Las cosas nunca son lo que parecen, y yo lo había comprobado, con creces, a lo largo de mi vida, y esa vez, no fue la excepción. A pesar de que me sentía devastada, triste por lo que dejaba atrás, no pude evitar sentirme mucho mejor, al darme cuenta de que muchas cosas buenas llegaron después de ello. Esto me hizo darme cuenta de algo, detrás de algo malo, llegan miles de cosas maravillosas, que hace que encuentres sentido a todo lo que parecía que no lo tenía. A veces, hay que sufrir para encontrar el camino.
Y eso fue lo que pasó, las cosas mejoraron y en tan sólo un par de meses, Salva y yo volvimos a estar como siempre, como dos grandes e inseparables amigos, logrando que nuestra relación fuese incluso mejor de lo que nunca hubiese sido.
Incluso me sentía con ganas de arreglar las cosas con Marta, ya no tenía miedo a su rechazo, a aclarar las cosas con ella, pues el respaldo de Salva me ayudaba muchísimo a enfrentarme a las cosas.
Lo cierto es que desde que Salva y yo volvimos a hablarnos de esa manera especial, de nuevo, nos convertimos pronto en los tres mosqueteros, como al principio. Alfonso, Salva y yo. Aunque como digo, las cosas aún estaban un poco tensas con Marta, por lo que no podíamos ser los 4 inseparables.
Esa quizás era la razón principal de que Sonia, su novia, no dejase de montarle escenas de celos cada vez que quedábamos juntos. Comprendía perfectamente su punto de vista, ella debía de sentirse desplazada pues antes Sonia era el centro de atención, y en aquel momento él tenía más opciones. Eso me hizo replantearme la situación, quizás debía alejarme de él, pues no quería estropear su relación, pero por una vez en mi vida, quise ser algo egoísta, y pensar sólo en mí.
En cuanto a Borja… eso es harina de otro costal. Las cosas estaban más tensas que de costumbre entre nosotros, evitábamos mirarnos, quedarnos a solas en la misma habitación, y por supuesto, ni hablar tengo de su actitud conmigo, volvía a ser el capullo que era con todos los de la oficina, exceptuando a su hermano.
Aquel sábado estaba realmente exhausta, después de una larga mañana en el trabajo, había sido realmente agotadora, pues estábamos en la época de divorcios, y todo el mundo llamaba para pedir cita y solicitar presupuestos. El teléfono no dejó de sonar en toda la mañana.
Miré hacia el despacho de mi jefe, justo cuando me ponía el pañuelo en el cuello y me preparaba pasa salir de la oficina. Hacía como una hora que se había marchado y aún podía recordar los gemidos de su cita de las doce, mientras él la hacía suya sobre el escritorio.
Negué con la cabeza, intentando alejar cualquier pensamiento de mi mente. Debía comportarme como una simple secretaria, aquello no debía afectarme, ¿verdad?
Caminé hacia el ascensor, dejando nuestro departamento atrás, adentrándome en el largo pasillo, alejándome más y más. A cada paso que daba sentía que iba dejando más y más lejos a Borja, os mentiría si os dijese que no dolía, pero debía hacerlo. Engancharme de un tío como él no era una buena idea.
Entré en el ascensor, pulsé la planta inferior, y limpié la lágrima que acababa de escabullirse por mi mejilla izquierda, sonriendo hacia la nada, intentando fingir que todo estaba bien, asegurándome a mí misma que lo estaba.
Las puertas del ascensor se abrieron y salí de este con prisas, para luego abrir la gran puerta de la calle, dispuesta a abandonar el edificio pronto, pero me quedé sorprendida al verle allí, frente a mí, a tan sólo unos diez metros, encendiéndose un cigarro, mientras apoyaba su espalda sobre la farola.
Por un momento sentí una extraña sensación, cómo si se detuviese el tiempo, cómo si sólo estuviésemos él y yo, como si el mundo se hubiese puesto de acuerdo para detener el tiempo en ese justo instante, para que yo pudiese observarle. Pero, tan pronto como él levantó la vista, quitándose el cigarro de la boca, girando la cabeza, quedándose sorprendido al encontrarme allí, observándole, salí de mi ensoñación.
Bajé la cabeza, intentando mantener la calma, y caminé hacia él, o al menos, eso dejé que creyese, pues tan pronto como llegué hasta él, seguí caminando, para luego levantar la mano hacia un taxi libre que pasaba por allí, y montarme en el acto, pues tenía un lugar al que acudir.
Tan sólo éramos como dos desconocidos él y yo, como si nunca me hubiese acostado con él, como si nunca hubiésemos sido amigos, como si lo hubiésemos olvidado todo.
Me monté en el auto y dejé que este me condujese hacia la nueva galería de arte que se inauguraba en el centro.
Aquella noche, estábamos en la nueva galería de arte en la que Alfonso había invertido, éramos sus invitados de honor, bebíamos vino y brindábamos por la nueva artista que Fonsi había encontrado, parecía ser una chica con bastante talento en el arte, pues lo reflejaba muy bien en sus pinturas.
Salva agarró mi mano, obligándole a mirar hacia él, a espaldas de Marta y Fonsi. Le sonreí con calma, haciendo que él lo hiciese también.
Alfonso abrazó a su amigo, y este pareció sentirse un poco mejor al ser reconfortado de aquella manera.
El resto de la noche fue bien, aunque él y yo apenas hablamos, tan sólo nos miramos, aunque no demasiado. Creo que ambos nos sentíamos incómodos de volver a vernos fuera del trabajo.
Volvía del baño cuando le vi, observando una escultura abstracta sobre la soledad y me acerqué despacio, aun sabiendo que no era lo apropiado.
Sonreí, tenuemente, tan pronto como me di cuenta de lo que ocurría. Él pensaba que había algo entre mi mejor amigo y yo. Empecé a comprender su distanciamiento en ese justo momento.
Seguimos observándonos, sin necesidad de decir absolutamente nada, él lucía diferente a mis ojos, parecía haber comprendido algo, algo que yo aún no entendía del todo. Pero que empecé a hacerlo tan pronto como noté sus dedos, rozando mi mano, haciéndole lucir nervioso, aterrado de que le apartase al intentar aquello.Había tenido razón desde el principio, siempre que estaba conmigo, lucía como un niño asustado, aterrado de que le apartase de mí, y justo acababa de darme cuenta de ello.Por primera vez en dos meses me dejé a mí misma pensar en él, en las flores que me había regalado fingiendo ser otra persona, y por primera vez no pensé que fuese una broma. Quizás era la única forma que tenía de demostrarme lo que sentía por mí, sin que yo pudiese rechazarle.¿qué
Estábamos sentados en el sofá, el uno junto al otro, sin atrevernos a decir nada aún, creo que ambos queríamos alargar el tiempo que nos quedaba juntos.Agarró mi mano, sin previo aviso, y la entrelazó con la mía, mientras ambos mirábamos hacia ese punto, y luego me besó sobre el hombro, apoyando su cabeza contra la mía.Alfonso me dijo que estos días te acuestas con bastantes mujeres – aseguré, rompiendo el hielo, porque no quería volver a preguntarle sobre por qué lloraba, así que tan sólo le daría la razón por la que no quería acostarme con él – no quiero ser una más – acepté, mientras él levantaba la boca de mi hombro, apoyando entonces su barbilla, escuchándome con atención – La próxima vez que quieras acostarte conmigo… dímelo,
Sonreí como una idiota al escuchar aquellas palabras. ¿Esa era su manera de decirme que quería intentar algo conmigo?Estampé mis labios sobre los suyos, sin que importase nada más, haciéndole reír por un momento sobre mi boca.Bajé mis manos hasta sus hombros y me aferré a ellos, mientras me dejaba envolver por sus labios, sintiendo las suyas en mi cintura.Ni siquiera supe en qué momento llegamos a la cama, pero allí estábamos, sobre mi cama, con él sobre mí, mordiéndome el cuello, respirando fuerte, mientras yo me moría porque me hiciese el amor.El sonido de la puerta nos indicó a ambos que Alfonso y Marta habían vuelto a casa.Tienes que irte – susurré, haciendo que él me mirase divertido, mientras yo me giraba, dispuesta a levantarmeTienes suert
Mi teléfono comenzó a sonar, haciendo que perdiese la sonrisa, y lo agarrase, pues estaba sobre la mesa del salón, casi me pongo a saltar como una imbécil al leer en la pantalla que era él el que me llamaba.Hola – contesté, como una idiota, al escuchar su voz al otro lado del teléfono, llamándome. Lucía tan patética, que sé que Marta se dio cuenta de que algo sucedía conmigo.Paso a por ti en una hora – me dijo, haciendo que una sonrisa tonta se dibujase en mi rostro – te espero en la esquina, no quiero despertar sospechas.Vale – respondí, dispuesta a colgar, pero olvidé la idea tan pronto como le escuché hablar de nuevo.Laura – me llamó, obligándome a hacer un ruidito en señal de que le escuchaba &n
La desesperación que sentía en aquel momento empezaba a ser impredecible y bastante alta, quería acostarme con él, lo deseaba como hacía tiempo que no deseaba algo.Mis manos se aferraron a los cuellos de su camisa y mi respiración creció hasta tal punto que ambos tuvimos que detenernos para coger aire.¿Quieres que subamos? – preguntó, como si le diese miedo decirlo abiertamente, quizás le daba miedo mi reacción. Negué con la cabeza, haciendo que él me mirase sin comprender.Alfonso y Marta están arriba – declaré, haciendo que él maldijese y yo comenzase a reír, divertida.¿Te hace gracia? – preguntó, acortando las distancias entre ambos, acariciando su boca con la mía, sin besarme aún.
Cuando abrí los ojos al día siguiente, él estaba allí, entre mis brazos, y parecía algo totalmente irreal, estar con Borja de aquella manera.Acerqué mi boca a su cuello y le besé, despacio, pues a pesar de todo no quería despertarle. Pero él se movió un poco y se aferró a la mano que lo abrazaba.Deberíamos levantarnos, tenemos que ir a trabajar – le dije, para luego besarle sobre la mejilla, levantando la mano, con la intención de marcharme, pero él me detuvo, aferrándose a ella, para luego besarla suavemente.Hoy debería ser domingo – se quejó, dándose la vuelta, escondiendo su cabeza en mi pecho, ese que estaba desnudo, pues habíamos dormido desnudos la noche anterior.Agarró mi brazo, mientras acercaba su boca, lamiéndolo despa
Me llevé como dos días sin hablar con él, le notaba distante y yo no quería molestarle, no después de lo que había sucedido el lunes, aun así, no podía dejar de estar preocupada, ya que quizás él se estuviese volviendo a replantear aquella extraña relación que teníamos.Aun así, no hice absolutamente nada. Quizás una parte de mí estaba aterrada por hacerlo, quizás temía que al hacerlo él volvería a intentar apartarme de su vida. Tan sólo le di el espacio que necesitaba.Y al tercer día mis amigos me lo notaron, en la hora del almuerzo, que había algo que iba mal en mí. Pero tan sólo actué como si no pasase absolutamente nada.¿Va todo bien, Lau? – preguntó mi amigo, haciendo que dejase de darle vueltas a los macarrones de mi plato, pues no ten&
El día siguiente fue super estresante para mí, y eso que tuvimos poco trabajo, pero estaba tan sumamente histérica por el viaje a Paris, por ir con él, porque las cosas fuesen bien entre nosotros, por tantas cosas, que apenas tuve tiempo de pensar en mucho más. Además, tuve que llamar a los clientes para reprogramar las citas de esa semana.Como os digo, fue un día de locos, tan pronto como acabamos nos marchamos a casa, recogí la maleta, ante unos expectantes Alfonso y Marta, pues con las prisas había olvidado decirles nada, y verme con una maleta… pues había vuelto las cosas un poco incómodas.Me voy a pasar el puente a París – dije, sin más, sin apenas darme cuenta de lo que decía, y sin tener en cuenta que Marta trabajaba en mi empresa, y que por supuesta, ella sabía que Borja tenía negocios allí, al igual que nuest