Víctor Gray había tenido el descaro de irrumpir en su oficina. Se fue tan pronto le notificaron que estaba allí. Decía tener asuntos pendientes y para su desgracia, conocía al chico casi tanto como a su hermano mayor: Logan. Olía a alcohol y estaba hablando incoherencias, decía su asistente.Así que se fue antes de tiempo a trabajar y del enojo que sentía, olvidó hasta despedirse de Ciro y Ciabel. Lo recordó ya en el auto, camino al trabajo. Ni siquiera tenía su número telefónico para avisarle que no regresaría. Le pidió a su mucama que le avisara. Igualmente, se sentía culpable por hacerla comer sola, no supo por qué.Una vez llegó, entró a zancadas. El aire acondicionado lo golpeó de lleno. Por un momento todos dejaron de hacer lo que hacían para verlo dirigirse a su oficina, que estaba en el último piso del edificio. Lo cierto era que nada quedaba del tipo paciente con el que trataba la pelinegra. Su mirada se había oscurecido: lo estaba molestando un tipo que, honestamente, le caía
Su día definitivamente no salió para nada como lo había planeado. Hizo que los de seguridad se llevaran al pelirrojo fuera de sus instalaciones y se sentó en su escritorio. Respiró hondo.Ciabel era una caja de sorpresas. No la podía imaginar con alguien como Víctor. Al menos no en la actualidad. Recordaba que le encantaba ser tratada como la reina que era y ese tipo trataba a los demás como si no fueran nada y estuviera por encima de todos ellos. De todas formas, si lo ponía en comparación con la pareja que ella solía tener en la escuela, encontraba bastantes puntos en común. Quizás era un patrón. Se pasó la mano por la cara y gruñó por lo bajo, agotado por la situación. Podía con eso, lo que no significaba que fuera agradable de digerir. Ahora entendía un poco más la razón del enojo de la pelinegra. "Me expusiste en televisión nacional" había dicho. No fue hasta entonces que se dio cuenta del peso que cargaban aquellas palabras.—Ah, querida Cia ¿Por qué no me has contado algo
Por la mente de Ciabel pasaron muchas cosas, como, por ejemplo, todos y cada uno de los errores que había cometido desde que decidió irse de su hogar. Entre estos, el más importante: tenía acreedores que la perseguían por una deuda que no era suya. Ah, y también un ex furioso, padre de Ciro e hijo de la familia más renombrada de abogados.Mientras que en el cerebro de Damián había dos puntos esenciales: en serio esperaba que lo que él quería que le dijera y lo que ella quería decirle fuese lo mismo. No tenía deseos de enterarse de más sorpresas. A esas alturas, empezaría a tener canas, lo que arruinaría su reputación como el empresario exitoso más joven. Además, la mujer había estado durmiendo en el sillón porque lo estaba esperando. Sí, para hablar, pero lo esperaba. Incluso cansada, ahí estaba.Damián la miró a los ojos como si fuera una criatura de otro planeta. —¿Por qué no pasamos por un café a la cocina? —Rompió el hielo.Dudó y asintió.—Acepto, pero tú tienes comida en la hel
Verla débil, vulnerable, tartamudeando y aguantando llorar era una cosa que jamás había deseado y ahora que la vio, luego de admirar lo determinada y sagaz que era y esa sonrisa de astucia que solía soltar cuando sabía que tenía la razón, tuvo deseos de correr a abrazarla.Se puso de pie, pero no sabía qué hacer. En ese momento sintió que podía dar un gran paso en falso. La chica era como un pájaro o un gato sin domesticar, arisco, y parecía que con una mínima señal de peligro atacaba o huía.Pensó en el pelirrojo, en el culpable. Víctor. Víctor. Víctor. Lo vio todo rojo por un instante. Sintió ganas de buscar su auto e ir con un bate de baseball a visitar al hermano de su amigo. Sabía dónde vivía. No resistió y se puso delante de ella.—¿Quieres un abrazo? —preguntó bajo. No pretendía hacerla sentir incómoda o que la veía tan frágil. Aunque sí lo hacía, no era como a una flor, sino como a una bomba.Vio la lágrima que se escapaba y caía por su mejilla. Luego la observó verlo a los o
Salió de su estupefacción al escucharla tararear esa canción infantil para Ciro. Estaba tan tranquila esa mañana. No podía mostrarle eso que acababan de subir a las noticias. La novedad principal era que él estaba con una camarera hermosa. No que a la camarera la habían golpeado brutalmente. La policía no hizo gran cosa entonces. ¿Tal vez ahora que era conocida como su novia lo harían? Lo dudaba. Aunque solo tenía que hacer una llamada para resolver el asunto. Por un instante, tuvo un debate interno sobre si decirle o no lo que había sucedido.Respiró hondo.Se acercó a la cafetera con los nervios a mil. Tal parecía que no podía tener una mañana tranquila. Decidió guardarse eso para él solo. Al menos uno de los dos tenía que desayunar sin dolor de cabeza. La miró. Podía acostumbrarse a eso, a desayunar con alguien, con dos personas que iluminaban la estancia solo con su presencia. A pesar de que Ciabel a veces daba miedo, era un ser enérgico.Preparar café no era la mejor idea del
Sus mejillas se pusieron rojas en el momento en que Damián le dijo "cariño". Además, que no hubiese límite de presupuesto también le pareció increíble. No porque deseara aprovecharse, sino que simplemente el castaño parecía un príncipe.Tiempo atrás, de haberlo conocido antes que a Víctor, se habría vuelto loca por él, estaba segura de eso.Sus pensamientos se arremolinaron por un momento, hasta que aquel vendedor habló.Respiró hondo y sin querer se aferró más al agarre que compartía con su pareja falsa. Miró al desconocido esperando una respuesta.—Ah —dijo despreocupado—, es que los vi en las noticias. Fue una aparición muy repentina —admitió.Rio bajo un poco más aliviada y suspiró.No tanto como Damián, quien tuvo la sensación de sacarse un peso de encima. Empero, era momentáneo y le constaba. Tarde o temprano tenía que decirle que el vídeo del ataque era viral tanto como el de la entrevista en el canal nacional. —Sí, lo fue. No sabía que irían a verme a la cocina —dijo colorada
Los latidos de Ciabel tendían a agitarse, pero esta vez lo interesante fue que el corazón de Damián iba a toda velocidad en ese momento.Si la odiaba o no le tenía aprecio, por la manera en la que la veía y sus ojos brillaban, cualquiera hubiese dudado de aquella afirmación. No entendía por qué alguien maltrataría a cualquier otra persona, ni por qué desearía hacerle daño a la madre de su hijo.Le fascinó —tal vez más de lo que debía— la forma en la que esos ojos peculiares recorrieron su rostro y se detuvieron específicamente justo donde estaban sus labios. Por inercia, bajó a ver a los suyos. Eran carnosos, rosados y tiernos. Era tierna, se veía como un ángel, lo que contrastaba con su personalidad arisca. «Eres preciosa» pensó y no lo dijo. Se lo guardó dentro suyo, como todo aquello que no se animaba a decirle. No todavía. No era el momento. No estaba listo y dudaba que lo entendiera.—¿Estás bien? —susurró, como si lo que estaban haciendo fuera un secreto, algo indebido.Le re
—P-perdón —balbuceó—, debí haber avisado que era yo y ah... solo... venía a mostrarte cómo me quedaba esto. —Dio media vuelta para enseñarle y rio un poco. Desvió la vista al costado del pasillo.Qué tonta excusa. Ni siquiera pudo procesar sus propias palabras antes de soltarlas como si nada. —En realidad, quería agradecerte por la ropa que está en mi cuarto. No era necesario comprarla y... Gracias —comentó ya enredada en sus ideas—. Debió salir una fortuna. Puedes descontarlo de mi primer salario, aunque no estoy segura si pueda... —Ciabel —la llamó.Lo miró.—¿Sí? —Respiró hondo.Ciertamente Damián estaba disfrutando, porque sonrió de costado y rio un poco.—Voy a cambiarme y luego podemos salir a la cita y a celebrar lo de la firma como dijiste ¿Te parece? Antes de que vaya al trabajo. Faltan tres horas, de todas formas. Una de las empleadas puede cuidar de Ciro, así no lo despertamos. Alzó las cejas.—Está bien, sí. —Volteó y marchó hacia su cuarto.—Y Cia... —la llamó asománd