Caroline

Me encontraba a oscuras en mi habitación recordando al maldito demonio que llevo tatuado en mi corazón, la música de fondo era como un dedo lastimando una y otra vez la herida de su rechazo.

Mientras bebo de la botella de brandy, Jessie, entra a la habitación, puedo imaginarla rodando los ojos debido a lo enferma que debía parecerle la situación. Me refiero a la oscuridad en la que estoy con el tipo de música de una mujer que ama un imposible.

De pronto la luz ciega mi vista, luego de varios parpadeos tratando de enfocarme, lo primero que observo es su rostro descompuesto debido a la escena deprimente que estaba presenciando… Ebria, desalineada, seguramente con el maquillaje corrido debido a mis lágrimas y para rematar los ojos hinchados. Ella se acerca lentamente para finalmente sentarse a mi lado, arrebatándome el control del reproductor para bajar un poco el volumen. Los vidrios dejan de retumbar.

—¿Qué sucede, Caroline? —me pregunta sin rodeos, ella es así, siempre directa.

—Ella me tendió una trampa —dije entre lágrimas y voz amarga. Jessie suspira y niega con la cabeza para luego responder:

—No, Caroline, Elena está hospitalizada.

—Fui a verla —respondo mientras limpio mi nariz con el antebrazo sin importarme lo mal que eso pudiera verse a sus ojos. Por un momento recuerdo a nuestra madre alcohólica y apostaría a que Jessie también lo hace.

—Continúa… —me anima a seguir con mi relato.

—Le dije que estaba embarazada, le pedí que lo dejara ir…

—¿Estás embarazada? —me pregunta asombrada.

—No.

—¿Entonces por qué le mentiste?

—Para que lo dejara ir. Ella me dijo que lo haría, y hasta me aconsejó que le confesara a Ethan lo del supuesto bebé —suelto una risa amarga—. Y como una tonta fui a su oficina y se lo dije.

—No te creyó.

—No solamente eso. Siempre me dijo que ella no podía tener hijos, pero en realidad es él, quien no puede —sin poder contenerme más, volví a sucumbir en llanto.

—¡Dios! —exclama Jessie, su expresión me dice que siente pena por mí, pero, la verdad no me importa.

—Dice que no me ama, y ahora con esto jamás volverá a confiar en mí, cree que tengo un amante. Él piensa que lo engaño.

—Caroline, él no te ama.

—¡Sí, lo hace! —le grito— Íbamos a vivir juntos, ¿no lo recuerdas?

—Únicamente te utilizaba para calentar su cama, Caroline. ¿Por qué te empeñas en idealizarlo? ¡Es patán!

—¡Cállate! Me tienes envidia. ¡Lárgate de aquí, tú te encuentras del lado de Elena! ¿La crees mejor que yo? ¿Es eso? ¡Traidora!

Dos semanas han transcurrido y todavía me siento deshecha por su rechazo, sin poder resistirlo he ido a buscarlo a la oficina, no me importaba suplicar y si era necesario hacerlo de rodillas para lograr, así fuera el mínimo acercamiento a él, lo haría, porque lo amo con toda mi alma, vivir lejos de él me es imposible.

Siempre que voy a buscarlo la recepcionista me indica que él se encuentra de viaje. Su número de celular a pesar de que lo marco en distintos horarios, siempre se encuentra apagado.

Lentamente, la esperanza muere dentro de mí, sé que ellos están de viaje para reconciliarse e intentarlo de nuevo. Ella debió pedírselo para alejarlo de mí.

Sin darme cuenta el tiempo ha transcurrido…, hoy se cumplen seis meses de su partida y yo finalmente he decidido continuar con mi vida, por Jessie. Quien en mi depresión y encarcelamiento autoimpuesto ha estado estudiando y ha comenzado a trabajar para ayudar a sustentar los gastos de casa, el dinero que Ethan me dio ha disminuido y apenas nos queda nada. Cansada de esperarlo aquí sentada en el mismo lugar me levanto y decido continuar. No quiero que Jessie se convierta en el adulto responsable que se supone es mi cargo en nuestro pequeño hogar. Ella aún es demasiado joven debería estar disfrutando cada etapa de su vida.

Más tiempo pasa, la esperanza de volver a verle continúa muriendo poco a poco. Jamás he vuelto a ser la misma, mi relación con Jessie es limitada, el momento en que la niña ahora mujer debía partir a la universidad me entristece, no quiero quedarme sola, pero tampoco quiero cortar sus alas.

— ¿Llevas todo? —Uno de mis cambios notables, era el cigarrillo que siempre llevo en mi mano.

—Sí —me responde mirando el tablero de horarios del autobús.

—Llámame en cuanto te encuentres instalada —le ordeno y le doy una última calada a mi cigarrillo.

—Ok

Sí, nuestras conversaciones se basaban en esas simples frases.

Cuando anuncian la salida de su autobús, por la forma en la que Jessie me observaba, sé que no quiere irse de esa manera tan fría y sin arreglar nuestras diferencias. Sé perfectamente que en un principio Jessie pensaba que mi amor por Ethan es simplemente un capricho, pero al ser testigo de mi desdicha ella ha cambiado de opinión, en ocasiones la veo dudar, sé que muchas veces ha tenido la intención de abrazarme o decirme algo importante pero siempre calla al último momento.

—Caroline —Jessie me llama y la miro a los ojos después de tanto tiempo de no hacerlo debido a mi vergüenza, por cometer el mismo error de nuestra madre de traicionar a las personas que te aman en este caso a Elena, quien hizo mucho por nosotras, pero… ¿Qué podía hacer? ¿Luchar en contra de sentimientos superiores a mi fuerza de voluntad? No pude, aunque lo intenté y muchas veces—. No volverá, intenta vivir.

Lágrimas brotan de mis ojos, no lloro porque se haya ido o por el sueño no cumplido, ese sufrimiento siempre está reservado para la privacidad de mi almohada, lloro, al entender con esas simples palabras que, Jessie, después de tanto tiempo perdona mis errores y sobre todo el amor enfermizo que siento por él.

—Te lo prometo —. Sí, lo hago. He esperado más de un año, sin tener noticias de Ethan. Me encuentro sentimentalmente cansada, mentalmente agotada de vivir del recuerdo, de un hombre que nunca existió, y era el momento de continuar…

Ambas nos abrazamos, un gesto que significa: reconciliación.

—Te quiero Jessie, perdóname por haberte dejado sola.

—Yo también te quiero, no vuelvas a hacerlo.

—No, no volverá a pasar…

Intento con toda mi alma superar todo lo que viví con Ethan, su amor, su rechazo. Lo primero que hago, un paso a la vez, es buscar trabajo. Dos meses después ya estoy trabajando como recepcionista en una empresa de materiales de construcción, los hombres ahí siempre intentan acercase más de lo debido. Pero siempre les rechazo, porque en su mayoría son hombres casados, ya no quiero ser la otra y los otros solo me quieren para pasar el momento. Me he propuesto encontrar a alguien que solamente pueda amarme a mí, que sea solamente mío.

Tiempo después, ese hombre llega con el nombre de Cesar. Un hombre alto, moreno con ojos negros como la noche, no es tan guapo como Ethan, pero tiene carisma y de alguna forma conseguía sacarme una sonrisa, así que… ¿Por qué no intentarlo? Bien se lo prometí a Jessie. No esperar más a Ethan, continuar con mi vida y ser feliz.

Ocho meses después me encuentro bien, viviendo en paz conmigo misma, no feliz porque siempre está la sombra de Ethan enturbiando mi camino. Cesar me había pedido matrimonio y siendo realistas, supe que, si no es con Cesar, no será con nadie. Era un buen hombre o eso creo. Así que acepto.

A los cuatro meses de matrimonio vivo atemorizada, Cesar resultó un hombre celoso, impulsivo y en ocasiones muy agresivo.

—Caroline, cariño —lo escucho llamarme con voz melosa, escucharle ese tono de voz era lo más atemorizante que jamás escucharé en mi vida.

—Dime, Cesar —le respondo, intentando sonar normal.

—Me puedes decir ¿qué asquerosidad es esto? —dice señalándome su plato.

—Es la cena —mis manos comenzaron a temblar. Intento controlarme sujetando fuertemente el borde de la mesa.

—La cena —afirma él—, pues trágate tu comida de perro tú sola. ¿Crees que voy a comer esa porquería? —me grita arrojando el plato hacia mi rostro, el cual logro esquivar agachando la cabeza, evitando el golpe, pero no logrando evitar así que la ropa se ensucie con el contenido del plato.

Cesar se levanta de su asiento enfurecido por haber evitado su agresión.

—No, Cesar, espera por favor —le suplico en vano, una vez que comienza a golpearme no para hasta que me deja medio inconsciente.

— ¡Estúpida no sabes hacer nada, no me complaces en la cama, no sabes hacer de comer, ni limpiar la casa! ¡Eres una completa inútil buena para nada! —dice al mismo tiempo que arremete contra mí.

—¡Ay! —grito al sentir el primer golpe. Estoy recostado en el piso del comedor con él sobre mí impidiéndome escapar, con una mano en mi cuello y la otra golpeándome a puño cerrado.

Los vecinos solo me ven pasar con mi rostro más que mallugado, cada vez es peor, y cuando nuestras miradas se cruzan, giran la cabeza a otra parte. Mis compañeros de trabajo me ven con lástima, conocieron a Cesar cuando trabaja en la constructora. Él, fue despedido poco después de que nos casáramos, el incidente fue porque un chico estaba hablando conmigo en lo que esperaba la llegada de un material en la entrada de la bodega. Cesar lo vio desde su puesto de trabajo y no pudo tolerar que el chico que, me hablaba de su novia, tocara mi brazo mientras manoteaba. Corrió hacia él y lo golpeó. Fue despedido inmediatamente. Ese día cuando llegué a casa fue la primera vez que puso su mano en rostro con la fuerza de un hombre furioso.

Hoy, regreso a casa temprano, pues había pedido una licencia a mi jefe para asistir al médico. Un día antes me hice la prueba de embarazo casera, dando como resultado positivo. Después de digerir la noticia, una sonrisa apareció en mi rostro. Iba a ser madre, un ser pequeñito e indefenso crecía en mi vientre. Por lo que rápidamente busqué por la web un médico especializado que llevara mi embarazo y luego envíe un mensaje a mi jefe para que me dejara llegar más tarde. Le dije que necesitaba ver a un médico, y, aunque no expliqué para qué, él accedió de inmediato diciéndome que me tomara el día completo si era necesario, lo cual me hizo pensar que lo hizo debido a los moretones en mi rostro. Seguramente creyó que Cesar me había hecho daño de nuevo.

Después de la consulta, paso a la farmacia para el tratamiento indicado por el doctor, ácido fólico, hierro y vitaminas. Todo para la formación y crecimiento sano de mi bebé. Estaba muy feliz, después de tanto tiempo, realmente sentí felicidad.

Antes de llegar a casa como ya es costumbre llamo a Jessie, para darle la maravillosa noticia, estoy eufórica. Pero no he recordado que al ser más temprana la hora en la que siempre le llamo no la localizo, por lo tanto, solamente me limito dejarle un mensaje de voz.

—Hola, Jessie… no sé cómo decirte esto… bueno es importante y no debería comunicártelo de esta manera, será mejor que mañana te llame, no te preocupes. Estoy bien.

Corto la llamada, sintiéndome una completa estúpida, pensando que no debí haber dejado ese mensaje, porque seguramente se preocuparía.

Llego a casa, estoy tan contenta que cuando entro al departamento no me percato del bolso y la chaqueta que estaban sobre el comedor. Mas voy directo a la recámara, justo en el momento anterior a abrir la puerta escucho gemidos.

— ¡Oh, por Dios! —exclamo sorprendida sintiendo como mi sangre comienza a helarse, cubro mi boca con una mano y abro lentamente la puerta. Cesar está ahí con nuestra vecina teniendo sexo en la que es mi cama, donde procreamos a nuestro hijo, donde dormíamos y compartíamos nuestra intimidad.

Si bien era cierto que no amaba a Cesar, cuando nos casamos le tenía cariño y respeto. Pero, aun así, eso no alivia la rabia que me causa su traición, una rabia que provenía precisamente de lo que había tenido que sufrir a causa de sus celos mal infundados, me siento mal y culpable a la vez, pues sé que él presiente mis verdaderos sentimientos de amor frustrado por alguien más. Solía justificar sus actos pensando en ello.

— ¡Cesar! —le grito con rabia. Sin poder evitar más las lágrimas. Él levanta la vista, no hay culpa en su rostro, al contrario, puedo divisar su diversión. No tolero su burla por lo que salgo de la habitación.

Los espero en el comedor, la primera en salir es ella, mi vecina, una pelirroja que, según las malas lenguas del edificio, era una prostituta. Ahora tengo prueba de que es verdad, esa mujer barata lo es. La fulmino con la mirada mientras que la susodicha sonríe. Sin poder contenerme más me lanzo contra ella y su estúpida sonrisa burlona. Pero antes que llegue a tocarla Cesar me detiene.

— ¡Suéltame, desgraciado hijo de p**a! —le grito y araño, lucho por soltarme de su agarre. Ella aprovecha para huir del apartamento.

— ¡Basta ya, loca! ¿Qué te sucede? Estábamos ocupados.

—¡Idiota! —le doy una bofetada lo que le borra la sonrisa cínica y lo enfurece. Lo último que recuerdo es ver su puño viniendo en dirección a mi rostro.

Cuando despierto me encuentro en una habitación desconocida, el rostro me duele, no puedo abrir bien los ojos. Entonces recuerdo los golpes que me ha dado Cesar, y de pronto se me viene a la mente mi estado de gestación; instintivamente poso mis manos en el vientre y las lágrimas comienzan a caer.

Un médico entra en ese momento y comienza a examinarme realizándome preguntas de rutina, respondo a todas.

—Estoy embarazada… —las lágrimas vuelven—. ¿Le sucedió algo a mi bebé?

—No debe preocuparse por su hijo, afortunadamente se encuentra bien, pero es importante que usted se encuentre tranquila o de otra forma puede afectarlo. Voy a remitirle con servicios sociales para que platiquen con usted.

Ignoro su último comentario.

— ¿Está seguro de que mi hijo estará bien?

—Señora, en este momento su hijo está y estará bien, pero, lo que le ha pasado antes no debe volver a ocurrir, ya que corre el riesgo de sufrir un aborto, ahora lo que necesita es reposo.

Esa tarde tuve una plática acerca de lo que había sucedido ese día, tenía tantas emociones guardadas dentro de mí, había soportado en silencio las agresiones tanto físicas como verbales de Cesar, la confianza y empatía que me brindo la trabajadora social de nombre Gianni, hizo que desahogara todo en su hombro, me siento tan bien hacerlo. Como un gran peso que llevas a las espaldas y que, de pronto este desaparece. La satisfacción de sentirme liberada fue lo mejor en mucho tiempo. Gianni atenta escucha, en ocasiones asiente y en otras, pregunta.

—Debes levantar los cargos correspondientes sobre lo que te ha hecho, si no lo haces esto volverá a ocurrir. Lo peor de todo es que cada vez será peor, ¿sabes cuántas mujeres mueren a manos de sus agresores?

—Pero es el padre de mi hijo. Además, ¿A dónde iría? —respondo, no tengo a donde ir, Jessie comparte departamento con una amiga, definitivamente ella no es opción. Veo con mi único ojo que puede abrirse, como Gianni suspira con pesar—. Voy a presentarte a uno de nuestros abogados, ella va a explicarte y tal vez ayudarte con el divorcio.

—No tengo dinero.

—No te preocupes, nuestra fundación «Despertar» no te impone una tarifa por nuestros servicios. Nos mantenemos de donaciones, lo que quieras aportar ya sea con dinero, con un poco de trabajo comunitario o ropa, cosas que no ocupes y que pueda ayudar a nuestro albergue es bienvenido. —finaliza sonriendo cálidamente.

—Gracias.

Hoy hacía dos días de mi plática con Gianni, ahora me encuentro esperando al abogado que me ayudaría a librarme de Cesar. Gianni me dijo que se trata de la persona que lleva el área legal de la fundación y que por ser un caso especial ha viajado exclusivamente para verme.

—¡Buenos tardes! —me saluda Gianni entrando a la habitación.

—¡Buenas tardes! —respondo intentando sonreírle, aunque me duele hacerlo.

—Tengo buenas noticias, el abogado que se encargará de tu caso ha llegado de viaje, está afuera esperando. ¿Hay algo que quieras saber antes? —niego con la mano.

Gianni se acerca de nuevo a la puerta abriéndola y haciendo señas a la persona que aguarda.

Es ella Elena. Nunca en mi vida me he sentido tan humillada.

Después de que se marcha y de darle mil vueltas al asunto, pienso que, si Elena lleva mi caso, podría de nuevo entrar en su vida y en la de Ethan. Elena es una mujer… ingenua, es obvio que al principio desconfiará de mí, pero solamente debía convencerla de que estaba enamorada perdidamente de Cesar, y que no corre ningún peligro su matrimonio si me encuentro cerca.

Jessie llega dos horas más tarde.

—Elena estuvo aquí —le digo, mientras cepilla mi cabello.

— ¿Qué? —pregunta sorprendida.

—Ella es el abogado que se encargara de mi caso.

—No sabía que fuera abogado.

—Ethan y ella se conocieron en la universidad, él me dijo alguna vez que, termino su carrera dos años después que él.

— ¡Oh! No estarás pensando en aceptar ¿verdad? —me pregunta con temor.

—Ya no amo a Ethan y estoy segura de que con los abogados de él mi bebe y yo estaremos a salvo. —le digo para que no echara a perder mis planes.

—Pero será ella, no él quien lleve tu caso.

—Es lo mismo.

—No, creo que eso sea bueno para ninguno de los tres. Deberías alejarte, ya buscaremos a otra persona.

— ¿Estás loca? ¡No tenemos dinero y no confío en nadie más!

—Es un error, Caroline, pero si insistes, solamente puedo pedirte, no, rogarte, que no hagas una estupidez.

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