106. verdades Ocultas

Pero, mientras su satisfacción crecía, había una última pieza que necesitaba ser eliminada. Heinst. El esposo de Clara seguía siendo un problema, una barrera que Alexander no podía ignorar. A diferencia de Román, Heinst no era un hombre fácil de manipular ni eliminar desde las sombras. No, Heinst sería una tarea diferente, algo más personal. Alexander ya había decidido que quería encargarse de él personalmente. No bastaba con eliminarlo como a Román; con Heinst, el plan requería paciencia, astucia y, sobre todo, un toque más directo.

El pensamiento de enfrentarse a Heinst encendió en Alexander una chispa de anticipación. Sabía que su primo sospechaba algo de él, pero también sabía que Heinst nunca imaginaría lo profundo de su traición. Los dos hombres habían compartido muchos momentos juntos, habían sido cercanos una vez, y eso era precisamente lo que hacía esta situación tan emocionante para Alexander. Quería que Heinst supiera, en el último momento, quién lo había traicionado, quién
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