Me pasé como un mes sin volver a saber nada de él. Yo tenía mi vida, terminé mis estudios y mis prácticas y me puse a buscar trabajo como una loca. Al principio por mi pueblo, luego amplié a mi ciudad, las ciudades cercanas, toda la comunidad autónoma de Andalucía, toda España, y estaba tentada a ampliar hasta el extranjero cuando me llamaron para hacer una entrevista de Secretaria en una clínica en Madrid. Casi me pongo a saltar de alegría cuando me enteré.
Lo cierto, es que, en aquella época, yo estaba viviendo con mi madre en la casa de la playa, y mi novio estaba trabajando en otra ciudad, como consecuencia de esto, nos veíamos más bien poco. Aclarado este punto, sigamos.
Mi madre me dejó dinero para que fuese a Madrid y yo busqué un hostal barato o algún lugar dónde hospedarme. Los hoteles eran carísimos y los hostales también, así que decidí que me quedaría en una de esas casas que uno alquila un par de días y comparte con otras personas. Como un piso compartido, pero para unos días.
Contacté con el dueño de la casa y me dijo que no había problema, que ya había otros dos chicos en la casa, y que me daría sus números de teléfono amablemente, que ellos estaban allí permanentemente porque estudiaban o trabajaban, pero que estaban buscando algo así, temporal de mientras que encontraban a un tercer compañero de piso.
Fue genial, estaba entusiasmada, y fantaseaba con la idea de que me cogiesen y poder empezar mi vida en una ciudad diferente, donde conocer gente diferente, hacer amigos, y trabajar en lo que me gustaba.
No cabía en mi de felicidad, y por supuesto mi pareja me apoyaba, aunque por supuesto él no podía dejar su trabajo, así que, si me cogían, era obvio que tendríamos que estar mucho más separados que en aquel momento. Aun así, decidí lanzarme a la piscina y seguir con aquello.
Cuando llegué a Madrid me las vi negra para encontrar el sitio, en un barrio perdido de la mano de Dios, que era casi imposible de encontrar.
Llegué al piso y llamé dos veces, el chico con el que había hablado durante el viaje en tren, me dijo que él no estaba en casa porque estaba de vacaciones y se había vuelto a su ciudad natal, pero que el otro chico si estaba. Me tocaría compartir piso con un desconocido, en un lugar desconocido, pero sólo iban a ser un par de días, pues la entrevista era al día siguiente, y me habían dicho que me darían el veredicto en un día como muy tarde, así que sólo estaría allí tres días, o al menos, ese era el plan.
Cuando el chico que se suponía que iba a ser mi compañero de cuarto me abrió la puerta por poco no me caigo de la impresión.
Acababa de salir de la ducha, llevaba una toalla en la cabeza y otra cubriéndole los bajos, y todo su torso desnudo cubierto de miles de pequeñas motas de agua. Pero no fue eso lo que más me impresionó, fueron sus ojos, aquella penetrante mirada que hizo que me faltase el aire, de nuevo. Porque sí, ya había visto aquellos ojos una vez.
Mi cara era un poema, tenía la boca ligeramente abierta, incapaz de creer lo que veían mis ojos, con la maleta a cuestas mientras él me observaba con detenimiento.
Le escuché marcharse, a vestirse supongo, y seguí absorta en mis pensamientos, mientras observaba con detenimiento el lugar en el que me encontraba. Tenía una pequeña cama frente a la ventana que daba a la calle, junto a la puerta había una pequeña cajonera y un diminuto armario portátil. Decidí sacar mi camisa y los pantalones de vestir y ponerlos en perchas para que no se arrugasen. Luego coloqué todas mis cremas y algo de maquillaje en los cajones de la cómoda y me tumbé en la cama, a descansar, mientras chequeaba los mensajes. Le comuniqué a mi madre, a mi novio y a mi amiga que ya había llegado, y luego dejé este sobre la cama, dispuesta a dormir un poco, pues no había podido hacerlo en el tren.
No había hecho más que cerrar los ojos cuando escuché la puerta, unos leves porrazos, que hicieron que abriese los ojos al mismo tiempo que él empujaba la puerta y me miraba con atención, provocando que me pusiese en pie de un salto.
¡Por Dios! Él se acordaba de mí. ¿En qué universo paralelo me encontraba para que algo así sucediese?
No volví a hablar con él hasta el día de la entrevista, ambos coincidimos en el pasillo, en la puerta del baño, yo salía y él entraba.
Corrí hacia mi habitación, me vestí, y me preparé para irme a la entrevista, y volví a coincidir con él en el pasillo, de camino a la calle.
Él era poco hablador, o al menos eso me parecía. No dijo ni una palabra en el ascensor de bajada, ni tampoco cuando entramos en el garaje donde tenía estacionada su moto.
Me monté con dificultad, soy algo patosa, por si no os lo he dicho y me agarre a las anillas que había en la parte de atrás, me aterraba incomodarle o algo por el estilo.
Iba muerta de miedo, aterrada de caerme de aquel trasto, mientras atravesábamos la ciudad y llegábamos, casi una hora después, al centro.
Detuvo la moto, y me bajé, demasiado patosa, me quité el casco y se lo cedí. Lo agarró para luego acomodarlo en su brazo y se marchó, sin tan siquiera despedirse de mí.
Me puse en camino hacia la entrevista, la cual fue un éxito, me hicieron una parte de la entrevista en inglés y la pasé sin problemas.
Cuando volví a la casa, tras coger tres buses y un metro, ya era la hora de comer. Pero comí sola, pues Alfonso seguía de viaje (el chico al que aún no conocía) y el motero-policía-buenorro aún estaba trabajando.
Juan, mi novio, me llamó para interesarse por la entrevista y estuve hablando con él por largo rato. Luego bajé al bk de abajo, me compré una hamburguesa y volví a subir.
Me tomaba alegremente la hamburguesa en el salón, acompañándola con unas patatas y un refresco, cuando una voz me sacó de mis pensamientos, haciéndome toser sofocada, pues la comida se me había ido por otro sitio.
Mi teléfono comenzó a sonar, provocando que tuviese que cogerlo e interrumpir mi conversación con el bombón, que se marchó a la cocina a prepararse una ensalada de habichuelas, muy light él.
La llamada era para hacer otra entrevista, en una empresa de abogados, en la misma calle en la que me encontraba. Casi me pongo a saltar de alegría cuando escuché que tenía la entrevista para el día siguiente.
Leía un libro, en el sofá, mientras Salva veía la tele. Hacía bastante calor, cosa anormal, pues estábamos en pleno invierno, quizás fuese porque tenía el aire puesto a toda pastilla.Me quité la sudadera, quedándome con una camiseta negra, de tirantes, y seguí con la lectura, tumbada sobre el sofá, sintiendo como se me pegaban las piernas a causa del calor tan terrible que hacía. Me subí un poco la falda, y proseguí con la lectura, mientras Salva miraba hacia mí, con interés.¿tienes calor? – Preguntó, haciéndome salir de mis pensamientos y levantar la vista hacia él - ¿quieres que baje la calefacción?No – respondí – estoy bien.Por dios, entre el calor y su cercanía, me estaba poniendo realmente a tono,
Estaba algo decaída allí, era mi último día en la ciudad, pues al día siguiente me marcharía para Sevilla, ya tenía mirado los horarios de los trenes, y me preparaba para comprar uno, pues me habían dicho que no había sido seleccionada en la empresa del centro.Quizás no me habían cogido por mi negatividad o mi poca confianza en mí misma. He escuchado cientos de veces aquello de “Si eres positiva atraes lo bueno, si eres negativa atraes lo malo”, y yo era del segundo clan, era negativa a más no poder, y todo tenía su explicación racionable, pues, desde los inicios de mi vida siempre me había rodeado las malas noticias, la negatividad y las malas vibraciones, eso causó que mi optimismo y mi confianza en mí misma cayese por el suelo.Desde que era bien pequeña había tenido que vivir cada año en una ci
El trabajo resultó ser incluso mejor de lo que esperaba, a pesar de que mi jefe, Borja, fuese un carca y un mujeriego empedernido. Mi labor era sencilla: llevar su agenda como su secretaria y ocuparme de la contabilidad de nuestro departamento, además, de aguantar sus desplantes y su mal humor. Pero no me importaba, porque estaba aprendiendo mucho en aquel lugar, incluso tenía los fines de semana libres, y cobraba 900 euros por ir 8 horas al día.Mis días pasaron rápidos, pues iba a trabajar de 9:00 a 14:00, volvía a casa para almorzar, pues no estaba lejos de la oficina, y luego volvía a entrar de 17:00 a 20:00. Es cierto, que algunas tardes salía un poco más tarde, pero bueno, no podía quejarme, me encantaba mi trabajo. Y cuando volvía a casa, la mayoría de los días, solía cenar con los chicos y hablar de nuestro día, excepto los viernes, que Alfonso
El tiempo continuó avanzando, al igual que mi vida, y mis relaciones con mis compañeros. Alfonso era un encanto últimamente, y se apoyaba mucho en mí, pues parecía que por primera vez en su vida se había pillado por una chica, la afortunada era Lorena o al menos eso pensaba yo, y no dejaba de pedirme consejos. Y luego estaba Salva, nuestra relación había evolucionado hasta el punto en que ya no era incómodo darnos picos de vez en cuando.Y así, sin más, llegó el día de mi cumpleaños. Los chicos, junto con la que se había convertido en una gran amiga, para mí, Marta, me prepararon una fiesta de cumpleaños, sorpresa, y cuando llegué a casa, no pude evitar ponerme a reír, como una idiota, al encontrar todo aquello, y hasta Juan estaba allí.Feliz 33, compañera – bromeó Alfonso, haciéndome
Marta y yo hablábamos sobre Juan, al día siguiente, en casa, mientras Alfonso dormía, y Salva había salido a comprar porras para desayunar.Tener una relación a distancia así… quizás lo mejor sería que lo dejaseis – declaraba, sentada en el sofá, frente a mí – apenas os veis, y cuando os veis tú estás pensando en tu mejor amigo y su novia.Te he dicho que Salva y yo ya lo hablamos, ayer, y que fue un malentendido.Puede que sea cierto – aceptó – pero estuviste más pendiente de Salva que de tu novio, eso no puedes negármelo.Y tenía razón. Quizás debía hacerle caso y dejar a Juan. Ya no sentía lo mismo de antes, le quería, por supuesto, pero era horrible estar en una relación de aq
Al día siguiente estaba nublado, así que era una tontería ir al mirador, no íbamos a ver mucho, tan sólo nos marchamos a Madrid, por el camino escuchamos su música favorita, y ni siquiera hablé mucho, pues aún me sentía algo molesta con él, por lo de Isabel.Si necesitas hablar de cualquier cosa – comenzó, haciendo que voltease la cabeza, y dejase de pensar en mis cosas – estoy aquí.No quiero que dejes de hacer cosas por mí – le solté, quizás porque estaba cansada de callarme las cosas con él, o porque, simplemente, no estaba acostumbrada a hacerlo, al menos no con él.No es que no haga cosas por ti – se quejó, molesto por mi comentario, bajando un poco la música para dejarse escuchar mejor – si no las hago es porque no quiero o
Unos besos, en el cuello, me hicieron despertar, desperté, entre cosquillas, sobresaltada, haciéndole reír, sobre su cama.¡Por el amor de Dios! ¿Cuándo había llegado hasta su cama? Lo último que podía recordar era a él y a mí, en el sofá, mientras él me hacía cosquillas. Fue así como me quedé dormida ¿no?¿Qué hora es? – pregunté, horrorizada, pensando en que quizás llegaba tarde para ir a trabajar.Tranquila, aún son las 6 – me calmó, para luego acariciar mi mejilla, despacio - ¿no tienes que ducharte antes de irte?Cierto – acepté, sentándome sobre la cama, al mismo momento que lo hacia él. Le miré, acerqué mi cabeza a la suya, y la moví, lo suficiente cerc
Había pasado una semana desde aquello, era sábado, y estábamos en el parque, haciendo un pequeño picnic improvisado, más bien, terminándolo, porque parecía que se había levantado un poco de viento.No habíamos vuelto a hablar del beso, y por supuesto yo evitaba ese tema a toda costa, él, por el contrario, seguía siendo el de siempre.… y entonces le dije a Marta… “espera locaja que te olvidas el almuerzo” – proseguía, contándole lo que había pasado el día anterior, con Marta y sus olvidos. Él rio con mi desparpajo y mi forma de decirlo, y yo también me reí.¿Qué te has hecho en el pelo que estás tan bella hoy? – bromeó, porque sabía que se había acabado el termo y no me había podido lavar el pelo, así