BellaEstaba llorando, las lágrimas corrían por mi rostro mientras luchaba por comprender lo que estaba sucediendo. Las palabras de mi abuela resonaban en mis oídos, con aquella inesperada revelación que parecía imposible de creer.- ¿Cambiarnos? Abuela, ¿hablas en serio? ¡No puedo irme de aquí! ¡Tengo amigos, escuela, una vida aquí! - dije, mirándola. Me dolía el corazón con cada palabra que salía de su boca. Estaba confusa, asustada y, sobre todo, dolida. Esperaba que me consolara en este momento tan difícil, no sólo para mí, sino también para ella, pero en lugar de eso me estaba obligando a hacer algo que no quería hacer y que no entendía.- Cariño, no tenemos mucho tiempo, ahora necesito que termines de empacar tu ropa. Vamos a coger el autobús... - Se sacó el móvil de la cintura, lo miró y volvió a mirarme. - Sólo faltan unas horas para que salga el autobús. Así que date prisa, por favor. - Su voz era tranquila, pero había una urgencia en ella que me hizo estremecer por dentro.
Bella- Estaba en estado de shock. No podía creer lo que acababa de oír. El corazón se me estrujaba, era como si alguien me lo aplastara con fuerza contra el pecho. Mis padres... ¿Muertos? ¿Cómo era posible?Corrí hacia la ventana, mirando desesperada hacia la calle con la esperanza de verlos llegar sanos y salvos. Pero lo que encontré fue una escena aterradora. Los coches de los secuaces de mi padre estaban esparcidos frente a nuestra casa. Caí de rodillas al suelo, buscando un signo de esperanza en los ojos de los presentes. Mi abuela corrió hacia mí y me abrazó, intentando consolarme. Sus palabras parecían lejanas e irrelevantes para la tragedia que acababa de ocurrir. Mi mente estaba nublada y aturdida. Mi realidad se derrumbaba completamente a mi alrededor.En un momento de desesperación, me zafé de los brazos de mi abuela y grit&eac
Lucca- ¿Lucca? ¿Lucca? ¡Han entrado unos hombres! ¡Repito! ¡Han entrado unos hombres! - dice en su teléfono móvil. Algunos de los hombres que estaban vigilando la entrada de la casa de Marco.- ¡Venga! ¡A por ellos! ¡Marco y su familia están en la casa! ¡Es una orden! - respondí. Luego colgué y entré en la otra habitación. Caminé deprisa, estaban envolviendo la cocaína. Abrí la puerta.- ¡ALTO AHORA MISMO! - Me miraron sin comprender.- ¿Qué pasa? - preguntó uno de ellos.- ¡Deja de hacer la maleta ahora mismo! Guardad lo que esté listo y largaos de aquí. - Me acerco a ellos y les digo que hagan lo que les digo. Se miran entre ellos y me devuelven la mirada. - ¡HACED LO QUE OS DIGO, JODER! ¡AHORA! - Grito y recogen las bolsas y meten lo que hay dent
LuccaCon el corazón acelerado, miré atónita a Marco, que se debatía en el suelo. Me aterrorizó ver a mi mejor amigo en aquella situación. En estado de shock, me arrodillé a su lado y le cogí la mano, intentando mantener la calma.- ¡Marco! ¡Mírame, amigo! Intenta mantenerte despierto. - le supliqué, sintiendo que se me hacía un nudo en la garganta.Marco abrió los ojos lentamente y me miró con dificultad. Sus ojos estaban llenos de dolor y desorientación.- Lucca... ¿qué... ha pasado? - susurró con dificultad. Una mezcla de preocupación y alivio inundó mi pecho. Marco estaba vivo, aunque gravemente herido. La sangre goteaba incesantemente de su espalda y sus palabras eran débiles.- Alguien te golpeó en la espalda mientras cenabas con Giovanna. Pero ahora tiene que concentrars
LuccaLas lágrimas seguían cayendo por mi rostro mientras permanecía de rodillas, aturdida e incapaz de aceptar la realidad que se desplegaba ante mis ojos. El mundo a mi alrededor parecía desdibujarse y el sonido de sollozos desesperados resonaba en mis oídos. La pérdida de Marco era abrumadora y me dolía el corazón como si me lo estuvieran destrozando.Mientras los médicos continuaban sus frenéticos esfuerzos por devolver la vida a Marco, yo me sentía impotente. Cada compresión en su pecho era una punzada en mi propio corazón, un recordatorio constante de que había perdido a mi mejor amigo. La agonía ardía en cada fibra de mi ser, provocando una mezcla de tristeza, conmoción y rabia.Las voces a mi alrededor se mezclaban en un borrón indistinto, como un eco lejano e irreconocible. Los susurros de los médicos y las enfermeras parecían viajar por un túnel sin fin, llegando a mis oídos como un sonido amortiguado y sin sentido. Estaba aturdida, inmersa en una realidad que no quería acep
LuccaHoy se cumplen tres días de la muerte de Marco, y aquí estoy, ante la dolorosa escena de su funeral y el de su mujer. Es extraño, como si el tiempo pasara demasiado despacio, pero al mismo tiempo todo parece tan irreal. No puedo evitar la sensación de que es demasiado pronto para estar aquí, mirando los ataúdes, pero la voz de la suegra de Marco resuena en mi mente, explicando que era necesario celebrar un funeral conjunto por su hija.Al escuchar las palabras de su suegra, empiezo a comprender la complejidad de sus relaciones familiares. Ahora entiendo por qué Marco no tenía una opinión positiva de esta mujer. No es difícil darse cuenta de que ella nunca se preocupó mucho por él. La forma en que habla de él está llena de desdén y distanciamiento, como si sólo fuera una figura distante en su vida.-Esa fue su elección, que resultó en todo esto. Tomó decisiones equivocadas, se creó enemistades a causa de este trabajo y acabó arrastrando a mi única hija..." Sus palabras resuenan e
BellaTodo parecía una cruel pesadilla, un torbellino de emociones que me destrozaba el corazón. El dolor de la pérdida, la angustia de lo desconocido y la asfixiante sensación de estar atrapada en un laberinto de confusión me envolvían como una tormenta. La noticia de la muerte de mis padres, los que siempre habían sido mi puerto seguro, me había golpeado como un mazazo abrumador. El vacío que dejaban tras de sí era insoportable.Hoy, en el funeral, el dolor era palpable en el aire espeso. Los ataúdes, sellados e inaccesibles, ocultaban los rostros que tanto amaba. Una opresión en el pecho se intensificaba a cada paso que daba hacia ellos. La voz de mi abuela, tan preocupada y cariñosa, resonó en mi mente, recordándome su intento de protegerme de un sufrimiento aún mayor impidiéndome ver por última vez los rostros que tanto consuelo me habían proporcionado.Pero entonces aquel hombre, el que decía ser amigo de mi padre, el que había compartido con él anécdotas divertidas y momentos d
LuccaCuando me disponía a acercarme de nuevo a aquella señora e intentar discutir, una vez más, qué sería lo mejor para el futuro de Bella, una insistente vibración en el bolsillo de mi pantalón interrumpe mis pensamientos. Suspiro, sintiendo ya la irritación acumulada, y saco el móvil del bolsillo. La pantalla se ilumina con el nombre "Enzo", y una oleada de impaciencia me golpea. ¿Ahora mismo, Enzo?Echo un vistazo a la pantalla y me doy cuenta de que me está llamando. Respiro hondo antes de contestar, intentando contener el tono impaciente que amenaza con dominar mi voz. Pulso el botón de respuesta y me acerco el móvil a la oreja. - Hola Enzo, ¿por qué llamas? - pregunto, dejando traslucir sutilmente en mi voz mis sentimientos de frustración e impaciencia.La voz de Enzo resuena al otro lado de la línea y suena seria. - Lucc