Sus mejillas se pusieron rojas en el momento en que Damián le dijo "cariño". Además, que no hubiese límite de presupuesto también le pareció increíble. No porque deseara aprovecharse, sino que simplemente el castaño parecía un príncipe.Tiempo atrás, de haberlo conocido antes que a Víctor, se habría vuelto loca por él, estaba segura de eso.Sus pensamientos se arremolinaron por un momento, hasta que aquel vendedor habló.Respiró hondo y sin querer se aferró más al agarre que compartía con su pareja falsa. Miró al desconocido esperando una respuesta.—Ah —dijo despreocupado—, es que los vi en las noticias. Fue una aparición muy repentina —admitió.Rio bajo un poco más aliviada y suspiró.No tanto como Damián, quien tuvo la sensación de sacarse un peso de encima. Empero, era momentáneo y le constaba. Tarde o temprano tenía que decirle que el vídeo del ataque era viral tanto como el de la entrevista en el canal nacional. —Sí, lo fue. No sabía que irían a verme a la cocina —dijo colorada
Los latidos de Ciabel tendían a agitarse, pero esta vez lo interesante fue que el corazón de Damián iba a toda velocidad en ese momento.Si la odiaba o no le tenía aprecio, por la manera en la que la veía y sus ojos brillaban, cualquiera hubiese dudado de aquella afirmación. No entendía por qué alguien maltrataría a cualquier otra persona, ni por qué desearía hacerle daño a la madre de su hijo.Le fascinó —tal vez más de lo que debía— la forma en la que esos ojos peculiares recorrieron su rostro y se detuvieron específicamente justo donde estaban sus labios. Por inercia, bajó a ver a los suyos. Eran carnosos, rosados y tiernos. Era tierna, se veía como un ángel, lo que contrastaba con su personalidad arisca. «Eres preciosa» pensó y no lo dijo. Se lo guardó dentro suyo, como todo aquello que no se animaba a decirle. No todavía. No era el momento. No estaba listo y dudaba que lo entendiera.—¿Estás bien? —susurró, como si lo que estaban haciendo fuera un secreto, algo indebido.Le re
—P-perdón —balbuceó—, debí haber avisado que era yo y ah... solo... venía a mostrarte cómo me quedaba esto. —Dio media vuelta para enseñarle y rio un poco. Desvió la vista al costado del pasillo.Qué tonta excusa. Ni siquiera pudo procesar sus propias palabras antes de soltarlas como si nada. —En realidad, quería agradecerte por la ropa que está en mi cuarto. No era necesario comprarla y... Gracias —comentó ya enredada en sus ideas—. Debió salir una fortuna. Puedes descontarlo de mi primer salario, aunque no estoy segura si pueda... —Ciabel —la llamó.Lo miró.—¿Sí? —Respiró hondo.Ciertamente Damián estaba disfrutando, porque sonrió de costado y rio un poco.—Voy a cambiarme y luego podemos salir a la cita y a celebrar lo de la firma como dijiste ¿Te parece? Antes de que vaya al trabajo. Faltan tres horas, de todas formas. Una de las empleadas puede cuidar de Ciro, así no lo despertamos. Alzó las cejas.—Está bien, sí. —Volteó y marchó hacia su cuarto.—Y Cia... —la llamó asománd
Lo que Ciabel tenía en ese momento no era confianza: era adrenalina.Verlo a los ojos, darse cuenta de la forma en la que la estaba viendo... simplemente la tenía hipnotizada. Jamás en la vida la habían visto de la manera en la que él la estaba mirando. Ese hombre no era como los demás y bastaba nada más verlo para darse cuenta. El susodicho ladeó la cabeza y sonrió.—Tienes razón, tal vez debamos posponerlo por el momento —dijo un tanto divertido. Se cruzó de brazos.—¿Y eso por qué? —Apoyó el codo en la mesa y su mejilla en su mano sin dejar de verlo. Estaba disfrutando de eso tanto como él.—Porque... ¿Sabes lo que pasa cuando alguien va a toda velocidad?—Tiene adrenalina y emoción.—Se pierde el goce de un buen viaje y también se arriesga a salir herido. —¿Vas a hacerme gozar un buen viaje? —inquirió con una ceja levantada y una sonrisa burlesca.Seguía siendo una insubordinada. Ese brillo de desafío en la mirada lo tenía fascinado desde el primer momento en que la vio.Bufó
De regreso, parecía que a ambos les había comido la lengua el gato. El único que hablaba era el chófer de Damián, quien le preguntó si se dirigían a un lugar en específico o directamente a la casa.—A casa —respondió a secas. Algo de lo que se arrepintió, pero ya había salido así de su boca. Tenía muchas cosas en su cabeza dando vueltas. Malditas hormonas. Ni que fuera un adolescente. Estaba molesto con sí mismo, claro que sí. Era inaudito. Dentro suyo sonaban todas las alarmas metafóricas que podrían haber. Cada parte de él gritaba que era un error lo que habían cometido. Eso iba a terminar mal. En palabras de Ciabel: se estrellarían.La nombrada, por otro lado, se había interesado demasiado en el camino de regreso, tanto que no volteó a verlo ni una sola vez y pretendía estar tan absorta viendo la lluvia que ya se le había cansado el cuello de tanto ver de costado.Se habían besado. El castaño sentía que había besado al enemigo y que había traicionado a gran parte de sí mismo en el
Habían pasado dos semanas desde el suceso del beso y todavía seguían sin tocar el tema. Ni Damián ni Ciabel tenían la valentía suficiente para preguntar algo al respecto.Por otro lado, la cita falsa y la celebración habían servido perfectamente para engañar a la prensa y paparazzis. Dos días después las imágenes de él observando a la pelinegra recorrieron las redes sociales de una punta a la otra.Ciabel despertó más temprano de lo normal. La finca de la mansión era enorme, lo suficiente como para salir a correr a primera hora. Al regresar estaba agitada, sudada y en su mano estaba el teléfono. Ahora tenía una nueva adicción: las redes sociales. De adolescente estaba obsesionada con estas, pero de adulta, luego de que se hiciera viral este vídeo en el que estaba trabajando en el restaurante... simplemente no podía no estar pendiente de lo que decían de ella como pareja del castaño.La mayoría de los comentarios eran cosas como «si ella puede, nosotros podemos» y otros un poco más fu
Después del último encuentro en la cocina, tenían que pensar en frío y elaborar una disculpa. Lo sabían. Sin embargo, ninguno de los dos se había tomado la molestia de hacer tal cosa.No habían pensado en frío, sino que se estaban distrayendo.Ciabel había aprovechado los momentos a solas para pasar todavía más tiempo con Ciro. Había buscado en internet algunos juegos para enseñarle palabras. También había comprado algunas hojas de colores para hacer manualidades y juegos para el pelirrojo.Si bien parecía el clon de Víctor en miniatura, había algo que este no tenía y que lo diferenciaba enormemente, al punto en que ella ni siquiera se acordaba de este último al verlo. Y ese algo era humanidad. Eso era lo que tenían de diferente. La inocencia y la bondad del pequeño superaba en demasía a la persona en la que su ex novio se había convertido.Ese día estaban jugando en el jardín. Había organizado un pequeño picnic para dos. Había postres y frutas en una canasta y estaban sobre una manta
Damián ni siquiera había esperado a que su chófer fuera por él. Es que no había tiempo, era una emergencia catastrófica. Tomó un auto de la empresa y salió a toda velocidad.A simple vista, la escena era un poco chistosa. Parecía que Ciabel estaba corriendo peligro. Lo hacía, pero no de vida. No, algo peor: estaba por conocer a su padre.En ese momento debían de estar entablando una conversación o algo parecido. Tenía que haber preparado todo antes de que algo como eso pasara. ¡Debió haberlo previsto! Era su madre, era obvio que si la evitaba, ella misma iría por él.No tardó mucho en llegar. Ni siquiera saludó a los guardias, que le habían abierto el portón nada más verlo acercarse, anonadados de verlo con un auto que no fuera el que manejaba el chófer.Bajó y siguió directo hacia la entrada de la mansión. Cruzó el porche y tomó el picaporte. Respiró hondo y abrió.La escena fue inesperada: Ciabel estaba sentada sobre el sofá cruzada de piernas con elegancia y (esto es lo increíble