Guanajuato se despertaba soleado y colorido como cada mañana mexicana que se preciase, allí ocurrían muchas cosas, como en cualquier lugar del mundo, cosas como que dos de los protagonistas se hubiesen casado por conveniencia, David se despertaba, él fue obligado por su esposo a dormir en la habitación de invitados, un esposo que no le quería, que era déspota, un esposo que siempre que podía le maltrataba, en definitiva un esposo ausente en su vida como en la de su hijo, por qué si, una de las cláusulas y caprichos que tuvo David, como un niño rico es que casarse con Mane pudiese implicar poder adoptar y así lo hicieron, Miguel llegaba a sus vidas pocos meses después de su casamiento y ni por esas el hombre de la casa, Mane, cambiaba su actitud.
David Abades era un chico sensible, cariñoso, con una hiper sensibilidad en su mente que le hacía pasarse la mayor parte del tiempo preocupado por lo que le había pasado, que por la solución en sí, además era el niño consentido de su padre, puesto que, había tenido una vida llena de privilegios y caprichos producto de una de las millonarias familias que pertenecían a Granada, una provincia de Andalucía cuyos monumentos eran la llamada a multitud de turistas a lo largo de todo el año, pues la capital, gozaba de uno de los privilegios que a muchas ciudades le faltaban, tener turismo en verano y en invierno, por eso tenía ese acento español tan marcado y tan inesperado. ¿Cómo acabó en México? Eso ya es otra historia.Mane Peña en cambio era el chico más guapo que David había visto en su vida, musculoso, atractivo y con una sonrisa blanca e impoluta, hizo que durante mucho tiempo, David estuviese perdidamente enamorado de él, trabajaba como policía, mientras que su esposo, con veintiséis años, estudiaba el último año de carrera de derecho y al acabar tendría un lugar que ocupar en el famoso despacho de abogados de su padre, Mane tenía treinta y nueve años, pero se cuidaba tanto que parecía que tenía treinta y seis, la edad en ese momento, no importaba, David era un chico que siempre se había fijado en el interior de las personas.Su marido ni siquiera compartía lecho nupcial con él, es por eso que David, salía de la habitación de invitados de su casa, restregándose los ojos, necesitaba urgentemente un café, en el pasillo de la planta de arriba se oía el abrir de una puerta, era la habitación que utilizaba Mane para dormir, la que se había apropiado dos años antes cuando, después de casarse, se habían ido allí a vivir. — Buenos días... — La voz soñolienta del español abordaba al mexicano. — Carajo cállate ya... No entiendes que no quiero que me dirijas la palabra. — El tono borde e intrínseco con el que el policía le hablaba al futuro abogado, hacía que una vez más, las emociones de David le jugasen una mala pasada.Un empujón terminaba de dejar a David KO en el suelo, y este solo podía llorar y llorar, muchos se preguntaban por qué, pese al poco tiempo que llevaban casados, no se divorciaba, había una razón muy poderosa para que eso no sucediese. — Papito ¿estás bien? — El acento Mexicano del niño de cinco años de edad, junto con esa vocecilla ahogada con la que preguntaba hacían que el futuro abogado reaccionase, y respondiese. — Si, cariño, es solo que tu papá se ha levantado hoy con el pie cruzado. — Sin más, Miguel se tiraba a los brazos de su padre adoptivo, ese simple gesto de cariño hacia que el dolor que sentía David en ese momento, disminuyese, pero que lo hiciera no significaba que lo dejase a un lado y muy pronto descubrirían por qué.A la hora del desayuno solo estaban ellos dos, Mane salía por las puertas de su casa sin dar ningún tipo de explicación a nadie, así era la continua vida de la pareja. — Papito, ¿Por qué mi papá no me quiere? — David miraba al azul de los ojos de su hijo, ni siquiera sabía que responderle. — Oh, claro que te quiere amor, es solo que no lo expresa como los demás papas. — Siempre decía lo mismo y siempre Miguel hacía como qué se lo creía, pero ese niño era mucho más inteligente que cualquiera y mientras intentaba sorber un poco de su leche, su padre intentaba retener las lágrimas que se habían formado en la comisura de sus ojos, así como el nudo tan grande que le oprimía la garganta, y lo hacía tan fuerte que incluso le dolía la faringe.Ya en la universidad, iban andando por los pasillos, la primera hora había transcurrido con naturalidad y ahora se desplazaban rumbo a su siguiente clase con los libros abrazados a ellos mismos. — No sé qué hacer Brenda, por una parte quiero dejarlo todo, volver a mi casa, olvidarme de todo este mal sueño en el que se ha convertido mi vida, pero por otro está Miguel de por medio... — Ella, me miraba, Brenda tenía treinta años, había ingresado en la universidad a la misma vez que yo, ella también tenía un puesto seguro de trabajo en el bufete de abogados que rivalizaba con el de mi padre, iba a ser duro tener que competir con mi mejor amiga, pero, lo superaríamos como siempre habíamos superado todo, es por eso que la edad tampoco importaba.Tenía el pelo rubio, con mechas de color rosa tiza, sus ojos de color café y su uno con cincuenta y nueve hacían de ella una mujer espectacular, era inteligente, atrevida, y también se le había pegado el acento argentino de su padre antes de que las abandonará a ella y a Blanca, su madre, que si era mexicana. — Mirá, yo puedo entender quizás el hecho de que Miguelín no quiera separarse de su padre, pero David, a veces hay que ser un poco egoísta con uno mismo y pensar solo en el resultado final de lo que debes hacer. — Sabía por qué lo decía, ellas acabaron aquí por un cúmulo de accidentados y afortunados momentos que las llevaron a ser mis vecinas y no solo eso, también mis mejores amigas, mi familia.El día en la universidad también había transcurrido con total normalidad, llegaba el momento, el momento de tener que volver a enfrentarse a lo que tanto daño le hacía, las palabras de Brenda aún rebotaban en la cabeza de David <> Iba a recoger a su hijo al colegio con una ligera idea en su mente, a veces hay que tomar decisiones y son esas decisiones las que hacen que nuestra vida cambie para siempre, y de saberlo, el futuro abogado la habría tomado mucho antes, llegaba al edificio donde estudiaba su hijo y un montón de coches ocupaban el lugar junto con el suyo, a causa de los padres rezagados que llegaban a última hora o hijos que aún no habían salido, se bajaba. Todas las miradas estaban puestas en él, eran el tema del momento, no solo por el matrimonio, si no por su apellido, Los Abades habían logrado posicionarse en la alta sociedad mexicana como los españoles con más dinero del momento. Y aún así, voces imaginarias en la cabeza del chico lo compadecian. Pobre niño rico de papá.Otro día pasaba en casa de los Peña, David entraba más tarde a la universidad, y después de haber hecho las tareas de la casa, se ponía a estudiar para el examen que tenía dentro de dos semanas, un montón de papeles ocupaban casi toda la mesa, el ordenador, los bolígrafos, el estuche, todo lo necesario para que un estudiante pudiese tenerlo todo a mano en la mesa que había en la sala de estar donde enfrente estaba el sofá de un color gris claro. La puerta se abría y entonces, el futuro abogado se asustaba, por qué cuando la puerta sonaba así, solo había un motivo para que eso pudiese pasar. — Mane — El tono asustado de David, daba un claro ejemplo de lo que estaba por llegar, él, cogía al que era su esposo por el antebrazo, le apretaba tanto que le dolía. ¿Alguien sabe que es el dolor? ¿Alguien sabe como se oye cuando este se empieza a derramar por todo el cuerpo y no queda nada más que aceptar que te ha invadido? Por qué David acababa de descubrirlo en el momento en que Mane le mira
El tiempo se sucedía, de la misma manera en la que también se sucedían los malos tratos y los insultos, definitivamente David estaba empezando a saber lo que era dejar de sentir, puesto que lo único que podía notar era un peso en el pecho que no cesaba, seguido de varios latigazos en el corazón que se transformaban en pequeños dolores en el pecho, el futuro abogado no sabía que era lo que le estaba pasando, es por eso que tampoco le daba mucha importancia. El Ferrari de color rosa de Brenda aparcaba en su casa, de repente un intenso olor a quemado invadía sus fosas nasales, las de ambos, que se miraban con cara de pánico mientras salían del coche y se metían corriendo en casa de la chica rubia. Ella gritaba. — !!Mamá!! — Todo parecía estar muy tranquilo, no había humo, no había llamas, no había nada que hiciese indicar que había fuego en casa de Brenda. — !!Blanca!! — La voz amortiguada de David se oía en la planta de arriba, hasta que la encontraban. — !Brenda tu madre está aquí arr
A la mañana del día siguiente David se moría de sueño, no paraba de mirar hacia la ventana con la esperanza de que Mane estuviese completamente arrepentido de todo lo que había hecho, su hijo Miguel, se había subido encima del cuerpo de su papá David y dormía plácidamente, era lo único que le relajaba, saber que su hijo necesitaba de toda protección y cariño era lo único que le mantenía con fuerzas. Después del desayuno salían rumbo a la universidad, mientras se metían en el coche de Brenda aparcado en la puerta. — Vamos cariño, metete en la parte de atrás ¿Si? — La inocencia del chico hacía que respondiese un tímido... — Si... — En ese momento veían como una mujer salía de casa de David, el chico cerraba el maletero del coche de su amiga y de nuevo una punzada de dolor sacudía todo su cuerpo, la mujer tenía el pelo enmarañado en una perfecta melena morena, llevaba la blusa del revés y los pantalones casi casi le llegaban al culo. De repente, David sentía como en lo más profundo de s
Los días se seguían sucediendo y ya había pasado otro mes, nadie lo predijo, nadie sabía lo que estaba por venir; Como cada mañana, Brenda salía de su casa, a su vez también lo hacía Marina, de verdad que la chica rubia no quería, de verdad que lo que se le estaba pasando por la cabeza mientras miraba como la chica morena se metía en su coche y desaparecía era un disparate, pero era, a su vez, la única manera que Brenda tenía de poder descubrir el por qué de esa mirada, que es lo que ocultaba, es por eso que cuando Marina despareció con su coche calle abajo ella se bajaba del suyo y acechando se dirigía a la casa de su enemiga, miraba la manera que tenía de poder entrar en la casa en donde se encontraba. Lo hacía, por la puerta trasera en el jardín con piscina, podía entrar, Marina siempre dejaba esa puerta abierta por si había algún tipo de emergencia poder salir por allí. Al entrar se encontraba una amplia cocina, ya que todas las casas que había en ese mismo barrio eran del mismo
— Si que me importa Mane, te recuerdo que yo sigo viviendo aquí. — Mane se volvía hacia su esposo airado. — Mira españolito de quinta, te voy a dejar una cosa bien clara, tú no tienes ningún derecho sobre mi ¿Si? Yo me chingo a quien me da la gana y cuando me da la gana... Y ahora, sal de mi cuarto — Las voces empezaban a ser fuertes, empezaban a inundarlo todo, y mientras Gabriela estaba haciendo las tareas de la casa y Miguel jugaba plácidamente, el niño pequeño se tapaba las orejas, odiaba ver como sus padres se llevaban mal, odiaba ver como no se querían, pero lo que más odiaba de todo era que nunca se iban a querer. — !!Fuera de mi cuarto ya!! — El rugido de una bestia era lo que el policía había emitido con su voz. Entre esas, y mientras las voces aumentaban a un nivel que podían oírse por toda la casa, en plena discusión, Miguel dejaba de jugar y se ponía de rodillas con las palmas de la mano unidas una junto a la otra. — Diosito, por favor, yo sé que tú eres bueno ¿Si? Haz qu
Los días se seguían sucediendo, habían pasado dos desde que todo había cambiado en la vida de nuestros protagonistas, como cada noche, Mane llegaba a su casa, y al entrar un silencio perturbador acaparaba todo su campo auditivo, no había nada, no había nadie en la casa, ni siquiera Gabriela, que se había quedado con la familia de David, el chico se recuperaba poco a poco en el hospital, estaba consciente y había salido muy bien de la operación. El policía soltaba todas sus pertenencias en una de las sillas que formaban el conjunto de cuatro y una mesa para comer, iba a la cocina, se asomaba y allí no había nadie, el primer latigazo de soledad que golpeaba su corazón, luego, iba a ducharse a su cuarto y en medio del pasillo se cruzaba con la puerta que daba al dormitorio de Miguel, también estaba vacío, el mismo día del ataque al corazón de David, sus abuelos habían ido a la casa del chico a recoger al niño. Un hilo transparente tiraba del cuerpo del hombre de treinta y nueve años, qu
Brenda salía de su casa, como cada mañana dispuesta a ir primero al hospital y luego a la universidad, había quedado con David, que reaccionaba muy bien al tratamiento y al post operatorio, en que ella se encargaría de coger los apuntes necesarios y él estudiaría siempre que tuviese tiempo, se subía en su Ferrari, pero lo que ella no sabía era que había alguien siguiéndola, alguien que la estaba acechando, alguien a quien no quería que su secreto viese la luz, si, no había duda alguna de que Marina quería ver muerta a la chica de origen argentino y haría lo que fuera para conseguirlo, es por eso que mientras la chica rubia y con mechas rosas iba conduciendo, era golpeaba en su coche por la parte del maletero por el capo y los faros de otro vehículo. La estudiante estaba nerviosa, miraba de un lado a otro sin saber muy bien que estaba pasando, en las calles empedradas de Guanajuato, donde todos miraban como los dos coches combatían por mantenerse estabilizados, los vehículos empezaban
Brenda estaba ilusionadísima, había conocido en el hospital a un chico que se llamaba Gastón y que casualmente también era de origen argentino. — No sé, es que no entiendo a Mane... ¿Que le pasa? — Decía mientras iban de camino a la universidad. Desde el accidente a la chica le daba miedo conducir y por eso había decidido que de momento no tendría ningún vehículo. — ...Y bueno, pensá que a lo mejor se dio cuenta de lo mal que lo hizo y quiere volver con David. — Brenda reía incrédula, por qué ni en sus mejores sueños, se imaginaba semejante proeza. — No, no... Hay algo más... Aunque me duela decir esto por qué Mane me salvó la vida, él no hace las cosas por qué sí, una persona no puede cambiar de un día para el otro. Llegaban a las inmensas escaleras que había en el lugar, escaleras que daban a la entrada de dicha universidad. — Bueno, mi viaje se acaba acá... Luego te recojo... — Ella le abrazaba mientras sonreía, era la viva imagen de una niña pequeña a la que le habían regalado mu