Capítulo 2: Hablando de las piedras

Virginia

Tres años antes

— ¿Qué te pasa imbécil? — Hemos bajado al pueblo a cenar a un pequeño, pero muy exclusivo restaurante, no se puede tener todo en el campo, pero me encargué de que fuera el mejor.

Un tipo de nuestra edad, aproximadamente o tal vez más viejo, acaba de pasar con un grupo de amigos y ha chocado contra mí, ¡Qué asco! Está asquerosamente vestido, no sé como lo han dejado entrar aquí. 

— Fíjate por donde caminas, imbécil — Le digo y mi hermana baja la mirada, quiero que todo salga bien, pero no voy a soportar este tipo de irrespeto — Al parecer este restaurante no es tan exclusivo como parece, deja entrar a todo tipo de gente rara — Termino mi comentario y sigo leyendo mi carta.

— Cuidado con esa boquita, hermosa — Susurra el hombre y yo me quedo impresionada con este estúpido americano ¿Me está desafiando? ¿A mí? ¿En mi país?

Mira a mi hermana que está completamente avergonzada, sus ojos se dilatan, esto es la locura, no puede ser que le ponga este vago.

— No eres nadie para reprocharme algo, acabas de chocarte contra mí, al parecer no puedes ni controlar tus movimientos — Llamo su atención con mi comentario, ¿Por qué la mira a ella? Se vuelve y se inclina un poco hacia mí. Siento un vacío en mi vientre, que extraño, debo tener mucha hambre porque nunca me había pasado. 

— No es problema tuyo cómo pueda encontrarme en este momento – acerca su cara un poco más a la mía y  levanto mi mentón con orgullo, tengo la boca seca — Francesa — dice, mientras pasa su mano por mi cabello y yo me retiro con fuerza. ¿Cómo se atreve a tocarme? Claramente no somos iguales.

— No eres más que un vagabundo completamente alcoholizado, cuidado, tal vez tengas que lavar los platos para poder pagar la cuenta – Veo como mi hermana se lleva las manos a la boca ¡Es tan inocente! 

— ¡Virginia! — Vera intenta llamarme la atención — Creo que has sido un poco grosera con el señor — Ya volvemos a lo de siempre, ella con su amabilidad y tonterías. 

— No seas mojigata, Vera. Si estás pensado lo mismo que yo — Le digo, mi hermana no deja de mirar al chico, espero que ahora no vaya a decir que le gusta, Dante me ha dejado y está con ella, no puede simplemente cambiar de opinión.

— Claro que no — Me contradice — No soy quien, para levantar ese tipo de juicios, que voy a saber yo si puede o no pagar — El chico la mira y le sonríe, volteo mis ojos, es que de verdad, Dios los cría y ellos se juntan. 

Aprovecho que el chico está mirando a mi hermana como idiota, para detallarlo, creo que es más alto que Dante, de contextura delgada, pero musculosa, sus ojos azules me dejaron impresionada cuando lo vi y su barbilla cuadrada y cara masculina, lo hacen un hombre completamente hermoso; tengo la impresión de haberlo visto antes. 

— Mira, ¿Podrías dejar de interrumpirnos y largarte? Estás robando nuestro oxígeno — He perdido la paciencia, no soporto que se concentre en mi hermana ¿Es que no se da cuenta de que es casada? Sé que he sonado muy agresiva, pero me importa una m****a.

— Disculpe "My lady" Está claro que eso es muy importante para usted, casi como el valor de la cena — ¿Qué está diciendo este imbécil? — Debería aprenderle a su hermana "My lady" Hermosa y educada. Aunque hay un lugar en el que me encanta la agresividad en las mujeres. En la cama — Susurra y retira la mano y se erige con elegancia ¿En serio? Nunca alguien me había dejado sin palabras, cómo este tipo, la cantidad de desfachateces que puede decir por segundos — Aunque dicen que las mujeres suelen ser todo lo contrario en la cama, a lo que muestran en público — mira a mi hermana y ella claro, se sonroja aunque no es fácil verlo, yo puedo notarlo  — así que, creo que si seguimos la teoría, su hermana sería perfecta para mí — parpadeo ¿Está coqueteándole?

— Estoy casada — susurra Vera mostrando su anillo.

— Lástima, al parecer siempre encuentro tarde a la mujer de mis sueños — inclina su cabeza para despedirse y me guiña un ojo — Aunque algunas teorías tienen su excepción "My Lady"— me dice — Que tenga buena noche — Estoy realmente impresionada, le ha coqueteado a ella y a mí me ha tratado así que como una frígida ¿Cómo se atreve? Levanto la mirada y mi hermana está observándome con una mirada muy extraña. 

No puedo creerlo, estoy pasando unos días en compañía de mi hermana gemela y en el restaurante he sido insultada por un imbécil que parecía un vagabundo, me ha dañado toda la cena.

— Vera, ¿Podrías adelantarte? Voy a caminar un rato, por favor no me esperes, descansa ¿Vale? — Mi hermana se detiene y me mira un momento.

— Ten mucho cuidado, hace mucho frío y es noche cerrada — me responde muy seria.

—Claro mamá, no te preocupes que todo va a estar bien — me abraza y luego retoma el camino hacia el chalet.

Hace casi 7 años, mi hermana gemela y yo, nos enamoramos del mismo hombre y ese hecho casi destruyó por completo nuestra relación.

Ella se quedó embarazada de él, pero fui yo quien se convirtió en su esposa, a pesar de que sabía que él estaba enamorado de ella y no de mí.

Durante nuestro matrimonio, nuestra vida se convirtió en un calvario y a pesar de eso, yo luchaba para que él me quisiera, no entendía por qué no lo hacía y eso destrozaba mi ego.

Me refugié en las drogas, el alcohol y los hombres y para poder soportar las infidelidades de mi esposo, estuve durante todo mi matrimonio, con Ronnie y con otros hombres más, en general compañeros de set.

 

 

Ronnie, a quien conozco desde mi adolescencia, intentó que yo dejara a mi esposo por él, pero nunca pudo hacerme sentir de la misma manera.

El día que mi esposo, logró divorciarse de mí, llené mi cuerpo de drogas y alcohol y salí a buscar a mi hermana, no sé por qué lo hice, fue un impulso; pero me arrepentí y terminé atropellando sin querer a su hijo, que es mi sobrino y también el hijo de mi esposo, o mejor dicho exesposo. Sin quererlo, reuní al hombre por el que he luchado toda mi vida, con mi hermana, la mujer que realmente ama y con su hijo, él que le oculté durante años.

Cuando toqué fondo, a punto de perder mi carrera de actriz y todo lo que tenía, me di cuenta de lo despreciable que había sido con ellos tres, especialmente con mi hermana, que es la única familia que tengo y le pedí que me perdonase e intentáramos recuperar nuestra relación. Así que compré una casa en el campo en Francia, el país donde nacimos y crecimos y la invité a pasar una semana conmigo. 

Y aquí nos encontramos después de varios días, las cosas hasta ahora han ido bien y nos hemos divertido y recordado buenos momentos juntas, sé que debemos trabajar mucho más para volver a confiar la una en la otra y estoy dispuesta a hacerlo. En dos días ella debe regresar con su esposo (Mi ex) y su hijo y viene y pasa lo del estúpido del restaurante.

— Fíjese por donde camina, my Lady — Lo que me faltaba, el imbécil vagabundo del restaurante y su grupo de amigos. No le dije a mi hermana que se adelantara, para volver a encontrarme con este tipo, a veces el destino es una putada. 

— Es de idiotas chocarse dos veces con la misma piedra — Le digo y sus amigos prefieren irse y dejarnos solos en medio de la calle y del frío.

— Que conste, que no fui yo quien lo dijo — Me responde — Aunque no importa, a veces las piedras se abren y explotan — ¡Que imbecil!

— ¿Ah sí?  y ¿crees que tú puedes hacerme explotar? — Que tipo tan prepotente ¡Lo detesto! Sin embargo, vuelvo a sentir el vacio en mi vientre, como si necesitara algo, pero no sé qué exactamente. 

— No hablaba de usted mi Lady, hablaba de las piedras, pero con usted, seguro que puedo intentarlo — Esta muy cerca de mi, lo empujo y grito, me desespera que me llame así.

— Virginia, mi nombre es Virginia, deja de llamarme así — intento golpear su pecho y cierra sus manos en mis muñecas. No sé porque este hombre me altera de esta forma.

— Mira, hasta tu nombre está de acuerdo conmigo — me dice en un susurro.

— Eres un maldito imbecil — Estoy perdiendo la concentración, mis ojos no dejan de navegar en sus hermosos y profundos ojos azules. Siento la necesidad de besarlo ahora mismo.

— ¡Cuidado con esa boquita! — me repite como lo hizo en el restaurante.

— ¿Que vas a hacer? ¿castigarme? — levanta la ceja y me mira inquisidor.

— No, porque sé que te mueres por que lo haga — acerca sus labios a los míos — Voy a tomarte.

Sus palabras me confunden, lo miro sin comprender a lo que se refiere y mi cuerpo tiembla de la necesidad de sentirlo pegado contra el mío. Pero ¿Si es un vagabundo?

Mi cuerpo no está de acuerdo con mi mente y en cuestión de segundos me inclino y paso mis manos por su cuello, mis labios tocan con fuerza los suyos y mi lengua exige entrar, las manos del vagabundo se deslizan por mi cuerpo hasta tomar mis glúteos y cerrarme contra sí mismo, siento su increíble erección presionar contra mi pelvis y suspiro.

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