A la mañana siguiente me desperté, sobresaltada, observándole a él allí, acostado junto a mí, lo que me hizo recordar lo que había pasado entre ambos la noche anterior.
¡Por Dios! Aquello era terrible. Y lo peor de todo lo era lo que había pasado entre ambos, lo peor era que no me arrepentía ni un poco de ello. Es más, había sido plenamente consciente de lo sucedido, y aún quería más de él. Era una completa maldita locura, lo sé.
Me senté en la cama y miré hacia la mesita de noche, cayendo en la cuenta de que nos habíamos dormido, y llegaríamos tarde al trabajo. Le di un manotazo a Borja en el brazo, haciendo que este despertase sobresaltado y me mirase sin comprender, pero tan pronto como recordó lo que sucedió la noche anterior entre ambos sonrió.
La cena fue genial, me olvidé de todo y me centré en mis amigos, en la forma en la que él tenía de hablar sobre su trabajo, sobre su pasión, sobre sus viajes, y sobre lo mucho que había añorado la ciudad y sus amigos. Alfonso también tenía mucho que contarnos, había ampliado el negocio y abierto una sede de venta de ropa que importaba directamente desde Italia, y la vendía al por mayor a las tiendas de España. Marta… a ella le iba genial como secretaria de Manu en el gabinete, aunque por la forma que tenía de hablar, en su relación con mi amigo ya no le iba tan bien.Nos tomamos la botella de vino que trajo Borja en un santiamén, y abrimos otra cuando tomábamos los postres sentados en el suelo del salón, junto a la mesa pequeña.Me están matando sus celos, Laura – se quejaba mi amiga, mientras Borja y Alfo
No sé cómo me dio tiempo aquella mañana de levantarme, preparar el desayuno, ayudar a mi amiga a levantarse, prepararme para ir a la oficina y llegar a tiempo al trabajo, pero lo cierto es que llegué. Llevaba algo simple, una blusa blanca con rosas azules y una falda de media pierna en tono azul con un poco de vuelo. El cabello suelto y una bolsa con toda la documentación que había estado ordenando el día anterior.Nada más llegar pude darme cuenta del cambio en su oficina. Para empezar su cama ya no se encontraba allí, tampoco sus cosas. Al entrar se encontraba una amplia mesa ovalada con un ordenador de sobremesa de estos modernos en tono gris, junto a una silla reclinable, de las cómodas, y a una pequeña cajonera de ruedas. Al lado de la ventana había una enorme estantería cerrada. Tras la puerta que daba a la habitación contigua, se encontraba la sala justo como
22 – Enojada.La entrevista de Borja para la revista fue bien, y por supuesto luego le hicieron fotos en las cocinas y en el despacho. El restaurante estaba a rebosar ese día, así que tuve que dejar la oficina de lado durante un rato y ayudarle a Babel con la organización de las mesas, pues estábamos algo escasos de personal. Necesitábamos contratar a gente ya.¡Por Dios! Aquello era un verdadero caos, y Borja… Borja no hacía otra cosa que degustar los platos antes de que fuesen servidos, mientras los de la revista seguían fotografiándole.Gracias por esto, señor Lebret – agradeció la entrevistadora, para luego hacer una señal a su equipo en señal de que habían terminado – y ahora… de forma extraoficial… - comenz&oac
Me gustaría poder deciros que me levanté como nueva al día siguiente, que lo había olvidado absolutamente todo y que cambié el chip con todo aquello. Pero os estaría mintiendo cual bellaca. Al día siguiente me levanté con un humor de perros, y verle allí, sentado, hablando por teléfono con su tía no ayudó en lo absoluto.¡Por Dios! Tan sólo quería ir hasta allí y romperle la cara, porque yo había sido tan terriblemente idiota que pensé que… ¿qué pensé? ¿qué esperaba? Ni siquiera yo lo sabía, lo único de lo que estaba segura es que me jodía, terriblemente que él se acostase con otras mujeres, realmente… ¡Por Dios! ¡Estaba completa e irracionalmente celosa!Y entonces me di cu
El resto del día fue un día de mierda, en el que apenas pude concentrarme, y en el que, por supuesto no volví a ver a mi jefe por ninguna parte, no entendía dónde se había metido, y Babel tampoco tenía ni idea de dónde él estaba. Le dejé como tres mensajes en el contestador, todos sobre trabajo, por supuesto, pues sería un idiota si me rebajaba ante él en cualquier otro aspecto que no fuese el laboral.Una parte de mí lo agradecía, el que no estuviese allí, el no encontrármelo en la oficina, el no saber nada de él, pues no quería verle, no después de nuestra pelea, en la que me había tratado como si tan sólo fuese la zorra con la que se acostaba, como si no fuésemos nada más que eso, amigos que se acuestan. ¿Cómo habíamos llegado a aquello? ¿cómo había podido per
Demasiado irreal, ¿no os parece? Salva acababa de sincerarse conmigo, de confesarme sus sentimientos y yo ni siquiera podía reaccionar, me parecía una broma, una de muy mal gusto. Quizás estaba siendo grabada por una cámara oculta, quizás sólo era… ¡Por Dios! ¿Por qué me pasaba algo como aquello en aquel momento?Ni siquiera sabía que responder ante aquello, me había quedado terriblemente en shock.Gracias al cielo, Dios escuchó mis suplicas, porque en aquel momento recibía una llamada de teléfono de mi “amigo” Pablo. Lo cogí sin poner demasiado disimulo en ello, y respondí casi al instante, girándome levemente, para poner distancia entre Salva y yo.Oye – comenzó mi ex amante - ¿estás bien? Has salido tan escopeteada de aquí que apenas me ha dado tiempo de explicarte
Desperté de aquella extraña ensoñación en ese justo instante, tan pronto como Marta llegaba hasta mí, y me acariciaba el brazo, intentando adivinar si me encontraba bien, después de haber presenciado a Borja en el sofá, junto a ella.Laura – me llamó, despertándome de aquel trance en el que estaba envuelta - ¿estás bien? – insistió, mientras yo miraba hacia ella y luego de nuevo hacia él, que lucía incómodo con aquella situación – no es lo que parece, no hay nada entre él y yo – volvió a repetir, pues yo no lo había escuchado con anterioridad.Empecé a comprender lo que estaba ocurriendo en ese justo instante. Todo aquel asunto de la pedida de mano, todo lo que Borja me había dicho, todo aquello… tan sólo lo había im
No fui a trabajar aquel día, pues era sábado, y a pesar de que el restaurante abría, en mi contrato estipulaba que tendría dos días libres a la semana, sábado y domingo, así que… me tocaba quedarme en casa, a pesar de eso, no lo hice, no podía quedarme en casa a pensar.Caminé durante largo rato, por los alrededores, hasta que llegué al bar de Pablo, sin apenas darme cuenta de ello. Era algo normal, acabar allí, en el único lugar donde solía sentirme a salvo.Ey – me llamó Pablo, a mi lado, justo al verme entrar por la puerta, dejando lo que estaba haciendo (secar los vasos que sacaba del lavavajillas) - ¿qué pasa? – preguntó al observar mis ojeras marcadas y mi desmejorado aspecto. Negué con la cabeza, con lágrimas en los ojos, en señal de que no quería hablar de ello, y él asin