Fue la cena más incómoda que había tenido en mucho tiempo. Ninguno de los dos había dicho palabra alguna y se concentró en alimentar a Ciro para evitar que hiciera un enchastre con la comida. Así que durante unos treinta minutos ninguno habló y estuvieron sumidos en un silencio solo interrumpido por el sonido de los cubiertos. Tenían muchas cosas que discutir, pese a que estaban demasiado agotados como para formular demasiadas oraciones.Cuando el niño bostezó estuvo a punto de levantarse y marcharse, pero él la veía como si quisiera decirle algo. Lo cierto era que aún tenían muchas cosas de las que hablar, así que solo lo llevó al salón y lo recostó en el sillón lo más cómodo posible. Al volver al comedor los platos ya no estaban sobre la mesa. Un hombre alto y castaño estaba pasando un trapo sobre esta y lo vio. Vaya que lo vio. Era atractivo y cada uno de sus movimientos le resultaban hipnotizantes.Sus mejillas se tiñeron de rojo.—Déjame limpiar.—No te preocupes. ¿Te quedas pa
Sí, tenía muchísimas ganas de gritarle todas las verdades en la cara. Pero incluso con ella, se negaba a comportarse como un neardental y tratarla mal. El problema era que era terriblemente malo fingiendo. No podía pretender que nada había pasado entre ellos cuando había convertido su vida en un infierno y la mujer ni siquiera era capaz de rememorar lo sucedido. Estaba siendo absurdo. No podía pretender que se diera cuenta por sí sola y no decirle nada, para después esperar una reacción o algo de su parte. Verla enojada era satisfactorio. No era lindo ni bueno, pero cuando la vio caminar fuera del comedor y la siguió, se arrepintió de haber abierto su boca. La mujer ya parecía lo suficientemente estresada con toda la situacion como para tener que lidiar también con un sujeto inmaduro.Estaba frustrado. Una parte de él no solo necesitaba, sino que anhelaba tener esa conversación de lo que había sucedido años atrás. No se atrevía a hacerlo, a mostrarse vulnerable nuevamente. Hace much
A pesar de haber crecido en una casa con todas las comodidades posibles y después haberse mudado a una de las mejores mansiones que había conocido, no pudo evitar sentirse tremendamente fuera de lugar en ese cuarto elegante. No supo en qué momento se había quedado dormida abrazada a Ciro, pero abrió los ojos en cuanto la luz del sol que entraba y atravesaba las cortinas blancas fue demasiado para soportar y seguir durmiendo. El cobertor era cómodo, el sommier en sí lo era. Vio al pequeño dormir estirado y roncando. Sonrió divertida y se sentó con cuidado. Por fortuna, tenía el sueño tan pesado que no se despertaba con simples ruidos o movimientos, a diferencia de ella. La alarma avisaba que eran cerca de las nueve de la mañana, así que aprovechó para darse un baño, cambiarse y ponerse la ropa de allí. Encontró una camisa y unos pantalones cargo. Eso sería lo suficientemente elegante para ver a un abogado a los ojos sin sentirse pequeña. No había maquillaje y no recordaba la última
En cuanto se dio cuenta del peso de las palabras que había dejado escapar de su boca frente al hombre que la estaba ayudando y que la había perdonado y, peor aún, también delante de Ciro, cerró los ojos con pesadez.—Lo lamento. No sé qué digo, yo...—Comprendo lo que dices —interrumpió el empresario con frialdad—. Entiendo a lo que vas, cuál es tu cometido y si así es como quieres seguir... lo entiendo. No estoy de acuerdo, podría ser diferente, pero si quieres distancia, no voy a obligarte a que te caiga bien.Con la vista clavada en la isla de la cocina, dio un pequeño asentimiento haciéndole saber que lo había comprendido. Luego, se fijó en su hijo pequeño, quien estaba absorto en la comida. Tal vez era culpa suya que estuviera más callado que de costumbre y no del todo por estar en la casa de un extraño, pese a que estaba segura de que eso sumaba en cierta medida la timidez del pequeño. Era posible que tuviera más que ver con el hecho de que la veía más tensa y estresada de lo n
Ciabel era el tipo de persona a la que si le decían que estaba a punto de llover, incluso si le mostraba el pronóstico del tiempo, solo lo creería si veía las gotas cayendo del cielo. Por eso, confiar en que Damián no fuera a retractarse después de saber por qué en realidad necesitaba tanto un contrato de matrimonio falso, resultaba realmente difícil.No estaba lista para decírselo. Igualmente, los gestos del abogado, sus ojos más abiertos de lo normal, eran casi una pregunta indirecta: ¿Cuánto iba a decirle? Porque tenía que hacerlo. Sabía que en los contratos debía haber un consentimiento y esto era ir más allá del sí o del no. También era que se supiera todo lo que necesitaba saberse.—Me estaba mostrando un tatuaje. Muy lindo, por cierto —respondió con indiferencia su ex cuñado. Arrugó la frente—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Y el niño?—Está quieto en el columpio. No quiere hablarme y no quiero molestarlo. —Se cruzó de brazos.—Aún no terminamos —aclaró el pelirrojo con diversión—.
—¿Y eso que quieres es...? —inquirió el castaño siguiendo el juego de su amigo. No le gustaba el misterio. Tenía tan poca paciencia para esas cosas. Y Logan, Logan utilizaba el suspenso para molestarlo. Sabía que lo hacía y para colmo lo disfrutaba.El pelirrojo amplió una sonrisa mirándolos. Sin embargo, en el momento justo en el que iba a darles a ambos explicaciones detalladas, una baja y aguda voz dijo:—¡Ma! El abogado vio cómo Ciabel sonreía. Su rostro se iluminó como nunca en ningún momento desde que había llegado e irrumpido en el desayuno de los tres. Ver esos moretones y ese rostro de agotamiento le dio náuseas. No por ella, obviamente, sino por la clase de familia que tenía y la razón por la que no se llevaba bien con ellos. Pasaban por encima de cualquiera, porque no les tenían miedo a las consecuencias. Su hermano había sido criado así, pero eso no lo justificaba de ninguna manera. Él también lo fue y salió diferente. No violaba la ley, más bien era bueno cuando la nec
Damián le estaba pidiendo que se quede. Incluso cuando no habían firmado todavía y después de que ella tuviera la osadía de decirle que lo odiaba. Nuevamente se sintió acorralada. Necesitaba tiempo a solas y pensar, procesar todo lo que estaba pasando. No eran cambios al azar. Pasaría de estar escondida a estar expuesta públicamente, con todo lo que eso implicaba. Dejaría de vivir en su pequeña casa adornada como podía, y en la que no había nada para Ciro salvo algunos juguetes que le regaló la vecina y que anteriormente eran de sus hijos, para irse a la mansión más famosa del barrio afamado de Red House. Decir que la mudanza era precipitada era un eufemismo más grande que las montañas que estaban cerca. Pero Ciabel tenía una debilidad: Ciro. Él nunca se había puesto tan triste de irse como en ese momento. Le gustaba estar ahí, porque podía divertirse en un lugar calmado, lindo, limpio, lejos de ruido y de personas que incomodaban. Bajaría el cielo por su bebé, así que, después de
Él nunca se comportaba así. Tenía la sensación de que mientras Ciabel y Ciro jugaban en la sala y se escuchaban sus carcajadas, estaba perdiendo la cabeza. En la cocina, siendo ayudado por Dexter, el cocinero, observó fijamente la comida que había preparado. —¿Estás seguro de que está bien? —Giró a mirar al hombre.Este sonrió con diversión. Los empleados estaban extrañados por la situación y un tanto divertidos por el nuevo e interesante comportamiento del jefe. Si bien solía tener arrebatos de independencia ocasionalmente, esta vez se tomó tan en serio su trabajo que inclusive llevaba un delantal.—Se ve estupendo, señor Phoenix —respondió el joven cocinero con amabilidad—. No tengo dudas de que a la señorita le va a gustar.Volvió la vista a los platos con espaguetis perfectamente ordenados y también al plato para niños que tenía una sopa. Ambas comidas las había preparado él mismo, bajo la vigilancia de un especialista. Era minucioso hasta en eso.Ya habían pasado unas cuantas h