—¿Tu padre? —repitió Román, fingiendo sorpresa—Heinst, te sobreestimas si crees que tengo algo que ver con su muerte. Yo solo soy un hombre de negocios... aunque, claro, no el tipo de negocios que tú apruebas —dijo con esa sonrisa cínica que parecía nunca abandonar su rostro.Heinst apretó la mandíbula. Sabía que Román era astuto y que no soltaría la verdad fácilmente. Pero también sabía que había una pequeña posibilidad de que, si lo acorralaba lo suficiente, el criminal podría soltar algo, incluso sin darse cuenta.—No juegues conmigo, Román —advirtió Heinst, acercándose un poco más al cristal que los separaba —Sé que tenías cuentas pendientes con mi padre, y ahora él está muerto. No creo en las coincidencias, y mucho menos en tu inocencia.Román lo observó durante unos segundos, en silencio. La sonrisa desapareció lentamente de su rostro, y su expresión se tornó más seria, casi evaluativa.—Tu padre, Heinst... —comenzó Román con un tono más sombrío —Él no era tan diferente a mí, ¿
Heinst se detuvo en seco, su mente aun girando alrededor de la sorprendente declaración anterior. Se volvió hacia Román, su mirada fija en el hombre encadenado.—¿Qué más tienes que decir? —preguntó Heinst con voz tensa, intentando mantener la calma mientras la incertidumbre lo envolvía.Román dejó escapar una sonrisa enigmática, disfrutando del efecto que sus palabras estaban teniendo sobre Heinst. Se recostó en su silla, el brillo en sus ojos mostrando que estaba a punto de dar una última sacudida al ya tambaleante mundo de Heinst.—Te sorprenderá saber que en las venas de Clara corre sangre de dos criminales —comenzó Román, enfatizando cada palabra para maximizar el impacto —Ella no es quien parece ser. Desde el momento en que nacieron, su vida estaba destinada a tomar un camino muy diferente al que conoces.Heinst parpadeó, intentando asimilar lo que acababa de oír. La revelación era tan increíble que por un momento le pareció casi absurda. Sin embargo, el rostro serio de Román y
El ruido despertó a Clara, que había estado dormida en la cama. Sus ojos se abrieron de golpe, y en un instante se encontró alerta y en estado de alerta. Clara se incorporó con rapidez, el sueño despejándose de su mente mientras sus ojos buscaban a Heinst en la penumbra de la habitación. Vio la silueta tambaleante de su esposo, con el rostro visiblemente cansado y preocupado.—Heinst, ¿qué pasa? —preguntó Clara con una mezcla de preocupación y sorpresa. Su voz era suave pero cargada de inquietud, tratando de entender la situación en medio del desorden causado por el tropiezo de Heinst.Heinst, con dificultad, se giró hacia ella, su mirada fija y vacilante. El alcohol aún parecía tener un control firme sobre su cuerpo, y su expresión era un reflejo de la batalla interna que estaba librando. Su mente estaba tan embotada que le costaba formar palabras coherentes.Clara, viendo el estado deplorable de su esposo, se levantó rápidamente de la cama. Se acercó a él, ayudándole a estabilizarse
Mientras se mantenía a su lado, Clara no podía evitar sentirse confusa y herida por el beso desesperado que Heinst le había dado. El acto había sido inesperado y cargado de una urgencia que la había sorprendido. Clara, todavía procesando la intensidad de ese momento, se encontró examinando los sentimientos que el beso había desatado en ella.Con delicadeza, se inclinó sobre la cama y comenzó a despojar a Heinst de sus zapatos, asegurándose de que estuviera cómodo para su descanso. Cada movimiento de Clara era cuidadoso y considerado, intentando no perturbar la tranquilidad del sueño de su esposo. A medida que se ocupaba de él, sus pensamientos seguían regresando al beso, al calor que había sentido, a la desesperación en los labios de Heinst.Con un suspiro, Clara se sentó en el borde de la cama, sus dedos se posaron sobre sus propios labios, aún sintiendo el eco del beso. Se quedó allí, en silencio, contemplando el tumulto de emociones que el contacto había provocado en ella. Era como
El cambio de personalidad en la mesa se hizo sentir de manera inmediata. Leila, con su aguda percepción, notó el cambio en el comportamiento de Heinst. Desde que él había regresado del bar y había intentado aparentar normalidad, Leila había estado observándolo con atención. El silencio tenso y la manera en que él respondía a sus preguntas no pasaron desapercibidos para ella.Leila ya había tenido sus propias sospechas sobre el manejo del caso por parte de Heinst, y las palabras de Clara la habían confirmado. Ahora, al observar el comportamiento de Heinst, comprendió que él había sido apartado del caso. La revelación fue casi palpable; el aire en la habitación parecía cambiar, cargándose de una nueva dinámica. La frialdad en la actitud de Heinst y la manera en que evitaba el contacto visual con ella le hicieron darse cuenta de que su suposición era correcta.Mientras Heinst trataba de mantener una fachada tranquila, su rostro revelaba signos de agotamiento y preocupación. Su intento po
Mientras Noah movía sus fichas estratégicamente en el tablero de la clandestinidad, Román, desde su prisión, seguía orquestando su imperio criminal con la misma frialdad que siempre lo había caracterizado. Aunque encarcelado, el poder de Román no había disminuido. A través de su red de contactos y aliados, planeaba su próximo gran golpe. La caída de la familia Miller era su objetivo principal, y para eso necesitaba a alguien con recursos y una posición estratégica en el mundo de los negocios. Román había dado la orden a sus hombres de prepararlo todo para recibir a un nuevo socio, alguien influyente que lo ayudaría a ejecutar su plan maestro. Ese nuevo socio tenía todo lo necesario: capital, poder e influencia para destruir la empresa de los Miller y apoderarse de la herencia de Clara.Para Noah, cada paso era crucial. Sabía que Clara estaba en peligro, no solo por Román, sino también por la constante amenaza que representaba Heinst. Aunque Heinst había sido apartado de su puesto en e
Nur lo miró a los ojos, sus labios aún entreabiertos, con una mezcla de deseo y frustración. Durante un instante, pareció dudar, pero luego su expresión cambió. Aunque su respiración seguía siendo rápida, bajó las manos lentamente, apartándose de Noah. Él, aún apoyado contra la puerta, la miró con una mezcla de alivio y preocupación.—Noah... siempre lo hacemos así —murmuró ella, casi con incredulidad —No me digas que ahora quieres cambiar todo.—Te recuerdo el trato que tenemos —dijo Nur, con una voz firme y calculada, mientras sus ojos se clavaban en los de Noah. Aquellas palabras resonaron en la mente de Noah como una sentencia. Supo en ese instante que no tenía escapatoria. El acuerdo que había sellado con aquella mujer, aunque lo había salvado de muchas cosas, lo había también encadenado a una relación que él nunca había deseado. No tenía más opción que complacer a Nur, la mujer que había tomado como pareja, no por amor, sino por un contrato frío y pragmático.La noche avanzaba l
—Solo espero que todo esto no sea en vano —murmuró, apenas audible, mientras se deslizaba en su nueva vestimenta, un vestido ligero que apenas tocaba su piel, buscando comodidad más que estilo. Después, se sentó frente al tocador, observando su reflejo en el espejo.Las luces suaves que rodeaban el espejo iluminaban su rostro con una luz tenue, pero no podían ocultar las sombras bajo sus ojos. Tomó con calma el pincel de maquillaje, intentando restaurar la imagen de perfección que había construido para sí misma, como si, al mejorar su apariencia, pudiera también arreglar todo lo que estaba mal en su vida. Pero a pesar de los productos que aplicaba con maestría, no lograba disimular el cansancio emocional que llevaba por dentro.Noah, por su parte, estaba recostado en la cama, con las manos entrelazadas debajo de su cabeza, mirando el techo. Su expresión era una mezcla de determinación y rencor. Cada palabra que Nur pronunciaba lo irritaba en cierto modo, aunque no lo mostraba abiertam