Demasiado irreal, ¿no os parece? Salva acababa de sincerarse conmigo, de confesarme sus sentimientos y yo ni siquiera podía reaccionar, me parecía una broma, una de muy mal gusto. Quizás estaba siendo grabada por una cámara oculta, quizás sólo era… ¡Por Dios! ¿Por qué me pasaba algo como aquello en aquel momento?
Ni siquiera sabía que responder ante aquello, me había quedado terriblemente en shock.
Gracias al cielo, Dios escuchó mis suplicas, porque en aquel momento recibía una llamada de teléfono de mi “amigo” Pablo. Lo cogí sin poner demasiado disimulo en ello, y respondí casi al instante, girándome levemente, para poner distancia entre Salva y yo.
Desperté de aquella extraña ensoñación en ese justo instante, tan pronto como Marta llegaba hasta mí, y me acariciaba el brazo, intentando adivinar si me encontraba bien, después de haber presenciado a Borja en el sofá, junto a ella.Laura – me llamó, despertándome de aquel trance en el que estaba envuelta - ¿estás bien? – insistió, mientras yo miraba hacia ella y luego de nuevo hacia él, que lucía incómodo con aquella situación – no es lo que parece, no hay nada entre él y yo – volvió a repetir, pues yo no lo había escuchado con anterioridad.Empecé a comprender lo que estaba ocurriendo en ese justo instante. Todo aquel asunto de la pedida de mano, todo lo que Borja me había dicho, todo aquello… tan sólo lo había im
No fui a trabajar aquel día, pues era sábado, y a pesar de que el restaurante abría, en mi contrato estipulaba que tendría dos días libres a la semana, sábado y domingo, así que… me tocaba quedarme en casa, a pesar de eso, no lo hice, no podía quedarme en casa a pensar.Caminé durante largo rato, por los alrededores, hasta que llegué al bar de Pablo, sin apenas darme cuenta de ello. Era algo normal, acabar allí, en el único lugar donde solía sentirme a salvo.Ey – me llamó Pablo, a mi lado, justo al verme entrar por la puerta, dejando lo que estaba haciendo (secar los vasos que sacaba del lavavajillas) - ¿qué pasa? – preguntó al observar mis ojeras marcadas y mi desmejorado aspecto. Negué con la cabeza, con lágrimas en los ojos, en señal de que no quería hablar de ello, y él asin
Cuando llegué a casa Marta estaba allí, parecía que acababa de llegar, pues aún tenía puestas las ropas de calle. Dejó de escribir en el móvil tan pronto como escuchó la puerta, y su mirada en entristeció entonces.Estuve mirando un par de pisos – comenzó, algo apurada, sin saber cómo empezar aquella desagradable conversación – he visto uno que está muy bien, pero …¿Sabes qué es lo que he estado pensando? – pregunté, ignorando sus palabras – que como yo no me voy a mudar con Alfonso y contigo, puedes ser tu la que se mude aquí, del todo – insistí, dejándola totalmente noqueada – Podríamos compartir gastos y vivir juntas.¿Ya no estás enfadada conmigo? – quiso saber, mientras yo negaba con
Más allá de las miles de razones por las que debía de casarme con Martina, sabía que ella merecía una explicación, pero ni siquiera tuve tiempo ni oportunidad de explicarme, porque en aquel momento Martina acababa de descubrir el pastel, y ella lucía tremendamente defraudada, no era para menos.Había querido evitarlo, que ella se enterase de aquella forma, antes de haberme casado, sabía que ahora que ella lo sabía… si me suplicaba que lo dejase todo por ella lo haría, y fallaría ante la promesa que una vez le hice a mi hermana pequeña sobre protegerla del hombre malo (mi padre). Sabía que, si ella me lo pedía, renunciaría hasta a mi alma por ella. Pero, al mismo tiempo sabía que ella no me merecía, que merecía algo mejor, a alguien mejor, y era por eso, por lo que había tirado la toalla, por lo que había decidi
Pablo no necesitó que dijese nada para saber que algo ocurría, al llegar a su bar, rodear la barra y abrazarle, frente al resto de clientes del bar.Quédate al frente – pidió a su hombre de confianza, para luego tirar de mí hacia su casa, lugar en el que volví a abrazarle, con fuerza, dejando escapar mi dolor, con fuerza, recordando aquella despedida tan dolorosa para mí, en la que había tenido que dejar atrás al único hombre que podía hacerme feliz en aquel momento.Me pasé como media hora allí, expulsando mi dolor sobre el pecho de la única persona en la que confiaba en aquel momento, incluso más que en mi amiga Marta, incluso más que Salva, pues después de haber escuchado su confesión de amor… no quería hacerle sufrir con aquello, ya que yo estaba enamorada de otro tío, mientras que &eacut
Cuando dos personas se han hecho tanto daño, a pesar de que se amen, no pueden estar juntas. Estas dos personas desdichadas nunca podrán seguir adelante sin recordar el pasado, así que, llegados a ese punto, sólo quedaba olvidar, ¿no es cierto? Debía sacarle de mi corazón y dejarle atrás, enamorarme de nuevo, eso era lo que debía hacer, ¿verdad? Pero… ¿por qué no podía hacerlo? Aun estando allí, en los brazos de otro, en la cama de Pablo con él abrazándome por detrás, después de habernos acostado, no podía olvidarme de Borja.Me levanté con cuidado, intentando no despertarle, y luego me escabullí hacia el salón, agarrando entonces mi teléfono, tenía como diez llamadas perdidas de mi mejor amiga.Me vestí, apresuradamente, y me marché, mientras marcaba el teléfono
La terrible noticia de la muerte de Jess estaba por todos los telediarios de la ciudad, aunque la definían como la hija adoptiva de su futura esposa, nadie sabía quién era aquella niña en realidad. Por supuesto la boda había sido suspendida tan pronto como la familia se enteró de la noticia, y el accidente de auto de la pequeña, ese que acabó con su vida, aún estaba siendo investigado, pues había indicios de que había sido provocado.Sabía perfectamente que Borja mataría a su padre si se enteraba de aquello, pues la única persona que podría tener intención de matar a aquella niña, de hacerla desaparecer del mapa, era él.Estaba histérica, sentada en el sofá de la sala, mordiéndome las uñas, mientras pensaba en la conversación que había tenido con Borja, minutos antes, donde él me hab
La elección equivocada.Estaba a escasos pasos de él, pero ninguno de los dos se atrevía a moverse, aún estábamos demasiado aterrados sobre nuestros sentimientos, sobre nosotros.Señor – comenzó el chófer, captando su atención – vamos a llegar tarde al aeródromo – le informó, mientras él hacía un movimiento, como si quisiese entrar al auto.El impulso por detenerle fue mucho mayor que el miedo que sentía en aquel momento, y mi cuerpo actuó por cuenta propia. Mis manos se aferraron a la suya, percatándome de que estaba helada, logrando que él se diese la vuelta, sorprendido por mi atrevimiento.Lucía triste, dolido, derrotado, con el rostro bañado en lágrimas, tragando saliva al percatarse de que me tenía demasiado cerca.Se&nti