93. Cuentas Pendientes

—¿Tu padre? —repitió Román, fingiendo sorpresa—Heinst, te sobreestimas si crees que tengo algo que ver con su muerte. Yo solo soy un hombre de negocios... aunque, claro, no el tipo de negocios que tú apruebas —dijo con esa sonrisa cínica que parecía nunca abandonar su rostro.

Heinst apretó la mandíbula. Sabía que Román era astuto y que no soltaría la verdad fácilmente. Pero también sabía que había una pequeña posibilidad de que, si lo acorralaba lo suficiente, el criminal podría soltar algo, incluso sin darse cuenta.

—No juegues conmigo, Román —advirtió Heinst, acercándose un poco más al cristal que los separaba —Sé que tenías cuentas pendientes con mi padre, y ahora él está muerto. No creo en las coincidencias, y mucho menos en tu inocencia.

Román lo observó durante unos segundos, en silencio. La sonrisa desapareció lentamente de su rostro, y su expresión se tornó más seria, casi evaluativa.

—Tu padre, Heinst... —comenzó Román con un tono más sombrío —Él no era tan diferente a mí, ¿
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