Marta y yo hablábamos sobre Juan, al día siguiente, en casa, mientras Alfonso dormía, y Salva había salido a comprar porras para desayunar.
Y tenía razón. Quizás debía hacerle caso y dejar a Juan. Ya no sentía lo mismo de antes, le quería, por supuesto, pero era horrible estar en una relación de aq
Al día siguiente estaba nublado, así que era una tontería ir al mirador, no íbamos a ver mucho, tan sólo nos marchamos a Madrid, por el camino escuchamos su música favorita, y ni siquiera hablé mucho, pues aún me sentía algo molesta con él, por lo de Isabel.Si necesitas hablar de cualquier cosa – comenzó, haciendo que voltease la cabeza, y dejase de pensar en mis cosas – estoy aquí.No quiero que dejes de hacer cosas por mí – le solté, quizás porque estaba cansada de callarme las cosas con él, o porque, simplemente, no estaba acostumbrada a hacerlo, al menos no con él.No es que no haga cosas por ti – se quejó, molesto por mi comentario, bajando un poco la música para dejarse escuchar mejor – si no las hago es porque no quiero o
Unos besos, en el cuello, me hicieron despertar, desperté, entre cosquillas, sobresaltada, haciéndole reír, sobre su cama.¡Por el amor de Dios! ¿Cuándo había llegado hasta su cama? Lo último que podía recordar era a él y a mí, en el sofá, mientras él me hacía cosquillas. Fue así como me quedé dormida ¿no?¿Qué hora es? – pregunté, horrorizada, pensando en que quizás llegaba tarde para ir a trabajar.Tranquila, aún son las 6 – me calmó, para luego acariciar mi mejilla, despacio - ¿no tienes que ducharte antes de irte?Cierto – acepté, sentándome sobre la cama, al mismo momento que lo hacia él. Le miré, acerqué mi cabeza a la suya, y la moví, lo suficiente cerc
Había pasado una semana desde aquello, era sábado, y estábamos en el parque, haciendo un pequeño picnic improvisado, más bien, terminándolo, porque parecía que se había levantado un poco de viento.No habíamos vuelto a hablar del beso, y por supuesto yo evitaba ese tema a toda costa, él, por el contrario, seguía siendo el de siempre.… y entonces le dije a Marta… “espera locaja que te olvidas el almuerzo” – proseguía, contándole lo que había pasado el día anterior, con Marta y sus olvidos. Él rio con mi desparpajo y mi forma de decirlo, y yo también me reí.¿Qué te has hecho en el pelo que estás tan bella hoy? – bromeó, porque sabía que se había acabado el termo y no me había podido lavar el pelo, así
Llegamos a casa, no habíamos hablado sobre lo que había pasado en el parque, demasiado, pero en aquel momento, en el que llegamos al salón, y nos dimos cuenta de que estábamos solos, nos miramos el uno al otro de una forma diferente.En aquel momento sólo deseaba una cosa y era atrapar su labio inferior entre mis dientes, y obligarle a besarme, de manera intensa y húmeda.¡Dios! Aquello era una locura. No podía desear que él me besase de aquella forma, no era así como solían besarse los amigos.La puerta de la casa nos hizo salir a ambos de nuestro hipnotismo, y nos separamos con tanta rapidez, que hasta Alfonso que entraba y nos sorprendía a ambos, se quedó algo cohibido.¿he interrumpido algo? – preguntó, observándonos a ambos, con la respiración acelerada, mirando hacia ninguna parte.<
Cuando me levanté a la mañana siguiente, él ya se había ido a trabajar, sin tan siquiera despedirse, sin tan siquiera dejarme una nota o un mensaje. Quizás ese era el plan, acostarnos y hacer como si no hubiese sucedido, como la última vez que lo hicimos con ese beso.Ni siquiera tuve tiempo de pensar en ello demasiado, me duché, me eché mis cremas, desayuné y me marché al trabajo.Mi jefe, Borja, estaba de mucho mejor humor, parecía que había echado un polvo con su novia o al por el estilo.Laura – me llamó al pasar por mi mesa – te necesito en mi despacho en seguida – me levanté de un salto, cogí la agenda y le seguía hasta su oficina, para luego observar como este cerraba el pestillo, cosa que solía hacer cada lunes, justo después de que yo entrase, para que nadie pudiese molestarnos.
Seguía allí, en la consulta de aquel sexy doctor, que me aconsejaba, que lo mejor era no meter en la ducha mi brazo malherido.Es decir, que al final, cuando se cure, tendré una gran costa de mierda alrededor del brazo y parecerá que llevo puesto en guantalete de Thanos – bromeé, haciendo que él riese al escuchar mi ocurrencia.No me había dado cuenta que estoy ante toda una friki – aceptó, haciéndome sonreír con ello – tu simplemente evita que se moje, o tendremos problemas.Está bien, doctor López – le dije, calmándole, pues no quería irritarle demasiado, se veía demasiado sexy así.Salí de su despacho con una enorme sonrisa, me había devuelto la confianza en mí misma reír un poco, para variar.
Mi jefe era bipolar, por si no os habéis fijado. Tan pronto me manda a casa porque según él “no estoy cualificada para trabajar”, como me echa la bronca por teléfono por no estar en mi puesto de trabajo, ayudándole a organizar la agenda.Sí, tenía ganas de matarle, incluso estaba pensando en la mejor forma para ello. Soñaba con volver a la oficina, estrangularle hasta que muriese entre mis manos, haciendo que tuviese una muerte lenta.Respondí a los emails que me envió desde la cama, y le mandé tres citas más para la tarde.No podía hacer mucho más, porque me dolía si movía mucho el brazo, así que terminé tirada en la cama, mientras miraba el Facebook, al mismo tiempo que me llegaba un mensaje de mi mejor amigo.Salva:“¿Cómo estás?”<
Cogí cuatro taxis esa semana para ir a curarme la herida, y no le avisé a él ni una sola vez. No quería volver a hablar con él, no quería que me soltase algunas de sus insolencias, ya dolía demasiado aquella situación, no poder hablar con nadie de cómo me sentía, no poder apoyarme en nadie, aunque sospechaba que Marta se olía algo, ella sabía que algo había sucedido entre nosotros, que nos habíamos peleado, pues yo evitaba hablar de él todo el tiempo.El doctor me recetó una crema para que me la echase en casa, y ya no tuviese que ir al hospital tan seguido, sólo debía ir una vez a la semana para ir viendo el estado de la herida.Ni siquiera hablábamos demasiado por WhatsApp él y yo. Cada vez que me preguntaba si estaba bien, si mi brazo estaba mejor, contestaba con un simple “Estoy bien”, hasta el punto,