Lucca
Las lágrimas seguían cayendo por mi rostro mientras permanecía de rodillas, aturdida e incapaz de aceptar la realidad que se desplegaba ante mis ojos. El mundo a mi alrededor parecía desdibujarse y el sonido de sollozos desesperados resonaba en mis oídos. La pérdida de Marco era abrumadora y me dolía el corazón como si me lo estuvieran destrozando.Mientras los médicos continuaban sus frenéticos esfuerzos por devolver la vida a Marco, yo me sentía impotente. Cada compresión en su pecho era una punzada en mi propio corazón, un recordatorio constante de que había perdido a mi mejor amigo. La agonía ardía en cada fibra de mi ser, provocando una mezcla de tristeza, conmoción y rabia.
Las voces a mi alrededor se mezclaban en un borrón indistinto, como un eco lejano e irreconocible. Los susurros de los médicos y las enfermeras parecían viajar por un túnel sin fin, llegando a mis oídos como un sonido amortiguado y sin sentido. Estaba aturdida, inmersa en una realidad que no quería aceptar.
Con cada palabra pronunciada por los médicos, mi corazón se hundía más en un abismo de desesperación. Eran golpes crueles, como puñales que atravesaban mi alma, confirmando lo que no quería creer. Una pérdida irreparable, una muerte inminente, eran hechos que me resistía a aceptar, pero que se hacían cada vez más ineludibles.
"Hora de la muerte: 02:42". Aquellas palabras resonaron en mi mente como un eco siniestro, congelando el tiempo a mi alrededor. En ese preciso instante, el mundo pareció congelarse y una sensación de vacío y desolación me invadió. Era como si mi propio corazón hubiera dejado de latir, haciéndose eco del silencio que se extendía a mi alrededor.
Marco, mi mejor amigo y jefe, se había perdido para siempre. La realidad de su marcha me golpeó como un mazazo, dejándome un vacío profundo y doloroso en el pecho.
Mientras estaba inmersa en mi pena y conmoción, un pensamiento insistente empezó a formarse en mi mente. La venganza, la necesidad de hacer justicia por la pérdida que había sufrido, empezó a crecer como una llama ardiente en mi interior. Sin embargo, mientras luchaba contra la sed de venganza, un destello de claridad entró en mi mente. Necesitaba cumplir una tarea importante antes de adentrarme en este oscuro camino. Recordé a la hija de Marco, la joven que ahora estaba sin padre, sin la figura paterna que tan desesperadamente necesitaba.
Mi determinación de buscar venganza no podía cegarme ante la responsabilidad que tenía hacia la hija de Marco. No podía dejarla en la oscuridad, sin saber la verdad sobre el destino de su padre. Tenía que ser el mensajero de las trágicas noticias, aunque eso significara abrir viejas heridas e infligir más dolor.
Con una pesadez en el corazón, me aparté de la niebla de dolor que me envolvía y tomé la decisión de afrontar la difícil tarea que tenía ante mí. Busqué a la hija de Marco, respiré hondo y me preparé para compartir la devastadora noticia. Sabía que sería un momento doloroso, pero era lo menos que podía hacer para honrar la memoria de mi amigo y jefe.
Caminé hacia la hija de Marco, con el corazón cada vez más oprimido a cada paso. Sabía que las palabras que diría cambiarían su vida para siempre, igual que mi propia vida se había visto sacudida por aquellas crueles palabras de los médicos. Mientras me acercaba a ella, me hice una promesa silenciosa. Decidiera lo que decidiera, haría todo lo posible por protegerla y cuidarla. Era como si una nueva responsabilidad hubiera recaído sobre mis hombros, una misión que estaba decidida a cumplir para honrar la memoria de Marco.
La niña estaba inconsolable, sollozando entre lágrimas, y yo me sentía impotente ante la situación. No sabía cómo abordar la situación, cómo calmar su dolor.
- Suelta a mi nieta. - Pronto la niña se desprendió de mis brazos y vi que la señora tiraba de su nieta y luego la ponía de espaldas. - ¡Quiero que te vayas! - Señaló la puerta para que la dejara salir. Iba a replicarle algo, pero la miro y me doy cuenta de que está conmocionada por la noticia de la muerte de su hija y su yerno. Sacudo la cabeza y salgo de casa. Creo que es mejor darles tiempo y yo también lo necesito...
LuccaHoy se cumplen tres días de la muerte de Marco, y aquí estoy, ante la dolorosa escena de su funeral y el de su mujer. Es extraño, como si el tiempo pasara demasiado despacio, pero al mismo tiempo todo parece tan irreal. No puedo evitar la sensación de que es demasiado pronto para estar aquí, mirando los ataúdes, pero la voz de la suegra de Marco resuena en mi mente, explicando que era necesario celebrar un funeral conjunto por su hija.Al escuchar las palabras de su suegra, empiezo a comprender la complejidad de sus relaciones familiares. Ahora entiendo por qué Marco no tenía una opinión positiva de esta mujer. No es difícil darse cuenta de que ella nunca se preocupó mucho por él. La forma en que habla de él está llena de desdén y distanciamiento, como si sólo fuera una figura distante en su vida.-Esa fue su elección, que resultó en todo esto. Tomó decisiones equivocadas, se creó enemistades a causa de este trabajo y acabó arrastrando a mi única hija..." Sus palabras resuenan e
BellaTodo parecía una cruel pesadilla, un torbellino de emociones que me destrozaba el corazón. El dolor de la pérdida, la angustia de lo desconocido y la asfixiante sensación de estar atrapada en un laberinto de confusión me envolvían como una tormenta. La noticia de la muerte de mis padres, los que siempre habían sido mi puerto seguro, me había golpeado como un mazazo abrumador. El vacío que dejaban tras de sí era insoportable.Hoy, en el funeral, el dolor era palpable en el aire espeso. Los ataúdes, sellados e inaccesibles, ocultaban los rostros que tanto amaba. Una opresión en el pecho se intensificaba a cada paso que daba hacia ellos. La voz de mi abuela, tan preocupada y cariñosa, resonó en mi mente, recordándome su intento de protegerme de un sufrimiento aún mayor impidiéndome ver por última vez los rostros que tanto consuelo me habían proporcionado.Pero entonces aquel hombre, el que decía ser amigo de mi padre, el que había compartido con él anécdotas divertidas y momentos d
LuccaCuando me disponía a acercarme de nuevo a aquella señora e intentar discutir, una vez más, qué sería lo mejor para el futuro de Bella, una insistente vibración en el bolsillo de mi pantalón interrumpe mis pensamientos. Suspiro, sintiendo ya la irritación acumulada, y saco el móvil del bolsillo. La pantalla se ilumina con el nombre "Enzo", y una oleada de impaciencia me golpea. ¿Ahora mismo, Enzo?Echo un vistazo a la pantalla y me doy cuenta de que me está llamando. Respiro hondo antes de contestar, intentando contener el tono impaciente que amenaza con dominar mi voz. Pulso el botón de respuesta y me acerco el móvil a la oreja. - Hola Enzo, ¿por qué llamas? - pregunto, dejando traslucir sutilmente en mi voz mis sentimientos de frustración e impaciencia.La voz de Enzo resuena al otro lado de la línea y suena seria. - Lucc
LuccaAl día siguiente, concerté una cita con los mafiosos para reunirnos aquí, en la casa. Era el momento de resolver los asuntos pendientes sobre la gestión del negocio y también de compartir la decisión de que Romeo vigilara a uno de los hijos de la familia Matarazzo. Sabía que tenía que entender lo que ocurría entre bastidores y por qué los Matarazzo querían muerto a Marco, el jefe de la mafia.Mientras esperaba a que empezara la reunión, me paseaba de un lado a otro de la sala. Mi mente estaba llena de preguntas y sospechas sobre los motivos de este acto despiadado. Marco era un líder respetado y, a pesar de la naturaleza de nuestro mundo, tenía enemigos, pero el nivel de brutalidad de este ataque superaba todo lo que hubiera podido imaginar.Cuando empezaron a llegar los chicos, saludándome con asentimientos y expresiones serias, supe que el ambiente era tenso. Era el momento de afrontar la realidad de haber perdido a Marco y hacer frente a los retos que nos esperaban. Nos senta
BellaEl sol ya empezaba a ponerse cuando salí de la escuela, las últimas luces del día se extendían por el horizonte en tonos naranjas y rosas. El viento soplaba suavemente, llevando consigo el olor de las hojas secas y la sensación del otoño en el aire. Era un día precioso, pero la belleza del mundo que me rodeaba parecía lejana y borrosa, eclipsada por la tormenta de emociones que se desataba en mi interior.Había pasado exactamente una semana desde el funeral de mis padres, una semana que parecía haber transcurrido a cámara lenta, como una pesadilla de la que no podía despertar. El dolor de la pérdida seguía incrustado en mi pecho, una herida abierta que parecía imposible de curar. Cada paso que daba me recordaba el vacío que ahora ocupaba mi corazón.Caminaba despacio, observando los rostros apresurados de la gente que se cruzaba conmigo, todos inmersos en sus propias vidas, ajenos a la confusión de sentimientos a la que me enfrentaba. Tenía las manos metidas en los bolsillos de
BellaEstaba llorando, las lágrimas corrían por mi rostro mientras luchaba por comprender lo que estaba sucediendo. Las palabras de mi abuela resonaban en mis oídos, con aquella inesperada revelación que parecía imposible de creer.- ¿Cambiarnos? Abuela, ¿hablas en serio? ¡No puedo irme de aquí! ¡Tengo amigos, escuela, una vida aquí! - dije, mirándola. Me dolía el corazón con cada palabra que salía de su boca. Estaba confusa, asustada y, sobre todo, dolida. Esperaba que me consolara en este momento tan difícil, no sólo para mí, sino también para ella, pero en lugar de eso me estaba obligando a hacer algo que no quería hacer y que no entendía.- Cariño, no tenemos mucho tiempo, ahora necesito que termines de empacar tu ropa. Vamos a coger el autobús... - Se sacó el móvil de la cintura, lo miró y volvió a mirarme. - Sólo faltan unas horas para que salga el autobús. Así que date prisa, por favor. - Su voz era tranquila, pero había una urgencia en ella que me hizo estremecer por dentro.
Bella- Estaba en estado de shock. No podía creer lo que acababa de oír. El corazón se me estrujaba, era como si alguien me lo aplastara con fuerza contra el pecho. Mis padres... ¿Muertos? ¿Cómo era posible?Corrí hacia la ventana, mirando desesperada hacia la calle con la esperanza de verlos llegar sanos y salvos. Pero lo que encontré fue una escena aterradora. Los coches de los secuaces de mi padre estaban esparcidos frente a nuestra casa. Caí de rodillas al suelo, buscando un signo de esperanza en los ojos de los presentes. Mi abuela corrió hacia mí y me abrazó, intentando consolarme. Sus palabras parecían lejanas e irrelevantes para la tragedia que acababa de ocurrir. Mi mente estaba nublada y aturdida. Mi realidad se derrumbaba completamente a mi alrededor.En un momento de desesperación, me zafé de los brazos de mi abuela y grit&eac
Lucca- ¿Lucca? ¿Lucca? ¡Han entrado unos hombres! ¡Repito! ¡Han entrado unos hombres! - dice en su teléfono móvil. Algunos de los hombres que estaban vigilando la entrada de la casa de Marco.- ¡Venga! ¡A por ellos! ¡Marco y su familia están en la casa! ¡Es una orden! - respondí. Luego colgué y entré en la otra habitación. Caminé deprisa, estaban envolviendo la cocaína. Abrí la puerta.- ¡ALTO AHORA MISMO! - Me miraron sin comprender.- ¿Qué pasa? - preguntó uno de ellos.- ¡Deja de hacer la maleta ahora mismo! Guardad lo que esté listo y largaos de aquí. - Me acerco a ellos y les digo que hagan lo que les digo. Se miran entre ellos y me devuelven la mirada. - ¡HACED LO QUE OS DIGO, JODER! ¡AHORA! - Grito y recogen las bolsas y meten lo que hay dent