La ciudad se vistió de naranja, negro, verde y violeta. La temporada de sustos estaba por dar inicio y todos se preparaban para la noche de Halloween, especialmente porque la ciudad tenía la fiesta de disfraces más grande del país.Las tiendas que rentaban disfraces, atuendos y cosplay de todo tipo tenían lista de espera para los que querían rentar uno, o directamente ya tenían absolutamente todo alquilado, o reservado.Todos los negocios que se dedicaban a la venta de golosinas llenaron hasta el techo sus stocks de todo tipo de dulces, y las grandes tiendas ya estaban reponiendo, por segunda vez en la temporada, el inventario de Halloween.Sophia nunca recibía visitas de los niños en su casa. A pesar de que todos los años cambiaba la temática de la decoración, y que todos y cada uno de los adornos que colocaba eran hechos a mano con material reciclado, su casa no formaba parte de lo que ella llamaba “la ruta de los dulces”. Siempre compraba chocolates, golosinas, paletitas y algunos
Sophia se enterneció con ese plan tan disparatado como inocente.—Eres muy amable, Xavi. Pero tú viste que mi casa no está precisamente muy cerca de nada. Dudo que, a tus amigos, o a los padres de tus amigos, les parezca buena idea conducir hasta tan lejos sólo por unos cuantos dulces, mi cielo —le explicó con calma y paciencia.Xavier pareció evaluar la situación. Miró a su padre, como buscando apoyo.—¿Y si venimos aquí en la noche de Halloween para hacer compañía a Sophie? —le preguntó el niño a su progenitor—. Debe sentirse muy sola, sin ningún niño que la visite. Podríamos pedir una pizza y ver películas de terror.—A menos que pase otra cosa, recuerda que tu madre siempre te tiene en Halloween para ir a buscar dulces —le recordó Thomas.—¡Nunca vamos a buscar dulces! ¡Ella simplemente los compra, me los da y me pone alguna película! ¡Ni siquiera le importa decorar o repartir caramelos! —dijo muy molesto Xavier. Sophia miró a Thomas, evaluando la reacción en el hombre.Thomas obs
Mientras Sophia y Xavier se dedicaban a armar y pintar calabazas de papel maché, cortar guirnaldas de murciélagos y hacer otros adornos, Thomas estaba afuera, en el jardín de atrás, frente a la parrilla de Sophia, disfrutando de la fresca mañana que se transformaba poco a poco en mediodía. El sol empezaba a ascender en el cielo despejado, y envuelto por los cantos de los pájaros, el perfume las flores y hierbas aromáticas, y el olor a hierba húmeda, Thomas empezó a preparar el fuego. Era un día perfecto para una buena barbacoa. La casa de Sophia le transmitía paz y serenidad, y la presencia de la mujer entreteniendo a su hijo le sumaba un plus, puesto que, cuando él tenía que hacer las parrilladas y su hijo lo acompañaba, siempre tenía que estar con un ojo en la carne y otro en su hijo. Pero con Sophia presente, por primera vez en mucho tiempo podía concentrarse únicamente en hacer la mejor parrillada que haya probado su anfitriona jamás.—¡Sophie, ya pegué el papel celofán a la lampa
Sophia, Thomas y Xavier disfrutaron de una deliciosa parrillada al aire libre. Se habían sentado en la mesa del jardín, y la luz de sol con el fresco viento le daba un toque especial al gusto salado de la carne y las ensaladas. Y como no podía ser de otra manera, un delicioso cheesecake de frutos patagónicos fue el protagonista en el postre, cerrando con broche de oro una tarde muy especial.Aunque tanta comilona surtió su efecto en Xavier, quien estaba acostumbrado a terminar de comer e ir a dormir la siesta. Su estado de somnolencia le impedía mantenerse despierto, y se caía del sueño sentado en la silla del jardín.—¿Quieres dormir en mi cama? —le ofreció Sophia a Xavier, quien miraba a todos sin mirar.—Creo que ya sería un abuso por parte de nosotros, Sophia. Tampoco es cuestión de usar tu casa como si fuese nuestra. —Thomas intentaba que Xavier se mantenga despierto, pero no podía conseguirlo.—Nada que ver, Thomas. No me molesta para nada. Además, aún no puedes conducir. Esas c
El último sábado antes de la Noche de Brujas había llegado. Fiel a su promesa de acompañar a Thomas y sus amigos a la fiesta de Halloween, Sophia preparó su disfraz. Debido a que ya no había disfraces disponibles de su talle, tuvo que improvisar. Tenía una vieja falda que tiñó de color marrón y los rasgó un poco para darle una apariencia más rústica y medieval, también tenía una camiseta de color gris, a la que le cortó las mangas y la dañó un poco. Seleccionó algunos brazaletes y un collar con un enorme medallón en él. Ató su cabello en un medio rodete, dándole volumen al mismo, y en donde puso algunas ramitas secas de su propio jardín. Fabricó una bandolera de cuelo ecológico, lo más rústica posible, a la que le añadió algunos detalles y cuentas en metal, y por último se pintó una enorme franja azul en los ojos que le atravesaba la cara, dándole un aspecto misterioso, para coronar su disfraz pintándose en la frente la runa de Urus (poder) y parte de los labios con pintura negra. Aho
Juntos caminaron hacia el interior del bullicio. La gente disfrazada disfrutaba de la música, los tragos, las conversaciones y las risas. El ambiente estaba cargado de la energía vibrante del Halloween. El viento traía todos los aromas más variados, desde el perfume de las manzanas acarameladas, las palomitas de maíz, la cerveza helada, los sabrosos hotdogs y quizás algunos otros aromas provenientes de gente que no estaba fumando tabaco normal. Sin dejar de tomarse de la mano para no perderse, Sophia y Thomas caminaron buscando a los amigos del rugbier. Dieron varias vueltas hasta que los encontraron.Un poco más apartados que el resto de la gente que bailaba al ritmo de la música, Monty, Athos, y Castor ya los esperaban con amplias sonrisas y vasos levantados. Fieles a su promesa, no habían empezado la fiesta sin el tan amado capitán del equipo.Sophia observó los disfraces de los muchachos. Monty ya había sacado su teléfono para sacarse selfies con su disfraz de pirata con sus amigo
La sorpresa de Sophia fue instantánea. Su cuerpo se tensó, pero no tardó más de un segundo en reaccionar. Sin pensar en las consecuencias, lo empujó con todas sus fuerzas, logrando separarse de él. La furia quemaba en sus ojos mientras se limpiaba los labios con la manga de su disfraz, completamente asqueada por la invasión. Gabriel, lejos de amedrentarse, sonrió con una soberbia que sólo logró encender aún más su enojo.—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —espetó Sophia, su voz cargada de rabia y asco.Gabriel la miró, relajado, como si no hubiese hecho nada fuera de lugar. La arrogancia en su sonrisa era casi insoportable.—Vamos, Soph. No te pongas así. Si estás tensa no lo vas a disfrutar.Sophia sintió un nudo en el estómago, pero antes de que pudiera responder, una sombra oscura se cernió sobre ellos. Thomas. Había visto todo, y el peligro en su mirada era palpable. Caminó hacia Gabriel con pasos firmes, como un depredador que se aproxima a su presa.—Te lo advertí —gruñó T
—Vamos a sacarlo de aquí —dijo suavemente Athos.La mirada de Thomas se dirigió hacia el grupo de Gabriel, que se alejaba entre murmullos y miradas desafiantes. La rabia aún ardía en su pecho, pero la presencia de Sophia y sus amigos lo anclaba a la realidad.—¿Estás bien? —preguntó Sophia, con los ojos llenos de preocupación mientras lo ayudaba a incorporarse.—No es nada que no haya enfrentado antes —respondió Thomas con voz grave, tratando de ocultar la mueca de dolor que se dibujaba en su rostro. Sin embargo, su mirada se suavizó al ver la preocupación en el rostro de Sophia—. Gracias por intervenir. No debiste hacerlo.—No podía quedarme de brazos cruzados —replicó ella, su voz firme a pesar del temblor en su cuerpo.Monty y Castor se situaron a su lado, formando un pequeño muro de contención entre ellos y el resto de la fiesta. La música continuaba resonando a su alrededor, pero para Sophia y Thomas, todo lo demás parecía desvanecerse.—Necesitamos salir de aquí antes de que tod