Juguetes nuevos

Nuevamente el tiempo estaba sumamente cambiante. Ahora hacía un calor terrible, algo que obligó a Sophia a ir al hospital de niños en el automóvil para poder evitar un golpe de calor. Dejó el auto aparcado en su lugar del estacionamiento y bajó del vehículo. Había llegado cinco minutos más temprano de lo normal por haber cambiado su medio de transporte, pero tan pronto salió del refugio fresco que le ofrecía el aire acondicionado de la cabina, se vio golpeada por el duro mazo caliente del cemento del asfalto, subiéndose y colándose bajo su vestido.

Acomodando la tira de su bolso, empujó la puerta de vidrio e ingresó al glorioso soplo del aire acondicionado del interior del hospital. Adentro, sólo estaba Ernesto, el guardia que era su amigo, esperándola como todos los días que asistía al hospicio.

—Buenos días, Ernesto —lo saludó Sophia. A Ernesto se le pusieron coloradas las mejillas, y nada tenía que ver ese subidón de temperatura con el calor sofocante de afuera.

—¡Hola, Sophia! ¡Mu
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