89. Desenmascarando a un Padre

—¡Contéstame de una puta vez! ¿Quién te envió? —bramó Heinst, sus palabras llenas de veneno—. O te aseguro que te meteré en un agujero del que no saldrás por un largo tiempo.

Pero Cabral no se dejó intimidar. A pesar de la furia en los ojos de Heinst, el criminal se mantuvo imperturbable, confiando en la promesa que le habían hecho. Con una voz calmada, que contrastaba con la tensión en la sala, dijo:

—No puedes tocarme... Él me prometió que me sacaría de aquí. Lo ha hecho antes —enfatizó, sus ojos desafiantes clavados en los de Heinst, con una seguridad que solo podía provenir de alguien que se creía intocable.

La ira de Heinst aumentó, pero antes de que pudiera hacer algo de lo que se arrepintiera, Lucas intervino, consciente de que su superior estaba al límite.

—Señor, suéltelo... Nos encargaremos de encerrarlo de por vida —dijo Lucas, con un tono firme pero respetuoso, tratando de calmar a Heinst mientras veía cómo la situación se estaba descontrolando.

Heinst respiró hondo, lucha
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