Cuando terminas aquello que hacía tu vida infeliz, te sientes lista para empezar cosas nuevas. Al menos eso decía el dicho, y yo lo apoyaba completamente. Pues aquella mañana me sentía con ganas de enfrentarme al mundo, a pesar de que sabía que no tenía trabajo, y pronto no podría pagar las facturas.
Lo primero que hice aquella mañana fue hablar con mi casero para terminar el contrato a final de ese mes, pues tenía ganas de volver a casa, con Alfonso y Marta, y puesto que ambos me lo pedían una y otra vez, decidí hacerles caso por una vez.
Y luego busqué trabajo, activamente, pero muy selectivamente, incluso sabía que tenía la posibilidad de volver al gabinete, pero no quería hacer algo que hubiese hecho antes, no quería hacer absolutamente nada que tuviese que ver con mi antigua yo, quería hacer algo distinto.
¿Sab&ea
Leía la carta de vinos en el bar de Pablo, sin prestar mucha atención a esta, pues estaban poniendo una de mis canciones favoritas, y lo cierto es que estaba más ocupada mirando por el rabillo del ojo a Pablo, que atendía a su proveedor de frutos secos, que parecía haberse equivocado con el pedido, y le había traído a mi amigo una variedad de almendras que él no había pedido.Resopló tan pronto como parecieron haber llegado a un acuerdo, se dio la vuelta, y dejó al hombre con el encargado del local, para luego caminar hacia el lugar de la barra donde me encontraba, por lo que tuve que fingir que seguía intentando decidirme con algún vino de los que ofrecían.Ya estoy – aseguró, llegando hasta mí, dejándose caer sobre la barra, sin dejar de observarme – siento la espera – se disculpó, para luego agarrar la ca
¿Por qué volviste, entonces? – pregunté, haciéndole sonreír antes de contestar.Me pasé un año y medio en la toscana – aseguró – justo después de terminar las cosas con Mariana – se detuvo para humedecer sus labios antes de continuar – intentando convencerme a mí mismo de que las cosas que hice con ella sólo fueron para mantener la promesa que le hice a mi hermana pequeña, Laura. Y fue duro, fue horriblemente duro tener que perdonarme a mí mismo, a sabiendas de que una parte de mí nunca lo haría. Porque dejarte, es la cosa más dura que he hecho en mi vida – insistió, aterrorizado – Y volver, lo ha sido incluso más. Pero tenía que volver, porque tu aún estás aquí – señaló su pecho – día tras día &nd
Eran las tres de la mañana cuando desperté, miré el teléfono y encontré al culpable de ello: Pablo, que me había enviado un mensaje.Sonreí, y no porque el mensaje de mi amigo me hubiese hecho gracia. No, no tenía nada que ver con Pablo, si no con Borja, que dormía bajo mis brazos, dándome la espalda, como si tal cosa.Metí el teléfono debajo de la almohada, sin tan siquiera leer el mensaje de mi amigo y me acurruqué cerca del cuello de Borja, quedándome entonces dormida, de nuevo.***Ni que mencionar tengo que cuando desperté a la mañana siguiente Borja ya no estaba allí, en lugar de eso había una nota sobre la almohada. Bueno, al menos, había tenido el detalle de dejarme una nota.“Gracias por lo de anoche, me hiciste sentir renovado. Me encantó que cuidaras de m&iacu
¿Os he dicho ya lo mucho que odiaba a Borja cuando se ponía en plan mandón? Pues le odiaba terriblemente, y más aún cuando me hizo llevarme como tres carpetas a casa, repletas de los últimos movimientos del nuevo restaurante. En ellos se reflejaban todas las entradas y salidas, y un largo etc.Dejé todo aquel caos sobre mi cama, y miré horrorizada hacia la mesilla de noche, casi eran las doce de la noche, y aún no me había preparado para ir a casa de Pablo. Abrí la conversación que tenía con él, sin lugar a dudas debía darle plantón, pues debía madrugar para ir a mi nuevo trabajo, al día siguiente, pero antes de haber siquiera empezado a escribir, él me habló.Pablo.“Oye, ¿te importa si lo dejamos para otro día? Acaba de llegar Monic, y me toca hacer de hermano m
A la mañana siguiente me desperté, sobresaltada, observándole a él allí, acostado junto a mí, lo que me hizo recordar lo que había pasado entre ambos la noche anterior.¡Por Dios! Aquello era terrible. Y lo peor de todo lo era lo que había pasado entre ambos, lo peor era que no me arrepentía ni un poco de ello. Es más, había sido plenamente consciente de lo sucedido, y aún quería más de él. Era una completa maldita locura, lo sé.Me senté en la cama y miré hacia la mesita de noche, cayendo en la cuenta de que nos habíamos dormido, y llegaríamos tarde al trabajo. Le di un manotazo a Borja en el brazo, haciendo que este despertase sobresaltado y me mirase sin comprender, pero tan pronto como recordó lo que sucedió la noche anterior entre ambos sonrió.Hola – saludó, d
La cena fue genial, me olvidé de todo y me centré en mis amigos, en la forma en la que él tenía de hablar sobre su trabajo, sobre su pasión, sobre sus viajes, y sobre lo mucho que había añorado la ciudad y sus amigos. Alfonso también tenía mucho que contarnos, había ampliado el negocio y abierto una sede de venta de ropa que importaba directamente desde Italia, y la vendía al por mayor a las tiendas de España. Marta… a ella le iba genial como secretaria de Manu en el gabinete, aunque por la forma que tenía de hablar, en su relación con mi amigo ya no le iba tan bien.Nos tomamos la botella de vino que trajo Borja en un santiamén, y abrimos otra cuando tomábamos los postres sentados en el suelo del salón, junto a la mesa pequeña.Me están matando sus celos, Laura – se quejaba mi amiga, mientras Borja y Alfo
No sé cómo me dio tiempo aquella mañana de levantarme, preparar el desayuno, ayudar a mi amiga a levantarse, prepararme para ir a la oficina y llegar a tiempo al trabajo, pero lo cierto es que llegué. Llevaba algo simple, una blusa blanca con rosas azules y una falda de media pierna en tono azul con un poco de vuelo. El cabello suelto y una bolsa con toda la documentación que había estado ordenando el día anterior.Nada más llegar pude darme cuenta del cambio en su oficina. Para empezar su cama ya no se encontraba allí, tampoco sus cosas. Al entrar se encontraba una amplia mesa ovalada con un ordenador de sobremesa de estos modernos en tono gris, junto a una silla reclinable, de las cómodas, y a una pequeña cajonera de ruedas. Al lado de la ventana había una enorme estantería cerrada. Tras la puerta que daba a la habitación contigua, se encontraba la sala justo como
22 – Enojada.La entrevista de Borja para la revista fue bien, y por supuesto luego le hicieron fotos en las cocinas y en el despacho. El restaurante estaba a rebosar ese día, así que tuve que dejar la oficina de lado durante un rato y ayudarle a Babel con la organización de las mesas, pues estábamos algo escasos de personal. Necesitábamos contratar a gente ya.¡Por Dios! Aquello era un verdadero caos, y Borja… Borja no hacía otra cosa que degustar los platos antes de que fuesen servidos, mientras los de la revista seguían fotografiándole.Gracias por esto, señor Lebret – agradeció la entrevistadora, para luego hacer una señal a su equipo en señal de que habían terminado – y ahora… de forma extraoficial… - comenz&oac