Clara había sido convocada a una reunión de emergencia con los líderes de la organización de su padre, y la gravedad de la situación no podía ignorarse. La muerte de Román había dejado un vacío de poder, y ahora todos los ojos estaban puestos en ella. Heinst, consciente de la responsabilidad que recaía sobre su esposa, sintió también la necesidad urgente de protegerla. No iba a dejar que ella enfrentara sola a ese grupo de criminales despiadados. Así que la acompañó sin dudarlo, conduciendo hacia un lugar apartado, lejos de la ciudad, donde la reunión tendría lugar.El trayecto fue silencioso, ambos perdidos en sus pensamientos. Cuando finalmente llegaron al lugar, Heinst aparcó el auto y apagó el motor. A través del parabrisas, ambos observaron la estructura que se alzaba frente a ellos: un edificio en ruinas, desmoronado por el paso del tiempo, abandonado y sombrío. Parecía el escenario perfecto para los encuentros clandestinos y oscuros que siempre habían caracterizado el mundo en
Clara aclaró su garganta, tratando de recuperar la compostura antes de enfrentarse a los hombres que una vez habían servido a su padre. Todos ellos la miraban con atención, esperando instrucciones de la nueva líder. Sabía que, a pesar del dolor y la confusión que sentía por la revelación de Heinst, debía mostrarse firme.—Señorita Clara… Desde hoy somos sus leales guerreros —dijo un joven que destacaba por su juventud en comparación con los demás. Clara dirigió su mirada hacia él, observando su rostro con detenimiento.—¿Cuántos años tienes? —preguntó, sorprendiendo a todos en la sala con la naturaleza inesperada de su pregunta. El joven, visiblemente asombrado, intercambió miradas con Soria y los otros hombres, sin comprender del todo las intenciones de Clara.—Tengo veintiuno, señorita —respondió con un leve titubeo.—¿No deberías estar en la universidad? —dijo Clara, frunciendo el ceño. Soria no comprendía lo que intentaba hacer, y los otros hombres se mostraban igual de perplejos.
Clara fue arrastrada lejos del auto, su mente se llenaba de pánico. Su única esperanza era que la llamada al 911 no hubiera sido en vano, que alguien hubiera escuchado su ubicación y que la ayuda estuviera en camino.Clara gritaba por ayuda, pero sus gritos se perdían en la vastedad de la noche. Su voz se quebraba por el esfuerzo y el miedo, pero nadie parecía escucharla. El hombre que la había arrastrado fuera de su coche la empujó sin compasión hacia otro vehículo estacionado en el lado opuesto de la carretera. En su desesperación, no se percató de los detalles hasta que fue lanzada al asiento del pasajero de un auto de lujo. Al levantar la vista, lo vio.Alexander.El hombre que estaba sentado junto a ella tenía la mandíbula tensa y una mirada gélida que no recordaba. Pero, en su pánico, Clara no pudo pensar con claridad. El alivio inicial se apoderó de ella al ver a una cara conocida, ignorando las señales de peligro que empezaban a surgir en su mente.—¡Alexander! Gracias a Dios
—Muy bien, princesa... hemos llegado. Te sugiero que no hagas nada que ponga tu vida en vilo —dijo Alexander con un tono frío, casi desafiante, mientras el hombre que la había arrastrado al auto abría la puerta para que ella descendiera.Clara salió lentamente del vehículo, sus piernas temblorosas apenas la sostenían. Miró a su alrededor, escudriñando cada rincón, pero todo parecía tranquilo, como si nada fuera diferente a lo que había dejado atrás. Sin embargo, el peligro que presentía en su interior era palpable.Alexander se acercó a lentamente a Clara, y sus manos firmes se posaron sobre los hombros con un control que transmitía una autoridad implacable. Ella sintió el peso de su presencia mientras ambos comenzaban a avanzar hacia el imponente edificio. La puerta crujió cuando se abrió, revelando un largo pasillo mal iluminado que parecía alargarse hacia una oscuridad que se cernía sobre ellos. Sus pasos resonaban en el silencio, cráneo un eco inquietante que solo aumentaba la te
Finalmente, abrió los ojos, encontrándose con la mirada implacable de Noah. No había amor en sus ojos, solo una mezcla de dolor, resentimiento y algo más oscuro que no lograba descifrar. Sabía que lo que estaba a punto de suceder los destruiría a ambos, de una manera u otra. Pero ya no había marcha atrás. Lo que fuera que Noah había venido a buscar, no se detendría hasta conseguirlo.Y Clara, por primera vez en mucho tiempo, se sintió completamente indefensa.La tensión en la habitación era palpable, y el aire se sentía cargado de emociones desbordadas y recuerdos dolorosos. Heinst intentó mantenerse calmado a pesar de lo que estaba sucediendo, pero la mirada desquiciada de su primo Noah lo mantenía en alerta. Sabía que la situación era crítica, que cualquier movimiento en falso podría desencadenar una tragedia, y aunque los años habían llenado su relación de rencor, no podía ignorar la responsabilidad que sentía por haber interferido en la vida de Noah y Clara en el pasado.—Noah...
La pelea era salvaje. Alexander y Heinst rodaban por el suelo, intercambiando golpes como dos bestias salvajes que luchaban por la supervivencia. Las fuerzas de ambos comenzaban a menguar, pero ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder. El odio y la historia que los unía los mantenían atados en ese enfrentamiento sin tregua.Mientras tanto, Clara, aún resguardada tras la columna, observaba la escena con el corazón en un puño. Quería intervenir, pero sabía que en ese momento todo dependía de Heinst. Él era el único que podía detener a Alexander. Las balas seguían volando a su alrededor, pero los agentes de Heinst estaban logrando tomar el control de la situación. Poco a poco, los hombres de Alexander caían, uno tras otro.Finalmente, en un último esfuerzo, Heinst logró tomar la delantera. Con un movimiento rápido, logró inmovilizar a Alexander, sujetándolo contra el suelo, su brazo presionando con fuerza sobre su cuello. Alexander forcejeó, pero estaba exhausto, y poco a poco su resi
Un mes había pasado desde aquella noche fatídica en la que Heinst casi perdió a Clara para siempre. Los recuerdos seguían frescos, como una sombra que lo perseguía, y aunque Clara se estaba recuperando, él no podía dejar de pensar en lo cerca que estuvieron de no sobrevivir. Esa experiencia lo había cambiado para siempre, y sabía que no podía seguir esperando para dar el siguiente paso. Cada momento contaba, y no estaba dispuesto a dejar pasar uno más sin luchar por el futuro que quería junto a ella.Una tarde de otoño, mientras el aire fresco llenaba la pequeña casa en la que se habían refugiado, Heinst había tomado una decisión. Había comprado un pequeño regalo para Clara, algo simbólico pero significativo, y lo había envuelto cuidadosamente. Sabía que no sería fácil encontrar el momento perfecto, pero quería hacer algo especial. El sol empezaba a ponerse, pintando el cielo de tonos dorados y naranjas, cuando Heinst decidió que era el momento adecuado.Clara estaba sentada en el por
En el borde de la ciudad, donde las luces se mezclan con las sombras de la noche, Clara Miller siempre había creído en la perfección de su vida. Con un prometido como Noah, cuya devoción y amor eran inquebrantables, y una carrera floreciente en la firma familiar, parecía que nada podría interrumpir su camino hacia la felicidad.Pero las noches tienen su propia magia y sus propios demonios. En una de esas noches, lo que comenzó como una celebración se convirtió en un laberinto de pasiones desatadas y errores irrevocables. Bajo el efecto del alcohol, Clara fue víctima de un plan oscuro tramado por su propia sangre, su gemela Cara, cuya envidia era tan profunda como el océano.Heinst Conrab, un hombre marcado por su propia ambición y deseos, se convirtió sin querer en el eje de una tragedia inesperada. Confundido y embriagado, tomó a Clara por Cara, y en esa confusión, los destinos de tres almas quedaron entrelazados en una red de amor, traición y secretos.Clara se encuentra ahora atrap