Seguimos observándonos, sin necesidad de decir absolutamente nada, él lucía diferente a mis ojos, parecía haber comprendido algo, algo que yo aún no entendía del todo. Pero que empecé a hacerlo tan pronto como noté sus dedos, rozando mi mano, haciéndole lucir nervioso, aterrado de que le apartase al intentar aquello.
Había tenido razón desde el principio, siempre que estaba conmigo, lucía como un niño asustado, aterrado de que le apartase de mí, y justo acababa de darme cuenta de ello.
Por primera vez en dos meses me dejé a mí misma pensar en él, en las flores que me había regalado fingiendo ser otra persona, y por primera vez no pensé que fuese una broma. Quizás era la única forma que tenía de demostrarme lo que sentía por mí, sin que yo pudiese rechazarle.
Proseguimos echando un ojo a aquellas maravillas, cada uno por su lado, mientras Marta y Alfonso lo hacían juntos. Ya no podía prestar atención a aquellas bellas artes como antes, pues sentía su mirada a cada rato, y no podía evitar mirarle, observando como él la retiraba, y fingía mirar algún cuadro, con una sonrisa en los labios, provocándome una a mí también.
Me gustaba aquella sensación, como si estuviésemos ligando el uno con el otro.
Cuando quisimos darnos cuenta habíamos atravesado la sala entera, deteniéndonos el uno frente al otro, sin dejar de observarnos.
¡Por Dios! ¡Debía haberme vuelto loca o borracha con las copas de vino que había tomado! Pues no encontraba otra explicación para estar deseando aquello, para no disgustarme la idea de estar allí, ligando con él.
Acercó su boca a la mía, tanto que pensé que sus labios y los míos se besarían, pero ese momento nunca llegó, y me sentí cómo una idiota al haber cerrado los ojos. Así que los abrí, de golpe, observándole sonreír.
Agarró mi mano y tiró de mí hacia la salida, mientras Alfonso miraba hacia nosotros extrañado, incluso me llamó al teléfono cuando ambos nos detuvimos frente a su auto.
Saqué el teléfono del bolso y lo descolgué antes de llevarlo a mi oreja, mientras ambos nos subíamos al coche y él arrancaba.
Colgué el teléfono y pensé en ello. ¿Cómo había podido volver a dejarme engañar por él? Era más que obvio que es lo que quería de mí, lo que siempre quería, y yo había caído en su juego, justo como siempre.
Se detuvo frente a mi casa casi media hora después, incluso se bajó de su coche a la misma vez que lo hacía yo, e insistía en acompañarme hasta arriba. Era más que obvio que era lo que él quería.
Abrí la puerta de casa y miré hacia él, que no había dicho nada en todo el camino, quizás temía abrir la boca y estropearlo conmigo, pero lo cierto era que ya lo había estropeado.
¿Por qué siempre le veía como un niño indefenso en vez de como el cabrón que era?
Si aún me quedaba alguna duda se disipó en ese justo instante. Tragué saliva, aterrada, porque yo… realmente le había creído aquella vez, como una imbécil.
¡Qué idiotez! ¿verdad? Él no era de ese tipo de chicos, del tipo que se deja consolar, pero, aun así, una parte de mí quería intentarlo.
Abrí la puerta, sin tan siquiera pensar en ello, y corrí escaleras abajo.
Era obvio que no iba a encontrarle, ni siquiera de casualidad, pues hacía ya bastantes minutos que él se había marchado, debía encontrarse lejos de allí, pero para mi sorpresa se encontraba frente a su coche mirando hacia mi ventana.
Sus ojos se encontraron con los míos, lucía enfadado, pero al mismo tiempo aliviado de que hubiese decidido seguirle.
Estábamos sentados en el sofá, el uno junto al otro, sin atrevernos a decir nada aún, creo que ambos queríamos alargar el tiempo que nos quedaba juntos.Agarró mi mano, sin previo aviso, y la entrelazó con la mía, mientras ambos mirábamos hacia ese punto, y luego me besó sobre el hombro, apoyando su cabeza contra la mía.Alfonso me dijo que estos días te acuestas con bastantes mujeres – aseguré, rompiendo el hielo, porque no quería volver a preguntarle sobre por qué lloraba, así que tan sólo le daría la razón por la que no quería acostarme con él – no quiero ser una más – acepté, mientras él levantaba la boca de mi hombro, apoyando entonces su barbilla, escuchándome con atención – La próxima vez que quieras acostarte conmigo… dímelo,
Sonreí como una idiota al escuchar aquellas palabras. ¿Esa era su manera de decirme que quería intentar algo conmigo?Estampé mis labios sobre los suyos, sin que importase nada más, haciéndole reír por un momento sobre mi boca.Bajé mis manos hasta sus hombros y me aferré a ellos, mientras me dejaba envolver por sus labios, sintiendo las suyas en mi cintura.Ni siquiera supe en qué momento llegamos a la cama, pero allí estábamos, sobre mi cama, con él sobre mí, mordiéndome el cuello, respirando fuerte, mientras yo me moría porque me hiciese el amor.El sonido de la puerta nos indicó a ambos que Alfonso y Marta habían vuelto a casa.Tienes que irte – susurré, haciendo que él me mirase divertido, mientras yo me giraba, dispuesta a levantarmeTienes suert
Mi teléfono comenzó a sonar, haciendo que perdiese la sonrisa, y lo agarrase, pues estaba sobre la mesa del salón, casi me pongo a saltar como una imbécil al leer en la pantalla que era él el que me llamaba.Hola – contesté, como una idiota, al escuchar su voz al otro lado del teléfono, llamándome. Lucía tan patética, que sé que Marta se dio cuenta de que algo sucedía conmigo.Paso a por ti en una hora – me dijo, haciendo que una sonrisa tonta se dibujase en mi rostro – te espero en la esquina, no quiero despertar sospechas.Vale – respondí, dispuesta a colgar, pero olvidé la idea tan pronto como le escuché hablar de nuevo.Laura – me llamó, obligándome a hacer un ruidito en señal de que le escuchaba &n
La desesperación que sentía en aquel momento empezaba a ser impredecible y bastante alta, quería acostarme con él, lo deseaba como hacía tiempo que no deseaba algo.Mis manos se aferraron a los cuellos de su camisa y mi respiración creció hasta tal punto que ambos tuvimos que detenernos para coger aire.¿Quieres que subamos? – preguntó, como si le diese miedo decirlo abiertamente, quizás le daba miedo mi reacción. Negué con la cabeza, haciendo que él me mirase sin comprender.Alfonso y Marta están arriba – declaré, haciendo que él maldijese y yo comenzase a reír, divertida.¿Te hace gracia? – preguntó, acortando las distancias entre ambos, acariciando su boca con la mía, sin besarme aún.
Cuando abrí los ojos al día siguiente, él estaba allí, entre mis brazos, y parecía algo totalmente irreal, estar con Borja de aquella manera.Acerqué mi boca a su cuello y le besé, despacio, pues a pesar de todo no quería despertarle. Pero él se movió un poco y se aferró a la mano que lo abrazaba.Deberíamos levantarnos, tenemos que ir a trabajar – le dije, para luego besarle sobre la mejilla, levantando la mano, con la intención de marcharme, pero él me detuvo, aferrándose a ella, para luego besarla suavemente.Hoy debería ser domingo – se quejó, dándose la vuelta, escondiendo su cabeza en mi pecho, ese que estaba desnudo, pues habíamos dormido desnudos la noche anterior.Agarró mi brazo, mientras acercaba su boca, lamiéndolo despa
Me llevé como dos días sin hablar con él, le notaba distante y yo no quería molestarle, no después de lo que había sucedido el lunes, aun así, no podía dejar de estar preocupada, ya que quizás él se estuviese volviendo a replantear aquella extraña relación que teníamos.Aun así, no hice absolutamente nada. Quizás una parte de mí estaba aterrada por hacerlo, quizás temía que al hacerlo él volvería a intentar apartarme de su vida. Tan sólo le di el espacio que necesitaba.Y al tercer día mis amigos me lo notaron, en la hora del almuerzo, que había algo que iba mal en mí. Pero tan sólo actué como si no pasase absolutamente nada.¿Va todo bien, Lau? – preguntó mi amigo, haciendo que dejase de darle vueltas a los macarrones de mi plato, pues no ten&
El día siguiente fue super estresante para mí, y eso que tuvimos poco trabajo, pero estaba tan sumamente histérica por el viaje a Paris, por ir con él, porque las cosas fuesen bien entre nosotros, por tantas cosas, que apenas tuve tiempo de pensar en mucho más. Además, tuve que llamar a los clientes para reprogramar las citas de esa semana.Como os digo, fue un día de locos, tan pronto como acabamos nos marchamos a casa, recogí la maleta, ante unos expectantes Alfonso y Marta, pues con las prisas había olvidado decirles nada, y verme con una maleta… pues había vuelto las cosas un poco incómodas.Me voy a pasar el puente a París – dije, sin más, sin apenas darme cuenta de lo que decía, y sin tener en cuenta que Marta trabajaba en mi empresa, y que por supuesta, ella sabía que Borja tenía negocios allí, al igual que nuest
El viaje fue más rápido de lo que pensé, y con él a mi lado, fue maravilloso. Lo cierto, es que cuando llegamos al hotel, ambos estábamos exhaustos, así que cenamos algo rápido en el restaurante del hotel, y nos subimos cada uno a nuestras habitaciones a dormir.Ante vuestra pregunta, que seguramente os haréis… No dormíamos en la misma habitación, ya que cuando hice las reservas no tenía ni idea de que aquello era un viaje de placer, que no tenía nada que ver con el trabajo. Aún así, me parecía lo más correcto, así no despertaríamos sospechas, si alguien le daba por hojear los viajes de empresa del gabinete.Me toqué los brazos, mientras miraba desde el balcón las maravillosas vistas que tenía desde aquel punto, podía ver toda la ciudad desde allí, y no muy lejos, la Torre Eiffel. Hab&iacut