Un latido a la vez

Thomas mantuvo a Sophia en sus brazos por un rato, inmóvil, como si ese instante pudiese detener el flujo del tiempo. El calor del cuerpo de ella contra el suyo le transmitía una sensación que hacía mucho tiempo no sentía: paz. El aroma a flores de su cabello lo envolvía, recordándole por un breve momento lo que significaba sentirse en casa.

—Gracias —susurró Thomas, apenas audible.

Sophia levantó la mirada, todavía abrazada a él, y encontró sus ojos oscuros, cargados de una intensidad que ella apenas podía descifrar. Quiso decirle algo, cualquier cosa que pudiera aliviar esa tristeza que parecía colgar como una sombra sobre él. Pero no lo hizo. No quería llenar el silencio con palabras vacías.

Finalmente, Thomas se separó con suavidad, pero no rompió el contacto del todo. Siguió sosteniéndola por los hombros, sus ojos recorriendo el rostro de Sophia como si intentara memorizar cada rasgo. La calidez que compartían hace unos minutos seguía latente, pero había algo más que ambos podían
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