Capítulo 03

Lucca

Las lágrimas seguían cayendo por mi rostro mientras permanecía de rodillas, aturdida e incapaz de aceptar la realidad que se desplegaba ante mis ojos. El mundo a mi alrededor parecía desdibujarse y el sonido de sollozos desesperados resonaba en mis oídos. La pérdida de Marco era abrumadora y me dolía el corazón como si me lo estuvieran destrozando.

Mientras los médicos continuaban sus frenéticos esfuerzos por devolver la vida a Marco, yo me sentía impotente. Cada compresión en su pecho era una punzada en mi propio corazón, un recordatorio constante de que había perdido a mi mejor amigo. La agonía ardía en cada fibra de mi ser, provocando una mezcla de tristeza, conmoción y rabia.

Las voces a mi alrededor se mezclaban en un borrón indistinto, como un eco lejano e irreconocible. Los susurros de los médicos y las enfermeras parecían viajar por un túnel sin fin, llegando a mis oídos como un sonido amortiguado y sin sentido. Estaba aturdida, inmersa en una realidad que no quería aceptar.

Con cada palabra pronunciada por los médicos, mi corazón se hundía más en un abismo de desesperación. Eran golpes crueles, como puñales que atravesaban mi alma, confirmando lo que no quería creer. Una pérdida irreparable, una muerte inminente, eran hechos que me resistía a aceptar, pero que se hacían cada vez más ineludibles.

"Hora de la muerte: 02:42". Aquellas palabras resonaron en mi mente como un eco siniestro, congelando el tiempo a mi alrededor. En ese preciso instante, el mundo pareció congelarse y una sensación de vacío y desolación me invadió. Era como si mi propio corazón hubiera dejado de latir, haciéndose eco del silencio que se extendía a mi alrededor.

Marco, mi mejor amigo y jefe, se había perdido para siempre. La realidad de su marcha me golpeó como un mazazo, dejándome un vacío profundo y doloroso en el pecho.

Mientras estaba inmersa en mi pena y conmoción, un pensamiento insistente empezó a formarse en mi mente. La venganza, la necesidad de hacer justicia por la pérdida que había sufrido, empezó a crecer como una llama ardiente en mi interior. Sin embargo, mientras luchaba contra la sed de venganza, un destello de claridad entró en mi mente. Necesitaba cumplir una tarea importante antes de adentrarme en este oscuro camino. Recordé a la hija de Marco, la joven que ahora estaba sin padre, sin la figura paterna que tan desesperadamente necesitaba.

Mi determinación de buscar venganza no podía cegarme ante la responsabilidad que tenía hacia la hija de Marco. No podía dejarla en la oscuridad, sin saber la verdad sobre el destino de su padre. Tenía que ser el mensajero de las trágicas noticias, aunque eso significara abrir viejas heridas e infligir más dolor.

Con una pesadez en el corazón, me aparté de la niebla de dolor que me envolvía y tomé la decisión de afrontar la difícil tarea que tenía ante mí. Busqué a la hija de Marco, respiré hondo y me preparé para compartir la devastadora noticia. Sabía que sería un momento doloroso, pero era lo menos que podía hacer para honrar la memoria de mi amigo y jefe.

Caminé hacia la hija de Marco, con el corazón cada vez más oprimido a cada paso. Sabía que las palabras que diría cambiarían su vida para siempre, igual que mi propia vida se había visto sacudida por aquellas crueles palabras de los médicos. Mientras me acercaba a ella, me hice una promesa silenciosa. Decidiera lo que decidiera, haría todo lo posible por protegerla y cuidarla. Era como si una nueva responsabilidad hubiera recaído sobre mis hombros, una misión que estaba decidida a cumplir para honrar la memoria de Marco.

La niña estaba inconsolable, sollozando entre lágrimas, y yo me sentía impotente ante la situación. No sabía cómo abordar la situación, cómo calmar su dolor.

- Suelta a mi nieta. - Pronto la niña se desprendió de mis brazos y vi que la señora tiraba de su nieta y luego la ponía de espaldas. - ¡Quiero que te vayas! - Señaló la puerta para que la dejara salir. Iba a replicarle algo, pero la miro y me doy cuenta de que está conmocionada por la noticia de la muerte de su hija y su yerno. Sacudo la cabeza y salgo de casa. Creo que es mejor darles tiempo y yo también lo necesito...

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