Thomas estaba sentado en el banco del vestuario frente a su casilla con su nombre pegado en la parte superior del marco. La camiseta azul con el número uno estampada en él lo aguardaba colgada en la percha, junto con el pantalón blanco, las medias del mismo color y una botella de agua. Todo a su alrededor era charlas y risas de sus compañeros de equipo, pero él estaba algo contrariado por la foto que se había filtrado de él con Sophia tomando algo fresco.Ardía en bronca. Todo en él temblaba y le costaba concentrarse en el partido a punto de desarrollarse. Sentía a la gente rugir, gritar, silbar y cantar. Cuando había subido al campo de juego para poder calentar y practicar con sus compañeros, mucha gente lo había saludado, hasta incluso le habían pedido fotos y autógrafos, algo que lo había dejado totalmente descolocado. Lejos de imaginarse que su imagen se vendría a pique tras la filtración de la foto con Sophia, la misma había tenido un subidón que pocas veces lo había vivido. Segú
Gabriel seguía allí pasmado, observando como la pelota no había pasado entre los palos que formaban la hache del arco rival. ¡Era un tiro fácil! ¡Hasta incluso en sus estadísticas tenía un ciento por ciento de eficacia en los tiros más difíciles! ¿Cómo era posible que haya errado?—¡Gabriel! —la voz de uno de sus compañeros lo sacó de su ensimismamiento. El capitán del equipo miró hacia atrás. El partido había seguido sin su participación, totalmente ajeno a su estado de shock— ¡El partido!Como alma que lleva el diablo, corrió presionando los músculos de sus piernas para alcanzar la posición de la pelota. Los dos equipos ya estaban en la línea de la yarda veintidós, listos para un lineout. Como en el fútbol, el jugador que sacaba se posicionó en la línea blanca que delimitaba la cancha y se preparó para lanzar la pelota. El equipo de Los Romanos tenía una buena oportunidad de hacerse con los primeros cinco puntos del partido, sólo había que presionar un poco y llegarían al in-goal de
Tras la victoria de Los Espartanos contra Los Romanos —y la filtración de la fotografía con Sophia— Thomas había experimentado un incremento positivo en su imagen. Ahora sus redes sociales explotaban en felicitaciones por su desempeño y su cambio de actitud, lo invitaban a entrevistas en programas de todo tipo, y Red estaba muy contento con su comportamiento, tanto dentro como fuera de la cancha. Pero lejos de agradarle, al capitán le parecía sumamente molesto que, cada vez que iba a un programa, le preguntaran acerca de Sophia y no sobre su desempeño en la cancha.—Honestamente ya perdí la cuenta de la cantidad de veces que dije que entre la doctora Milstein y yo no hay nada. No hay amistad entre nosotros, mucho menos algo romántico. Es una excelente profesional, una inspiración y un ejemplo a seguir y estoy aprendiendo mucho de ella —había dicho en una entrevista de radio, con los audífonos pegados en las orejas y sentado en el estudio, con el micrófono cerca de su boca—. Ahora, si
Sophia se quedó en silencio unos segundos, sorprendida por la inesperada propuesta de Thomas. La forma en que lo dijo, con esa mezcla de timidez y vulnerabilidad que tan raramente mostraba, la dejó sin palabras por un momento. No era común escuchar a Thomas, el rudo y reservado capitán, pidiendo algo de compañía. Su primer instinto fue rechazarlo, recordándose a sí misma que tenía un plazo que cumplir y varios capítulos aún por escribir. Pero algo en su voz la hizo dudar. Sabía que estaba pasando por un mal momento, y después de todo lo que habían vivido, no podía dejarlo de lado tan fácilmente.—Emmm… No estoy segura, Thomas… Tengo mucho trabajo pendiente —respondió finalmente, con la mirada fija en la hoja de su novela que asomaba por su Olivetti. Su imaginación rápidamente la caricaturizó, y la vio sacándole la lengua con burla por no haber terminado su trabajo con tiempo de sobra. Y todavía tenía que digitalizar esas hojas—. Además… Con todo esto de la foto… No sé si necesitamos d
Por unos minutos, ambos se quedaron en silencio, solo escuchando la música que sonaba y respirando el aire fresco de la noche que entraba acariciándolos desde la ventana. No había gente ni autos en esa parte de la costanera, más alejada de la ciudad, y por ende de cualquier simpático que pueda reconocerlos y sacarles otra foto para ser vendida. Había una sensación de paz en el aire, pero también una tensión palpable, como si hubiera algo más que necesitara ser dicho, algo que flotaba entre ellos, pero que aún no podía salir a la luz.Sophia finalmente se atrevió a romper ese silencio.—Thomas… —comenzó, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. No sé lo que estás enfrentando exactamente, pero quiero que sepas que no tienes que hacerlo solo.Él giró ligeramente la cabeza para mirarla, sus ojos marrones buscaron los suyos.—Sé que prefieres cargar con todo tú mismo, pero no siempre tiene que ser así.Thomas no respondió de inmediato, solo la miró durante lo que parecieron largos segundos
Thomas sonrió de manera casi imperceptible al escucharla, pero sus ojos revelaban una mezcla de admiración y reflexión. Volvió la vista al río, dejando que las palabras de Sophia se asentaran en su mente.—Eso suena... poderoso —dijo finalmente, con un tono bajo, casi como si hablara consigo mismo.Sophia lo observó en silencio, notando cómo su postura se relajaba un poco más, aunque aún conservaba esa intensidad que siempre lo caracterizaba. Había algo en ese momento que lo hacía vulnerable de una manera que rara vez mostraba.—¿Alguna vez sentiste eso por alguien? —preguntó Thomas de repente, volviendo a mirarla.La pregunta la tomó por sorpresa. Sophia no sabía si se refería a lo que había dicho sobre el arte o a lo que implicaba esa cita. Sintió su corazón acelerarse, no tanto por la pregunta en sí, sino por la forma en que Thomas la miraba, como si su respuesta fuera crucial para él.—Sí. Dos veces —respondió ella, siendo honesta consigo misma por primera vez en mucho tiempo—. Un
Thomas rio ante esa muestra de espontaneidad. Ambos compartieron una sonrisa, como si ese momento de ligereza hubiese disuelto algo en el aire, algo que había estado tensando la noche. Thomas la miró un segundo más antes de tomar su mano, apretándola suavemente, pero con una firmeza que hacía que Sophia sintiera la calidez de su piel.—Mucho gusto, Sophia —respondió él, con una sonrisa que rara vez se veía en su rostro, casi infantil por un instante—. Soy Thomas.Ambos rieron suavemente, disfrutando de ese pequeño intercambio como si fuera una broma secreta entre los dos. La brisa nocturna se coló de nuevo por la ventana, trayendo consigo el susurro del río que seguía su curso.—¿Sabes? —dijo Thomas después de un momento—. Hay algo en esta noche que me recuerda a los tiempos en que todo era más sencillo. Antes de todo... —confesó, mientras se acomodaba en el asiento, su mirada fija en las estrellas que empezaban a aparecer tímidamente en el cielo oscuro.Sophia, intrigada, ladeó la ca
Thomas mantuvo a Sophia en sus brazos por un rato, inmóvil, como si ese instante pudiese detener el flujo del tiempo. El calor del cuerpo de ella contra el suyo le transmitía una sensación que hacía mucho tiempo no sentía: paz. El aroma a flores de su cabello lo envolvía, recordándole por un breve momento lo que significaba sentirse en casa.—Gracias —susurró Thomas, apenas audible.Sophia levantó la mirada, todavía abrazada a él, y encontró sus ojos oscuros, cargados de una intensidad que ella apenas podía descifrar. Quiso decirle algo, cualquier cosa que pudiera aliviar esa tristeza que parecía colgar como una sombra sobre él. Pero no lo hizo. No quería llenar el silencio con palabras vacías.Finalmente, Thomas se separó con suavidad, pero no rompió el contacto del todo. Siguió sosteniéndola por los hombros, sus ojos recorriendo el rostro de Sophia como si intentara memorizar cada rasgo. La calidez que compartían hace unos minutos seguía latente, pero había algo más que ambos podían