Estaba algo decaída allí, era mi último día en la ciudad, pues al día siguiente me marcharía para Sevilla, ya tenía mirado los horarios de los trenes, y me preparaba para comprar uno, pues me habían dicho que no había sido seleccionada en la empresa del centro.
Quizás no me habían cogido por mi negatividad o mi poca confianza en mí misma. He escuchado cientos de veces aquello de “Si eres positiva atraes lo bueno, si eres negativa atraes lo malo”, y yo era del segundo clan, era negativa a más no poder, y todo tenía su explicación racionable, pues, desde los inicios de mi vida siempre me había rodeado las malas noticias, la negatividad y las malas vibraciones, eso causó que mi optimismo y mi confianza en mí misma cayese por el suelo.
Desde que era bien pequeña había tenido que vivir cada año en una ciudad distinta, a causa del trabajo de mi madre, por esta razón nunca tuve amigos. Siempre fui una chica muy independiente, con miles de amigos imaginarios, creando mundos paralelos en donde todo era posible, sobre todo, todo lo que no tenía, lo era.
Mi madre nunca estaba en casa, por lo que, prácticamente, me crie con desconocidos. Mi padre trabaja en otra ciudad diferente y sólo lo veía los fines de semana.
Luego, llegó mi hermano, y la poca atención que recibía durante la semana, o los fines de semana, quedaron mermadas al llegar él. Totalmente comprensible, era el pequeño, el bebé, ese que hacía cosas lindas, ese que siempre estaba haciéndolos reír a todos, así que volví a quedarme sola.
Cuando al fin, mis padres se mudaron a una ciudad, y se quedaron juntos en ella, sin moverse de ahí, año tras año, vi la oportunidad perfecta para encontrar mi lugar. Pero como siempre, la negatividad me rodeaba, y sólo atraje eso. ¿Amigas? No tenía ni idea de cómo hacerlas, y aunque era una chica bastante social a la hora de conocer gente, pues siempre tenía la iniciativa para hablar con desconocidos, nunca encontré gente válida a la que llamar amiga, siempre, por una parte, o por otra, terminaban traicionándome. Y así, iban pasando amigas por mi vida, que se iban sin pena ni gloria, dejando un vacío cada vez más profundo en mi corazón, quitándome hasta la más mínima confianza en mí misma.
Y ahí llegó el fenómeno “Chicos”. Todos y cada uno de los chicos que me gustaron en aquella época, siempre prefirieron a otras, y eso hizo que la huella de mi propia confianza se hundiese un poco más.
Todos ellos, desde el “sujeto 1” hasta el “sujeto 7”, que, por supuesto no vamos a nombrar en este libro, ninguno de ellos se lo merece.
Así que sí, era más que obvio que no me iban a coger en el trabajo, ¿cómo cogerme a mí cuando había muchísimos otros candidatos con más experiencia y mucho mejores que yo? ¿Cómo podía haber sido tan idiota al pensar que me cogerían?
Abrí el ordenador, con desgana, observando todas las ventanas que tenía abiertas, de la última vez que inicié sesión en mi portátil, que, por supuesto fue la noche anterior, en la que estuve viendo una de mis famosas series coreanas, con subtítulos en español. Sí, yo era todo un caso. Y abrí una quinta pestaña en el navegador, tecleé la página oficinal de Renfe y me dispuse a buscar un tren que se adaptase a mis necesidades. Ya casi había elegido uno, dispuesta a gastarme hasta 200 euros en él, cuando sucedió lo inesperado.
Mi teléfono móvil comenzó a sonar, y yo le miré, de mala gana, situándolo sobre el escritorio, a casi tres metros de mí. ¡Mierda! Tenía que levantarme, yo, que estaba tirada en la cama, a punto de pagar el billete de regreso a casa.
Dejé el ordenador sobre la cama y me levanté de un salto, para luego caminar hacia el escritorio, agarrar el teléfono y darme cuenta de que era un número que no conocía, con prefijo de la ciudad.
Lo descolgué y lo llevé a mi oreja.
Y ahí fue cuando me di cuenta, de que a veces, los milagros ocurren.
Me puse a gritar de alegría y a dar pequeños saltitos, en mi habitación, yo sola, tan pronto como colgué el teléfono. No cabía en mi de felicidad, y por supuesto, de incredulidad. Aún no podía creérmelo, al fin me daban una oportunidad, al fin iba a conseguir mi sueño, aunque al principio, los primeros tres meses, el salario fuese muy bajo, no importaba, porque luego me lo subirían. Debía demostrarle al mundo, y a mí misma, que era la mejor en mi trabajo.
Fue una noche perfecta. Una de las pocas noches perfectas de mi vida. Lo tenía todo, una oportunidad laboral en aquello que me gustaba, compañeros de piso con los que encajar y muchas risas aseguradas con aquellos dos payasos.
El trabajo resultó ser incluso mejor de lo que esperaba, a pesar de que mi jefe, Borja, fuese un carca y un mujeriego empedernido. Mi labor era sencilla: llevar su agenda como su secretaria y ocuparme de la contabilidad de nuestro departamento, además, de aguantar sus desplantes y su mal humor. Pero no me importaba, porque estaba aprendiendo mucho en aquel lugar, incluso tenía los fines de semana libres, y cobraba 900 euros por ir 8 horas al día.Mis días pasaron rápidos, pues iba a trabajar de 9:00 a 14:00, volvía a casa para almorzar, pues no estaba lejos de la oficina, y luego volvía a entrar de 17:00 a 20:00. Es cierto, que algunas tardes salía un poco más tarde, pero bueno, no podía quejarme, me encantaba mi trabajo. Y cuando volvía a casa, la mayoría de los días, solía cenar con los chicos y hablar de nuestro día, excepto los viernes, que Alfonso
El tiempo continuó avanzando, al igual que mi vida, y mis relaciones con mis compañeros. Alfonso era un encanto últimamente, y se apoyaba mucho en mí, pues parecía que por primera vez en su vida se había pillado por una chica, la afortunada era Lorena o al menos eso pensaba yo, y no dejaba de pedirme consejos. Y luego estaba Salva, nuestra relación había evolucionado hasta el punto en que ya no era incómodo darnos picos de vez en cuando.Y así, sin más, llegó el día de mi cumpleaños. Los chicos, junto con la que se había convertido en una gran amiga, para mí, Marta, me prepararon una fiesta de cumpleaños, sorpresa, y cuando llegué a casa, no pude evitar ponerme a reír, como una idiota, al encontrar todo aquello, y hasta Juan estaba allí.Feliz 33, compañera – bromeó Alfonso, haciéndome
Marta y yo hablábamos sobre Juan, al día siguiente, en casa, mientras Alfonso dormía, y Salva había salido a comprar porras para desayunar.Tener una relación a distancia así… quizás lo mejor sería que lo dejaseis – declaraba, sentada en el sofá, frente a mí – apenas os veis, y cuando os veis tú estás pensando en tu mejor amigo y su novia.Te he dicho que Salva y yo ya lo hablamos, ayer, y que fue un malentendido.Puede que sea cierto – aceptó – pero estuviste más pendiente de Salva que de tu novio, eso no puedes negármelo.Y tenía razón. Quizás debía hacerle caso y dejar a Juan. Ya no sentía lo mismo de antes, le quería, por supuesto, pero era horrible estar en una relación de aq
Al día siguiente estaba nublado, así que era una tontería ir al mirador, no íbamos a ver mucho, tan sólo nos marchamos a Madrid, por el camino escuchamos su música favorita, y ni siquiera hablé mucho, pues aún me sentía algo molesta con él, por lo de Isabel.Si necesitas hablar de cualquier cosa – comenzó, haciendo que voltease la cabeza, y dejase de pensar en mis cosas – estoy aquí.No quiero que dejes de hacer cosas por mí – le solté, quizás porque estaba cansada de callarme las cosas con él, o porque, simplemente, no estaba acostumbrada a hacerlo, al menos no con él.No es que no haga cosas por ti – se quejó, molesto por mi comentario, bajando un poco la música para dejarse escuchar mejor – si no las hago es porque no quiero o
Unos besos, en el cuello, me hicieron despertar, desperté, entre cosquillas, sobresaltada, haciéndole reír, sobre su cama.¡Por el amor de Dios! ¿Cuándo había llegado hasta su cama? Lo último que podía recordar era a él y a mí, en el sofá, mientras él me hacía cosquillas. Fue así como me quedé dormida ¿no?¿Qué hora es? – pregunté, horrorizada, pensando en que quizás llegaba tarde para ir a trabajar.Tranquila, aún son las 6 – me calmó, para luego acariciar mi mejilla, despacio - ¿no tienes que ducharte antes de irte?Cierto – acepté, sentándome sobre la cama, al mismo momento que lo hacia él. Le miré, acerqué mi cabeza a la suya, y la moví, lo suficiente cerc
Había pasado una semana desde aquello, era sábado, y estábamos en el parque, haciendo un pequeño picnic improvisado, más bien, terminándolo, porque parecía que se había levantado un poco de viento.No habíamos vuelto a hablar del beso, y por supuesto yo evitaba ese tema a toda costa, él, por el contrario, seguía siendo el de siempre.… y entonces le dije a Marta… “espera locaja que te olvidas el almuerzo” – proseguía, contándole lo que había pasado el día anterior, con Marta y sus olvidos. Él rio con mi desparpajo y mi forma de decirlo, y yo también me reí.¿Qué te has hecho en el pelo que estás tan bella hoy? – bromeó, porque sabía que se había acabado el termo y no me había podido lavar el pelo, así
Llegamos a casa, no habíamos hablado sobre lo que había pasado en el parque, demasiado, pero en aquel momento, en el que llegamos al salón, y nos dimos cuenta de que estábamos solos, nos miramos el uno al otro de una forma diferente.En aquel momento sólo deseaba una cosa y era atrapar su labio inferior entre mis dientes, y obligarle a besarme, de manera intensa y húmeda.¡Dios! Aquello era una locura. No podía desear que él me besase de aquella forma, no era así como solían besarse los amigos.La puerta de la casa nos hizo salir a ambos de nuestro hipnotismo, y nos separamos con tanta rapidez, que hasta Alfonso que entraba y nos sorprendía a ambos, se quedó algo cohibido.¿he interrumpido algo? – preguntó, observándonos a ambos, con la respiración acelerada, mirando hacia ninguna parte.<
Cuando me levanté a la mañana siguiente, él ya se había ido a trabajar, sin tan siquiera despedirse, sin tan siquiera dejarme una nota o un mensaje. Quizás ese era el plan, acostarnos y hacer como si no hubiese sucedido, como la última vez que lo hicimos con ese beso.Ni siquiera tuve tiempo de pensar en ello demasiado, me duché, me eché mis cremas, desayuné y me marché al trabajo.Mi jefe, Borja, estaba de mucho mejor humor, parecía que había echado un polvo con su novia o al por el estilo.Laura – me llamó al pasar por mi mesa – te necesito en mi despacho en seguida – me levanté de un salto, cogí la agenda y le seguía hasta su oficina, para luego observar como este cerraba el pestillo, cosa que solía hacer cada lunes, justo después de que yo entrase, para que nadie pudiese molestarnos.