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Trap Town
Trap Town
Por: Azeelha
Nada es gratis en Trap Town

04 abril 2018

Ls gotas de lluvia golpeaban fuerte contra el duro concreto, ocultando con ellas, pasos apresurados que acabarían con la tranquilidad de la noche. Una cabellera oscura se agitaba con el trote, su dueño, un joven de no más de 20 años de edad; sus piernas pidiendo a gritos un descanso y su respiración igual a la de un caballo pero aún así no paraba de correr, ¿Por qué?

La respuesta se hizo presente al instante; una silueta femenina caminaba hacia él con absoluta paciencia, al igual que en una pasarela. Lo perseguía en total calma, con sus manos metidas dentro de los bolsillos de su abrigo Channel, tarareando alguna canción que vendría a su mente en el momento, acechando. La plaza principal estaba en absoluto silencio, algo obvio al ser más de medianoche. Claro que los vecinos le escuchaban gritar, claro que sabían quién le perseguía y, claro que ninguno le ayudaría. Nadie querría perder el favor de la Jefa de Trap Town. Ahora, ¿Un hombre de su conteztura huyendo de una dama con cuerpo de bailarina?Bueno, algo de bailatina si tenia, adoraba la danza de la muerte. No era cualquier mujer, Lianna era conocida por todo menos por ser misericordiosa con los traidores y, aquel payaso, quiso jugarle una grande haciéndole perder mucho dinero y una carga importante; por supuesto que no le perdonaría.

La noche era perfecta para un castigo; su abrigo costoso y práctico, estaba cargado con algunas armas dignas de las ocasión. Solo faltaba que aquel pelele se detuviera a descansar, para lo que no faltaba mucho. Observó como el hombre se detuvo en una esquina y ella se escondió detrás de un quiosco, su presa llena de confianza al no verla, trato de sentarse lo más oculto posible cosa que no serviría de nada, ya estaba en su mira. Cogió un pequeño dardo con un fuerte sedante y un arma discreta, su puntería nunca fallaba y ya era su hora de dormir. Cuando dió justo donde quería, en su pierna, se acercó lentamente, mientras el hombre caía en los efectos del sedante, aunque sus ojos llenos de terror tardaron en cerrarse, en algún punto lo hicieron.

— Es hora de morir, rata astuta.— le susurró antes de tomarlo por las piernas y comenzar a arrastrarlo hasta la camioneta que, silenciosamente, se había ido acercando a la plaza.

Trap Town no era lugar para débiles pero, tampoco era lugar para querer jugarle con trampas a la ama y señora de esta ciudad.

***

La mañana siguiente era como todas las demás en Trap Town; todos los peones a trabajar, los niños a entrenas y los jóvenes a luchar, el dinero no se hace solo. En esta ciudad si quieres vivir cómodamente debes ganarte el favor de su jefa, con ella de buenas lo tienes todo, ahora de malas mejor huye.

Cada quien va a lo suyo, no pierden el tiempo en la vida de otros a no ser que les deban un favor o dinero. Por eso nadie repara en el pobre vagabundo que camina tan rápido como si le huyera a la muerte, no le huye a nadie más que a su propio destino.

Huir de semejante problema no era cosa fácil, pero debía hacerlo si quería salvar su pellejo; y para eso debía ir con la familia Dumont, por lo que había escuchado solo ellos podían prestarle la ayuda que necesitaba. No sería gratis, ni mucho menos sencillo pero algo tenía que hacer si quería salir de ese problema. La inmensa casa Dumont se alzaba sobre la cima de aquella colina, La Cueva cómo muchos le llamaban, era la casa soñada de todo forastero que pasara por la ciudad, pero la pesadilla de todo aquel que tuviera la desdicha de entrar.

Sin dudar se acercó al imponente portón de rejas negras y jaló de una cuerda que hizo retumbar el eco de una campana por toda la casa.

— ¡Hola!— su voz de alzó en el silencio del área, fuerte pero rasposa, clamando por alguien que le prestara atención.

El estruendo del portón siendo abierto lo puso alerta; un hombre robusto y de baja estatura salió por el portón. Su porte daba a entender los años y la experiencia que tenía en este negocio. Sus ojos vacíos de emoción y llenos de hostilidad lo miraban de arriba a abajo.

— ¿Cuál es su alboroto?— Le habló con voz grave. — Hoy no recibimos forasteros, ¿Quién le dijo cómo llegar?

— Necesito hablar con Lianna Dumont. —. Se acercó a aquel hombre.

— ¿Quién lo envía?— Lo miró con recelo — La señorita Lianna no recibe a cualquiera, mucho menos sin algún anuncio o invitación.

— No vengo de parte de nadie. — Aclaró con su voz llena de angustia. — Quiero hacer un negocio.

Los ojos del hombre dejaron de ser hostiles y se llenaron de algo más, interés tal vez. Se acercó un poco más a ese hombre andrajoso.

— ¿Qué vienes a entregar?— preguntó con interés.

— Mi vida. — Respondió el vagabundo. — Mi vida de ser necesario. Pero necesito que la jefa me ayude.

— Sígame. — Le indicó el hombre con voz más amable. Le dió paso a través del portón y, aunque él había crecido dentro de un estatus similar no pudo evitar sorprenderse.

Esa mujer sabe gastar su dinero.

Caminaron por un sendero empedrado, un jardín de estilo griego estaba a un costado, volviendo las vistas aún más ostentosas. Subieron unas escaleras y el hombre de baja estatura abrió una gran puerta con total facilidad.

— Adelante.— Le indicó al vagabundo. — La jefa no podrá atenderlo hoy porque no se encuentra en la ciudad. — Le dijo mientras caminaban por un estrecho pasillo.— Sin embargo usted deberá ganarse su estancia, ya que nada en esta vida es gratis.— abrió una puerta de madera oscura, una entre muchas. Le dió paso a buscar una habitación pequeña pero bueno en amoblada, sin ventanas pero con ventilación y un baño propio. — Acá dormirá, puede tomar una ducha y usar las prendas que le queden. Cuando esté presentable diríjase al recibidor para indicarle sus tareas diarias. — Fue lo último que le dijo antes de salir cerrando la puerta y dejando que procesara su situación actual.

""

10 abril 2018

Los golpes y los gritos resonaban en aquella bodega vacía; la casa de los traidores en el limite de la ciudad era la localización actual de Lianna. A veces participaba en las torturas, otras interrogaba y algunas otras formaba parte de ellas. Hoy solo seblenantojaba mirar, el payaso no valía ensuciar sus delicadas manos con manicura recién hecha.

— Piedad, mi señora. Se lo imploro.— Susurró el ladronzuelo.

Lianna dejó de admirar sus uñas para observarlo fijamente; no pudo evitar la sonrisa que se plantó en su rostro, culpable, lo disfrutaba. Caminó lentamente hacia donde estaba quien alguna vez fue su peón y se inclinó a su lado.

— ¿Tú tuviste piedad con mi caja fuerte cuando la vaciaste?— le cuestionó. —¿O con mi criada cuando la asesinaste? ¿O, tal vez, con el cargamento que me hiciste perder? — El verdugo le atestó otro golpe — Casi me tiras el negocio, imbécil. — golpe y otro golpe. — Esto es lo más cercano que tendrás a mi perdón.

Salió dando un portazo de la bodega, acabó con su poca paciencia. No fue una pérdida importante, por fortuna, pero varios de los suyos cayeron con esa emboscada.

Perdón...pff

Esta ciudad se mantenía en pie gracias a ella; se hacía lo que ella decía tal y como lo indicaba, en eso le había ganado a su padra, sus habitantes la adoraban y le temían al mismo tiempo. Algo que ninguno de sus ancestros pudo lograr. La noche oscura y llena de estrellas marcaba el fin de otro día en esas lejanías, ya echaba de menos su hogar y al viejo Martín pero el negocio siempre primero. Así la educaron y ya nada se podía hacer.

Su teléfono vibró en el bolsillo de su chándal, cuando miro la pantalla casi se le escapa una sonrisa.

— Es casi como si te hubiera invocado. — le dijo a Martín apenas contestó.

— Ya la echamos en falta, mi señora. — le respondió el con su típica voz carente de emociones, pero ella sabía que eso era lo que le sobraba.

— ¿Alguna novedad? — se adentró en el sendero del bosque. — Planeo volver a finales de este mes, espero no encontrar sorpresas

— Pues creo que le hemos encontrado un reemplazo a Tymothee. — le informó. — Un joven vagabundo que llegó hace más o menos una semana pidiendo una audiencia con usted. Le ofrece su vida — Se le escapó una risita. — Le Vi bastante desesperado y es bastante bueno en sus labores.

— ¿Por qué no fui informada desde que llegó? — Cuestionó apretando los labios, odiaba que dejaran entrar a desconocidos sin su permiso.

— Habría sido informada con antelación de haber contestado mis llamadas  — Respondió calmado.

Lianna levantó las comisuras — Culpable. He estado ocupada resolviendo los problemas que Tymothee nos fue tan amable en dejar.

— Problemas, trabajo...¿Cuándo será usted?— Preguntó preocupado.

Pensó un poco antes de responder. — Ya tendré tiempo después.— Dijo simplemente.— Atento al teléfono, estaré llamando con novedades antes de volver.

— Si, mi señora.— Martín guardó silencio un momento — Y..¿Señora? Tenga cuidado, por favor

— Siempre.— Y colgó.

Este trabajo también tenía sus cosas buenas, Martín era una de ellas. La mano derecha de su padre que ahora era la de ella, más padre de lo que Danko llegó a ser en sus 29 años de vida. Era bueno en su trabajo y también un aliado muy valioso al que le debía mucho más que su propia vida. Volteó hacia la bodega y suspiró.

— Hora de volver al trabajo, supongo .— Se dijo a sí misma.

Nada en Trap Town era gratis, y ser la protagonista en esta obra era el lugar más costoso de todos. Al mínimo descuido y aparecían unos cuantos dispuestos a bajarla de su trono. Pero eso tampoco era sencillo y, se encargaba de demostrarlo cada día, además las cicatrices que se esmeraba en ocultar hablaban por si mismas, contaban sus propias historias.

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