Para cuando Thomas se dio vuelta y observó a los recién llegados, la vena del cuello automáticamente empezó a latir con fuerza. Gabriel y Lucas tenían la extraña habilidad de arruinar los mejores momentos. Ya había pasado cuando Thomas casi había marcado un try, y ahora había pasado lo mismo, cuando quería invitar a Sophia a tomar un café. Aquellos dos esbeltos jugadores caminaban por el pasillo con una sonrisa cínica pintada en sus rostros. La presencia de Gabriel siempre había sido suficiente para desencadenar la rabia contenida de Thomas, pero hoy, con Xavier al lado, el fuego se encendió con mayor intensidad.—¿Qué demonios hacen aquí? —gruñó Thomas, su tono era bajo y cargado de amenaza.—La pregunta es: ¿Qué haces TÚ aquí, bestia? —se le burló Gabriel en medio de una risa, pero antes de que pueda contestar, levantó una mano ordenando silencio—. Ya lo sé. No me digas nada. Estás cumpliendo con tu trabajo social para no ir a la cárcel por no ser profesional en el campo de juego, ¿
—El equipo de Los Espartanos perdió por 26 a 27 contra Los Hunos este fin de semana —decía el comentarista en la televisión del canal local, en la sección de deportes—. Otro pésimo rendimiento por parte del equipo del viejo Red García, el entrenador que hace ya diez años lleva adelante a los hijos de Esparta.—Yo no sé qué están esperando para sacarlo de la dirección del equipo, Johnny. Es evidente que no sabe lo que está haciendo. Ya es el tercer partido consecutivo que pierden —masculló otro de los periodistas.—Bueno, pero no te olvides de que Red tuvo victorias también, Rock —dijo la única mujer del plantel—. El problema, en mi opinión, no es el entrenador, sino los primera y segunda línea. Red sigue insistiendo en poner el trío Rogers-Taylor-Sclavi como pilares y hooker. Creo que deberían renovar un poco el plantel, porque no estaría funcionando para nada.—Mmm… No lo creo, Vicky. No son tanto los forwards sino los backs… —dijo Johnny—. Para mí tienen más que ver los backs. Se le
Gabriel se levantó de la cama sin siquiera molestarse en ponerse el bóxer, dejando en la cama a las trillizas con las que había estado la noche anterior, durmiendo satisfechas por el rendimiento del jugador. Caminó callado y con el ceño fruncido en dirección a la cocina de su muy lujoso apartamento, y apretó el botón que elevaba las cortinas.Mientras el Sol de la mañana entraba tímidamente por las ventanas de su penthouse, Gabriel se sirvió un café y se apoyó en la barra desayunadora a beberlo con tranquilidad. El día iba a ser bastante movido y necesitaba un momento de calma para poder pensar y organizar su jornada. No sólo tenía entrenamiento, debía ir a otro de esos estúpidos eventos benéficos, esta vez para ayudar a reunir fondos para los bomberos voluntarios; además de que tenía una sesión de fotos para renovar sus perfiles en redes sociales. Todo sea para seguir proyectando su imagen de jugador y persona ejemplar. Ese había sido el consejo de su representante y había funcionado
Había sido una buena tarde de lectura en el hospital de niños. Sorpresivamente, Xavier se había animado a leer un capítulo junto con Sophia y su padre, aunque se frustraba por no poder leer con la misma fluidez y exactamente tal cual lo había hecho la mujer.—¿Por qué no leo como tú lo haces? —le preguntó Xavier a Sophia mientras se preparaban para retirarse.—Porque yo llevo años haciendo esto, Xavier —le explicó con calma Sophia—. Por eso es importante leer en voz alta, de vez en cuando. Le vas dando agilidad y entonación a tu discurso. Mejoras en tu pronunciación, tu ortografía y además de que vas escuchándote mientras lees, lo cual ayuda a tu comprensión lectora. Es agotador, lo sé. Pero los buenos resultados llevan un poco más de esfuerzo.Xavier se le quedó mirando. Aquella mujer era diferente el resto de novias de su padre, especialmente a la última. Era como una mezcla de maestra y mamá que siempre había buscado en cada una de las mujeres que le habían presentado. —¿Tú crees
La tarde en el café transcurría más relajada de lo que Sophia había anticipado. El ambiente fresco de los aires acondicionados parecía disipar cualquier rastro de la tensión que había sentido antes. Xavier, sentado frente a ella, removía su refresco con la pajita, una chispa de entusiasmo brillaba en sus ojos mientras conversaba con su padre. Aunque Thomas mantenía su habitual fachada seria, había algo distinto en él. Su rigidez habitual había dado paso a una actitud más accesible, casi… cómoda.—Sophie, ¿te gustan los superhéroes? —preguntó Xavier de repente, sus ojos fijos estaban en ella con curiosidad genuina.Sophia parpadeó, sorprendida por el cambio de tema. No era algo que hubiera esperado, pero no pudo evitar sonreír ante la espontaneidad del niño.—Bueno, no soy una experta, pero sí, me gustan. ¿Tienes un favorito? —respondió, sintiendo cómo el ambiente se volvía más ligero.Xavier asintió con entusiasmo, casi saltando en su asiento.—¡Los X-men! ¡Son geniales! Papá me regal
Xavier, con una sonrisa tímida pero emocionada, miró a su padre y luego a Sophia, como si la presencia de ambos en su "equipo" le diera una sensación de seguridad. Era un niño inteligente, que captaba mucho más de lo que dejaba entrever, y en ese momento entendió algo más allá de las metáforas del rugby y los héroes de cómic. Sophia no solo estaba ahí para explicarle historias, sino que también lo estaba apoyando, y su padre, a pesar de sus dificultades, estaba tratando de hacer lo mismo.—Así que... tú eres el pilar izquierdo, Sophie —dijo Xavier, asintiendo con una sonrisa cómplice—. Me gusta eso. Me gusta que tú también estés en mi equipo.Sophia sintió que su corazón se apretaba ante las palabras del niño. No esperaba sentir tanta calidez en esa sencilla conversación, pero algo en el gesto de Xavier y en la mirada de Thomas le hizo darse cuenta de la profundidad de lo que acababa de ocurrir. Tal vez no solo estaban formando un equipo en la mesa de ese café, sino también uno en la
La conductora de aquel programa hizo su entrada triunfal, luciendo un ajustadísimo vestido de animal print y unos stiletos que pocas mujeres, y hombres, podrían usar. Removió su platinado y teñido cabello y sonrió a la cámara, luciendo todos los dientes de su boca.—¡Buenas tardes, mis amores! ¡Cómo les va! —exclamó en medio de su histrionismo—. ¡Hoy les tengo un programa…! ¡DI-VI-NO! ¿Saben por qué? Porque acá en el Show del Chisme su amiga Georgeana Hudson siempre les trae los chismes más picantes.El equipo de conducción y los comentaristas aplaudieron a la conductora mientras ella seguía con su acting de siempre.—Y para comenzar les traigo una historia de amor salida de un cuento de hadas —continuó la mujer. Abajo en el graff había aparecido un cartel: La “Bella” y “La Bestia”—. ¿Se acuerdan de ese bruto que golpeó a nuestro jugador de rugby favorito?—Ay, cómo olvidarlo —dijo uno de los comentaristas tapándose el rostro en un gesto sumamente femenino—. ¡Casi me lo desfigura a mi
Monty rápidamente ingresó la contraseña en su celular y en cuestión de segundos tenía el streaming en vivo en su pantalla. Con una inclinación hacia Sophia, le mostró la imagen de Thomas, quien se encontraba en el centro de una conferencia de prensa. Estaba vestido con su habitual camiseta oscura y jeans, su postura era rígida y su expresión endurecida como una pared de concreto. Tenía los brazos apoyados en la mesa de la sala de conferencias, y al parecer le habían indicado cómo debía ser su lenguaje corporal, porque hasta tenía las manos unidas por la punta de los dedos, demostrando fuerza y decisión. Sus ojos oscuros fulminaban a los periodistas que se abalanzaban sobre él con sus preguntas como aves de rapiña.—Ahí está —murmuró Monty—. El hombre del momento.Sophia tragó saliva, tenía el estómago revuelto de nervios. Ver a Thomas así, enfrentándose a la prensa, le hacía sentir un peso enorme en el pecho. Las cámaras se movían incesantes mientras los flashes iluminaban su rostro t