Lucca
Con el corazón acelerado, miré atónita a Marco, que se debatía en el suelo. Me aterrorizó ver a mi mejor amigo en aquella situación. En estado de shock, me arrodillé a su lado y le cogí la mano, intentando mantener la calma.- ¡Marco! ¡Mírame, amigo! Intenta mantenerte despierto. - le supliqué, sintiendo que se me hacía un nudo en la garganta.
Marco abrió los ojos lentamente y me miró con dificultad. Sus ojos estaban llenos de dolor y desorientación.
- Lucca... ¿qué... ha pasado? - susurró con dificultad. Una mezcla de preocupación y alivio inundó mi pecho. Marco estaba vivo, aunque gravemente herido. La sangre goteaba incesantemente de su espalda y sus palabras eran débiles.
- Alguien te golpeó en la espalda mientras cenabas con Giovanna. Pero ahora tiene que concentrarse en mantenerse despierto hasta que llegue la ambulancia. Aguanta. - dije, luchando contra las lágrimas que querían escapar de mis ojos.
Marco asintió con dificultad mientras sujetaba mi mano con fuerza. Sus labios temblaron antes de volver a cerrar los ojos. Me di cuenta del esfuerzo que estaba haciendo para mantenerse consciente y apenas pude soportar la angustia que se apoderaba de mí.
Decidí actuar con rapidez para que la ambulancia llegara cuanto antes. Comuniqué al personal del restaurante que necesitábamos una ambulancia urgentemente, explicándoles la gravedad de la situación. Se quedaron estupefactos, pero reaccionaron de inmediato llamando a los servicios de emergencia y organizando rápidamente el espacio mientras esperábamos la ayuda médica. Mientras tanto, con él en mi regazo, me preguntaba si debía llamar a su suegra para comunicarle lo sucedido. Sabía que ella tenía que estar al tanto de la situación y esperaba que su presencia pudiera calmar a Marco. Sobre todo porque tiene a su hija, que es lo más preciado para él. Pero se me ocurrió cómo iba a hablarle de su hija, Giovanna, que no sobrevivió. ¡Qué carajo! Oigo a mi mejor amigo gemir de dolor, todavía sangrando. ¡Maldita sea! Entonces grité al personal del restaurante que trajeran un paño para detener la hemorragia. El camarero me oyó y fue a buscar el paño. Volví a mirar a Marco y estaba cerrando los ojos.
- ¡Marco! Abre los ojos, ¡quédate conmigo! - grité, pero no respondió. Mi respiración se aceleró y empecé a sentir pánico. Saqué el móvil del bolsillo y marqué el número de emergencias mientras intentaba despertar a Marco. Mientras esperaba a que respondieran a la llamada, me di cuenta de que el camarero había vuelto con el paño para detener la hemorragia. Rápidamente le quité el paño de las manos y lo apreté con fuerza contra la herida de Marco, intentando controlar la hemorragia. Los minutos me parecieron una eternidad mientras esperaba en la línea con el servicio de urgencias. Pedí ayuda desesperadamente y les informé de la situación. Les expliqué que le habían apuñalado durante un atraco en el restaurante. Finalmente, tras una espera que me pareció interminable, me informaron de que la ambulancia estaba en camino. Los paramédicos me dieron instrucciones sobre cómo ayudar a Marco hasta que llegaran. Seguí apretando el paño contra la herida y gritando a Marco que mantuviera los ojos abiertos. Tenía que mantenerlo despierto y luchar por su vida hasta que llegara la ayuda.
Mientras tanto, yo seguía teniendo ese dilema en la cabeza: si llamar a la suegra de Marco para contarle lo que había pasado. Fue una decisión difícil, porque sabía que le causaría más dolor. Pero también me di cuenta de que se merecía conocer su estado y hablar de su hija. Finalmente, decidí esperar a que llegara la ambulancia antes de tomar ninguna medida con respecto a la suegra de Marco. La prioridad ahora era cuidar de mi amigo lo mejor que pudiera y asegurarme de que salía vivo de esta situación. Mientras esperaba ansioso el sonido de las sirenas de la ambulancia, no podía evitar pensar en la fragilidad de la vida. Todo nos iba tan bien hasta que ocurrió este terrible incidente. Cuando por fin oí el fuerte sonido de las sirenas acercándose, sentí una mezcla de alivio y tensión. La ayuda estaba al alcance de la mano, pero aún quedaba un largo camino por recorrer en la lucha por la vida de Marco. En ese momento siento que algo me toca y rápidamente vuelvo la cara hacia ello. Me sujeta del brazo y parece decir algo, pero no puedo oírle, su voz es demasiado baja. Así que me agacho para escucharle.
- Lucca... Lucca... -me llama. Su voz es tan baja que ni siquiera puedo oírle bien.
- Ya estoy aquí. Puedo oírte, adelante. - Le contesté.
- Prométeme... que cuidarás y protegerás... a mi princesa... -Parecía aliviado de que me hubiera fijado tan rápido en él, y continuó incisivo-: Prométeme... prométeme que cuidarás y protegerás a mi princesa."
Aquellas palabras parecieron resonar en mi mente por un momento. ¿Quién era la princesa a la que se refería? ¿Y por qué había acudido a mí con esa petición? No pude evitar responder a aquella súplica con sinceridad, porque no sabía cuál era su situación -ni sus motivos-, pero sentí el peso de aquellas palabras en mi corazón. Necesitaba comprender más detalles antes de adoptar una postura.
- ¿Quién es tu princesa? - pregunté con cautela.
Suspirando pesadamente, reveló su secreto: "La princesa es mi hija. Ahora mismo está envuelta en una situación peligrosa. Necesito confiar en ti para que cuides de ella, para que la protejas mientras yo no estoy en este mundo".
Tras un breve momento reflexionando sobre mis obligaciones y el papel que podía desempeñar en la vida de esta "princesa", decidí que si me comprometía a cumplir esta promesa, lo haría con todo mi ser.
"Cuidaré y protegeré a su hija", respondí solemnemente, mirándole a los ojos. "Prometo que haré todo lo que esté en mi mano para mantenerla a salvo y feliz". Cuando se lo confirmé, sonrió. Cerró los ojos y me di cuenta de que su mano, que había estado sujetando mi brazo, había caído al suelo. No me lo podía creer.
- ¿Marco? Marco, ¡despierta! - Empecé a sacudirle para que abriera los ojos, pero no lo hizo. Empecé a desesperarme. Entonces los paramédicos vinieron hacia nosotros. Me apartan del cuerpo y empiezan a darle a mi amigo un masaje cardíaco. Al poco tiempo, lo declaran muerto.
- ¡NO! ¡NO PUEDE SER! - Caigo de rodillas al suelo y se me saltan las lágrimas. Mi amigo ha muerto.
LuccaLas lágrimas seguían cayendo por mi rostro mientras permanecía de rodillas, aturdida e incapaz de aceptar la realidad que se desplegaba ante mis ojos. El mundo a mi alrededor parecía desdibujarse y el sonido de sollozos desesperados resonaba en mis oídos. La pérdida de Marco era abrumadora y me dolía el corazón como si me lo estuvieran destrozando.Mientras los médicos continuaban sus frenéticos esfuerzos por devolver la vida a Marco, yo me sentía impotente. Cada compresión en su pecho era una punzada en mi propio corazón, un recordatorio constante de que había perdido a mi mejor amigo. La agonía ardía en cada fibra de mi ser, provocando una mezcla de tristeza, conmoción y rabia.Las voces a mi alrededor se mezclaban en un borrón indistinto, como un eco lejano e irreconocible. Los susurros de los médicos y las enfermeras parecían viajar por un túnel sin fin, llegando a mis oídos como un sonido amortiguado y sin sentido. Estaba aturdida, inmersa en una realidad que no quería acep
LuccaHoy se cumplen tres días de la muerte de Marco, y aquí estoy, ante la dolorosa escena de su funeral y el de su mujer. Es extraño, como si el tiempo pasara demasiado despacio, pero al mismo tiempo todo parece tan irreal. No puedo evitar la sensación de que es demasiado pronto para estar aquí, mirando los ataúdes, pero la voz de la suegra de Marco resuena en mi mente, explicando que era necesario celebrar un funeral conjunto por su hija.Al escuchar las palabras de su suegra, empiezo a comprender la complejidad de sus relaciones familiares. Ahora entiendo por qué Marco no tenía una opinión positiva de esta mujer. No es difícil darse cuenta de que ella nunca se preocupó mucho por él. La forma en que habla de él está llena de desdén y distanciamiento, como si sólo fuera una figura distante en su vida.-Esa fue su elección, que resultó en todo esto. Tomó decisiones equivocadas, se creó enemistades a causa de este trabajo y acabó arrastrando a mi única hija..." Sus palabras resuenan e
BellaTodo parecía una cruel pesadilla, un torbellino de emociones que me destrozaba el corazón. El dolor de la pérdida, la angustia de lo desconocido y la asfixiante sensación de estar atrapada en un laberinto de confusión me envolvían como una tormenta. La noticia de la muerte de mis padres, los que siempre habían sido mi puerto seguro, me había golpeado como un mazazo abrumador. El vacío que dejaban tras de sí era insoportable.Hoy, en el funeral, el dolor era palpable en el aire espeso. Los ataúdes, sellados e inaccesibles, ocultaban los rostros que tanto amaba. Una opresión en el pecho se intensificaba a cada paso que daba hacia ellos. La voz de mi abuela, tan preocupada y cariñosa, resonó en mi mente, recordándome su intento de protegerme de un sufrimiento aún mayor impidiéndome ver por última vez los rostros que tanto consuelo me habían proporcionado.Pero entonces aquel hombre, el que decía ser amigo de mi padre, el que había compartido con él anécdotas divertidas y momentos d
LuccaCuando me disponía a acercarme de nuevo a aquella señora e intentar discutir, una vez más, qué sería lo mejor para el futuro de Bella, una insistente vibración en el bolsillo de mi pantalón interrumpe mis pensamientos. Suspiro, sintiendo ya la irritación acumulada, y saco el móvil del bolsillo. La pantalla se ilumina con el nombre "Enzo", y una oleada de impaciencia me golpea. ¿Ahora mismo, Enzo?Echo un vistazo a la pantalla y me doy cuenta de que me está llamando. Respiro hondo antes de contestar, intentando contener el tono impaciente que amenaza con dominar mi voz. Pulso el botón de respuesta y me acerco el móvil a la oreja. - Hola Enzo, ¿por qué llamas? - pregunto, dejando traslucir sutilmente en mi voz mis sentimientos de frustración e impaciencia.La voz de Enzo resuena al otro lado de la línea y suena seria. - Lucc
LuccaAl día siguiente, concerté una cita con los mafiosos para reunirnos aquí, en la casa. Era el momento de resolver los asuntos pendientes sobre la gestión del negocio y también de compartir la decisión de que Romeo vigilara a uno de los hijos de la familia Matarazzo. Sabía que tenía que entender lo que ocurría entre bastidores y por qué los Matarazzo querían muerto a Marco, el jefe de la mafia.Mientras esperaba a que empezara la reunión, me paseaba de un lado a otro de la sala. Mi mente estaba llena de preguntas y sospechas sobre los motivos de este acto despiadado. Marco era un líder respetado y, a pesar de la naturaleza de nuestro mundo, tenía enemigos, pero el nivel de brutalidad de este ataque superaba todo lo que hubiera podido imaginar.Cuando empezaron a llegar los chicos, saludándome con asentimientos y expresiones serias, supe que el ambiente era tenso. Era el momento de afrontar la realidad de haber perdido a Marco y hacer frente a los retos que nos esperaban. Nos senta
BellaEl sol ya empezaba a ponerse cuando salí de la escuela, las últimas luces del día se extendían por el horizonte en tonos naranjas y rosas. El viento soplaba suavemente, llevando consigo el olor de las hojas secas y la sensación del otoño en el aire. Era un día precioso, pero la belleza del mundo que me rodeaba parecía lejana y borrosa, eclipsada por la tormenta de emociones que se desataba en mi interior.Había pasado exactamente una semana desde el funeral de mis padres, una semana que parecía haber transcurrido a cámara lenta, como una pesadilla de la que no podía despertar. El dolor de la pérdida seguía incrustado en mi pecho, una herida abierta que parecía imposible de curar. Cada paso que daba me recordaba el vacío que ahora ocupaba mi corazón.Caminaba despacio, observando los rostros apresurados de la gente que se cruzaba conmigo, todos inmersos en sus propias vidas, ajenos a la confusión de sentimientos a la que me enfrentaba. Tenía las manos metidas en los bolsillos de
BellaEstaba llorando, las lágrimas corrían por mi rostro mientras luchaba por comprender lo que estaba sucediendo. Las palabras de mi abuela resonaban en mis oídos, con aquella inesperada revelación que parecía imposible de creer.- ¿Cambiarnos? Abuela, ¿hablas en serio? ¡No puedo irme de aquí! ¡Tengo amigos, escuela, una vida aquí! - dije, mirándola. Me dolía el corazón con cada palabra que salía de su boca. Estaba confusa, asustada y, sobre todo, dolida. Esperaba que me consolara en este momento tan difícil, no sólo para mí, sino también para ella, pero en lugar de eso me estaba obligando a hacer algo que no quería hacer y que no entendía.- Cariño, no tenemos mucho tiempo, ahora necesito que termines de empacar tu ropa. Vamos a coger el autobús... - Se sacó el móvil de la cintura, lo miró y volvió a mirarme. - Sólo faltan unas horas para que salga el autobús. Así que date prisa, por favor. - Su voz era tranquila, pero había una urgencia en ella que me hizo estremecer por dentro.
Bella- Estaba en estado de shock. No podía creer lo que acababa de oír. El corazón se me estrujaba, era como si alguien me lo aplastara con fuerza contra el pecho. Mis padres... ¿Muertos? ¿Cómo era posible?Corrí hacia la ventana, mirando desesperada hacia la calle con la esperanza de verlos llegar sanos y salvos. Pero lo que encontré fue una escena aterradora. Los coches de los secuaces de mi padre estaban esparcidos frente a nuestra casa. Caí de rodillas al suelo, buscando un signo de esperanza en los ojos de los presentes. Mi abuela corrió hacia mí y me abrazó, intentando consolarme. Sus palabras parecían lejanas e irrelevantes para la tragedia que acababa de ocurrir. Mi mente estaba nublada y aturdida. Mi realidad se derrumbaba completamente a mi alrededor.En un momento de desesperación, me zafé de los brazos de mi abuela y grit&eac