UNA BALA

Estaba llegando al puesto de vigilancia donde habíamos estado observando los movimientos de Gilbert y Jonathan, no teníamos orden de aprehensión ni de cateo, porque no teníamos ningún pretexto para inspeccionar el lugar. Pero sabíamos que algo escondían ahí. Entré a la camioneta en donde el equipo de espionaje estaba trabajando, mi hermano Noah se levanta del asiento y se dirige hacia mí con voz preocupada.

—¡Lo tienen, lo descubrieron! —la sangre se heló en mis venas al escucharlo.

—¡¿Qué?! ¡Demonios! —Pateo la puerta frente a mí—. ¡Debemos sacarlo de ahí!

—Perdimos contacto con él hace cinco minutos —me dice respirando rápido.

—¡Maldita sea! —quería que actuaran pronto.

—Tenemos las pruebas, confesaron muchas cosas y sí, hay gente secuestrada ahí dentro.

—¿Qué esperamos? —pregunto desesperado con la adrenalina recorriendo mi cuerpo.

—A que nos contacten, a estas alturas saben que estamos aquí —responde y me dieron ganas de estrangularlo por lento, ¿qué no se daba cuenta de que Nick
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