Toma mi mano
Toma mi mano
Por: D.L Rivera
Prólogo

Oliver regresaba de un largo viaje de negocios en el extranjero; emocionado por volver a su hogar, pero sobre todo por reencontrarse con su novia. 

Barbara y él llevaban años juntos, más se conocían desde hacia mucho tiempo atrás. Aún así no fue hasta ese largo viaje que se dio cuenta de que su ausencia le dolía demasiado, que el no tenerla a su lado le parecía algo antinatural y estaba dispuesto a cambiar eso para siempre.

Una vez estuvo seguro de lo que quería no perdió el tiempo para tomar los pasos necesarios para lograrlo.

Al detenerse en una intercepción levantó el rostro, viéndose de reojo en el espejo retrovisor y lo que vio en este le sorprendió. Vio a un hombre locamente enamorado e inmensamente feliz; sus ojos brillaban y tenía una sonrisa que no podía borrar de sus labios al grado de que sus mejillas comenzaban a dolor. Saco entonces de la bolsa de su pantalón el objeto que cambiaría su futuro para siempre, el símbolo de su felicidad. Aún cuando solia ser un tanto impulsivo cuando estaba emocionado, en esa ocasión no fue de tal modo y se tomó todo su tiempo en esa importante decisión. Eligió el anillo más hermoso y exclusivo que pudo conseguir, pues deseaba lo mejor para su novia, la que muy pronto sería la prometida. 

Esta tan concentrado en eso que no se dio cuanta de que la luz del semáforo había cambiado, al menos hasta que escucho los claxones de los autos a sus espaldas. Así que comenzó a avanzar y justo cuando atravezaba la intercepción con una tonta sonrisa en los labios sintió un fuerte golpe en un costado del auto.

En cuestión de segundos escucho el chirrido del metal retorciéndose, el cristal incrustandose en piel y un dolor agonico antes de que la obscuridad comenzara a reclamarlo.

Lo último que vio fue el anillo salir volando y luego todo fue una vacío obsoluto.  

Tiempo después

Habían pasado mas de 9 meses del accidente; 6 de los cuales llevaba en su casa, recluido en su habitación. No deseaba ver a nadie; apenas y dejaba que lo atendiesen para asearse y solo si era alguien de su familia o de los mas antiguos empleados de su hogar. Había dejado de lado su trabajo en la empresa familiar y es que en su situación eso era lo que menos le importaba, además de que no soportaba la aldea de que nadie lo viera en ese estado. Se había negado a salir o recibir visita alguna, recluyéndose por completo y su familia no sabía ya que hacer para ayudarlo.

Los doctores eran objetivos en cuanto a que en su situación era difícil que mejorase, pero aun así aconsejaban que hiciese terapias de rehabilitación para intentarlo. Además les instaban a contratar una enfermera que le ayudase en sus necesidades, liberando así de esa responsabilidad a su familia y que pudiesen reanudar sus vidas. Infortunadamente esa no había sido una labor fácil. Habían contratado a mas de una docena de las mejores enfermeras que el dinero podía pagar y ninguna fue capaz de soportar los desplantes o majaderías que Oliver les hacia constantemente. Todas y cada una se disculpaban y se marchaban, es que no podían cuidar de él si no lo deseaba de ese modo y decidían dimitir. 

Su familia estaba desesperaba, no sabían que mas hacer con él. Cada vez estaba mas amargo, no permitía que nadie se me acercase, aun cuando necesitara ayuda. Sus padres estaban llegando a un punto en que no sabían que más hace y eso comenzaba a desesperarles.

Un buen día llego a visitarles un viejo amigo de la familia, el cual coincidente resultaba ser un eminente médico en el área de las lesiones lumbares y espinales.

- ¿Cómo esta Oliver? - les cuestionó una vez estuvieron sentados en el estudio con una tasa de té.

- Los médicos no han visto ninguna mejoría en su condición, tal vez tú puedas tratarlo - le pidió el Frederick consciente del buen médico que era y estaban desesperados por alguna mejoría.

- El doctor Paredes es un muy buen médico y de toda mi confianza. He visto los estudios de Oliver y se que han hecho todo cuanto pudieron para que mejorase. Nada de lo que yo pueda hacer ara la diferencia; además saben que hace años que yo ya no ejerzo, pero si tengo en claro que sus posibilidades de una recuperación satisfactoria aumentarían de manera exponencial si accediera a comenzar cuanto antes con una terapia de rehabilitación - les dijo tratando de que su conejo fuese mejor recibido por estos, en especial de lo que lo fue por él y es que trataba de que entendieran que su intervención no sería la mas acertada.

- Entendemos que los médicos que lo tratan son excelentes, pero él ha entrado en un estado casi depresivo y nos preocupa. Se niega a salir de su habitación o a tratarse, las enfermeras que hemos contratado para que le ayuden no resisten su comportamiento y nos ha sido imposible lograr que valla a las secciones de rehabilitación - se quejo Luisa al borde de las lágrimas.

- La ultima sólo soportó 5 días y renunció. A los únicos que permite acercar es a nosotros y sus hermanos, pero ellos son jóvenes y tienen otros cosas que hacer. No pueden aislarse por siempre para atenderlo, además de que ninguno de nosotros sabe como cuidarlo correctamente; necesita de alguien profesional que le ayude a recuperarse - le dijo Frederick consiente de las nuevas necesidades de su hijo.

El doctor Alvarez se les quedó viendo, comprendiendo su dilema; fue así hasta que de pronto creyo encontrar una solución a sus problemas.

- Ya me habían llegado esos rumores y en aras de nuestra amistad me permito recomendarles una gran enfermera que estoy segura podría brindarles lo que tanto requieren. Si lo que necesitan es una enfermera que pueda soportar su difícil carácter, entonces creo que conozco a alguien perfecto para su situación - les dijo sorprendiéndolos.

- No te ofendas, pero estamos cansados de contratar enfermeras y que él las ahuyente en cuestión de horas tan solo. No creo que alguien sea capaz de sobrellevar su carácter, sobre todo ahora - reconoció Luisa consiente de que eso era verdad.

- Lo entiendo, pero estoy seguro cuando les digo que de quien les hablo es perfecta para el trabajo. Ella esta muy familiarizada con el tipo de lesiones que él padece, además de que suele encargarse de los casos mas difíciles y no le asusta hacerlo. Meto las manos al fuego por ella y su capacidad, de no ser el caso no se las habría recomendado jamas - les dijo convencido de lo que decía.

- ¿Confías en ella como para realizar esta tarea? - le cuestiono Luisa, quien parecía un tanto insegura al respecto. 

- Lo estoy en efecto, confió en ella por completo. Más debo advertirles que sus métodos aunque efectivos, son pocos ortodoxos. Puede que les extrañe su forma de tratar a los pacientes, pero tengan por seguro que sabe muy bien lo que hace - les dijo con una sonrisa y es que había visto el mismo de lo que era capaz de hacer.

- En ese caso danos sus datos, ya no podemos mas con esta situación - le dijo Frederick ansioso por una solución. 

- Si les parece bien, dejenme hablar primero con ella. Debo plantearle las necesidades y complejidades de este trabajo; pues no suele aceptar empleos fijos, más estoy seguro que si se lo pido accederá - les dijo confiado de que sería de ese modo.

- En ese caso hazlo cuanto antes, te lo pedimos.

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