Bella
- Estaba en estado de shock. No podía creer lo que acababa de oír. El corazón se me estrujaba, era como si alguien me lo aplastara con fuerza contra el pecho. Mis padres... ¿Muertos? ¿Cómo era posible?Corrí hacia la ventana, mirando desesperada hacia la calle con la esperanza de verlos llegar sanos y salvos. Pero lo que encontré fue una escena aterradora. Los coches de los secuaces de mi padre estaban esparcidos frente a nuestra casa. Caí de rodillas al suelo, buscando un signo de esperanza en los ojos de los presentes. Mi abuela corrió hacia mí y me abrazó, intentando consolarme. Sus palabras parecían lejanas e irrelevantes para la tragedia que acababa de ocurrir. Mi mente estaba nublada y aturdida. Mi realidad se derrumbaba completamente a mi alrededor.
En un momento de desesperación, me zafé de los brazos de mi abuela y grité con todas mis fuerzas:
- ¡NO! ¡Mis padres no están muertos! - Por mi cara seguían cayendo lágrimas obstinadas, pero las enjugué rápidamente antes de que cayeran al suelo. - ¡Han salido a celebrar su aniversario de boda! - dije con todas mis fuerzas. El dolor en mi interior era insoportable, pero estaba dispuesta a creer mi versión de los hechos por encima de todo. Pero en el fondo de mi corazón, sabía que era mentira. Podía ver la verdad en los ojos de la gente que me rodeaba. Sus miradas de lástima y compasión fueron suficientes para aplastar cualquier esperanza que pudiera haber tenido.
Mi abuela se acercó a mí en silencio y me puso la mano en el hombro. Sufría tanto como yo, quizá incluso más.
- Bella -dijo con voz ronca-. - Lo siento, pero es verdad.
Sacudí la cabeza de un lado a otro y me negué a aceptar aquella realidad. Me resultaba sencillamente inconcebible que me hubieran arrebatado a mis queridos padres de una forma tan brutal. La presencia de los coches de los secuaces de mi padre no hacía sino aumentar mi angustia. Qué había pasado, cómo podía haber pasado, me preguntaba frenéticamente dentro de mi mente mientras intentaba procesar la abrumadora información. No podía ni imaginar cómo sería mi vida sin ellos, sin el amor y el apoyo incondicionales que siempre me habían brindado. La falta de su calor me parecía insoportable.
Mientras permanecía atónita en aquella escena desoladora, una pesadilla llena de ropa negra y lágrimas incontrolables, me di cuenta de que necesitaba construir un escudo a mi alrededor. Entonces mi abuela vino a abrazarme, me envolví en sus brazos, ya no tenía fuerzas para luchar contra ese sentimiento. Me dejé llevar y dejé caer las lágrimas.
Me faltaba algo. Algo que, por mucho que intentara ignorar, no podía. Era el calor humano, la caricia afectuosa de alguien querido. Parecía que la falta de esa presencia se hacía insoportable y un vacío infinito se apoderaba de mí. Me encontré ante una escena sombría, envuelta en ropas de luto que parecían acentuar aún más la oscuridad de mi alma. La desesperación me consumía y las lágrimas no dejaban de caer. Yo era más fuerte que todo eso, era capaz de enfrentarme a cualquier tormenta y salir triunfante al final. Quizás estas palabras no fueran más que un mantra reconfortante para calmar mi angustia momentánea, pero sabía que tenía que creerlas.
Fue entonces cuando una figura familiar se acercó a mí en la oscuridad del lugar donde me había perdido. Era mi querida abuelita, con sus ojos cálidos y su sonrisa amable. Extendió sus cariñosos brazos y me envolvió en un fuerte abrazo. No pude resistirme. Ya no tenía fuerzas para luchar contra esa sensación abrumadora. Me desmayé.
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Todo mi cuerpo parecía demasiado pesado para ser sostenido por sus propios músculos debilitados por la tristeza. Por fin se me escaparon las lágrimas, un llanto doloroso que pareció aligerar un poco la pesada carga que llevaba dentro. Mi abuela estaba allí, paciente y serena, sosteniéndome mientras me hundía en el océano de dolor que se había convertido recientemente en mi realidad. No sabía cómo podría seguir adelante sin esa persona que llenaba cada rincón vacío de mi corazón. Pero allí estaba ella, consciente de las palabras de consuelo y los abrazos. Nuestras miradas se encontraron en ese encuentro silencioso e instantáneo. Había amor incondicional encarnado en una persona, emanando bienestar y comprensión a través de ese abrazo afectuoso. Me di cuenta de que no tenía que enfrentarme sola a esta tormenta; tenía todo el apoyo de mi abuela a mi lado.
Lucca- ¿Lucca? ¿Lucca? ¡Han entrado unos hombres! ¡Repito! ¡Han entrado unos hombres! - dice en su teléfono móvil. Algunos de los hombres que estaban vigilando la entrada de la casa de Marco.- ¡Venga! ¡A por ellos! ¡Marco y su familia están en la casa! ¡Es una orden! - respondí. Luego colgué y entré en la otra habitación. Caminé deprisa, estaban envolviendo la cocaína. Abrí la puerta.- ¡ALTO AHORA MISMO! - Me miraron sin comprender.- ¿Qué pasa? - preguntó uno de ellos.- ¡Deja de hacer la maleta ahora mismo! Guardad lo que esté listo y largaos de aquí. - Me acerco a ellos y les digo que hagan lo que les digo. Se miran entre ellos y me devuelven la mirada. - ¡HACED LO QUE OS DIGO, JODER! ¡AHORA! - Grito y recogen las bolsas y meten lo que hay dent
LuccaCon el corazón acelerado, miré atónita a Marco, que se debatía en el suelo. Me aterrorizó ver a mi mejor amigo en aquella situación. En estado de shock, me arrodillé a su lado y le cogí la mano, intentando mantener la calma.- ¡Marco! ¡Mírame, amigo! Intenta mantenerte despierto. - le supliqué, sintiendo que se me hacía un nudo en la garganta.Marco abrió los ojos lentamente y me miró con dificultad. Sus ojos estaban llenos de dolor y desorientación.- Lucca... ¿qué... ha pasado? - susurró con dificultad. Una mezcla de preocupación y alivio inundó mi pecho. Marco estaba vivo, aunque gravemente herido. La sangre goteaba incesantemente de su espalda y sus palabras eran débiles.- Alguien te golpeó en la espalda mientras cenabas con Giovanna. Pero ahora tiene que concentrars
LuccaLas lágrimas seguían cayendo por mi rostro mientras permanecía de rodillas, aturdida e incapaz de aceptar la realidad que se desplegaba ante mis ojos. El mundo a mi alrededor parecía desdibujarse y el sonido de sollozos desesperados resonaba en mis oídos. La pérdida de Marco era abrumadora y me dolía el corazón como si me lo estuvieran destrozando.Mientras los médicos continuaban sus frenéticos esfuerzos por devolver la vida a Marco, yo me sentía impotente. Cada compresión en su pecho era una punzada en mi propio corazón, un recordatorio constante de que había perdido a mi mejor amigo. La agonía ardía en cada fibra de mi ser, provocando una mezcla de tristeza, conmoción y rabia.Las voces a mi alrededor se mezclaban en un borrón indistinto, como un eco lejano e irreconocible. Los susurros de los médicos y las enfermeras parecían viajar por un túnel sin fin, llegando a mis oídos como un sonido amortiguado y sin sentido. Estaba aturdida, inmersa en una realidad que no quería acep
LuccaHoy se cumplen tres días de la muerte de Marco, y aquí estoy, ante la dolorosa escena de su funeral y el de su mujer. Es extraño, como si el tiempo pasara demasiado despacio, pero al mismo tiempo todo parece tan irreal. No puedo evitar la sensación de que es demasiado pronto para estar aquí, mirando los ataúdes, pero la voz de la suegra de Marco resuena en mi mente, explicando que era necesario celebrar un funeral conjunto por su hija.Al escuchar las palabras de su suegra, empiezo a comprender la complejidad de sus relaciones familiares. Ahora entiendo por qué Marco no tenía una opinión positiva de esta mujer. No es difícil darse cuenta de que ella nunca se preocupó mucho por él. La forma en que habla de él está llena de desdén y distanciamiento, como si sólo fuera una figura distante en su vida.-Esa fue su elección, que resultó en todo esto. Tomó decisiones equivocadas, se creó enemistades a causa de este trabajo y acabó arrastrando a mi única hija..." Sus palabras resuenan e
BellaTodo parecía una cruel pesadilla, un torbellino de emociones que me destrozaba el corazón. El dolor de la pérdida, la angustia de lo desconocido y la asfixiante sensación de estar atrapada en un laberinto de confusión me envolvían como una tormenta. La noticia de la muerte de mis padres, los que siempre habían sido mi puerto seguro, me había golpeado como un mazazo abrumador. El vacío que dejaban tras de sí era insoportable.Hoy, en el funeral, el dolor era palpable en el aire espeso. Los ataúdes, sellados e inaccesibles, ocultaban los rostros que tanto amaba. Una opresión en el pecho se intensificaba a cada paso que daba hacia ellos. La voz de mi abuela, tan preocupada y cariñosa, resonó en mi mente, recordándome su intento de protegerme de un sufrimiento aún mayor impidiéndome ver por última vez los rostros que tanto consuelo me habían proporcionado.Pero entonces aquel hombre, el que decía ser amigo de mi padre, el que había compartido con él anécdotas divertidas y momentos d
LuccaCuando me disponía a acercarme de nuevo a aquella señora e intentar discutir, una vez más, qué sería lo mejor para el futuro de Bella, una insistente vibración en el bolsillo de mi pantalón interrumpe mis pensamientos. Suspiro, sintiendo ya la irritación acumulada, y saco el móvil del bolsillo. La pantalla se ilumina con el nombre "Enzo", y una oleada de impaciencia me golpea. ¿Ahora mismo, Enzo?Echo un vistazo a la pantalla y me doy cuenta de que me está llamando. Respiro hondo antes de contestar, intentando contener el tono impaciente que amenaza con dominar mi voz. Pulso el botón de respuesta y me acerco el móvil a la oreja. - Hola Enzo, ¿por qué llamas? - pregunto, dejando traslucir sutilmente en mi voz mis sentimientos de frustración e impaciencia.La voz de Enzo resuena al otro lado de la línea y suena seria. - Lucc
LuccaAl día siguiente, concerté una cita con los mafiosos para reunirnos aquí, en la casa. Era el momento de resolver los asuntos pendientes sobre la gestión del negocio y también de compartir la decisión de que Romeo vigilara a uno de los hijos de la familia Matarazzo. Sabía que tenía que entender lo que ocurría entre bastidores y por qué los Matarazzo querían muerto a Marco, el jefe de la mafia.Mientras esperaba a que empezara la reunión, me paseaba de un lado a otro de la sala. Mi mente estaba llena de preguntas y sospechas sobre los motivos de este acto despiadado. Marco era un líder respetado y, a pesar de la naturaleza de nuestro mundo, tenía enemigos, pero el nivel de brutalidad de este ataque superaba todo lo que hubiera podido imaginar.Cuando empezaron a llegar los chicos, saludándome con asentimientos y expresiones serias, supe que el ambiente era tenso. Era el momento de afrontar la realidad de haber perdido a Marco y hacer frente a los retos que nos esperaban. Nos senta
BellaEl sol ya empezaba a ponerse cuando salí de la escuela, las últimas luces del día se extendían por el horizonte en tonos naranjas y rosas. El viento soplaba suavemente, llevando consigo el olor de las hojas secas y la sensación del otoño en el aire. Era un día precioso, pero la belleza del mundo que me rodeaba parecía lejana y borrosa, eclipsada por la tormenta de emociones que se desataba en mi interior.Había pasado exactamente una semana desde el funeral de mis padres, una semana que parecía haber transcurrido a cámara lenta, como una pesadilla de la que no podía despertar. El dolor de la pérdida seguía incrustado en mi pecho, una herida abierta que parecía imposible de curar. Cada paso que daba me recordaba el vacío que ahora ocupaba mi corazón.Caminaba despacio, observando los rostros apresurados de la gente que se cruzaba conmigo, todos inmersos en sus propias vidas, ajenos a la confusión de sentimientos a la que me enfrentaba. Tenía las manos metidas en los bolsillos de