Irónicamente, habían consumido los votos que esperaba el resto que consumieran. Luego de eso, la relación entre los dos se volvió mucho más suelta que antes. Ninguno tenía miedo de expresar el agrado que tenía con el otro, ni tenían miedo de que un beso causara una distancia helada otra vez.Todo estaba bien, relajado, excepto por... Ciabel.Ciabel estaba extraña y Damián no lograba dimensionar la razón. A veces, después de darle un beso, todo se detenía, lo observaba con una sonrisa a modo de disculpa y se retiraba de la habitación.Algo estaba pasando y se escapaba de sus narices, pero cuando se lo preguntaba, no respondía. Decía que era un problema suyo y que no lo quería involucrar. No insistía mucho, ya que cuando hacía preguntas la única respuesta de la pelinegra era ponerse evasiva, nerviosa o callada. Llegó a pensar que se trataba de él mismo, que había hecho algo mal, mas cuando se acercaban el deseo sí que parecía mucho. El cariño no lucía falso. Intentaba no pensar en es
Ni siquiera ella misma podía entender la razón de sus acciones. Simplemente un día se cansó y deseó desaparecer. Así como se escuchaba. Solo estaba harta de tener que ser una sobreviviente y lo había querido, por un instante lo intentó y terminó en el hospital por ello.Gracias al cielo ningún reportero estaba enterado de la situación, aunque estaba segura de que pronto iban a intuirlo y entonces le tocaría tener que soportar otra ronda de opiniones absurdas.Lo que no le había dicho a Damián era que odiaba, dios realmente odiaba la manera en la que lo que los demás decían le afectaba. Eso le recordaba a sus padres, a su crianza, a la manera en la que la mente de ambos funcionaba y a la forma en la que le enseñaron a pensar. Había dejado atrás buscar complacer a todos, si lo hacía, era porque era parte del trato. Ya no lo soportaba.Así que respiró hondo, dispuesta a tolerar las consecuencias y por fin dijo lo que realmente tenía que decir.—Estar expuesta constantemente a las crítica
Miedo. Miedo, mucho miedo. Horror. Frío. Dolor. Esas eran las sensaciones que la atravesaron al estar otra vez en la cabeza de su yo adolescente. Al estar ahí, con la vista fija en el espejo, helada. Cuando se abrió la puerta todo lo que pudo pensar era en correr. Excepto que, si lo hacía, todo sería diez veces peor al volver, ya fuera obligada por un policía o por su cuenta, puesto que muy lejos no llegaría sin un sustento económico que la ayudase.Vio a su padre, alto, con una camisa desarreglada, ojeroso, despeinado. El olor a alcohol atravesó su nariz y quiso vomitar. Siempre quería hacer eso cada vez que él estaba cerca, puesto que su cercanía era sinónimo de todas esas cosas que la estaban atravesando en ese momento. Jamás había sentido ese nivel de asco hacia una persona, ese terror, no como en ese momento. Lo peor de todo era que su madre probablemente estaría igual o peor recostada en alguna habitación. Que no le importaba ni en lo más mínimo aquello de lo que él podía ser
Abrió la puerta con el ceño fruncido. Estaba demasiado confundido procesando la información como para recibir a su mejor amigo de una forma diferente. Sonrió un poco divertido al verlos.El pelirrojo mayor llevaba en sus brazos al pequeño Ciro. Verlos de cerca daba un poco de impresión debido al parecido y una pizca de envidia apareció en el fondo de su ser. Estaba un poco celoso, sí, de Ciro y de Ciabel. Se hizo a un lado para que entren.—¿Ciabel ya llegó? —preguntó tranquilo.—Hola a ti también, yo estoy bien —ironizó. Miró hacia el pequeño. Le dio una sonrisa amplia y sincera—. Hola campeón. Ya te extrañaba. Él le devolvió la sonrisa y rio bajo.—Hola, Dam. ¿Mamá?Ese era su apodo. La primera vez que le dirigió la palabra quiso gritar de euforia. Estaba contento de tener su confianza. Después de todo, lo quería demasiado. Tanto como a un padre a un hijo, cosa que Logan hubiera dicho que era algo preocupante, pero tenía la impresión de que el tío fatal tenía el mismo sentimiento
Dejarla en paz. En resumen, según su madre, eso era lo que tenía que hacer si lo que quería era que estuviera mejor. Que tuviera una vida normal. No podía hacer tal cosa, no sin sentirse una mierda de persona. Ese era el único trabajo que Ciabel tenía que podía brindarle comodidad, puesto que estar fuera significaba arriesgarse a que los hombres de Víctor la busquen.No quería dejarla sola, tampoco. Empero, dudaba que su presencia fuera más útil que su ausencia y odiaba, dios, odiaba ese hecho. De que estaría mucho mejor sin él.Acababan de casarse. No podía simplemente divorciarse, eso haría que otra vez la prensa volviera a estar encima de ella para entender la razón del divorcio. No podía borrarse de la vida de la pelinegra así como así. La quería, estaba... estaba enamorándose de ella de una forma que nunca había vivido antes, con ninguna persona. Sencillamente, resignado, pasó el resto del día en el trabajo haciendo cosas de oficina como un secretario (literalmente le pidió arc
Arrugó las cejas.—¿De verdad estás desconfiando de tu mejor amigo? —preguntó en voz baja.Soltó una risa y se refregó la cara. Se acercó y se apoyó contra la pared por un momento y se cruzó de brazos.—Bueno, ya he dejado claro que no me gusta que sean tan cercanos. Te lo he dicho. No se trata de desconfianza, se trata de límites, Cia. A ti no te gustaría que me acerque de esa forma a Celene o a Clarissa cuando me has especificado que no lo hiciera.Parpadeó. Alzó sus dos cejas.—¿Qué? Nunca me dijiste tal cosa, al menos no en un tono que no sugiriera que estabas bromeando. Me parece que tienes que revisar un poco la manera en la que me pides las cosas.Respiró hondo.—Pues no me gusta que sean tan cercanos. Da igual si es mi mejor amigo, prefiero que mantengan una distancia que no me haga creer que cuando yo me voy, él viene a consolarte. Hizo una mueca al escucharlo. Le resultaba un poco bastante difícil de comprender.—No haría algo como eso —dijo en voz baja. Suspiró, frustrado
Esa semana fue una de las primeras y escasas veces en las que el magnate Phoenix pidió vacaciones. Mostraba respeto a su propia empresa. Todo el mundo sabía que se esforzaba más que nadie, así que cuando se enteraron de sus vacaciones se llevaron una enorme sorpresa, incluida Ciabel cuando al despertar de su siesta se lo encontró en la puerta de la habitación con un ramo de rosas. Esa semana ninguno de los dos salió más que para dar paseos en zonas en las que los paparazzis no entraban, o al menos, no los encontrarían sencillamente.En cuanto al tema de sus recuerdos, no volvió a aparecer ninguno y había procurado esa vez no pensar demasiado en lo que había memorizado y permanecería atenta al próximo recuerdo que la ataque.Ciabel, sin embargo, no podía evitar sentirse inquieta. Damián estaba extraño y probablemente tenía que ver con ella y todos los problemas que había ido teniendo desde que se casaron. Pues se notaba que no podía estar en paz nunca, siempre encontraba un problema d
No tenía ni idea de a quién llamar, pero no permanecería ni un día más en esa casa. No podía soportarlo.Era algo absurdo, pero no podía dejar de sentirse usada y desechada. Ella había propuesto todo, pero ¿por qué se sentía así? Había confiado de más, ese era el problema y era algo que no volvería a repetirse durante un buen tiempo, para ser honesta. Estaba cansada. No lloró, se juró a sí misma que iba a soltar más lágrimas de las que se le habían escapado mientras estaban discutiendo.No iba a darle la satisfacción de saber que realmente había importado en su vida. Estaba tan furiosa que no midió sus actos. Lo hizo para lastimar, aunque probablemente se arrepentiría luego. Iba a quedar como una maldita interesada, pero ¿qué importaba? De todas formas su reputación iba a irse por el caño y no era sus padres.Iba a destruir su propia fama si era necesario para demostrarlo.Así que cuando estuvo acostada y su respiración se calmó, lo llamó. —¿Diga? —preguntó ronco. Probablemente es