Había pasado una semana desde aquello, era sábado, y estábamos en el parque, haciendo un pequeño picnic improvisado, más bien, terminándolo, porque parecía que se había levantado un poco de viento.
No habíamos vuelto a hablar del beso, y por supuesto yo evitaba ese tema a toda costa, él, por el contrario, seguía siendo el de siempre.
Llegamos a casa, no habíamos hablado sobre lo que había pasado en el parque, demasiado, pero en aquel momento, en el que llegamos al salón, y nos dimos cuenta de que estábamos solos, nos miramos el uno al otro de una forma diferente.En aquel momento sólo deseaba una cosa y era atrapar su labio inferior entre mis dientes, y obligarle a besarme, de manera intensa y húmeda.¡Dios! Aquello era una locura. No podía desear que él me besase de aquella forma, no era así como solían besarse los amigos.La puerta de la casa nos hizo salir a ambos de nuestro hipnotismo, y nos separamos con tanta rapidez, que hasta Alfonso que entraba y nos sorprendía a ambos, se quedó algo cohibido.¿he interrumpido algo? – preguntó, observándonos a ambos, con la respiración acelerada, mirando hacia ninguna parte.<
Cuando me levanté a la mañana siguiente, él ya se había ido a trabajar, sin tan siquiera despedirse, sin tan siquiera dejarme una nota o un mensaje. Quizás ese era el plan, acostarnos y hacer como si no hubiese sucedido, como la última vez que lo hicimos con ese beso.Ni siquiera tuve tiempo de pensar en ello demasiado, me duché, me eché mis cremas, desayuné y me marché al trabajo.Mi jefe, Borja, estaba de mucho mejor humor, parecía que había echado un polvo con su novia o al por el estilo.Laura – me llamó al pasar por mi mesa – te necesito en mi despacho en seguida – me levanté de un salto, cogí la agenda y le seguía hasta su oficina, para luego observar como este cerraba el pestillo, cosa que solía hacer cada lunes, justo después de que yo entrase, para que nadie pudiese molestarnos.
Seguía allí, en la consulta de aquel sexy doctor, que me aconsejaba, que lo mejor era no meter en la ducha mi brazo malherido.Es decir, que al final, cuando se cure, tendré una gran costa de mierda alrededor del brazo y parecerá que llevo puesto en guantalete de Thanos – bromeé, haciendo que él riese al escuchar mi ocurrencia.No me había dado cuenta que estoy ante toda una friki – aceptó, haciéndome sonreír con ello – tu simplemente evita que se moje, o tendremos problemas.Está bien, doctor López – le dije, calmándole, pues no quería irritarle demasiado, se veía demasiado sexy así.Salí de su despacho con una enorme sonrisa, me había devuelto la confianza en mí misma reír un poco, para variar.
Mi jefe era bipolar, por si no os habéis fijado. Tan pronto me manda a casa porque según él “no estoy cualificada para trabajar”, como me echa la bronca por teléfono por no estar en mi puesto de trabajo, ayudándole a organizar la agenda.Sí, tenía ganas de matarle, incluso estaba pensando en la mejor forma para ello. Soñaba con volver a la oficina, estrangularle hasta que muriese entre mis manos, haciendo que tuviese una muerte lenta.Respondí a los emails que me envió desde la cama, y le mandé tres citas más para la tarde.No podía hacer mucho más, porque me dolía si movía mucho el brazo, así que terminé tirada en la cama, mientras miraba el Facebook, al mismo tiempo que me llegaba un mensaje de mi mejor amigo.Salva:“¿Cómo estás?”<
Cogí cuatro taxis esa semana para ir a curarme la herida, y no le avisé a él ni una sola vez. No quería volver a hablar con él, no quería que me soltase algunas de sus insolencias, ya dolía demasiado aquella situación, no poder hablar con nadie de cómo me sentía, no poder apoyarme en nadie, aunque sospechaba que Marta se olía algo, ella sabía que algo había sucedido entre nosotros, que nos habíamos peleado, pues yo evitaba hablar de él todo el tiempo.El doctor me recetó una crema para que me la echase en casa, y ya no tuviese que ir al hospital tan seguido, sólo debía ir una vez a la semana para ir viendo el estado de la herida.Ni siquiera hablábamos demasiado por WhatsApp él y yo. Cada vez que me preguntaba si estaba bien, si mi brazo estaba mejor, contestaba con un simple “Estoy bien”, hasta el punto,
No sé cómo, pero me dejé arrastrar por Marta. Estábamos en un bar, lejos de casa, cerca de dónde vivía con anterioridad. Marta fue a pedir unas copas, mientras yo bailaba lejos de la pista, pues no quería que nadie me rozase en la herida. Y entonces sucedió, aquel olor invadió mis fosas nasales, y supe en ese justo instante a quién pertenecía. Me giré y entonces le encontré de frente, a escasos pasos de mí. Lo siento – me dijo, haciendo que levantase la mirada para observarle. Seguía siendo él, mi mejor amigo, él seguía allí dentro, a pesar de todo – me he pasado en el mensaje. ¿Por qué estás aquí? – pregunté, mientras él sonreía, al darse cuenta de que seguía siendo yo, siempre evitando una disculpa. Es mi cumpleaños, ¿recuerdas? – insistió, y entonces lo comprendí. Marta me había jugado una jugarreta. Voy a matar a Mart
La vuelta al trabajo fue como un soplo de aire fresco para mí, pues me ayudó a olvidarme sobre aquel tema que me atormentaba por toda aquella larga semana, ese tema del que os hablo es Salva. Era fácil volcar mis frustraciones en el trabajo, alejar aquellos sentimientos de mí por unas horas, actuar como su mejor amiga, hacer como si nada hubiese pasado entre nosotros. Borja estaba especialmente simpático, cosa totalmente extraña, pero para mi sorpresa, no me gritó ni una sola vez, y eso era raro en él. Aunque su carácter seguía siendo tosco, él era así, así que ni siquiera me lo tomé como algo fuera de lo normal. Aquella noche, desperté de una pesadilla sola, en mi habitación, sintiendo su olor en mis fosas nasales, como si nunca se hubiese marchado, como si él aún fuese mi compañero de piso, como si lo que sintiese por él sólo fuese amistad. Mis lágrimas salieron y mi llanto también, tan pronto como me di cuenta de que era lo que me es
Me sentía fuera de lugar en aquella lujosa fiesta, aunque fuese para recolectar fondos, la gente no lucía en lo absoluto común, al contrario, lucían despampanantes vestidos, que no se parecían en lo absoluto al que llevaba yo, simple y sin gracia. Atravesé la estancia, algo decaída, estar allí, en aquellas circunstancias tan sólo me hacía sentir un poco peor. No encajaba en aquel lugar en lo absoluto, y estaba allí sola, no había nadie a quien conociese, y sabía que Manu no asistiría aquella vez, pues tenía asuntos una reunión a primera hora de la mañana, en Londres. Recorrí aquel enorme salón, dónde se visualizaba un enorme salón repleto de sillas, donde la mayoría ya estaba sentado, esperando expectante que comenzase la subasta, se esperaba recaudar más de cien millones de euros. Seguí caminando, por el largo pasillo, hasta que mis ojos toparon con la persona que menos había esperado encontrarme en aquel lugar, sobre todo porque él no solía a