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3 - Conociendo a Alfonso.

Leía un libro, en el sofá, mientras Salva veía la tele. Hacía bastante calor, cosa anormal, pues estábamos en pleno invierno, quizás fuese porque tenía el aire puesto a toda pastilla.

Me quité la sudadera, quedándome con una camiseta negra, de tirantes, y seguí con la lectura, tumbada sobre el sofá, sintiendo como se me pegaban las piernas a causa del calor tan terrible que hacía. Me subí un poco la falda, y proseguí con la lectura, mientras Salva miraba hacia mí, con interés.

  • ¿tienes calor? – Preguntó, haciéndome salir de mis pensamientos y levantar la vista hacia él - ¿quieres que baje la calefacción?

  • No – respondí – estoy bien.

Por dios, entre el calor y su cercanía, me estaba poniendo realmente a tono, así que fue toda una suerte que él se marchase a hablar por teléfono a la cocina, tan pronto como recibió una llamada de su familia.

Entre la hora que era, el calor, el bochorno, el aire y la lectura, me estaba poniendo realmente a mal. Así que me levanté del sofá y me marché al baño. Llené la bañera y preparé todo para darme un baño, mientras que él pasaba por la puerta y me observaba con detenimiento. Yo, la verdad, que ni siquiera me di cuenta de que había dejado la puerta entre abierta. Me desnudé y me metí en la bañera, para luego comenzar a tocarme, intentando hacer desaparecer aquel calor que me embargaba.

Cuando salí del cuarto de baño, ya estaba mucho mejor. Me puse algo cómodo, al mismo tiempo que escuchaba la puerta y a Salva, decirle a su amigo que yo me quedaría unos días más.

  • Hola, soy Alfonso – aseguró aquel pedazo de Dios nada más que llegué al salón. ¡Por el amor de Dios! Iba a compartir la casa con dos bellezas. Jamás, en toda mi vida me había pasado algo como aquello.

Os estaréis preguntando qué aspecto tenía ¿verdad? Pues imaginaros a Zac Efron, porque se le parecía mucho. Ojos azules, de complexión atlética, pero de mi estatura, no muy alto, tenía los brazos anchos, al igual que la espalda, rubio y muy sexy.

  • Me ha dicho Salva que te quedas unos días más con nosotros – comenzó, mientras yo asentía – no hace falta que pagues por adelantado, con que pagues antes de irte es suficiente, nos fiamos de ti.

  • Son 32 más la comida ¿no? – Pregunté. Él asintió.

Esa noche salí a dar una vuelta, justo después de cenar, mientras que Alfonso se marchó con la moto al centro y Salva fue en bici a su otro trabajo, era modelo, y en aquella ocasión posaba para una conocida marca de calzoncillos.

Entré en un chino y compré algunos paquetes de ramen, pues quería ahorrar, y eso era lo mejor para cenar por las noches. Y luego me marché de camino a casa, había refrescado, aunque aún hacía calor.

  • Hola compi – me saludó, un tipo montado en bici, por lo que tuve que girar la cabeza para observarle. Era Salva, al parecer llegaba a esta hora, las doce de la noche, de trabajar - ¿has ido de compras? – preguntó al observar mis bolsas, al mismo tiempo que se bajaba de la bici y se ponía en el suelo, justo al lado de su medio de transporte.

  • Mi cena para los próximos 3 días – le dije, mientras levantaba las bolsas en alto, y él sonreía.

  • Te tomas demasiado en serio tu alimentación, ¿eh? – bromeó, dejando claro que era justo lo contrario.

  • Al menos no como 6 veces al día, como algunos – le devolví la jugada, haciéndole sonreír. ¡Por Dios! Tenía una sonrisa preciosa.

  • Eres graciosa – reconoció, haciendo que le devolviese la sonrisa – oye – me llamó – siento si esta mañana he estado un poco estúpido. No me suelen caer bien las chicas guapas.

  • Igual he sido yo, la estúpida – le contesté, siguiéndole el juego – no me suelen caer bien los chulos de playa.

Rio al escucharme decir aquello, y entonces ambos caminamos, juntos, de camino a casa, que tan sólo estaba a cinco minutos de ese punto.

  • Oye, ¿has comido ya?

  • Salva – le llamé – son las doce y cuarto de la noche, claro que he cenado.

  • Yo no he cenado – aseguró - no he tenido tiempo.

Subimos a casa, sin decir nada más, pero tan pronto como lo hicimos, y entramos por la puerta, la cerramos de golpe, volviendo a quedar en el portal. ¡Madre del Amor Hermoso! Alfonso se estaba tirando a una tía en medio del salón. Iba a tener que hacer mucho ejercicio para borrar esa escena de mi mente.

  • ¡Madre Mía! – Exclamé, haciéndole reír - ¿Esto pasa muy a menudo? – pregunté, observándole asentir, divertido - ¿y qué haces cuando pasa esto?

  • Me voy a la azotea o al bar de en frente, a esperar – aseguraba, haciéndome sonreír - ¿subimos?

  • ¿y cómo sabes si han terminado?

  • Él me avisa, por mensaje de texto – aseguró, para luego comenzar a subir hacia la parte de arriba.

  • Vamos a tener que montar el club de los desterrados – bromeé, haciéndole sonreír con mi comentario. ¡Por Dios! ¡Qué idiotez más grande había dicho!

  • Me conformaría con que te cogiesen para el trabajo – aseguró, dejándome sorprendida con sus palabras – así te quedarías a compartir piso con nosotros, y no me sentiría sólo aquí arriba.

  • Siempre puedes traerte a algún ligue – bromeé, haciéndole reír, para luego negar con la cabeza.

  • Paso de ligues – aceptó – estoy harto de las chicas superficiales que están vacías por dentro.

  • Quizás es porque exiges demasiado – le dije.

  • Si te quedas, tengo muy claro que vamos a formar ese club del que hablas, y seremos grandes amigos, tu y yo – bromeó, haciéndome reír con ello - ¿y tú? ¿tienes algún ligue por ahí?

  • Tengo novio, en Sevilla – acepté, dejándole sorprendido, quizás porque no esperaba que respondiese afirmativamente.

Y ahí, queridos amigos, empezó todo. Por culpa de esa simple conversación, no pudimos ser nada más que amigos.

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