Leía un libro, en el sofá, mientras Salva veía la tele. Hacía bastante calor, cosa anormal, pues estábamos en pleno invierno, quizás fuese porque tenía el aire puesto a toda pastilla.
Me quité la sudadera, quedándome con una camiseta negra, de tirantes, y seguí con la lectura, tumbada sobre el sofá, sintiendo como se me pegaban las piernas a causa del calor tan terrible que hacía. Me subí un poco la falda, y proseguí con la lectura, mientras Salva miraba hacia mí, con interés.
Por dios, entre el calor y su cercanía, me estaba poniendo realmente a tono, así que fue toda una suerte que él se marchase a hablar por teléfono a la cocina, tan pronto como recibió una llamada de su familia.
Entre la hora que era, el calor, el bochorno, el aire y la lectura, me estaba poniendo realmente a mal. Así que me levanté del sofá y me marché al baño. Llené la bañera y preparé todo para darme un baño, mientras que él pasaba por la puerta y me observaba con detenimiento. Yo, la verdad, que ni siquiera me di cuenta de que había dejado la puerta entre abierta. Me desnudé y me metí en la bañera, para luego comenzar a tocarme, intentando hacer desaparecer aquel calor que me embargaba.
Cuando salí del cuarto de baño, ya estaba mucho mejor. Me puse algo cómodo, al mismo tiempo que escuchaba la puerta y a Salva, decirle a su amigo que yo me quedaría unos días más.
Os estaréis preguntando qué aspecto tenía ¿verdad? Pues imaginaros a Zac Efron, porque se le parecía mucho. Ojos azules, de complexión atlética, pero de mi estatura, no muy alto, tenía los brazos anchos, al igual que la espalda, rubio y muy sexy.
Esa noche salí a dar una vuelta, justo después de cenar, mientras que Alfonso se marchó con la moto al centro y Salva fue en bici a su otro trabajo, era modelo, y en aquella ocasión posaba para una conocida marca de calzoncillos.
Entré en un chino y compré algunos paquetes de ramen, pues quería ahorrar, y eso era lo mejor para cenar por las noches. Y luego me marché de camino a casa, había refrescado, aunque aún hacía calor.
Rio al escucharme decir aquello, y entonces ambos caminamos, juntos, de camino a casa, que tan sólo estaba a cinco minutos de ese punto.
Subimos a casa, sin decir nada más, pero tan pronto como lo hicimos, y entramos por la puerta, la cerramos de golpe, volviendo a quedar en el portal. ¡Madre del Amor Hermoso! Alfonso se estaba tirando a una tía en medio del salón. Iba a tener que hacer mucho ejercicio para borrar esa escena de mi mente.
Y ahí, queridos amigos, empezó todo. Por culpa de esa simple conversación, no pudimos ser nada más que amigos.
Estaba algo decaída allí, era mi último día en la ciudad, pues al día siguiente me marcharía para Sevilla, ya tenía mirado los horarios de los trenes, y me preparaba para comprar uno, pues me habían dicho que no había sido seleccionada en la empresa del centro.Quizás no me habían cogido por mi negatividad o mi poca confianza en mí misma. He escuchado cientos de veces aquello de “Si eres positiva atraes lo bueno, si eres negativa atraes lo malo”, y yo era del segundo clan, era negativa a más no poder, y todo tenía su explicación racionable, pues, desde los inicios de mi vida siempre me había rodeado las malas noticias, la negatividad y las malas vibraciones, eso causó que mi optimismo y mi confianza en mí misma cayese por el suelo.Desde que era bien pequeña había tenido que vivir cada año en una ci
El trabajo resultó ser incluso mejor de lo que esperaba, a pesar de que mi jefe, Borja, fuese un carca y un mujeriego empedernido. Mi labor era sencilla: llevar su agenda como su secretaria y ocuparme de la contabilidad de nuestro departamento, además, de aguantar sus desplantes y su mal humor. Pero no me importaba, porque estaba aprendiendo mucho en aquel lugar, incluso tenía los fines de semana libres, y cobraba 900 euros por ir 8 horas al día.Mis días pasaron rápidos, pues iba a trabajar de 9:00 a 14:00, volvía a casa para almorzar, pues no estaba lejos de la oficina, y luego volvía a entrar de 17:00 a 20:00. Es cierto, que algunas tardes salía un poco más tarde, pero bueno, no podía quejarme, me encantaba mi trabajo. Y cuando volvía a casa, la mayoría de los días, solía cenar con los chicos y hablar de nuestro día, excepto los viernes, que Alfonso
El tiempo continuó avanzando, al igual que mi vida, y mis relaciones con mis compañeros. Alfonso era un encanto últimamente, y se apoyaba mucho en mí, pues parecía que por primera vez en su vida se había pillado por una chica, la afortunada era Lorena o al menos eso pensaba yo, y no dejaba de pedirme consejos. Y luego estaba Salva, nuestra relación había evolucionado hasta el punto en que ya no era incómodo darnos picos de vez en cuando.Y así, sin más, llegó el día de mi cumpleaños. Los chicos, junto con la que se había convertido en una gran amiga, para mí, Marta, me prepararon una fiesta de cumpleaños, sorpresa, y cuando llegué a casa, no pude evitar ponerme a reír, como una idiota, al encontrar todo aquello, y hasta Juan estaba allí.Feliz 33, compañera – bromeó Alfonso, haciéndome
Marta y yo hablábamos sobre Juan, al día siguiente, en casa, mientras Alfonso dormía, y Salva había salido a comprar porras para desayunar.Tener una relación a distancia así… quizás lo mejor sería que lo dejaseis – declaraba, sentada en el sofá, frente a mí – apenas os veis, y cuando os veis tú estás pensando en tu mejor amigo y su novia.Te he dicho que Salva y yo ya lo hablamos, ayer, y que fue un malentendido.Puede que sea cierto – aceptó – pero estuviste más pendiente de Salva que de tu novio, eso no puedes negármelo.Y tenía razón. Quizás debía hacerle caso y dejar a Juan. Ya no sentía lo mismo de antes, le quería, por supuesto, pero era horrible estar en una relación de aq
Al día siguiente estaba nublado, así que era una tontería ir al mirador, no íbamos a ver mucho, tan sólo nos marchamos a Madrid, por el camino escuchamos su música favorita, y ni siquiera hablé mucho, pues aún me sentía algo molesta con él, por lo de Isabel.Si necesitas hablar de cualquier cosa – comenzó, haciendo que voltease la cabeza, y dejase de pensar en mis cosas – estoy aquí.No quiero que dejes de hacer cosas por mí – le solté, quizás porque estaba cansada de callarme las cosas con él, o porque, simplemente, no estaba acostumbrada a hacerlo, al menos no con él.No es que no haga cosas por ti – se quejó, molesto por mi comentario, bajando un poco la música para dejarse escuchar mejor – si no las hago es porque no quiero o
Unos besos, en el cuello, me hicieron despertar, desperté, entre cosquillas, sobresaltada, haciéndole reír, sobre su cama.¡Por el amor de Dios! ¿Cuándo había llegado hasta su cama? Lo último que podía recordar era a él y a mí, en el sofá, mientras él me hacía cosquillas. Fue así como me quedé dormida ¿no?¿Qué hora es? – pregunté, horrorizada, pensando en que quizás llegaba tarde para ir a trabajar.Tranquila, aún son las 6 – me calmó, para luego acariciar mi mejilla, despacio - ¿no tienes que ducharte antes de irte?Cierto – acepté, sentándome sobre la cama, al mismo momento que lo hacia él. Le miré, acerqué mi cabeza a la suya, y la moví, lo suficiente cerc
Había pasado una semana desde aquello, era sábado, y estábamos en el parque, haciendo un pequeño picnic improvisado, más bien, terminándolo, porque parecía que se había levantado un poco de viento.No habíamos vuelto a hablar del beso, y por supuesto yo evitaba ese tema a toda costa, él, por el contrario, seguía siendo el de siempre.… y entonces le dije a Marta… “espera locaja que te olvidas el almuerzo” – proseguía, contándole lo que había pasado el día anterior, con Marta y sus olvidos. Él rio con mi desparpajo y mi forma de decirlo, y yo también me reí.¿Qué te has hecho en el pelo que estás tan bella hoy? – bromeó, porque sabía que se había acabado el termo y no me había podido lavar el pelo, así
Llegamos a casa, no habíamos hablado sobre lo que había pasado en el parque, demasiado, pero en aquel momento, en el que llegamos al salón, y nos dimos cuenta de que estábamos solos, nos miramos el uno al otro de una forma diferente.En aquel momento sólo deseaba una cosa y era atrapar su labio inferior entre mis dientes, y obligarle a besarme, de manera intensa y húmeda.¡Dios! Aquello era una locura. No podía desear que él me besase de aquella forma, no era así como solían besarse los amigos.La puerta de la casa nos hizo salir a ambos de nuestro hipnotismo, y nos separamos con tanta rapidez, que hasta Alfonso que entraba y nos sorprendía a ambos, se quedó algo cohibido.¿he interrumpido algo? – preguntó, observándonos a ambos, con la respiración acelerada, mirando hacia ninguna parte.<