Habían pasado dos semanas desde el suceso del beso y todavía seguían sin tocar el tema. Ni Damián ni Ciabel tenían la valentía suficiente para preguntar algo al respecto.Por otro lado, la cita falsa y la celebración habían servido perfectamente para engañar a la prensa y paparazzis. Dos días después las imágenes de él observando a la pelinegra recorrieron las redes sociales de una punta a la otra.Ciabel despertó más temprano de lo normal. La finca de la mansión era enorme, lo suficiente como para salir a correr a primera hora. Al regresar estaba agitada, sudada y en su mano estaba el teléfono. Ahora tenía una nueva adicción: las redes sociales. De adolescente estaba obsesionada con estas, pero de adulta, luego de que se hiciera viral este vídeo en el que estaba trabajando en el restaurante... simplemente no podía no estar pendiente de lo que decían de ella como pareja del castaño.La mayoría de los comentarios eran cosas como «si ella puede, nosotros podemos» y otros un poco más fu
Después del último encuentro en la cocina, tenían que pensar en frío y elaborar una disculpa. Lo sabían. Sin embargo, ninguno de los dos se había tomado la molestia de hacer tal cosa.No habían pensado en frío, sino que se estaban distrayendo.Ciabel había aprovechado los momentos a solas para pasar todavía más tiempo con Ciro. Había buscado en internet algunos juegos para enseñarle palabras. También había comprado algunas hojas de colores para hacer manualidades y juegos para el pelirrojo.Si bien parecía el clon de Víctor en miniatura, había algo que este no tenía y que lo diferenciaba enormemente, al punto en que ella ni siquiera se acordaba de este último al verlo. Y ese algo era humanidad. Eso era lo que tenían de diferente. La inocencia y la bondad del pequeño superaba en demasía a la persona en la que su ex novio se había convertido.Ese día estaban jugando en el jardín. Había organizado un pequeño picnic para dos. Había postres y frutas en una canasta y estaban sobre una manta
Damián ni siquiera había esperado a que su chófer fuera por él. Es que no había tiempo, era una emergencia catastrófica. Tomó un auto de la empresa y salió a toda velocidad.A simple vista, la escena era un poco chistosa. Parecía que Ciabel estaba corriendo peligro. Lo hacía, pero no de vida. No, algo peor: estaba por conocer a su padre.En ese momento debían de estar entablando una conversación o algo parecido. Tenía que haber preparado todo antes de que algo como eso pasara. ¡Debió haberlo previsto! Era su madre, era obvio que si la evitaba, ella misma iría por él.No tardó mucho en llegar. Ni siquiera saludó a los guardias, que le habían abierto el portón nada más verlo acercarse, anonadados de verlo con un auto que no fuera el que manejaba el chófer.Bajó y siguió directo hacia la entrada de la mansión. Cruzó el porche y tomó el picaporte. Respiró hondo y abrió.La escena fue inesperada: Ciabel estaba sentada sobre el sofá cruzada de piernas con elegancia y (esto es lo increíble
Por cómo la estaba viendo Damián en ese instante, dedujo que lo que había dicho a causa de los nervios no había sido el mejor comentario que pudo usar para defenderse de la mujer que estaba delante suyo.Emma pestañeó atónita viendo cómo tuvo el atrevimiento de decirle tal cosa.—Querida, no te comparo. No soy así. Te admiro, como te dije antes, tienes mucha valentía para salir con alguien como Damián. Las ex de este joven aterrarían a cualquier señorita. Una más hermosa que la otra.Ah. Ahí entendía el por qué criticaban tanto su cuerpo en Internet. Sabía que había tenido una ex que el público extrañaba, debido a cosas como "Extraño al amor de su vida, se veían tan lindos y reales juntos. Ella no era una interesada". Diablos. Asumían que era una cazafortunas solo porque era una camarera. Era ofensivo. Sí, había pasado de ser ladrona de joyas a una cazafortunas interesada en el dinero del empresario, pero eso no tenía nada que ver con que hubiera sido camarera. Todo había tenido que
Bueno, sí. Damián tenía razón. Ni ella misma se había percatado del significado de las palabras que había dicho en un segundo. No estaba tan rota en realidad. Quería creer que era más fuerte que un par de comentarios.—Lo siento. —Se aclaró la garganta—. Yo... solo... Estoy cansada y lo que me dijo me afectó un poco. —Se sacó los tenis y subió los pies al sofá con la vista hacia el costado y evitando mirarlo. No dejó de mecer a Ciro.Ladeó la cabeza, comprensivo y negó.—Perdón por eso —dijo en voz baja—. No fue mi intención que pasara eso.Soltó una risa amarga.—Ahora veo por qué razón estabas tan desesperado por nuestro encuentro. Le tienes pánico a tu madre —bromeó un poco. Se abrazó a sus piernas y colocó la barbilla sobre sus rodillas.—¿Y qué me dices de ti?Dio una risa amarga.—Sobreviviré. No hay nada que no haya superado. Si pude con un idiota como Víctor, creo que podré con alguien como Emma Phoenix, sin ofender.Sonrió un poco. Se ahorró el detalle de que esa mujer era cin
Él sabía que en ese momento tenía que estar yendo detrás de su madre para explicarle la situación y evitar su furia. Sin embargo, en vez de eso estaba sentado frente a la pelinegra explicándole por qué su madre actuaba como un perro rabioso cerca suyo... a medias. Evitó mencionar que ella era una de las causas por las que había optado por autolesionarse. Era más fuerte que sí mismo. No le gustaba ver el rostro de la chica con la seriedad que había tenido. No, eso no era seriedad. Estaba rota por dentro. Todos tenían marcas que no se veían a simple vista. Quizás Emma había tocado alguna en específico con una de las palabras crueles que había despotricado hacia la dama. No obstante, se arrepintió un momento después de decirle parte de su historia, soltar un pedacito fundamental de su pasado y que quisiera o no formaba parte de quién era. En especial, quiso retractarse por el rostro anonadado y silencioso de la pelinegra. No sabía qué decir. La había incomodado.—Te... explico esto para
Damián la detalló en cuanto propuso ese tema de conversación. Las ojeras, las marcas, su cuerpo delgado. No podía dimensionar la forma en la que se sentía esa mujer. Estaba agotada y cualquiera con dos ojos podría haberlo visto. Él lo había hecho la primera vez que la vio, tirada en el suelo de su cocina luego de intentar robarle quién sabe qué y quizás esa fue una de las razones por las que no llamó a la policía o a los guardias de seguridad. La cuestión era que no de la forma en la que lo estaba haciendo. No se había dado cuenta de qué tan cansada estaba y de lo agotadora que debía ser la situación para alguien que sobrevivió a tantas cosas en poco tiempo. Y aún así, soportó lo que su madre dijo como una campeona. En lugar de querer hablar de eso y de sus pensamientos, quiso aclarar un tema que pensó que habían dado por zanjado. —El beso —repitió, un tanto perdido dentro de su mente—. Sí. Entiendo si te sentiste incomoda. Tranquila, no tienes que corresponderme nada.—La pasamos b
El aire fresco golpeó su rostro. Había subido a la terraza para tener más aire fresco y más claridad para pensar. Ese era su rincón en el mundo. Desde él podía ver el paisaje de la ciudad y al mismo tiempo a la naturaleza cerca de las montañas. Se sentía impotente con todo lo que estaba pasando. Tal vez se estaba ahogando en un vaso de agua, pero no podía evitar el sentimiento.Su madre estaba furiosa, Ciabel deprimida y la prensa absolutamente desesperada por querer saber más de ambos. No se habían visto en semanas juntos en público y eso traería consecuencias. Rumores, sobre todo, que vendrían acompañados de comentarios mordaces e insoportables.Tenía los brazos apoyados en la valla de la terraza. Estaba intentando aclarar sus ideas con la vista perdida en esos edificios lejanos. Al oscurecer, la vista era aún más hermosa de lo que uno esperaría. Dejó salir un suspiro de resignación. Odiaba que volviera al pasado. En su mente lo estaba haciendo cada día desde que la pelinegra apa