CAPITULO 8

—¿Mejor? —preguntó y asentí con la cabeza—. Vamos. —Me guio y me abrazó por los hombros hacia la entrada de su departamento. El trayecto lo hicimos en silencio y el tiempo bastó para tranquilizarme un poco—. Entra. Tienes que darte un baño caliente y cambiarte de ropa si no quieres enfermar —susurró y caminé directo hacia el baño, con ella siguiéndome los pasos—. En la gaveta de las toallas te dejé una muda de ropa para que la uses.

—Gracias —musité y cuando mi amiga estuvo por marcharse, no pude evitar preguntar—: ¿Cómo supiste que vendría? —Sabía quién le avisó, de todas formas, quería oírlo.

—Diego llamó diciendo que venias aquí y que no te encontrabas bien. —Sonreí de manera irónica. Era un libro abierto para él. Ni

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