Luego del encuentro con Nicolás, Jade no quiso irse inmediatamente a su casa. Así que salió de la universidad y se dirigió al centro comercial más cercano, donde caminó sin rumbo por varias horas. Era de noche cuando regresó a la mansión Meier. Todo estaba en penumbra, notó la joven cuando cruzó la puerta de entrada. No logró visualizar a ninguno de los empleados del servicio, pero esto no le preocupó en lo absoluto, ya que, era algo habitual que Adriel los despechara temprano. La casa, la mayoría del tiempo, estaba sola para los dos...Jade sintió un estremecimiento de anticipación al darse cuenta de lo que esto significaba.Se imaginó participando en varias escenas candentes, todas ellas la implicaban a ella y a su esposo en posiciones muy comprometedoras, mientras disfrutaban de la pasión que embargaba sus cuerpos. La chica se mordió el labio inferior y se apresuró a subir las escaleras. Necesitaba darse un baño y estar completamente lista para cuando Adriel llegara de la ofici
Jade no sabía qué decir, lo único que hacía era llorar sin poder detenerse. En toda su vida jamás le habían levantado la mano, pero ahora Adriel acababa de pegarle y dolía, dolía demasiado. Pero no le dolía tanto el golpe en sí, sino el gesto, el simple hecho de que desconfiara de ella, de haberla condenado sin atreverse a escuchar su versión antes. —¡¿Desde cuándo?! ¡¿Desde cuándo estás viéndome la cara de estúpido?! —siguió gritando, completamente enfurecido. Y ella entendió que tratar de defenderse no tenía sentido.—¿Entonces no dirás nada? —la encaró, mirándola con aquellos ojos desquiciados. Jade bajó la mirada y negó con la cabeza. Su esposo soltó una maldición entre dientes y por un momento temió que fuera a seguir lastimándola, pero en lugar de eso, simplemente la esquivó y salió de la habitación, cerrando la puerta de un fuerte y sonoro portazo.Adriel salió de la casa completamente fuera de sí. Sus ojos no lograban enfocar absolutamente nada, todo lo que veía era rojo.
Jade se quedó inmóvil en el suelo por largo rato, su cuerpo se sentía agarrotado y las lágrimas habían dejado de fluir, pero el dolor en su corazón seguía siendo persistente.¿Qué haría? Estaba segura de que su familia no la había criado para soportar este tipo de maltrato.En parte entendía que Adriel pudiera estar molesto, era capaz de comprender eso, ¿pero pegarle? Eso sí, no lo aceptaría bajo ninguna circunstancia.La joven decidió que era momento de ponerse de pie, se daría un baño y luego pensaría qué hacer. Caminó entonces con lentitud hasta llegar al lavamanos, se miró en el espejo y comprobó que los dedos de su esposo estaban marcados en la piel de su rostro como la representación de una pintura cruel.Se mordió el labio inferior y se acarició la zona afectada, comprobando que apenas y le dolía. Jade sacudió la cabeza y decidió que se daría una ducha, de pronto se sentía demasiado cansada y solamente ansiaba dormir. Quizás el sueño podría llevarse todos sus males por un mom
Jade tenía dos opciones: número uno, decirle a Adriel que estaba embarazada o, número dos, actuar como una chiquilla inmadura y llevarse esa verdad consigo. Se había estado inclinando mucho por la última opción en esa última hora, pero sabía que su madre no había criado a una cobarde y que lo más sensato era dejar las cosas claras entre ellos antes de decir adiós.Indudablemente, no podía seguir adelante con este matrimonio, pero eso no implicaba que no le permitiría a Adriel ser un padre presente en la vida de su hijo.Así que eso fue lo que la motivó a alistarse y salir con dirección a la empresa de su marido. Llevaban varios meses de matrimonio y recién comprobó que aquella era la primera vez que colocaba un pie en la empresa Meier. No tenía idea de si los trabajadores la reconocerían como la esposa del jefe, pero aquí estaba, de todos modos, esperando que no le impidieran el acceso.—Hola —le sonrió a la recepcionista con una de sus cálidas sonrisas. En realidad, no estaba de h
—¿Qué dijiste? —preguntó Adriel con una expresión de incredulidad marcada en toda la cara.Era evidente que no había esperado escuchar una petición como esa de su parte, pero no le importaba, no pensaba retractarse. La decisión estaba tomada. Quería el divorcio y eso era un hecho definitivo. Nada ni nadie le haría cambiar de opinión. —Lo que escuchaste, Adriel. Quiero el divorcio —repitió con altanería, alzando la voz para que así aquella insulsa secretaria la escuchara bien. Ella no era una mujer que estaba dispuesta a aceptar que su marido le fuera infiel. Sabía muy bien lo que valía y lo que quería en la vida, y el respeto, eso era lo mínimo que esperaba.Su marido la tomó del brazo bruscamente y la jaló hacia el interior de la oficina, quizás, renuente a permitir que armara un escándalo. Jade se removió con furia en medio de su agarre, mientras Adriel la soltaba y daba un paso atrás, comprendiendo que su tacto no era bien recibido por su esposa. Y desde luego que no lo sería,
Esa misma noche, Jade hizo su maleta y se dirigió a la casa de su madre, quien, en un inicio, se mostró bastante sorprendida, pero luego únicamente la abrazó como si acabara de recuperar a su hija perdida.—Jade —gimió Natalia y las dos se quedaron así, juntas, apretándose fuertemente la una a la otra, mientras lloraban—. ¿Qué pasó? ¿Dime qué pasó?—Nada, mamá —negó Jade, mientras derramaba más lágrimas. Pero era evidente que algo le sucedía, así que su madre insistió un poco más. —No mientas —le regañó alejándose un poco para verla directamente a la cara—. De no ser nada, entonces no estarías aquí, en la puerta de nuestra casa, con una maleta y cubierta de tantas lágrimas. ¿Dime qué te hizo Adriel? ¡Dímelo ya! —le apremio, sintiendo un fuerte impulso de defender a su hija de quien sea. No le importaba si la persona en cuestión era el hijo de una de sus amistades, ni mucho menos si lo había considerado también como un hijo durante años. Si Adriel le hacía daño a Jade, entonces lo pag
—Cariño, ¿cuándo volveremos a verte? —la tristeza en la voz de la mujer no pudo ser ocultada.—Pronto. Ya sabes cómo es esto, Natalia —explicó el hombre con fastidio, aparentemente aburrido de dar siempre las mismas explicaciones—. Son negocios. Debo ir y venir para asegurarme de que todo marche bien. Pero no te preocupes, estaré en casa en un mes, ¿está bien?Una caricia llegó a la mejilla derecha de la joven y rápidamente se dejó envolver como un gatito perezoso, ronroneando ante su delicado gesto. —Los niños y yo te extrañaremos mucho —su mirada estaba llena de devoción, mientras veía al hombre que amaba a punto de partir. —Y yo los extrañaré a ellos. Ambos padres se giraron para divisar el trío de camas. Sus pequeños dormían plácidamente, ajenos a la realidad de que su padre estaba a punto de irse nuevamente.—Ellos sufren mucho siempre que te vas —comentó Natalia, testigo principal de la desilusión que embargaba a sus pequeños cada vez que tenían que despertarse para encontrar
Aleja había sido su principal cómplice en todo esto. La sostuvo de la mano y le dio palabras de aliento en el momento en que sintió que no podía más. Ahora era esa misma mujer, quien cuidaba de sus hijos, mientras ella, con un vestido negro, se dirigía al lugar donde sería llevada a cabo aquella boda. Natalia sentía que se ahogaba con cada paso que daba, el aire parecía no circular bien a sus pulmones, pero sabía que, esto era un mal necesario. Si ella sufría, lo justo era que Roberto Buendía sufriera también. Al llegar a la iglesia no pudo hacer otra cosa que maravillarse. Era justo como siempre había soñado casarse, la diferencia era que tanto lujo y opulencia iban dirigidos a alguien más. Aun así, no pudo evitar admirar la arquitectura gótica de la catedral, el arco de flores que adornaba ambos lados de la entrada. Rosas blancas y peonias se entrelazaban con cintas doradas. Una alfombra roja se extendía desde la entrada hasta el altar y pudo imaginar a la hermosa novia siend