosa bien clara, tú no tienes ningún derecho sobre mi ¿Si? Yo me chingo a quien me da la gana y cuando me da la gana... Y ahora, sal de mi cuarto — Las voces empezaban a ser fuertes, empezaban a inundarlo todo, y mientras Gabriela estaba haciendo las tareas de la casa y Miguel jugaba plácidamente, el niño pequeño se tapaba las orejas, odiaba ver como sus padres se llevaban mal, odiaba ver como no se querían, pero lo que más odiaba de todo era que nunca se iban a querer. — !!Fuera de mi cuarto ya!! — El rugido de una bestia era lo que el policía había emitido con su voz. Entre esas, y mientras las voces aumentaban a un nivel que podían oírse por toda la casa, en plena discusión, Miguel dejaba de jugar y se ponía de rodillas con las palmas de la mano unidas una junto a la otra. — Diosito, por favor, yo sé que tú eres bueno ¿Si? Haz qu
Los días se seguían sucediendo, habían pasado dos desde que todo había cambiado en la vida de nuestros protagonistas, como cada noche, Mane llegaba a su casa, y al entrar un silencio perturbador acaparaba todo su campo auditivo, no había nada, no había nadie en la casa, ni siquiera Gabriela, que se había quedado con la familia de David, el chico se recuperaba poco a poco en el hospital, estaba consciente y había salido muy bien de la operación. El policía soltaba todas sus pertenencias en una de las sillas que formaban el conjunto de cuatro y una mesa para comer, iba a la cocina, se asomaba y allí no había nadie, el primer latigazo de soledad que golpeaba su corazón, luego, iba a ducharse a su cuarto y en medio del pasillo se cruzaba con la puerta que daba al dormitorio de Miguel, también estaba vacío, el mismo día del ataque al corazón de David, sus abuelos habían ido a la casa del chico a recoger al niño. Un hilo transparente tiraba del cuerpo del hombre de treinta y nueve años, qu
Brenda salía de su casa, como cada mañana dispuesta a ir primero al hospital y luego a la universidad, había quedado con David, que reaccionaba muy bien al tratamiento y al post operatorio, en que ella se encargaría de coger los apuntes necesarios y él estudiaría siempre que tuviese tiempo, se subía en su Ferrari, pero lo que ella no sabía era que había alguien siguiéndola, alguien que la estaba acechando, alguien a quien no quería que su secreto viese la luz, si, no había duda alguna de que Marina quería ver muerta a la chica de origen argentino y haría lo que fuera para conseguirlo, es por eso que mientras la chica rubia y con mechas rosas iba conduciendo, era golpeaba en su coche por la parte del maletero por el capo y los faros de otro vehículo. La estudiante estaba nerviosa, miraba de un lado a otro sin saber muy bien que estaba pasando, en las calles empedradas de Guanajuato, donde todos miraban como los dos coches combatían por mantenerse estabilizados, los vehículos empezaban
Brenda estaba ilusionadísima, había conocido en el hospital a un chico que se llamaba Gastón y que casualmente también era de origen argentino. — No sé, es que no entiendo a Mane... ¿Que le pasa? — Decía mientras iban de camino a la universidad. Desde el accidente a la chica le daba miedo conducir y por eso había decidido que de momento no tendría ningún vehículo. — ...Y bueno, pensá que a lo mejor se dio cuenta de lo mal que lo hizo y quiere volver con David. — Brenda reía incrédula, por qué ni en sus mejores sueños, se imaginaba semejante proeza. — No, no... Hay algo más... Aunque me duela decir esto por qué Mane me salvó la vida, él no hace las cosas por qué sí, una persona no puede cambiar de un día para el otro. Llegaban a las inmensas escaleras que había en el lugar, escaleras que daban a la entrada de dicha universidad. — Bueno, mi viaje se acaba acá... Luego te recojo... — Ella le abrazaba mientras sonreía, era la viva imagen de una niña pequeña a la que le habían regalado mu
Era viernes, por fin Blanca y Brenda iban a conocer a Doña Luz, la matriarca abuela de David, todo parecía perfecto, la noche anterior el estudiante había accedido de nuevo a quedarse en casa de Brenda, pero esa vez no había rastro de Mane por ningún lado, las dos estaban muy nerviosas, corriendo de un sitio a otro en el salón de su casa. - Estoy muy nerviosa... - Blanca enfundada en un vestido celeste y maquillada para la ocasión expresaba. Al mismo tiempo que Brenda decía sentada en el sofá de piel rojo. - Dale ma, seguro que todo sale muy bien ya verás que sí, solo es cuestión de ser nosotras mismas. Salían del hogar con una sensación rara en el estómago, ya no querían más desplantes por parte de la gente, ya no querían seguir con esas dudas que suponía el querer caerle bien a alguien y no saber como. - !!Papá David!! - La voz angelical de un niño de cinco años los sorprendía a todos a mitad del recorrido hacia el vehículo. - !Miguel! - El niño se abrazaba a su padre, a la altura
Era sábado, y como cada sábado las cosas empezaban a mejorar, excepto por una, David se enfrentaba a la tesitura de tener que volver a ver al hombre que tanto daño le había hecho, pese a la negativa tácita de su madre. Una idea rondaba la cabeza del universitario, una rotunda idea que acabaría con todo de un plumazo, allí se encontraba frente a la casa en la que un día había vivido, en la que tantas y tantas veces había soñado que las cosas cambiasen. Miraba hacia atrás y veía como el coche de Blanca seguía aparcado en frente de la casa de Marina. Oh dios, Marina. ¿Qué habría sido de ella? ¿Qué le habría pasado para no asomar siquiera para saber cómo se encontraba el muchacho? David miraba la casa de su amiga y una tranquilidad impropia de ese hogar atenazaba a su cuerpo, era como si de repente un glaciar ártico se hubiese derretido y toda el agua hubiese empapado su cuerpo, respiraba hondo mientras se decidía a entrar sin saber que en realidad, en las cortinas amarillas de la casa d
David salía del cuarto de baño, a veces la intensidad emocional era demasiado grande como para poder aguantarla, necesitaba respirar, necesitaba aclararse las ideas, había decidido que iba a divorciarse, o al menos eso era lo que le había comentado a Gabriela, pero de repente, la situación se había vuelto a su favor, el chico iba a la habitación de su hijo con la esperanza de que hubiese algo de ropa en su armario, otro recuerdo se colaba en la mente del estudiante, el día en el que Mane quemaba la ropa en su casa y ese recuerdo le había hecho tomar la firme decisión de que tenía que separarse de él, sí, tenía que hacerlo. Pero... ¿Cómo podía separarse de alguien a quien en el fondo había amado tanto? No había conocido a otro hombre, Mane era el único en su vida, aunque de mala manera, tenía miedo de dar ese paso. No le cabía duda de que iba a ser el hombre más feliz del mundo sin él a su lado, había demasiadas heridas, demasiados rotos entre los dos, y aunque era inevitable, esas mi