Querida Layla:
Acabamos de enterarnos de tu nuevo puesto y le escribimos para felicitarla. El rey ordena que usted pase unos días en nuestro reino por unos asuntos referente a la muerte de Adam. Venga en cuanto reciba esta carta.
Atentamente, el escriba de Erioner.
Según los mapas que me había hecho aprender Padd, Erioner era la capital del Reino de los Dragones. ¿Que sabian ellos sobre la muerte de Adam? ¿porque tanta urgencia?
—Will tendremos que irnos— el gato no dijo nada pero Lily me miro apenada—. Pero vendremos cuanto antes.
—Es tu deber, Layla, pero mantennos informados— me dijo Ptomel con cierto tono de preocupación.
—Estaré bien y eso har
—¿Quién puso la puerta ahí?—dije después de mirar por enésima vez lo que me quedaba de caminata. La entrada estaba en aquella montaña de piedras rojizas y cima plana. Pero la montaña podía llegar a medir un kilómetro de alto. Ariola estaba usando la excusa de que no podía volar mucho y estaba en mi hombro. —Deja de quejarte—me regañó Will. No sé cuánto tiempo paso hasta que llegamos a la cima, pero algunas horas ya habían pasado, el sol estaba saliendo en lo más alto del cielo. Me tire al suelo a pesar de que me ensuciaría, pero necesitaba descansar y no había donde sentarse. Ariola me masajeaba el cabello, mientras miraba a su alrededor. Desde donde estaba, el cielo era azul grisáceo. —Va a llover—comentó la pixie. Me incorpore, no quería mojarme y menos cambiarme de ropa. Cuando recuperé el equilibrio, observe
Una nube de humo verde envolvía la entrada de una cueva. El bosque que escondía esa nube evitaba miradas indiscretas de varios seres alados que sobrevolaban el bosque. Me escondía tras una rama de un pino grueso y, desde esa altura, podía ver todo lo que estaba ocurriendo. Los seres de piel negra y ojos blancos salieron tras la nube y miraron donde estaba. Respiraba agitada y confundida. No sabía dónde estaba hasta que la ingravidez del lugar me lo recordó todo. A mi lado, Will me miraba con sus ojos amarillos. —Estoy harta de esto—dije con la respiración entrecortada. Mi corazón estaba a la altura del cuello queriendo salirse de mi cuerpo. Will observó a uno de los peces que eran los mayordomos. Lo retuve antes de que se lo comiese. El reino de las sirenas, nos acogió como una más de su especie.<
No dejaba de pasearme de un lado a otro de mi cuarto.¿Mi vida iba a ser así? ¿Cada día durmiendo en un cuarto diferente? ¿Huyendo? Todo porque la gente del cielo está buscando algo que posiblemente no tenemos.Miré las llaves. Eso solía calmarme. Pero ya no.A mi cabeza vinieron imágenes. Una gran bola en llamas caía desde otra parte del universo a la tierra. Cuando impactó en medio del bosque abrí los ojos de nuevo.Tenía suficiente con las pesadillas, pero ahora estas venían incluso despierta. Esta situación me estaba cansando.
Una corriente me dio la bienvenida cuando crucé el portal al reino de los espíritus. Estábamos en el pico de una montaña. Una persona nos esperaba cerca del borde de donde estábamos.La joven frente a nosotros era una mujer de pelo oscuro como la noche y unos ojos verdes pero fríos. Su rostro solo mostraba seriedad y rudeza. Mostraba una armadura sencilla, con una pechera de un mineral de color verde sobre el torso. Sobre los hombros dos piezas metálicas lo cubrían junto a otra que cubria su cuello. Sobre la espinilla llevaba unas piezas que le cubrían, la cual está unido a la zona posterior del tobillo. En su cintura portaba dos armas, una era un chulli y la otra era una espada.Su cuerpo menudo nos daba sombra con dos alas blancas, como la nieve. A simple
Kaylee y Lily me sonrieron desde sus puestos. Al lado de la pequeña bruja estaba su tío que también me saludaba con su cabeza.Una mujer representaba a los ángeles e iba vestida con una túnica blanca que le llegaba al suelo. La mujer se levantó, su cabello dorado brillaba con la luz que entraba por la ventana que tenía detrás de ella y sus ojos, fríos como el hielo, eran marrones.—Infórmanos de la situación, Portadora—me dijo. Su tono de voz era fría.Miré a todos los que estaban, mi labio tembló y caminé para disipar los nervios. O también para que no se percatasen de ellos.—Jefes de sus re
Cada uno fue saliendo poco a poco, dejando la sala media vacía. Estaba muy cansada y tener que imponerme delante de ellos sin derrumbarme, agotó la poca energía que me quedaba.Sonreí a Ahfa por enésima vez por apoyarme, cuando salió el último. Sabía que mi idea era muy rebuscado, pero las guerras que estamos sufriendo los humanos me ha enseñado eso, que responder a los ataques no iba a beneficiar a nadie.Estaba sentada en un escalón en la Sala del Consejo hasta que unos brazos menudos me abrazaron. Lily se puso delante mía y me sonrió. Acepté su abrazo con ganas, ya que eso era lo único que echaba de menos, el contacto humano.—Gracias por ayudarme—le digo. Todos los ángeles salían todos los días en busca de pistas sobre el paradero de la gente del cielo. Yo sólo pasé dos semanas practicando mi magia. Pasando por feas pesadillas donde luego no podía dormir una vez que me despertaba a medianoche.Leer me ayudaba mucho a pasar esas noches en las que no podía conciliar el sueño. Sumergirme en esos libros tan interesantes sobre los reinos, me ayudaba a sobrellevar este trabajo.Will me acompañaba la mayoría de las noches, el resto se las pasaba durmiendo en mi regazo. No sé cómo sobrevivía con esas pocas horas de sueño, la verdad es que a día de hoy me lo pregunto.Aquella mañana, si me vencía el sueño. Mis ojos se cerraban automatiCapítulo 6
Esa misma tarde, después de almorzar me quedé mirando la taza con el té que habia dejado en la mesita de noche.Mi nueva habitación poseía una cama grande de uno treinta donde podía tumbarme muy a gusto. Las almohadas eran muy blandas, seguramente de algodón. Las sábanas eran tan suaves que me recordaban a las que tenía mi abuela. También poseía un sofá donde solía leer y un pequeño escritorios que se había adueñado Will.Solo tenía un pequeño equipaje que constaba con una cesta para llevar a Will y el abrigo que me dio Sasha antes de salir del reino de las brujas. Solo tenía dos pantalones y tres camisas con las que me apañaba y guardaba en una mochila de tela vaquera.Volví