Tumbada en la cama, con el apoyado sobre su brazo, mirando hacia mí, pensando en lo que ababa de suceder entre ambos. Era justo así, como me encontraba.
¿Nunca habéis tenido esa extraña conexión con alguien que acabáis de conocer? A mí me pasó una vez, y creo que jamás lo podré olvidar, a día de hoy sólo somos amigos, y ninguno de los dos está dispuesto a que sea nada más. Creo que, porque no queremos perder lo que tenemos ahora, por miedo a estropearlo, por temor a que todo cambie entre nosotros. Además, yo tengo pareja, eso lo hace todo un poco más simple, porque como amigos estamos bien, a pesar de que ambos sabemos que como pareja podríamos estar mejor.Soy Laura, tengo 31 años, actualmente estoy desempleada, en busca del trabajo perfecto, con miles de dramas familiares y de cualquier otro tipo, y esta es mi vida, la cual, por supuesto, voy a contaros.Cuando le vi por primera vez, a ese chico que me caló tan hondo que hizo que mi universo se detuviese, que mis ojos se encontra
Me pasé como un mes sin volver a saber nada de él. Yo tenía mi vida, terminé mis estudios y mis prácticas y me puse a buscar trabajo como una loca. Al principio por mi pueblo, luego amplié a mi ciudad, las ciudades cercanas, toda la comunidad autónoma de Andalucía, toda España, y estaba tentada a ampliar hasta el extranjero cuando me llamaron para hacer una entrevista de Secretaria en una clínica en Madrid. Casi me pongo a saltar de alegría cuando me enteré.Lo cierto, es que, en aquella época, yo estaba viviendo con mi madre en la casa de la playa, y mi novio estaba trabajando en otra ciudad, como consecuencia de esto, nos veíamos más bien poco. Aclarado este punto, sigamos.Mi madre me dejó dinero para que fuese a Madrid y yo busqué un hostal barato o algún lugar dónde hospedarme. Los hoteles eran carísimos y los ho
Leía un libro, en el sofá, mientras Salva veía la tele. Hacía bastante calor, cosa anormal, pues estábamos en pleno invierno, quizás fuese porque tenía el aire puesto a toda pastilla.Me quité la sudadera, quedándome con una camiseta negra, de tirantes, y seguí con la lectura, tumbada sobre el sofá, sintiendo como se me pegaban las piernas a causa del calor tan terrible que hacía. Me subí un poco la falda, y proseguí con la lectura, mientras Salva miraba hacia mí, con interés.¿tienes calor? – Preguntó, haciéndome salir de mis pensamientos y levantar la vista hacia él - ¿quieres que baje la calefacción?No – respondí – estoy bien.Por dios, entre el calor y su cercanía, me estaba poniendo realmente a tono,
Estaba algo decaída allí, era mi último día en la ciudad, pues al día siguiente me marcharía para Sevilla, ya tenía mirado los horarios de los trenes, y me preparaba para comprar uno, pues me habían dicho que no había sido seleccionada en la empresa del centro.Quizás no me habían cogido por mi negatividad o mi poca confianza en mí misma. He escuchado cientos de veces aquello de “Si eres positiva atraes lo bueno, si eres negativa atraes lo malo”, y yo era del segundo clan, era negativa a más no poder, y todo tenía su explicación racionable, pues, desde los inicios de mi vida siempre me había rodeado las malas noticias, la negatividad y las malas vibraciones, eso causó que mi optimismo y mi confianza en mí misma cayese por el suelo.Desde que era bien pequeña había tenido que vivir cada año en una ci
El trabajo resultó ser incluso mejor de lo que esperaba, a pesar de que mi jefe, Borja, fuese un carca y un mujeriego empedernido. Mi labor era sencilla: llevar su agenda como su secretaria y ocuparme de la contabilidad de nuestro departamento, además, de aguantar sus desplantes y su mal humor. Pero no me importaba, porque estaba aprendiendo mucho en aquel lugar, incluso tenía los fines de semana libres, y cobraba 900 euros por ir 8 horas al día.Mis días pasaron rápidos, pues iba a trabajar de 9:00 a 14:00, volvía a casa para almorzar, pues no estaba lejos de la oficina, y luego volvía a entrar de 17:00 a 20:00. Es cierto, que algunas tardes salía un poco más tarde, pero bueno, no podía quejarme, me encantaba mi trabajo. Y cuando volvía a casa, la mayoría de los días, solía cenar con los chicos y hablar de nuestro día, excepto los viernes, que Alfonso
El tiempo continuó avanzando, al igual que mi vida, y mis relaciones con mis compañeros. Alfonso era un encanto últimamente, y se apoyaba mucho en mí, pues parecía que por primera vez en su vida se había pillado por una chica, la afortunada era Lorena o al menos eso pensaba yo, y no dejaba de pedirme consejos. Y luego estaba Salva, nuestra relación había evolucionado hasta el punto en que ya no era incómodo darnos picos de vez en cuando.Y así, sin más, llegó el día de mi cumpleaños. Los chicos, junto con la que se había convertido en una gran amiga, para mí, Marta, me prepararon una fiesta de cumpleaños, sorpresa, y cuando llegué a casa, no pude evitar ponerme a reír, como una idiota, al encontrar todo aquello, y hasta Juan estaba allí.Feliz 33, compañera – bromeó Alfonso, haciéndome
Marta y yo hablábamos sobre Juan, al día siguiente, en casa, mientras Alfonso dormía, y Salva había salido a comprar porras para desayunar.Tener una relación a distancia así… quizás lo mejor sería que lo dejaseis – declaraba, sentada en el sofá, frente a mí – apenas os veis, y cuando os veis tú estás pensando en tu mejor amigo y su novia.Te he dicho que Salva y yo ya lo hablamos, ayer, y que fue un malentendido.Puede que sea cierto – aceptó – pero estuviste más pendiente de Salva que de tu novio, eso no puedes negármelo.Y tenía razón. Quizás debía hacerle caso y dejar a Juan. Ya no sentía lo mismo de antes, le quería, por supuesto, pero era horrible estar en una relación de aq
Al día siguiente estaba nublado, así que era una tontería ir al mirador, no íbamos a ver mucho, tan sólo nos marchamos a Madrid, por el camino escuchamos su música favorita, y ni siquiera hablé mucho, pues aún me sentía algo molesta con él, por lo de Isabel.Si necesitas hablar de cualquier cosa – comenzó, haciendo que voltease la cabeza, y dejase de pensar en mis cosas – estoy aquí.No quiero que dejes de hacer cosas por mí – le solté, quizás porque estaba cansada de callarme las cosas con él, o porque, simplemente, no estaba acostumbrada a hacerlo, al menos no con él.No es que no haga cosas por ti – se quejó, molesto por mi comentario, bajando un poco la música para dejarse escuchar mejor – si no las hago es porque no quiero o