—Tú —dijo el hombre con sorpresa, sin poder procesar del todo la inesperada presencia que se había materializado en su habitación de hospital.—Sí, yo —repuso Natalia con sarcasmo, porque ciertamente tampoco se esperaba que se encontrara años después, visitando a Roberto, pero para bien o para mal, ambos seguían manteniendo un lazo que los uniría por siempre y ese era sus hijos.—¿Qué haces aquí?—Los chicos no quieren verte —le dijo lo que ya resultaba bastante obvio, luego de tantos años de vivir ignorándolo.Roberto hizo una mueca y miró hacia la ventana.No necesitaba la lástima de Natalia. Eso estaba bastante claro.Luego de años encerrados en una cárcel, su corazón se había endurecido mucho al principio, había odiado con fervor a la madre de sus hijos y había odiado con fervor a Fabián, había culpado a todo el mundo de su infortunio, a todo el mundo menos a él: el principal culpable en realidad.Pero ciertamente encerrado en esas cuatro paredes, terminó reflexionando más profund
Luego del encuentro con Nicolás, Jade no quiso irse inmediatamente a su casa. Así que salió de la universidad y se dirigió al centro comercial más cercano, donde caminó sin rumbo por varias horas. Era de noche cuando regresó a la mansión Meier. Todo estaba en penumbra, notó la joven cuando cruzó la puerta de entrada. No logró visualizar a ninguno de los empleados del servicio, pero esto no le preocupó en lo absoluto, ya que, era algo habitual que Adriel los despechara temprano. La casa, la mayoría del tiempo, estaba sola para los dos...Jade sintió un estremecimiento de anticipación al darse cuenta de lo que esto significaba.Se imaginó participando en varias escenas candentes, todas ellas la implicaban a ella y a su esposo en posiciones muy comprometedoras, mientras disfrutaban de la pasión que embargaba sus cuerpos. La chica se mordió el labio inferior y se apresuró a subir las escaleras. Necesitaba darse un baño y estar completamente lista para cuando Adriel llegara de la ofici
Jade no sabía qué decir, lo único que hacía era llorar sin poder detenerse. En toda su vida jamás le habían levantado la mano, pero ahora Adriel acababa de pegarle y dolía, dolía demasiado. Pero no le dolía tanto el golpe en sí, sino el gesto, el simple hecho de que desconfiara de ella, de haberla condenado sin atreverse a escuchar su versión antes. —¡¿Desde cuándo?! ¡¿Desde cuándo estás viéndome la cara de estúpido?! —siguió gritando, completamente enfurecido. Y ella entendió que tratar de defenderse no tenía sentido.—¿Entonces no dirás nada? —la encaró, mirándola con aquellos ojos desquiciados. Jade bajó la mirada y negó con la cabeza. Su esposo soltó una maldición entre dientes y por un momento temió que fuera a seguir lastimándola, pero en lugar de eso, simplemente la esquivó y salió de la habitación, cerrando la puerta de un fuerte y sonoro portazo.Adriel salió de la casa completamente fuera de sí. Sus ojos no lograban enfocar absolutamente nada, todo lo que veía era rojo.
Jade se quedó inmóvil en el suelo por largo rato, su cuerpo se sentía agarrotado y las lágrimas habían dejado de fluir, pero el dolor en su corazón seguía siendo persistente.¿Qué haría? Estaba segura de que su familia no la había criado para soportar este tipo de maltrato.En parte entendía que Adriel pudiera estar molesto, era capaz de comprender eso, ¿pero pegarle? Eso sí, no lo aceptaría bajo ninguna circunstancia.La joven decidió que era momento de ponerse de pie, se daría un baño y luego pensaría qué hacer. Caminó entonces con lentitud hasta llegar al lavamanos, se miró en el espejo y comprobó que los dedos de su esposo estaban marcados en la piel de su rostro como la representación de una pintura cruel.Se mordió el labio inferior y se acarició la zona afectada, comprobando que apenas y le dolía. Jade sacudió la cabeza y decidió que se daría una ducha, de pronto se sentía demasiado cansada y solamente ansiaba dormir. Quizás el sueño podría llevarse todos sus males por un mom
—Cariño, ¿cuándo volveremos a verte? —la tristeza en la voz de la mujer no pudo ser ocultada.—Pronto. Ya sabes cómo es esto, Natalia —explicó el hombre con fastidio, aparentemente aburrido de dar siempre las mismas explicaciones—. Son negocios. Debo ir y venir para asegurarme de que todo marche bien. Pero no te preocupes, estaré en casa en un mes, ¿está bien?Una caricia llegó a la mejilla derecha de la joven y rápidamente se dejó envolver como un gatito perezoso, ronroneando ante su delicado gesto. —Los niños y yo te extrañaremos mucho —su mirada estaba llena de devoción, mientras veía al hombre que amaba a punto de partir. —Y yo los extrañaré a ellos. Ambos padres se giraron para divisar el trío de camas. Sus pequeños dormían plácidamente, ajenos a la realidad de que su padre estaba a punto de irse nuevamente.—Ellos sufren mucho siempre que te vas —comentó Natalia, testigo principal de la desilusión que embargaba a sus pequeños cada vez que tenían que despertarse para encontrar
Aleja había sido su principal cómplice en todo esto. La sostuvo de la mano y le dio palabras de aliento en el momento en que sintió que no podía más. Ahora era esa misma mujer, quien cuidaba de sus hijos, mientras ella, con un vestido negro, se dirigía al lugar donde sería llevada a cabo aquella boda. Natalia sentía que se ahogaba con cada paso que daba, el aire parecía no circular bien a sus pulmones, pero sabía que, esto era un mal necesario. Si ella sufría, lo justo era que Roberto Buendía sufriera también. Al llegar a la iglesia no pudo hacer otra cosa que maravillarse. Era justo como siempre había soñado casarse, la diferencia era que tanto lujo y opulencia iban dirigidos a alguien más. Aun así, no pudo evitar admirar la arquitectura gótica de la catedral, el arco de flores que adornaba ambos lados de la entrada. Rosas blancas y peonias se entrelazaban con cintas doradas. Una alfombra roja se extendía desde la entrada hasta el altar y pudo imaginar a la hermosa novia siend
Natalia se fue de la iglesia con el corazón deshecho.Una lluvia torrencial empapó su vestido negro, haciendo que la tela se le adhiriera al cuerpo, mientras sus extremidades no paraban de temblar producto del intenso frío.No tenía idea de dónde estaba. Llevaba minutos caminando sin parar y sin rumbo fijo.Lo único que quería era alejarse lo más posible de aquel dolor que la consumía por dentro, la realidad de saber que no significaba nada en la vida de Roberto.Ahora estaba sola. Con tres niños.Se sentó en la parada de autobús a esperar el transporte público.Lo único que deseaba era que aquel día espantoso terminara y pudiera estar de vuelta con sus niños. Abrazarlos y estrecharlos contra su pecho, para ver si el dolor mermaba, aunque sea por un momento.De repente, un auto se detuvo frente a sus ojos, haciendo que el agua que llenaba las calles se alzara y la salpicara completamente.Natalia sintió una enorme ira invadirla al instante. Esto era lo último que le faltaba.Se levant
—Pero ¿cómo es eso de que vas a casarte? —se horrorizó Aleja, mientras Natalia la colocaba al día de todo lo que había sucedido en la boda de Roberto. —Lo sé, es una locura. Pero es tarde para retractarme. Ya le había dado su palabra a ese hombre y seguramente no le sentaría nada bien una negativa. Además, su propuesta había sido razonable. Aunque seguía sin saber cuáles eran las motivaciones de aquel extraño. Evidentemente quería vengarse… ¿Pero qué era tan importante? —¿Y cómo piensas decírselo a los niños? —No lo sé —se sentó sobre la cama, preocupada—. Todo está cambiando demasiado rápido. Siento que será mucho para ellos. —Seguramente sí —reflexionó su compañera—. Tan solo tienen cuatro años. Aunque debo admitir que son muy inteligentes. Natalia sintió su corazón arrugarse al pensar en sus pequeños, todos confundidos y angustiados cuando le dijera que no volverían a ver a su padre. —¿Crees que Roberto no vuelva a buscarte? —Yo espero que no —dijo con resentimiento al reco