—¿Mejor? —preguntó y asentí con la cabeza—. Vamos. —Me guio y me abrazó por los hombros hacia la entrada de su departamento. El trayecto lo hicimos en silencio y el tiempo bastó para tranquilizarme un poco—. Entra. Tienes que darte un baño caliente y cambiarte de ropa si no quieres enfermar —susurró y caminé directo hacia el baño, con ella siguiéndome los pasos—. En la gaveta de las toallas te dejé una muda de ropa para que la uses.
—Gracias —musité y cuando mi amiga estuvo por marcharse, no pude evitar preguntar—: ¿Cómo supiste que vendría? —Sabía quién le avisó, de todas formas, quería oírlo.
—Diego llamó diciendo que venias aquí y que no te encontrabas bien. —Sonreí de manera irónica. Era un libro abierto para él. Ni
Cuando llegamos al hospital, comencé a sentir mucho dolor en mi bajo vientre. Los retorcijones eran intensos de vez en cuando y más leves en otros momentos. Por Dios que no quería perder lo único maravilloso que me quedaba en la vida, lo único que me daría esperanzas y fuerzas para seguir adelante, dejando atrás al hombre que amaba.Mónica llamó al doctor Roberts desde mi teléfono y para cuando ingresamos, ya esperaba por mí. No dijo nada, pero por su expresión deduje que las cosas no estaban para nada bien.Nadie hablaba de la verdad de lo que ocurría. Ni las enfermeras, ni los médicos, ni Mónica, ni… Diego. Sí. Diego estaba allí, y no fue precisamente porque lo hubiera llamado, ni porque deseaba que estuviera, sino porque el doctor Roberts le avisó y Mónica estuvo de acuerdo en que viniera. Su rostro de preocupación por po
—Lo lamento —susurró—. Yo sí te quiero, Ana, y no te engañé en ningún momento de nuestra relación.—Eso ya no importa, Diego. Te dejo en libertad para que hagas de tu vida lo que mejor te parezca. Para que busques y ames a la persona correcta, porque, al parecer, esa persona nunca fui yo —me lamenté y mi corazón se encogió en mi pecho—. Esto se acabó y nada cambiará mi decisión. —Cerré mis ojos para no ver los suyos, para no caer en el embrujo de su mirada, cuando sentí que se apartó con violencia y se alejó de mí.—Esto no puede terminar, no dejaré que suceda jamás, nunca te daré el divorcio, Ana, ¡nunca dejarás de ser mi esposa! —Sus palabras quebradas resonaron en la habitación—. Yo te quiero, ¿no puedes entenderlo? —preguntó con
2 meses después…Estaba muy nerviosa porque después de dos meses, volvería a compartir con Diego algo más que un simple saludo frío y seco en los pasillos de la empresa. Mónica decidió que lo mejor sería alistarnos en su departamento y después ir directo al Palace Hotel, donde se llevaría a cabo el lanzamiento de una nueva colección de la Casa de Modas Ágata Sullivan.Jean, un estilista francés y amigo personal de Mónica, se encargó de nuestros aspectos y ciertamente me sorprendí con el resultado.Escogió con detalle desde los pendientes, hasta los zapatos, vestidos y accesorios que llevaríamos, además de encargarse de nuestro cabello y maquillaje.No quería pecar de vanidosa, pero en serio nos dejó grandiosas.Mi corazón se encogió cu
—Lo lamento, Mónica. —Tomé su mano y la presioné en señal de disculpas—. No obstante, es diferente y ambas somos diferentes. Tal vez tú hubieras perdonado y hubieras seguido tu vida felizmente al lado de Liam, pero yo no lo hubiera podido hacer y, ¿sabes por qué? —Negó con la cabeza, intrigada—. Porque la diferencia entre tu matrimonio y el mío es que a ti nunca Liam dejó de decirte lo mucho que te amaba, aunque cometió muchos errores que no tienen justificación, tú en el fondo de tu corazón, siempre estuviste segura de sus sentimientos. En cambio, yo jamás escuché decir a mi esposo que me ama, que se muere por mí. Sí me ha dicho que me quiere y me necesita, pero nunca que me ama. Y verlo besando a otra, en su oficina, donde cualquiera pudo haberlo visto, solo terminó por convencer a mi corazón de lo que ya sab&iacu
Mi cuerpo flotaba en una burbuja que se rompió cuando sentí que Diego se separaba de mí con lentitud. Apoyó su frente en la mía, trató de recuperar el aliento y regular su respiración, suspiró y abrazó mi cuerpo como si quisiera tenerme prisionera entre sus brazos. Lo sentí tan entregado, tan vulnerable, tan angustiado que por un momento creí tener una esperanza.Con los sentimientos aflorando como una tormenta de emociones y deseos, me prometí que sería mi último intento por salvar mi matrimonio, por salvar mi vida junto al hombre que amaba y que sería la última oportunidad que le daría para demostrarme sus sentimientos.—No puedes mentirme, Ana… —susurró en mi oído, hizo que cada poro de mi piel se pusiera en alerta, que cada vello se erizara en el acto por su aliento cálido sobre mi tacto, que sintiera en lo m
En cuestión de segundos, llegó la misma limosina que nos llevó al hotel y nos montamos en ella. Mónica le pasó la dirección de un bar muy exclusivo al chofer, y fuimos de camino a llorar mis penas de amor, como bien lo dijo. Al llegar, la cola de gente que aguardaba por entrar era impresionante, pero al ver a Mónica, el encargado de la entrada la hizo pasar de inmediato. Entramos y quedé impresionada, porque el lugar destilaba lujo por cada rincón. Era evidente que solo las personas más influyentes y adineradas iban allí, aunque yo nunca habitué de ese tipo de lugares y tampoco lo conocía. Amaba la paz y la tranquilidad de mi hogar. Amaba quedarme en casa bebiendo café, leyendo una novela romántica, escuchando música clásica y disfrutando de la naturaleza que me ofrecía nuestro amplio jardín. Mónica cambió tanto desde que dejó a su
Me arrebató de manera ágil mi pequeño neceser, mientras yo luchaba por deshacerme de él inútilmente. Posó ambas manos en la curvatura de mi espalda, con mi bolso entre sus manos, sacando algo de él. Con una mano, me presionó más contra su cuerpo mientras la otra se desprendía de mi piel desnuda, sentí cómo mis terminaciones nerviosas se disparaban por todo mi tacto.—Mónica, Ana se quedará en casa, pueden marcharse —despachó a mis amigas, ¡me iba a dejar encerrada en casa! No, no, no. Eso tenía que ser una broma de mal gusto—. Prometo que la llevaré yo mismo al aeropuerto mañana. El vuelo no sale hasta pasado medio día, tiene tiempo. —Y colgó, tiró mi móvil al sofá que estaba cerca.—Pero ¿qué has hecho? ¡Quién te crees para decidir por mí! &
Viajamos sin contratiempos a Las Vegas. En el camino le narré a Mónica y a Laura lo ocurrido, ambas llegaron a la conclusión de que Diego Sullivan estaba locamente enamorado de mí y que hice mal en abandonarlo en nuestro lecho. Ellas no comprendían lo que mi corazón sufría, nunca tuvieron que lidiar con lo que yo me encontré al adorar tanto a ese hombre. Ese muro de contención que levantó alrededor de su corazón y que a veces pensaba había podido derribar, seguía ahí.Noches enteras amándonos con nuestros cuerpos, entregándome a él sin reserva, por completo, dando todo y nunca pude escuchar de sus labios un «te amo». Además, aún no me quedaba nada claro su relación la mujer con quien se besó en su oficina. Ella dijo ser su ex prometida y los medios manejaban la misma información. Con la situación de mi p&e